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El Sueño del Cazador

Bloodborne Capítulo 5

V

Cuando abrí los ojos, volvía a estar en el Sueño del Cazador, el mismo lugar en el que aparecimos la primera vez tras perecer ante el enorme lobo.

—Ha funcionado. —susurré, sorprendido de haberlo hecho por mí mismo.

—Esta vez lo has podido hacer solo. Aprendes muy rápido. —me felicitó una cálida voz justo a mi lado.

Arya se encontraba a mi lado, mirándome con una sonrisa sincera.

—Oh, si la primera vez no me hubieses guiado no habría conseguido resultados. —contesté un poco avergonzado.

—Estoy segura de que no sería así. —La muchacha se quitó de la espalda el enorme hacha modificada que portaba, para emitir un suspiro de alivio justo después —No es lo más cómodo de llevar a la espalda, la verdad.

—Podrías transformarla de nuevo para que te sea más agradable de portar. —aconsejé mientras observaba el arma.

—Aún no he probado a hacerlo… —me dijo algo nerviosa —Y me parecía más cómoda para mí así, porque puedo mantener cierta distancia de seguridad.

—Entiendo. –contesté mientras desviaba la mirada –A todo esto, ¿cómo lo has hecho? No esperaba que un arma se pudiera modificar de esta forma.

—Creo que… —comenzó a tocar el mango del arma en su mitad más o menos, buscando algo, consiguiendo al cabo de unos segundos meter gran parte del mango por dentro de nuevo, devolviendo al hacha su aspecto original –Como pensaba, el mismo mecanismo que accioné sirve tanto para alargar el arma como para encogerla.

La muchacha me tendió el arma para que la examinase. En efecto, una pequeña muesca cercana a la mitad, si era accionada, permitía deslizar los extremos del arma para cambiar su forma. Era un truco bastante ingenioso, y rápido.

—Nunca había visto un arma así. Es bastante impresionante. –admití mientras se la devolvía –Me pregunto cómo se les ocurrió hacerlas; los diseños debían ser muy complejos.

—Puede que los Mensajeros puedan darnos información, como con los viales. –me miró pensativa –Tu arma, quizás también es convertible.

—¿Esta? –pregunté mientras agarraba la cuchilla dentada que había usado –La verdad es que no lo había pensado.

Con cuidado, comencé a analizarla para determinar si había algún pequeño mecanismo que pudiese modificar el arma. Tanto el mango como la cuchilla parecían normales; sin embargo, en la junta del mango y la cuchilla había una especie de pequeña palanca que se conectaba al mango en su parte superior. Curioso, accioné el dispositivo, que hizo que la cuchilla girara completamente, transformándola en una más larga con mayor alcance.

—Oh, vaya. –dije sorprendido ante el cambio.

—Así que también puede transformarse. –dijo la joven, interesada –Estas armas de cazadores son impresionantes.

—Lo cierto es que sí. –apoyé mientras probaba el arma, para luego devolverla a su forma original. Una vez lo sabías hacer, era bastante dinámico y fácil. Además, esta arma me permitía seguir usando en la otra mano la pistola. –Puedo sacarle bastante partido. –alcé la vista, mirando a nuestro alrededor —¿Qué habrá al otro lado de esa puerta enrejada? –pregunté mientras señalaba tras Arya.

La muchacha se giró para mirar a donde me refería.

—No lo sé… La otra vez ni siquiera me fijé en ella. –contestó mientras se acercaba para intentar abrirla, en vano –Es como si hubiese un jardín al otro lado.

Llegué hasta su lado para intentar visualizar mejor lo que se abría ante nosotros. En efecto, tal y cómo ella había dicho, una especie de jardín lleno de unas tenues flores y hierba alta se abrían en ascenso a lo que parecía una colina, aunque desde nuestra posición no podíamos ver más allá. Aun así, parecieran vislumbrarse tumbas al fondo del lugar, volviendo el terreno más tétrico.

—En cualquier caso, creo que deberíamos averiguar aquello. –dijo mientras se daba la vuelta y comenzaba a caminar.

Empecé a seguirla mientras observaba su rápido y seguro paso. Su pequeño cuerpo contrastaba con las peligrosas armas que portaba con su firme andar, que hacía ondear la falda de su roto vestido manchado de sangre.

La imagen por sí misma daba qué pensar; cualquiera que se topara con ella se preguntaría qué habría llevado a esa chica a una situación con la que evidentemente no se la veía familiarizada. Yo mismo me lo preguntaba. Aún tenía la imagen de ella flotando en ese extraño líquido, esperando durante tantos años, sola…

—¿Vamos? –me sorprendió Arya, interrumpiendo mis pensamientos.

—Oh, claro. –contesté mientras me ponía a su altura en el camino.

—¿Ocurre algo? –preguntó mientras intentaba descifrar mi expresión.

—¿Eh? No, no. –respondí con una leve sonrisa. Prefería que no supiese que la estaba compadeciendo en mis adentros –Todo bien.

—Vale. –dijo no muy segura, mordiéndose el labio –Deberíamos ir a la fuente donde estaban esos pequeños seres. O puede que aquel anciano pueda decirnos algo si se presta a ello… —cambió de tema.

Asentí a modo de respuesta mientras terminábamos de recorrer el pequeño camino hasta la explanada antes de las escaleras que llevaban al edificio donde encontramos al viejo.  Sin embargo, algo nos hizo parar en seco justo cuando llegamos a la base de la llanura. Arya dejó caer el hacha sin querer y me agarró con fuerza al ver lo que nos esperaba allí.

—¿Qué…? ¿Cómo puede…? —farfulló asustada mientras miraba con los ojos muy abiertos hacia el frente.

Ante nosotros se encontraba la muñeca que previamente habíamos visto antes de volver a Yharnam, solo que ahora estaba de pie frente a las escaleras y mirándonos con unos ojos hipnóticos de un hermoso color verdoso, tan tenue que podían confundirse con un leve tono de gris. Su cara, llena de tranquilidad y que demostraba inteligencia. La muñeca estaba… ¿viva?

Instintivamente agarré el arma pesada que llevaba con fuerza mientras respiraba hondo.

—Se supone que este lugar es seguro. –susurré a Arya intentando tranquilizarnos a ambos –No debe ser nada… malo.

—La muñeca se ha movido, nos mira, no es posible. –dijo asustada mientras con delicadeza y lentitud recogía su enorme hacha –Aunque no sé ya de qué debería sorprenderme… —suspiró.

—Acerquémonos con cuidado. No tiene por qué ser hostil. Los Mensajeros no lo son. –relaté, tanto para ella como para mí, intentando tranquilizarnos.

La joven asintió, nerviosa pero a la vez decidida, sujetando el arma con tanta fuerza que los nudillos de las manos estaban totalmente blancos. Juntos, fuimos hasta la muñeca viviente con precaución. Cuando estábamos a unos dos metros de distancia, ésta nos sonrió y nos hizo una pequeña reverencia inclinándose hacia nosotros.

—Hola, queridos cazadores. –nos habló con una voz muy suave y dulce, que transmitía una gran sensación de paz a quien la escuchaba –En este lugar, soy una muñeca que os cuida. Mientras estéis aquí, os proporcionaré todo aquello que necesitéis en lo referente a vuestra higiene y salud, así como os ayudaré a canalizar los ecos de sangre que dispongáis para poder fortalecer vuestro cuerpo y mente. Podéis usarme todo lo que deseéis. –volvió a hacer una reverencia y dio un paso atrás para situarse al lado de la escalera, donde previamente la encontramos.

—¿Cómo? –preguntó Arya, que ya no tenía el cuerpo tenso y había cambiado su rostro a uno de incomprensión —¿Cómo que serás tú quien se encargue de nosotros?

—En el Sueño del Cazador, yo siempre he servido a los cazadores que moraban en él. Los Mensajeros les proporcionaban los materiales y armas que necesitaban mientras que yo me encargaba de su bienestar. –respondió con la misma voz serena y neutra –Espero poder satisfacer vuestras necesidades lo mejor posible.

—Pero… —Arya miró hacia el edificio, consternada —Y entonces aquel hombre que vimos allá arriba, ¿por qué está aquí?

—¿Te refieres a Gehrman? –preguntó la muñeca –Fue un cazador hace mucho tiempo, pero ahora solo ofrece sus consejos. Si tenéis alguna duda con respecto a la ciudad o la lucha, él puede guiaros.

—Ah… Entiendo. –dijo la joven mientras asimilaba la información –Muchas gracias por… todo. –añadió tras una pausa.

La muñeca se limitó a sonreír como respuesta, mirándonos con su bonito y tranquilo rostro.

—Entonces… —me atreví a decir —¿Qué puedes decirnos de este lugar? Sabemos que es donde podemos reponernos y demás pero… —miré a mi alrededor –Aún no me hago mucho a la idea de ello.

—Este lugar será vuestro refugio y centro de operaciones hasta que vuestra misión sea concluida… o vuestra vida. –nos dijo la muñeca –Como ya sabéis, las tumbas que hay a nuestro lado sirven para poder trasladaros a cualquier lugar de Yharnam. Aquellas que tenéis en la otra escalinata que lleva al edificio –dijo señalando las escaleras que rodeaban la fuente de los mensajeros, que llevaban al mismo edificio aunque por un camino más largo –os ayudarán a ir a otros lugares si encontráis los objetos necesarios para ello. Son los “Altares Rituales”.

—¿Altares rituales? –la interrumpí, ante lo mal que sonaba aquello —¿Cómo sacrificios y esas cosas?

—Parece ser que se necesita de un cáliz venerado hace mucho tiempo.  –respondió –Sin embargo, es Gehrman quien conoce el funcionamiento de ello.

—Vale…

—Aquella fuente bajo las escaleras contiene a los Mensajeros que os ayudarán a conseguir objetos a cambio de ecos de sangre. Los Mensajeros… —ladeó la cabeza –no hablan, pero son tan monos… —le salió una pequeña sonrisa que le iluminó la cara, volviéndola aún más bella de lo que era.

—¿Por qué el precio son los ecos de sangre? –preguntó Arya.

—Ellos son capaces de utilizar esa energía para crear diferentes objetos que precisen de la esencia de la sangre, como la sangre que suelen usar los cazadores para mejorar su salud. –explicó.

—Y tú, ¿cómo eres capaz de usarlos? Bueno, y  para empezar, ni siquiera sabemos bien qué son esos ecos de sangre a ciencia cierta. –expresé.

—Los ecos de sangre podéis conseguirlos de los enemigos caídos. La Marca de Cazador que tenéis grabada os permite conseguir dicha energía. Antiguos cazadores que pasaron por aquí me explicaron que es una energía cálida que aparece como una tenue luz violeta cuando acababan con sus presas. –explicó la muñeca.

“Entonces sí que era esa luz” pensé mientras asimilaba la información.

—Dicha energía podéis canalizarla para poder ofrecérsela a los Mensajeros, u ofrecérmela a mí para poder fortaleceros. –continuó explicando.

—Pero no sabemos cómo hacer eso… —dijo Arya un poco disgustada.

—Es sencillo. –dijo la muñeca mientras cogía una de las manos de Arya con delicadeza entre las suyas –Cierra los ojos. –le ordenó –Al igual que buscáis cómo llegar a un lugar de Yharnam por medio de las lápidas, podéis buscar de manera análoga la energía de los ecos de sangre que descansa en vuestro interior.

Haciendo lo que decía, intenté concentrarme en ello mientras nos hablaba buscando en mi interior. Sin embargo, el gritito de sorpresa de Arya me desconcentró. Al mirar en su dirección, vi que una neblina rojiza del color de la sangre flotaba en la mano que sostenía la muñeca.

—Muy bien. –le sonrió –Esta energía es de la que hablamos.

—Vaya Arya, tienes mucha capacidad espiritual. –la alabé sorprendido.

—No… No sé. –se sonrojó mientras la energía desaparecía de su mano.

La muñeca pasó entonces a coger mi mano derecha (que no sostenía ningún arma) para repetir el proceso conmigo. Sus manos, aunque deberían ser frías por carecer de riego sanguíneo propio, eran cálidas y suaves. Y sobre todo, trasmitían paz. Todo en su persona pareciera que estuviese hecho para tranquilizar.

Cerré los ojos, intentando buscar en mi interior dicha energía. Temía que fuese algo complicado, pero la calidez de las manos de la muñeca era como una guía para mí, que fue sumiéndose más y más en mi interior hasta llegar a una zona donde era capaz de sentir algo que no me pertenecía pero que me acompañaba: una energía, fuerte, vivaz y poderosa. Centrándome en ella, intenté drenarla al exterior, sintiendo un fluir hacia afuera que se volvía frío para mi cuerpo.

Cuando abrí los ojos, la misma neblina rojiza que Arya sostuvo previamente, se encontraba en mi mano.

—Increíble. –susurré anonadado ante el logro mientras Arya me miraba con una hermosa sonrisa de satisfacción.

La muñeca me sonrió y apartó sus manos de mí, provocando que la energía desapareciese poco a poco de mi mano y volviese a mi interior.

—Ahora que ya sabéis cómo hacer emerger los ecos de sangre, dejadme mostraros el Sueño del Cazador. –nos dijo la muñeca con una sonrisa.

Comenzamos a andar a su lado mientras nos dirigíamos hacia la escalera opuesta a la que nos encontrábamos.

—En el edificio que hay sobre las escalinatas podréis encontrar a Gehrman generalmente, además, podréis almacenar aquello que encontréis, fortalecer y reparar armas… Todo aquello que necesitéis como Cazadores a excepción de los materiales que venden los Mensajeros.

—Vale. –dije mientras ascendíamos por las escaleras –También descansaremos allí, imagino.

—Oh, no. –sonrió la muñeca con gracia –Aquello a lo que podríais llamar un hogar se encuentra por aquí. –dijo mientras señalaba hacia la maleza justo encima de las escaleras.

—Pero aquí no hay nada… —susurré confuso.

Sin embargo, estaba equivocado. Si te fijabas más, un pequeño camino se abría entre las altas hierbas y, al contrario que lo que habíamos recorrido, no estaba vallado. La muñeca comenzó a andar por el camino, que bajaba en una pequeña pendiente. Tras bajarla, a unos cincuenta metros de distancia se visualizaba un edificio de piedra que recordaba al de una típica casa de campo, pero con los detalles góticos típicos de la ciudad y del edificio principal del Sueño del Cazador.

—Oh, es preciosa. –exclamó Arya  maravillada.

—¿Y esto? –pregunté anonadado.

—Este será vuestro lugar de descanso mientras desempeñéis vuestro trabajo como cazadores, ya que la Noche de la Cacería es larga… —explicó la muñeca mientras bajaba el tono de voz.

—¿Larga? –pregunté un tanto suspicaz. Ya habían dicho varias veces eso de que la noche es larga –Si no he entendido mal, nuestro contrato se extiende toda la Noche de la Cacería, y nuestro trabajo consiste en matar a esas bestias que pululan por la ciudad, pero… si solo es una noche, ¿para qué necesitamos una casa donde descansar?

—La Noche de la Cacería… Es una fecha especial. –explicó Muñeca mientras me miraba con tranquilidad –Ocurre una vez cada año, es cuando los Cazadores hacen una gran labor, es el momento en el que las bestias pierden más el control.

—¿Por qué? –preguntó Arya.

—No lo sé con seguridad. –sonrió la muñeca –Tal vez Gehrman pueda proporcionaros más datos.

—¿Cuánto dura la noche? –pregunté, sintiéndome cada vez más inquieto.

—La noche de la cacería se extiende al equivalente de veintiocho días. –contestó Muñeca.

—¿Qué? –noté que me faltaba un poco el aire.

—¿Veintiocho días? ¿Cómo es eso posible? –preguntó Arya, consternada por la información.

—No tiene sentido. No es posible; el resto del mundo no tiene nada como eso. –dije apresurado –Una noche de veintiocho días… No es posible.

—Me temo que hay muchas cosas en Yharnam que escapan al entendimiento humano. –sonrió con calma la muñeca.

No hacía falta que me lo dijese. Hacía muy poco tiempo que llevaba en la ciudad, y ya me habían ocurrido cosas que nunca creí posibles: morir y volver a la vida, el Sueño del Cazador, las bestias de Yharnam, los humanos locos, Arya… Aún no entendía casi nada. Solo sabía que tenía que cazar bestias durante una noche extraña. El creer antes que el contrato solo se extendía a una noche me había tranquilizado, pero ahora… Veintiocho días en la oscuridad de la noche me parecía inverosímil. Complicaba mi vuelta a la vida normal, a mi vida deseada…

—Venid, os enseñaré la casa. –dijo Muñeca mientras se dirigía a ésta, seguida por Arya, que tenía un rostro pensativo en esos momentos.

Eché un vistazo al que sería nuestro hogar durante el contrato. Verdaderamente, la casa era bastante bonita. De piedra oscura y forma rectangular con dos pisos de altura. La puerta era de madera con intrincados detalles y pomos de hierro. Cuando entramos en el interior de la vivienda, se abría a un amplio salón decorado con exquisitez: librerías llenas de libros, cuadros antiguos, sofás de terciopelo, hermosas alfombras, mesa comedor tallada… Era un lujo. La habitación contigua a esta era la cocina y despensa, las cuales estaban completamente equipadas para hacer todo tipo de comidas. Al otro lado del salón se encontraba una sala de estar y lindante a ésta, un pequeño aseo.

En la planta superior había una pequeña biblioteca, donde antiguos cazadores habían ido dejando sus memorias mientras llevaban a cabo su misión; un enorme baño; y por último, se encontraba el dormitorio. Era bastante bonito, con una enorme cama al fondo, grandes armarios, estanterías, un tocador con espejo, un arcón a los pies de la cama y una cómoda junto al tocador. A un lado de la habitación, junto al gran ventanal, se encontraba una pequeña mesita con dos sillones.

Sin embargo, aunque la casa era de ensueño, había un pequeño fallo.

—¡¿No hay ninguna habitación más?! –exclamé cuando me di cuenta de ello.

—Hasta ahora nunca hizo falta nada más. –respondió la muñeca con tranquilidad –Siempre fue un único cazador en este lugar.

—Entonces, ¿cómo vamos a dormir? –pregunté, nervioso.

—No debería haber problema porque la cama es muy grande. –respondió la muñeca con serenidad.

Yo la miré con los ojos muy abiertos mientras asimilaba lo que estaba diciendo. No podía dormir con Arya en la misma habitación, eso no era posible. Sería muy vergonzoso y ella se sentiría atacada…

—Bueno, yo creo que tiene razón. –dijo la muchacha girándose hacia mí –Es bastante grande y creo que podremos dormir bien.

“¿Qué le pasa a esta chica?” me pregunté cuando dijo eso, atónito “Nunca antes había oído algo así"

—No creo que sea buena idea. –contesté entrecerrando los ojos.

—Oh, ¿pero por qué?

—Arya, ¿no crees que dormir todas las noches con un chico que no conoces de nada está un poco fuera de lugar? –pregunté.

—Ah, pues… No había pensado en ello. –contestó, sonrojándose –Pero está bien, a mí no me importa. Te conozco…

—Dormiré en el sofá. –concluí entrecerrando los ojos –Puede que de donde yo vengo estas cosas sean mucho más íntimas que aquí. –suspiré.

—Oh… En realidad no sé muy bien qué está bien en esta sociedad y qué no… —sonrió avergonzada –Pero puede que tengas razón. –se sonrojó aún más.

—Cazadores, —intervino la muñeca –ya os he enseñado todo lo que necesitáis saber. Si me necesitáis para cualquier cosa, estaré en la zona cercana al lugar de trabajo. –dijo mientras abandonaba la habitación.

—Adiós… —se despidió Arya un poco indecisa.

La joven miró hacia la ventana mientras se mordía el labio.

—Podemos turnarnos para dormir aquí. –dijo –No es necesario que duermas en el sofá tu solo.

—No te preocupes por eso. –contesté.

—Insisto. –reafirmó la muchacha, esta vez dirigiendo sus ojos grisáceos hacia mí.

—Bueno, ya veremos. –le respondí intentando no ser descortés.

—¿Por qué no quieres dormir conmigo? Quiero decir,  —se puso colorada –si hay algún motivo especial. Al fin y al cabo solo es dormir….

—Ah… —ahora el que se sonrojaba era yo –Bueno, en donde yo crecí las cosas entre un hombre y una mujer deben reservarse un poco para cuando tienes una relación con ella.

—¿Una relación?

—Una relación amorosa. –aclaré, mirando al suelo, nervioso –Supuestamente. –tragué saliva —Por eso no estaría bien que yo durmiese contigo si no tengo ese tipo de relación… Además, sentiría que traiciono a Lisbeth si duermo con otra mujer.

—¿Quién… quién es Lisbeth? –preguntó, bajando el tono de voz.

—Lisbeth… es mi prometida.

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Primera Sangre

Bloodborne Capítulo 4

IV

—Es… Asombrosa —dije maravillada.

—Yo también pensé lo mismo cuando la vi por primera vez —confesó Kilian mientras miraba la ciudad que se abría ante nosotros—. No parece haber cambiado nada desde que vine… La misma apariencia de muerte cubre las calles, y la sangre sigue revistiendo parte de ellas –relató mientras comenzaba a andar, dirigiéndose a unas escaleras que bajaban hasta un pequeño mirador—. Y los cadáveres siguen abandonados en el pavimento.

—Oh, Dioses… —susurré mientras me arrodillaba frente al cuerpo sin vida de un hombre de mediana edad, al que habían atravesado el pecho. No parecía que llevase mucho tiempo en ese estado, la sangre aún parecía fresca—. Es horrible… ¿Esto… lo mataron las bestias?  —Volví la vista a Kilian, que observaba el cadáver con incomodidad—. ¿Viste todo esto al llegar a la ciudad?

—Sí —contestó mientras desviaba la mirada del cuerpo, bastante serio—. El carruaje que me trajo hasta aquí tenía ventanas por las que mirar. Conforme pasaba el tiempo, más me iba arrepintiendo de venir a este lugar.

—¿Carruaje? ¿Arrepentirte?

—Al parecer, los extranjeros solo pueden entrar a la ciudad supervisados por alguien de la propia Yharnam, y deben ser traídos en carruaje hasta aquello por lo que habían venido. Tienen una política muy estricta en ese sentido —farfulló.

«Así que Kilian no es yharnamita…» pensé, un poco sorprendida ante la noticia.

—¿Por qué desconfían tanto de los extranjeros? —pregunté mientras me ponía de pie de nuevo.

—No lo sé con certeza —reconoció—. Creo que tiene que ver con el tratamiento de sangre.

—No lo entiendo —admití, confundida.

—Como habrás imaginado ya, soy un extranjero y no pertenezco a esta ciudad. Vine aquí debido a que había oído que…

Un grito de miedo y dolor atravesó la calle, acallando la explicación del muchacho.

—¿Qué… ha sido eso? —pregunté, sobrecogida.

—Será mejor que vayamos a ver —sugirió el joven, que ya se movía, con pistola y lanza dentada desenfundadas hacia el lugar de donde provenía el sonido.

Silenciosa, me uní a su rastreo, mirando a todos lados para ser consciente de cualquier pequeño cambio. Al final de la calle donde oímos el sonido, había una enorme verja cerrada que no nos dejaba pasar, y a la izquierda, se continuaba otra calle, aparentemente sin salida, al igual que por donde habíamos venido. Al fondo, parecía moverse algo.

—Creo que allí hay alguien —susurré mientras intentaba visualizar la sombra que venía hacia nosotros—. Parece… una persona.

Poco a poco, la figura de un hombre que caminaba a paso lento se dirigía hacia nosotros. ¿Sería quien había gritado?

—¿Estará herido? —pregunté un tanto preocupada al ver su andar—. Tal vez pueda decirnos algo o necesite nuestra ayuda —sugerí mientras comenzaba a andar hacia él.

—Arya, no creo que…

En ese momento, el hombre emitió un grito rabioso hacia nuestra posición. Bajo la luz del atardecer, se visualizaba un hombre alto y delgado, vestido con ropas desgastadas y sucias y que portaba una enorme hoz. Sin embargo, lo que más llamaba la atención de él era su aspecto deformado. Un brazo lo tenía más largo que otro, y éste era de apariencia monstruosa, recordaba vagamente a una garra; a la vez que su cara, que parecía humana, pero deformada, con prominencia de la mandíbula, dientes afilados y ojos de aspecto lobuno, así como pelo incipiente en varias zonas de su cuerpo.

—¿Qué…? —susurré, asustada por la imagen.

El hombre comenzó a correr hacia mí con la hoz que portaba en alto, dispuesto a atacar.

—¡Muere, bestia inmunda!

—¡Arya!

Inconscientemente levanté la enorme hacha que sostenía en la mano derecha y bloqueé el golpe descendente del hombre para protegerme.

—¡Muere!

Con fuerza me empujó hacia atrás, haciéndome tambalear y tropezar. Haciendo uso del poco equilibrio que tenía, me mantuve en pie como pude mientras oía a Kilian bloquear un ataque con su arma un par de metros más atrás. ¿Había alguien más?

Concentrándome en el peligro que tenía justo enfrente, esquivé el ataque de la hoz lo más rápido que pude.

—¿Qué es lo que le pasa? ¡No somos bestias! —grité intentando razonar con él.

—¡Maldita bestia! —exclamó el hombre deforme mientras intentaba alcanzarme con su nuevo ataque con la hoz.

—¡No somos bestias!

—¡No están en sus cabales, Arya! —exclamó Kilian en la distancia, que en ese momento, se defendía contra dos hombres —¡No se puede razonar con ellos!

Volví a esquivar uno de los golpes, ésta vez demasiado cerca, notando un leve dolor en el brazo izquierdo.

—Agh… —gruñí mientras me mordía el labio, intentando no concentrarme en el dolor.

¿De verdad no podía hacer entrar en razón a esa persona? ¿Nos mataría si no hacíamos nada nosotros antes? ¿En eso se basaba todo esto ahora? ¿Él o yo? Agarrando el hacha con fuerza, miré al hombre buscando un atisbo de cordura, de lucidez, algo que me impidiese matarlo, que me ayudase a salvarlo. Sin embargo, mi atacante únicamente corrió hacia mí para desestabilizarme de nuevo, y yo, que sin darme cuenta me había colocado demasiado cerca de la pared, no iba a poder escapar a tiempo. Llena de adrenalina, paré el golpe con el hacha, pero esta vez le di una patada a mi agresor para desestabilizarlo e impedir que me atacara por un par de segundos. Fue en ese entonces cuando, sin querer, al coger el hacha con ambas manos, activé un pequeño mecanismo que hizo crecer enormemente el mango de ésta, obteniendo así un arma mucho más larga pero con el mismo filo del hacha, lo que la hacía más contundente.

—Guao… —admiré mientras sostenía el arma con ambas manos, ya que ya no podía manejarse con una.

Con el rabillo del ojo, vi cómo mi atacante volvía a la carga, dispuesto a desmembrarme con su hoz.

—No te acerques —le advertí mientras sostenía el arma con fuerza.

Pero el hombre no atendía a razones; seguía maldiciendo y atacando sin parar, obligándome a retroceder mientras bloqueaba sus contundentes ataques.

—¿Por qué no me escucha? —rogué mientras desviaba su último golpe. Era consciente de que me encontraba demasiado cerca de la pared de nuevo, lo que era peligroso si no encontraba una forma eficaz de escapar de sus vastos ataques. —Por favor, escúcheme —le imploraba; no quería hacerle daño.

Kilian se encontraba a varios metros de distancia, intentando mantener a raya a aquellos hombres que intentaban acabar con él. Al igual que yo, no parecía querer acabar con la vida de esas personas. Sin embargo, le atacaban sin piedad, llegando en un momento a herirle en su brazo derecho.

—¡Kilian! —grité, preocupada.

Sin embargo, no pude concentrarme mucho más en él, ya que mi propio enemigo me agarró y tiró al suelo con una gran fuerza.

Dolorida por el impacto con los adoquines del suelo, me volteé lo más rápido que pude para bloquear el ataque descendente con el que pretendía atravesar mi cuerpo con su enorme hoz. Haciendo uso de toda la fuerza que pude, desvié el arma y gané tiempo para ponerme de pie.

Observé al hombre, que había recuperado su posición de ataque y volvía hacia mí.

«Está loco, no es normal… No es… humano» pensé asustada mientras agarraba con fuerza la enorme hacha larga. «Debo ayudar a Kilian pero…» miré al hombre, con miedo. ¿Lo era realmente?

—No… se acerque, por favor. Escúcheme… —supliqué, en un último intento de hacerlo entrar en razón.

Sin embargo, el hombre solo abrió la boca en un grito lleno de ira con el fin de destrozarme.

—¿Por qué, por qué…? —pregunté en voz baja, esquivando de nuevo un ataque feroz.

—¡Condenada! —gritó el loco.

Oí el sonido de la sangre al derramarse, el sonido de una gran herida al abrirse, y el sonido del dolor. No había otra manera.

—Kilian…

Debía actuar, ya.

«Lo siento» me disculpé en silencio mientras comenzaba a avanzar, esta vez, con decisión.

Sin pensarlo más, ataqué con el nuevo arma modificada horizontalmente, ganando así gran fuerza rotatoria, alcanzando al hombre en el abdomen, que volvía a atacarme. Un reguero de sangre salió de su vientre, que estaba gravemente seccionado hasta la columna vertebral, que no había conseguido romper. Aun así, el hombre se levantó del suelo dispuesto a seguir luchando, las vísceras derramándose hacia el suelo.

«¿Cómo puede ser tan resistente?» me pregunté, horrorizada ante aquella escena de pesadilla.

Apreté con fuerza el mango alargado del hacha, paliando así mi temblor subyacente, mientras veía cómo ese ser se dirigía hacia mí con aura asesina. Levantando de nuevo su hoz firmemente sujeta, se preparó de nuevo para un ataque.

Frustrada, esquivé el ataque y lo empujé, golpeándose contra la pared, pero para mi desgracia, eso no lo dejó inconsciente ni inhabilitado, solo se volvió de nuevo hacia mí para atacar de nuevo.

Me mordí los labios, y sujeté con fuerza el arma.

«No tengo opción», pensé mientras me abalanzaba sobre él usando la enorme hacha, primero horizontal, para pasar a ataque vertical y terminar con un horizontal con giro de muñeca.  Tras ese último golpe, finalmente el hombre cayó al suelo, no sin antes maldecirme de nuevo con un “bestia maldita”, para no volver a levantarse más. Justo entonces, una tenue luz violeta me invadió para luego desaparecer, como ocurrió cuando Kilian mató al lobo.

«¿Qué…?»

Con la respiración y corazón agitados, me volví a mi espalda ignorando lo sucedido, dispuesta a ayudar a Kilian lo más rápido posible, mientras quitaba el exceso de sangre de mi cara, la cual había sido salpicada por ésta tras mi baile letal.

—Eso ha sido asombroso —dijo Kilian, que me miraba sorprendido, también cubierto de sangre.

—¿Qué? —respondí confusa, al verlo a mi lado, perfectamente—. Creía que estabas… Creí que…

—No había otra manera… —me dijo—. Éramos nosotros o ellos —frunció los labios—. Cuando vi que no podía hacer nada y que corrías peligro… No dudé.

—Pero… —suspiré, intentando calmar a mi tembloroso cuerpo—. Yo hice lo mismo… —dejé caer el arma al suelo mientras me miraba las manos manchadas de sangre—. Oh, Dioses… ¿Qué he hecho? Lo he… —tragué saliva.

—Arya… —Kilian me miraba apenado—. No podías hacer otra cosa. Te hubiese matado. Ha sido en defensa propia.

—Pero… —pensé en el rostro deformado de aquel hombre, en sus movimientos, sus palabras —Ese hombre… No parecía humano… ¿Qué ha pasado aquí para que esta gente haya acabado así? —pregunté mientras desviaba la mirada al cadáver en el suelo que estaba a mi lado—. Esta gente no era normal. Parecía que hubiesen perdido la razón…

—Estaban convencidos de que éramos bestias que debían exterminar —dijo el muchacho mientras observaba el cadáver—. Locura… Pero parecían más bestias que otra cosa... Realmente no tengo claro que sean humanos. Supongo que tienes razón. Tal vez… sea algún tipo de bestia —se agachó y recogió mi arma del suelo—. Sabía que pasaba algo oscuro en esta ciudad, pero no imaginaba que varios locos irían armados por las calles —Me entregó el arma—. Es ligera, aunque en esa forma no podrás usar la pistola.

—Ya… —contesté mientras agarraba de nuevo el hacha.

—Creo que poco a poco iremos averiguando qué ha pasado en Yharnam —inquirió Kilian mientras miraba de nuevo al cadáver—. Si queremos ser libres, no tenemos otra.

—No sé si me va a gustar lo que vayamos encontrando —me sinceré tras sentir un escalofrío por mi espalda—. Tengo la sensación de que esto es solo el principio y… —miré con tristeza la sangre que tintaba el hacha— no me gusta.

—Te entiendo… —suspiró—. No esperaba verme envuelto en esta situación y aún menos arrastrarte sin querer a esto.

—No, no —le reproché al momento—. Te agradezco que me sacases de ahí. Al menos ahora puedo descubrir qué me pasó y por qué. Y… —lo miré intentando esbozar una sonrisa cálida—, al menos no estarás tan solo haciendo todo este trabajo.

El muchacho me contestó con una sonrisa, después comenzó a andar por la calle, hacia los otros cadáveres que había en el suelo, que se encontraban cercanos a una gran puerta enrejada que delimitaba el paso a otra calle, y que aparentemente estaba cerrada.

—Haremos esto lo mejor que podamos —dijo Kilian mientras recorríamos la calle. —Intentaremos ayudar a quien nos necesite.

Me daba la sensación de que intentaba de convencerse a sí mismo de lo que decía mientras avanzaba con paso firme hacia la puerta, rodeando los cadáveres. Por su expresión al pasar a su lado, estaba segura de que se sentía culpable de haber quitado una vida…

«¿Podríamos haberlo hecho de otra manera?» pensé mientras recordaba la situación con aquellos hombres. «Puede que tengamos que hacerlo de nuevo.» Me dije a mí misma mientras veía cómo Kilian sacudía la puerta, intentando abrirla de alguna forma, sin éxito. «Sin duda, habrá momentos en los que tenga que volver a usar ese arma trucada de nuevo… Espero que solo contra bestias.»

Aunque, realmente, esas personas, ¿realmente lo eran? Su aspecto, aunque humanoide, no se parecía al de una persona convencional… No había humanos con ese aspecto tan lobuno. No era posible.

Kilian se giró hacia mí con mirada interrogante acerca de lo que podíamos hacer y me sonrió al verme tan seria, a lo que respondí con otra para después darle la espalda y continuar por la calle que habíamos dejado atrás, a la búsqueda de algo que nos dejase seguir.

Sin querer pisé algo duro que me hizo dar un pequeño traspiés. Extrañada, miré a ver qué había pisado.

—¡Oh! —exclamé al darme cuenta de lo que era.

—¿Qué has cogido? —preguntó Kilian, que acababa de llegar a mi altura.

—Es un vial. Un vial de sangre —respondí mientras se lo enseñaba—. Como el que vi que vendían esos pequeños seres en el Sueño del Cazador.

—Puede que se le haya caído a uno de los cadáveres —dijo señalando con la cabeza—. ¿Pero por qué lo tendrían?

—No creo que deba ser algo extraño. Si recuerdas, en la etiqueta del vial que vimos allí explicaba que era algo muy usado por los ciudadanos… Aunque no sé si ellos lo fueran… —recordé mientras le daba a Kilian el vial—. Sirve para hacer transfusiones, ¿no?

—Sí… Imagino.

—Esto puede ayudarnos a reponer salud si lo necesitamos… Creo. Recuerda lo rápido que cerró la herida que te hizo ese lobo.

—Tienes razón —se guardó el vial en uno de los bolsillos de su pantalón—. Entonces puede que los cadáveres tengan cosas que podamos usar.

—No pretenderás…

—Podemos encontrar cosas útiles —dijo mientras comenzaba a registrar los cadáveres. —¡Mira! ¡Aquí hay otro!

—Qué emocionado se te ve… —susurré mientras observaba la escena.

—He conseguido dos más —Sonrió satisfecho mientras volvía hacia mí.

—No esperaba que saquearíamos cadáveres —reproché.

El muchacho suspiró y se metió los viales en el bolsillo.

—Yo tampoco lo veo lo más correcto, pero pensando fríamente, es algo que nos puede venir bien. Además, aún no sabemos cómo conseguir viales con esos “Ecos de Sangre”. Y… no tengo muy claro aún qué son estas… personas de todas formas —contestó, algo molesto.

Fue en ese momento cuando recordé algo que nos dijo aquel anciano en el Sueño del Cazador.

—El anciano, el anciano dijo que era una forma de energía; que la conseguiríamos al eliminar enemigos —Hice una pausa, pensando en si había algo que hubiésemos conseguido al eliminar al lobo—. ¡La luz! —exclamé cuando me di cuenta—. ¿Recuerdas esa luz que te envolvió cuando mataste al lobo?

—Sí… También por cada uno de estas… personas —dijo el muchacho—. ¿Sugieres que esa luz es esos “Ecos de Sangre”? Deberías haber sentido esa luz tú también entonces —dijo mientras miraba hacia el cuerpo caído a varios metros.

—Sí, pero, piénsalo. Puede que sea una forma de energía que podamos medir de algún modo.

—Es posible —contestó—. ¿Deberíamos entonces volver al Sueño para ver si descubrimos cómo usarlos en el caso de que se trate de ello?

—Puede ser… —dije mientras barajaba el volver a ese lugar seguro.

—Me gustaría antes investigar un poco esta zona —dijo Kilian entonces—. Al fin y al cabo, tendremos que avanzar por aquí si queremos continuar. Averigüemos primero cómo seguir por la ciudad y luego volvemos.

Lo miré dubitativa al principio, aunque era bastante lógico lo que decía, y por ahora no se veía ningún enemigo más cerca.

—Vale. —Accedí con un suspiro.

El muchacho comenzó a moverse por la calle donde había matado a aquel hombre, en busca de algo que pudiéramos aprovechar. Al fondo, además de no haber salida, había un carruaje medio roto y varios ataúdes apilados en la calle, todos ellos envueltos con gruesas cadenas.

«¿Por qué envolverán los ataúdes con cadenas?» pensé afligida ante la imagen «¿Muere tanta gente que tienen que dejar los féretros en las calles?»

—Algunas culturas supersticiosas temen que los muertos vuelvan con los vivos tras la muerte. —dijo Kilian de repente mientras miraba los ataúdes, dando respuesta a mis pensamientos—. Por ello envuelven a los féretros con cadenas para evitar que el fallecido vuelva. Eso, o la gente de Yharnam teme que roben los cadáveres de sus más allegados.

—Oh, Dioses… Eso es horrible —susurré al escuchar sus dos opciones.

—Puede que esto esté relacionado con esa maldición que mencionó aquel hombre de la silla de ruedas —inquirió el joven—. Puede que los ciudadanos piensen que los muertos se transforman en bestias. O puede que sea algo completamente diferente, no sé.

—En cualquiera de los casos, es horrible. Y triste —comenté con desazón.

Kilian se dio la vuelta, y siguió su búsqueda, mientras yo me quedé mirando la escena, tan triste y llena de muerte que me encogía el corazón.

«¿Qué le ha pasado a esta ciudad?» pensé angustiada mientras sujetaba con fuerza el hacha modificada.

—¡Arya! —gritó Kilian a varios metros—. ¡He encontrado algo, ven!

Dando la espalda a los féretros, corrí hacia el joven, que justo en ese momento parecía accionar un dispositivo situado en la pared a mi izquierda. Después de ello, oímos un sonido metálico que provenía de arriba, viendo a continuación cómo descendía rápidamente una escalera de mano metálica.

—Oh, eso no me lo esperaba —dijo el joven mientras miraba hacia arriba del edificio—. Subamos.

Con decisión, guardó sus dos armas como pudo enganchándolas a su cinturón y comenzó a ascender. Por mi parte, me pasé el largo mango del hacha (que si no fuera por la hoja del arma parecería más bien una guadaña) por la espalda e intenté engancharla al trozo de tela que hacía de cinturón y que ya sujetaba la pistola. Una vez conseguido, comencé a subir por la alta escalera. Estaba fría y un poco oxidada al encontrarse en el exterior. Poco a poco, fui ascendiendo a espaldas del crepúsculo que aún iluminaba las calles hasta llegar arriba, encontrándome ante Kilian, que me esperaba.

—Creo que podremos seguir por aquí —me dijo convencido.

Por mi parte, me giré para ver lo que se veía a mis espaldas: Yharnam se abría extensa y hermosa a la luz del anochecer ante mis ojos.

—Es una ciudad realmente hermosa —dije más para mí que para Kilian me oyese.

—Sí, sí que lo es.

Me giré hacia él, que al igual que yo, miraba la imponente ciudad, aunque con una expresión más sombría y preocupada, la cual cambió al pasar su mirada a mí, que se volvió más dulce.

—¿Continuamos? —preguntó, a lo cual respondí con asintiendo con la cabeza.

Un grito agudo y amenazador, como un rugido indescriptible resonó por todo el lugar.

—¿Qué ha sido eso? —pregunté asustada.

—No lo sé —contestó en guardia, preparado para contratacar a cualquier peligro—. Pero… no veo nada por aquí.

Ambos nos volvimos para ver qué había ante nosotros. Nos encontrábamos ante una calle que tomaba dos caminos: el de la izquierda estaba sellado con otra puerta como la de abajo, aunque más pequeña y estrecha, y el camino de la derecha nos dejaba continuar libremente.

—Sea lo que sea, debe estar más lejos de nuestra actual posición —dijo Kilian.

—Sí… —me mordí el labio—. Aunque ese sonido no me pareció muy bueno…

—Tendremos que avanzar para ver qué ocurre. Tranquila, estaremos bien —me sonrió—. Pero no debemos rezagarnos por un simple ruido.

Desvié un poco la mirada, intentando desviar así también mis pensamientos negativos. Fue entonces cuando me fijé más en el lugar que teníamos al frente. En mitad de ambas bifurcaciones encontrábamos una mínima plazoleta, de unos seis metros de ancho, en la que descansaba una lámpara como la que encontramos en la Clínica de Iosefka.

—Oh, esto es…

Kilian se acercó hacia ella y la encendió, apareciendo entonces del suelo aquellos pequeños seres, los Mensajeros.

—Ya tenemos otra zona de cómo volver —Sonrió el muchacho, que me miró—. Si quieres volvamos ahora que ya sabemos cómo continuar y averigüemos lo de esos Ecos de Sangre.

—De acuerdo. —contesté mientras me ponía a su lado—. ¿Crees entonces que puedes hacerlo ya solo? —le pregunté mientras hincaba una rodilla en el suelo y extendía una mano hacia la lámpara.

—Creo que sí —dijo el muchacho, que se puso en la misma posición.

—Vale.

Ambos comenzamos a concentrarnos en nuestro destino, el Sueño del Cazador, y como la otra vez, me invadió la misma sensación, ahora conocida; poco a poco noté cómo mi cuerpo se volvía etéreo y desaparecía.

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Aprendiz

Bloodborne Capítulo 3

III

—Bueno, tal vez deberíamos ponernos en marcha con todo esto —me dijo Kilian mientras se levantaba y volvía a las escaleras.

—Supongo que sí —contesté—. ¿Pero cómo volveremos a ese lugar?

—Mmmmm… No lo sé, la verdad —respondió mientras comenzaba a bajar por la escalinata.

—Aquel hombre comentó algo acerca de unos mensajeros y una muñeca.

—Una muñeca… ¿Podría ser esa? —señaló Kilian al final de las escaleras.

—¿Eh?

Con rapidez, bajé hasta donde él se encontraba. Al final de la escalinata llegábamos al pequeño claro, donde había otra repisa de piedra en la que se encontraba un quinqué encendido y junto a él, se veía sentada una enorme muñeca a escala humana, cercana al metro setenta tal vez.

—¡Oh! —exclamé al verla—. ¿Estaba aquí antes?

—Supongo que sí… —dijo el muchacho mientras la miraba inquisitivamente—. Tal vez no nos dimos cuenta. No sé —siguió, no muy convencido.

—Es muy bonita —dije mientras me ponía frente a ella para verla mejor.

Si no fuera porque se apreciaba que las articulaciones de los dedos de las manos eran los propios de las muñecas, podría haber pasado perfectamente por una persona que se encontraba dormida.

Era de constitución delgada, con una cintura fina y pecho y caderas proporcionadas entre sí y adecuadas a su figura, que le hacían un cuerpo bastante bonito. Sus extremidades también eran delicadas y finas. Su cuerpo estaba cubierto por un vaporoso vestido negro entallado a la cintura que se abría en el talle para darle más vuelo al vestido, que acababa por encima de los tobillos. Era sencillo, con unos pocos adornos bordados en rosa en el bajo de la falda y en la zona del torso. Sobre los hombros llevaba un elegante chal marrón con bordados que se abrochaba en la parte de delante. Al cuello llegaba un encaje blanco del vestido, sobre el que tenía colocado un pañuelo de muselina rosa a juego con los bordados del vestido, y un colgante dorado ovalado.

Pero además de ir exquisitamente vestida, la muñeca era hermosa. Su rostro era fino y delicado, con una piel tan pálida como la mía, unos labios finos y sonrosados, una nariz pequeña delimitada por unos ojos que, aunque cerrados, ya se veían bonitos y embellecidos por sus largas pestañas rubias y sus cejas finas y claras. Su pelo estaba recogido en un moño dentro de un bonito sombrero rosa adornado con un lazo negro y unas flores en su parte izquierda. Parte de su pelo rubio platino caía en dos bonitos mechones que endulzaban su rostro.

Era una obra maestra, un maravilloso ejemplo de artesanía, pero, ¿cómo se suponía que algo así iba a poder ayudarnos?

—Es una muñeca maravillosa —admiré mientras me separaba un poco de ella—. Es muy hermosa.

—Pero no sé cómo va a poder ayudarnos —dijo Kilian cruzándose de brazos, exponiendo así mis propias dudas.

—Ya… Eso me preguntaba yo también —le dije mientras miraba hacia el otro extremo del claro, donde había una fuente. Parecía como si algo se moviera allí—. ¿Eh? ¿Qué es eso?

—¿El qué?

Sin contestar, comencé a andar hasta el lugar para ver qué era. Conforme me acercaba, distinguí a unos pequeños seres que había metidos en una pila, que en lugar de agua contenía un líquido azul fluorescente burbujeante. Dentro, unos seres de no más de cuarenta centímetros nos miraban.

—¿Qué…? —dije mientras me echaba hacia atrás, horrorizada.

Aquellas pequeñas criaturas tenían forma humanoide, con la cabeza más alargada y grande. Sus pequeños cuerpos eran esqueléticos, con una piel cenicienta blancuzca pegada a los huesos prácticamente. Sus ojos blancos nos miraban mientras nos señalaban con sus dedos y sus bocas sanguinolentas murmuraban para sí. Escalofríos recorrieron mi espalda ante la imagen, retrocediendo un par de pasos.

—¡Son los de entonces! —exclamó el joven mientras se acercaba a ellos.

—¿Qué?

—Cuando me hicieron el trasvase de sangre… Los vi —hizo una pausa, pensativo. —Bueno, también vi cómo el suelo se llenaba de sangre y una bestia como la que nos atravesó surgía de esa sangre —dijo atropelladamente—. Cuando se acercaba a mí entonces aparecieron estos seres y la bestia prendió en llamas… Luego perdí la consciencia —calló, mirándome con inseguridad—. Sé que parece de locos…

—Últimamente todo parece de locos… —me reí nerviosa mirando hacia el cielo—. ¿Entonces no son…peligrosos?

—No sé… Si están aquí… Yo diría que no…

En ese momento noté que algo me tiraba de la falda del vestido, y miré hacia abajo en un acto reflejo. Tres de esos pequeños seres estaban a mi lado intentando captar mi atención. Uno de ellos portaba una especie de pistola de repetición y los otros dos sujetaban armas pesadas, uno un hacha enorme y el otro una especie de cuchilla de doble filo formidable.

—¿Qué…? —miré a Kilian, intentando que me ayudase a deshacerme de ellos, pero a él también lo habían asaltado otros tres hombrecillos.

—Creo que quieren que elijamos dos armas —me dijo el joven, que cogió la pistola y una cuchilla como la que me ofrecían. Los seres se fueron justo después de eso, volviendo a su fuente—. Creo que pueden ser aquellos “mensajeros” a los que se refería aquel hombre… Dijo que nos proveerían de objetos y nos guiarían.

—Ah… —susurré mientras miraba de nuevo a los pequeños seres, que seguían ofreciéndome las armas—. Oh, pues… Gracias —les dije mientras recogía la pistola y la enorme hacha, un poco cohibida aún.

“Es muy ligera” pensé mientras la sostenía sorprendida. “Casi podría usarla con una sola mano para lo grande que es…”

—Arya, ¡ven! —exclamó Kilian, que estaba ahora justo al lado de la fuente—. Es como si fuera un mercado… Un mercado extraño.

Aún con las armas en ambas manos, me acerqué hasta el lugar para ver a qué se refería el muchacho. Sobre la fuente había una serie de Mensajeros que mostraban objetos repetidamente a Kilian, objetos que sacaban de esas aguas azules fluorescentes sin parar, como si no hubiese fondo.

—Qué curioso… —susurré mientras observaba la escena—. Parece que no piensan venderte nada —le dije mientras veía cómo los pequeños seres negaban con la cabeza cada vez que Kilian intentaba coger algo y lo hacían desaparecer.

—¿Y por qué nos regalan estas dos armas a cada uno? —preguntó confuso.

—No sé… Supongo que para poder comenzar con algo —contesté intentando buscar una explicación—. Lo demás supongo que tendremos que ganárnoslo… Aunque no sé qué moneda usan aquí, o si usan alguna… —algo captó la atención de mi mirada—. ¡Mira! —señalé a uno de los objetos que mostraba el Mensajero—. Aquí pone la descripción del objeto y lo que vale —expliqué mientras leía la gran etiqueta que acompañaba al objeto—. A ver… Vial de Sangre —comencé a leer—. Una sangre especial usada en el trasvase. Ayuda a vigorizar la salud y sanar más rápido. Una vez se le ha trasvasado la sangre al paciente, un tratamiento único habitual en Yharnam, las transfusiones sucesivas recuerdan a la primera y son mucho más vigorizantes. No es ninguna sorpresa que casi todos los yharnamitas sean grandes consumidores de sangre. Coste: 200 ecos de sangre.

—Oh…

—¿Cómo no los viste…? —paré a final de pregunta al ver la cara sorprendida de Kilian—. ¿Ocurre algo?

—Es solo que eso es lo que usaron conmigo. Bueno, uno mucho más grande —dijo mientras miraba el pequeño vial acabado en punta para poder ser inyectado—. Esa sangre especial.

—Ah… Entiendo —contesté mientras lo miraba.

Kilian había mencionado previamente un trasvase… ¿Era de sangre entonces? Y según esa etiqueta decía que era algo común… ¿Para sanar más rápido? Sonaba extraño.

 —Debe ser algo muy habitual por aquí… —susurré, pensando lo que acababa de leer.

—En fin, al menos ya sé que se pagan las cosas con esos ecos de sangre que no sabemos conseguir aún —suspiró—. Tal vez los encontremos en Yharnam.

—Yharnam… —repetí en voz baja.

—¿Qué ocurre? —preguntó Kilian, preocupado al ver mi cara sombría—. ¿Has recordado algo? —inquirió.

—No… No. Es solo que… —miré a la luna intentando encontrar las palabras para expresarme—. Es raro. —Me mordí el labio—. Al leerlo antes no me ha supuesto ninguna sensación pero ahora… Es como si hubiera oído ese nombre antes.

—¿Tú crees? —me miró pensativo—. Bueno, Yharnam es una ciudad bastante famosa. Puede que la conocieras de antes, o que vivieras allí antes de perder la memoria.

—Tal… vez.

—¡Pero eso es genial! —exclamó, alegre—. Ya sabemos un poquito más. Aunque sea muy vaga esa información ya sabemos que algo tenías que ver con este lugar. A lo mejor al recorrer la ciudad eres capaz de recordar algo y…

Dejé de escucharlo mientras me concentraba en mis propios pensamientos. Yharnam. Parece ser que hacía referencia a una ciudad importante, pero sin embargo, no era capaz de pensar en ello como una metrópolis. Era extraño; aquel nombre me provocaba una sensación de bienestar y de temor al mismo tiempo, de dicha y tristeza.

“Tal vez en el pasado tuve diversas experiencias en aquella ciudad…” pensé mientras me mordía el labio.

Sin embargo, no era capaz de recordar nada más que sentir aquellos sentimientos tan enfrentados. ¿Qué habría pasado en el pasado?

—… no?

—Oh… sí, sí —contesté mientras volvía al mundo real.

—Bien, entonces deberíamos partir de inmediato —respondió Kilian mientras comenzaba andar, con las armas aún en las manos.

—Espera, ¿qué? —pregunté confusa

—Pues eso, lo que hemos dicho —contestó el muchacho, que ya estaba al lado de la escalera por la que bajamos del edificio—. Vayamos a Yharnam a descubrir tu pasado.

—Espera… —suspiré, mirando alrededor, intentando aclarar ideas—. Primero debemos saber cómo…

—Creo que estas tumbas al lado de la escalera están relacionadas —me cortó un Kilian bastante pletórico—. Me he fijado en que en esta de aquí —argumentó mientras señalaba la que se encontraba en la base de la escalinata—, pone “Lápida de Yharnam” y está poblada con Mensajeros.

—Ah… —fruncí los labios—. Y…

—Creo que esta es la clave —dijo mientras miraba la lápida en cuclillas—. Clínica de Iosefka… —lo oí leer en voz baja una vez me acerqué a él—. Aquí es donde me hicieron ese tratamiento… Y donde te encontré —dijo en tono serio.

Una imagen apareció sobre la lápida, mostrando la habitación previa a donde aquella bestia nos había atacado.

—¿Qué…? ¿Qué has hecho? —pregunté sorprendida.

—No lo sé… Al pensar en la clínica apareció… —respondió el joven, confuso.

—¿Tal vez así funciona? —cuestioné—. Pensar en el lugar y aparecer en él.

—Puede ser —afirmó Kilian, que se levantó para mirarme mejor—. ¿Probamos?

—¿Qué? No… espera —me mordí el labio—. No sé si estoy preparada —dije mientras recordaba la bestia que nos atravesó a ambos.

—Tranquila… Ahora tenemos armas… Y muchas oportunidades, relativamente —rio, nervioso.

Intranquila, suspiré y bajé la cabeza. Aún sujetaba las armas que los Mensajeros me habían dado. ¿En serio, yo, cazando bestias? Aún me costaba entender esta nueva realidad, aunque desde que había despertado, la realidad parecía un sueño de pesadilla.

—Cuanto más lo pienso, más confusa me siento —le dije—. ¿Por qué tenemos que cazar nosotros esas bestias? ¿Qué pasa en esa ciudad? ¿Cómo es posible que exista este lugar? —pregunté señalando a nuestro alrededor.

—Aún no lo entiendo bien… Pero de que organice mis ideas, creo que puedo contarte todo lo que sé —contestó, en tono más serio que antes—. Pero primero, quiero salir de aquí, ver cómo está la ciudad. Qué ha pasado desde que estamos aquí.

Lo observé detenidamente mientras él posaba sus ojos en mí, intentando mostrar la confianza que creía que yo necesitaba.

—Bien… vale —contesté—. Vayamos a ver. Pero antes deja que haga un par de cosas.

—¿Eh? Vale, claro —contestó algo confuso.

Suspiré mientras miraba de nuevo al suelo. De verdad iba a hacerlo. Iba a salir de aquí de una manera un tanto extraña dispuesta a recorrer una ciudad a la caza de unas bestias inhumanas cuya existencia no entendía. ¿Por qué había ese tipo de seres en una ciudad que Kilian había dicho que era importante y conocida? Esperaba que algunas cuestiones me fuesen respondidas pronto. Necesitaba muchas respuestas.

—Bien… —dije en voz baja mientras dejaba el hacha y la pistola en el suelo.

No estaba dispuesta a salir por ahí a matar cosas con un vestido con el que no podría correr sin pisarme la parte baja y pomposa de éste. La tela era suave y no demasiado recia, tal vez era un vestido más primaveral que de invierno… Con decisión, tiré con fuerza de la tela para rasgarla, comenzando a moldearla a mi gusto.

“Vaya, tiene bastantes capas” pensaba mientras iba rasgando poco a poco. “No me extraña que fuera así de pomposo.”

Finalmente, dejé el vestido justo por encima de las rodillas, dejando ver mis pálidas piernas y los zapatos azulados planos que llevaba, que al menos no me supondrían un problema para correr, de momento. Con un trozo de tela me recogí el pelo, formando una coleta con un lazo, y con otro, me hice un cinturón improvisado para poder guardar pistola y hacha.

—Bueno… Ya estoy —dije mirando a Kilian, el cual me miraba boquiabierto—. ¿Qué pasa? —pregunté echándome a reír por su expresión.

—No esperaba que hicieras eso —contestó echándose a reír también—. Creo que pocas chicas  harían añicos un vestido como ese.

—Como estaba antes iba a ser complicado moverme como es debido… —le expliqué mientras miraba de nuevo el resultado y me acariciaba el pelo de la coleta.

—Ah, estás bien. Más cómoda, sí. Y el pelo —me sonrió—. El flequillo recto sigue perfecto.

Ambos nos reímos tras ese comentario. Suspiré y me puse algo más seria al dirigir la mirada a la lápida con los pequeños Mensajeros en su base, observándonos a la espera de lo que haríamos.

—Bien, vamos allá —me animé llegando hasta allí junto a Kilian, que asintió con la cabeza y volvió la espalda a la lápida.

—Espero que funcione —dijo mientras hincaba una rodilla en el suelo, poniéndose a la altura de la lápida.

—Eso espero yo también —contesté poniéndome en la misma posición que él al ver aparecer la imagen de la clínica de nuevo.

Cerré los ojos y visualicé el lugar, concentrándome en él para que de algún modo llegara allí; recordar aquella sala previa a la escalera por la que Kilian me había bajado en brazos mientras estaba inconsciente, con las paredes beige decoradas con estanterías, los suelos de madera y sus enormes puertas dobles de madera y cristal finamente decoradas. Una pequeña fuerza, muy pequeña, me atraía hacia la lápida, una mínima energía.

“Tal vez si la concentro…”

Con delicadeza, cogí la mano izquierda de Kilian y la sostuve junto a mi derecha, ambas extendidas. Me concentré en ese punto, y al momento un pequeño calor pareció emanar de nuestras manos. Poco a poco noté mi cuerpo mucho más ligero y volátil, hasta sentirlo casi desaparecer mientras lo que había a mi alrededor se desvanecía, para luego volverse todo cada vez más consistente de nuevo, hasta sentirme de nuevo en el suelo.

Cuando abrí los ojos ya no nos encontrábamos en aquel lugar tranquilo. Volvíamos a estar en la Clínica de Iosefka. Parsimoniosamente, me levanté, siendo consciente de todo lo que había a mi alrededor y sintiendo todo mi cuerpo. Lo habíamos conseguido.

—¿Cómo lo has hecho? —preguntó, anonadado al ver el lugar.

—Yo… Bueno, creía notar… Algo, una energía. Salió… solo.

—Eres impresionante. —contestó el muchacho, maravillado—. No fui capaz de sentir todo eso hasta que tú no juntaste nuestras manos.

—No sé… No creo que sea para tanto —le dije, algo avergonzada—. Tú también lo sentiste luego.

—Porque me guiaste. —Hizo una mueca bastante graciosa y después me sonrió—. Ahora creo que sí podría hacerlo.

Le sonreí a la vez que bajaba la mirada, avergonzada y con las mejillas sonrojadas mientras me mordía el labio y retorcía un mechón de pelo.

—¿Y esto? —preguntó el muchacho mientras observaba una lámpara anclada en el suelo.

Del suelo salía una especie de vara metálica con entrantes y salientes, curvada y algo retorcida, de poco más de un metro. En su extremo curvo colgaba una lámpara de cristal y metal, bastante bonita, apagada. Kilian la tocó y tiró de un pequeño cordel que colgaba, haciendo que la lámpara se encendiese de golpe. Varios Mensajeros surgieron entonces del suelo, mostrando solo la mitad superior del cuerpo, rodeando la lámpara.

—¿Qué…? —Me acerqué despacio, dubitativa—. ¿Qué es esto?

—Para volver —contestó el joven con decisión—. Mira.

En efecto, si te quedabas mirándola y te concentrabas, se visualizaba el Sueño del Cazador.

—Vaya… Es increíble —admiré.

—Al menos ya sabemos cómo regresar. Aunque no recuerdo haber visto esto aquí antes… —Kilian hizo una pausa y suspiró—. Bueno, será mejor que nos movamos —dijo Kilian mientras señalaba la puerta que llevaba a la sala donde encontramos a aquel enorme lobo, cambiando de tema radicalmente—. Tal vez… Esté cerca. —inquirió.

—Creo… —miré hacia las escaleras que llevaban al piso superior—. ¿Qué hay arriba? —pregunté intentando cambiar la dirección de nuestros movimientos al ser consciente de lo rápido que iba este chico con sus decisiones.

—El lugar en el que me hicieron el trasvase… —hizo una pausa—. Enormes pasillos, salas y el lugar en el que te encontré —continuó—. Pero no creo que sea buena idea ir —añadió al ver mi gran interés repentino—. Piénsalo, si alguien te dejó aquí encerrada no puede ser muy de fiar, ¿no crees?

—No sé… Solo creía que tal vez viendo el lugar… —Desvié la mirada, insegura—. Tal vez tengas razón… —suspiré—. De todas formas, ni siquiera sabemos si estaba allí porque querían que me quedase encerrada por algo en concreto. ¿Y si estaba ahí porque era peligrosa para los demás? —expuse, haciendo oír mi preocupación por esa posibilidad.

El muchacho me observó unos instantes y luego suspiró.

—De ninguna manera. —negó—. De acuerdo, hagamos esto. Primero nos encargamos de ese lobo abominable que se pasea por aquí y luego vamos a ese sitio.

—Vale —respondí al instante.

—Bien, pues vamos a ellos.

—Sí… De acuerdo. —Asentí mientras cogía el hacha, en un intento de sentirme más segura.

Tras una mirada conciliadora por parte de Kilian, comencé a seguirlo lo más sigilosa posible a través de la puerta, llegando a la sala llena de estanterías y mesas camilla, con numerosos instrumentos médicos. Siguiendo a Kilian, podía ver su cuerpo tenso andando con cautela, agarrando con fuerza en su mano izquierda el arma principal y en su derecha la pistola, respirando lo más calmadamente posible, aunque inquiría que su corazón estaría desbocado y que intentaba controlarse.

No podía decir lo mismo por mi parte, que aunque me movía con sigilo, no podía evitar el temblor de mi cuerpo, el sudor que comenzaba a bajar por mi espalda, mi alta frecuencia cardiaca y mis respiraciones mal controladas. Ante el temor de encontrarme de nuevo a aquella bestia, mis sentidos se habían agudizado, siendo ahora más consciente de los leves sonidos de nuestro alrededor y de la nitidez de mi vista.

Y así, luchando conmigo misma para controlar mi ansiedad, nos acercamos poco a poco al lugar donde se encontraba la bestia. Cuando vi de nuevo a ese enorme lobo, ahogué un pequeño grito de miedo al recordar el anterior resultado.

“Contrólate, contrólate” me dije a mí misma mientras respiraba hondo y agarraba con fuerza el hacha con la mano derecha.

Kilian me hizo un gesto, indicando que él se acercaría por uno de sus lados con sigilo para que no lo viera. La bestia se encontraba de espaldas a nosotros mientras devoraba un cadáver que había en el suelo, un cadáver que estaba segura no haber visto la última vez que estuve ahí. Tragando saliva, comencé a moverme despacio mientras él se adelantaba.

“Con cuidado, con sigilo, tranquila…” intentaba calmarme.

Sin embargo, la situación cambió vertiginosamente en cuanto Kilian se abalanzó sobre el lobo-bestia y asestó el primer golpe. La presa, herida, gruñó del dolor y comenzó a moverse con rapidez para atacar a Kilian, el cual estaba preparado para defenderse.

“Es bastante bueno” admiré mientras observaba sus movimientos fluidos de ataque y defensa, mientras intentaba asestar el golpe definitivo.

Sin embargo, la bestia era un gran oponente, que se acercaba mucho al cuerpo de Kilian con sus enormes garras, hasta que en un descuido…

—¡Ah! —gritó el muchacho, mientras se apartaba de un salto mientras miraba su hombro sangrante—. Mierda— maldijo entre dientes.

En ese momento, sin pensarlo, me moví todo lo rápido que pude y apunté al enorme lobo con mi pistola de cazador, dándole en la cabeza, dejando al ser lo suficientemente aturdido para que Kilian, sin vacilar, atravesara con su arma a la bestia, consiguiendo una lluvia de sangre que lo cubrió por completo mientras la bestia caía al suelo, muerta.

Fue entonces cuando una pequeña luminiscencia violeta lo rodeó, volviéndose más fuerte en sus ojos, para luego desaparecer.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó confuso mientras se apoyaba en una de las camillas de la sala.

Corriendo, fui hasta él.

—¿Estás bien? —pregunté preocupada.

—Sí, sí. No te preocupes —contestó mientras se miraba el hombro, que había comenzado a dejar de sangrar—. Increíble… —susurró anonadado—. Esa sangre es… Maravillosa.

—Sí… desde luego —coincidí con él mientras miraba la herida, que ya no sangraba.

—Aunque, era una herida superficial. —Se rio mientras me miraba aliviado—. Muy buen tiro, por cierto.

—Oh…  Aún no tengo muy claro cómo lo he hecho. El mérito es tuyo —le dije mientras me separaba un poco de él—. Has estado increíble.

—No es para tanto… —suspiró—. Aún hay mucho que aprender. Pero al fin y al cabo, tenía ciertos asuntos pendientes con esa bestia. —Rio un poco al hacer referencia a nuestro fatídico encuentro anterior.

—Sí… Desde luego —le respondí mientras miraba de nuevo a mi alrededor.

—Bueno, lo prometido es deuda —comenzó a andar el muchacho—. Vayamos a ver la zona superior, donde te encontré.

—Sí —contesté enérgica mientras volvía sobre mis pasos, para ir al lugar.

Sin embargo, nuestro viaje duró poco, ya que la puerta al final de la escalera estaba cerrada.

—Qué raro, si antes…

—¿Hola? —preguntó una voz femenina, de mujer joven, tras la puerta, interrumpiendo a Kilian—. Oh, ¿eres un Cazador? ¿Has salido de caza? —le preguntó.

—Eh… Sí —contestó éste sorprendido tras pensarlo un poco—. ¿Quién eres?

—Soy Iosefka —respondió—. Lo siento pero no puedo abrir la puerta.

—¿Qué? —preguntó frustrado—. Pero si antes…

—Tienes que comprenderlo. Es la Noche de la Cacería. Los monstruos están ahí fuera y solo quiero proteger a quien esté aquí esta larga noche… Por favor, espero que puedas llevar a cabo tu trabajo, pero solo quiero estar segura.

—Pero antes… El viejo, tú…

—Accedí a que se llevara a cabo el trasvase aquí, pero ya, por favor, solo quiero…

—Vale, vale —accedió frustrado—. Solo una cosa, ¿qué es lo que sabes de la cripta de allí abajo? Donde estaba esa chica.

—¿Qué? ¿Cómo…? —hizo una pausa—. Caíste por el agujero, ¿no es cierto?

Kilian se quedó callado, mirándome dubitativo.

—Sinceramente, no sé qué es lo que pasó. ¿Está ella contigo? —preguntó, pero al ver que no contestaba nadie, siguió hablando—. Esa chica llevaba aquí mucho tiempo, más del que pueda recordar. Mi padre no supo decirme por qué debíamos mantenerla en secreto. Me preocupé mucho cuando me percaté de que ya no estaba… —hizo una pausa—. Pero si está contigo, dile que lo siento. Intenta que no acabe mal en esta Noche de Cacería. —Suspiró, y sacó una mano por una de las pequeñas rendijas de la puerta a modo de ventana—. Toma esto. —Le entregó un par de frascos de sangre—. Son dos viales de mi sangre. Tal vez puedan servirte de ayuda en algún momento.

—Gracias… —contestó mi compañero, sin saber muy bien qué decir.

—Ahora vete, por favor. Ya no puedo hacer más. Espero que lo comprendas y… —hizo una pausa—. Lo siento, por dejarla ahí en ese estado. Solo hice lo que… me hicieron prometer.

—Gracias por los viales —le contestó Kilian mientras se daba la vuelta—. Solo una pregunta más. ¿Aproximadamente cuánto tiempo estuvo ahí, en ese estado?

—Podría decir que más de sesenta años, tal vez incluso más —contestó Iosefka, pensativa.

—Ya veo… —dijo mientras me miraba, impresionado y apenado al ver mi expresión de incredulidad—. Gracias.

—Espero que tengas una buena cacería —le deseó Iosefka mientras nos oía marchar.

—Cuídate —le respondió Kilian, con tono amable.

Poco a poco, bajamos las escaleras que nos llevaban al piso inferior, el cual recorrimos sin decir nada, hasta llegar a las escaleras que nos llevarían al exterior.

—Sesenta años… —susurré, confundida—. Es… mucho tiempo. Ni siquiera sé el tiempo exacto

“¿Qué edad tendré ahora? ¿Cómo es que sigo manteniéndome igual que cuando me encerraron?”

—Sí… Lo sé —respondió el joven, que seguía sorprendido—. Entonces eres de una época anterior a esta…

—Si me escondieron por tanto tiempo… Mi familia… Si en aquel tiempo la tenía ya… No estará. —sentencié, entristecida—. No hay nadie a quien regresar —dije abatida mientras me sentaba en las escaleras y me tapaba los ojos con las manos.

—Ey… No digas eso… —dijo Kilian mientras dejaba su cuchilla dentada a un lado y se arrodillaba a mi lado—. No digas eso. Aún no lo sabemos.

—Pero es muy poco probable que eso ocurra. Y si no me encontraron… —hice una pausa—. ¿Y si por algún motivo no quisieron encontrarme?

—En realidad no lo sabemos. —Me contradijo Kilian—. Podrían ser muchas las posibilidades a tratar. Puede que no te encontraran, que no quisieran buscarte, que no tuvieses familia, que ésta hubiese muerto… Son muchas posibilidades, y aún es pronto para afirmar nada.

—Pero… —Me mordí el labio, y miré al suelo—. Es solo que es tan frustrante no saber nada… De todas las cosas que esperaba nunca pensé que pudiera el haber estado más de sesenta años durmiendo.

—Ya… —carraspeó—. Pero, míralo por el lado bueno. —Se levantó—. Tenemos toda una ciudad para explorar donde descubrir cosas sobre ti. Ahora podemos situarnos temporalmente, al menos de forma aproximada.

—Pero si como dijo esa mujer fue algo que se llevó en el más estricto secreto, puede que no haya ninguna información acerca de ello —argumenté.

—Siempre hay algún sitio donde mirar —dijo el muchacho—. Solo hay que saber dónde buscar. —Se quedó pensativo unos segundos—. Si en esa inscripción estaban escritos tanto un apellido como el nombre de tus progenitores, creo que debías ser alguien con cierta repercusión social.

—¿En qué te basas? —pregunté no muy convencida.

—Mira tu vestido, o lo que queda de él al menos. —señaló—. Era muy pomposo y sofisticado, una chica normal no llevaría esas ropas. Y generalmente, o al menos en mi país, los apellidos y familias tienen gran importancia. Solo aquellos con renombre los usan.

—Sinceramente no me veo como alguien importante. —Sonreí compungida.

—Piénsalo. Debías tener algún valor para ser sellada de esa forma. —Se acarició el pelo mientras pensaba—. Debió pasar algo. —Frunció el ceño—. Había muchas cosas borradas pero podía llegar a leerse algo de tu “descanso”. Algo relacionado con la “Infección”.

—¿La infección? —pregunté, más interesada—. Ese anciano dijo que debíamos acabar con ella. —dije haciendo memoria.

—Puede que esté relacionado.

—Pero… —Hice una pausa, intentando recordar las palabras de aquel viejo—. Si nosotros debemos acabar con esa enfermedad, la cual no sabemos cuál es, y esas bestias que pululan por la ciudad, ¿qué es lo que hicieron los cazadores anteriores?

—No lo sé… ¿Llevar a cabo esa cacería de la que hablan? —suspiró—. La verdad es que no lo sé. Aún estoy algo confuso con esto de ser un Cazador.

—Ya… Te entiendo. —Empaticé.

Me puse en pie de nuevo, hacha en mano, y me giré para mirar la escalera que llevaba al exterior. Si de verdad tanto mi pasado como mi actual presente estaban relacionados con esa infección de la que se hablaba, debía amarrarme a ella como a un clavo ardiendo, aunque no tuviese toda la certeza de que fuese cierto. Debía encontrar las respuestas por mí misma.

“Kilian tiene razón, debemos buscar en la ciudad” me convencí.

—Bien, busquemos información de esa infección —dije con decisión.

—Sí, vamos. —Me sonrió, alegre de que me sintiese mejor.

Kilian comenzó a ascender por las escaleras, mientras yo echaba un último vistazo a la sala donde matamos a aquella bestia. ¿Qué encontraría allí fuera? Justo antes de seguir a Kilian, un pequeño movimiento llamó mi atención. Al principio pensé que podría haber algo, pero solo era un pedazo de papel que se había caído al suelo, ahora manchado con sangre. Curiosa, cogí el trozo de papel, viendo que había escrito en letras mayúsculas: “BUSCA SANGRE PÁLIDA”

—Sangre pálida… —susurré ante la extraña frase—. ¿Qué significa?

—¡Arya! —escuché a Kilian gritar—. ¿Vienes?

—¡V-Voy! —exclamé, dándome la vuelta para ascender al exterior.

Una vez arriba, llegué hasta Kilian, encontrándonos en medio de un pequeño camposanto bañado por la luz del atardecer.

—Esto es un poco siniestro. —comenté mientras miraba las tumbas viejas, los árboles muertos y los muros de piedra llenos de enredaderas.

—Ven —dijo Kilian, que se encontraba frente a una verja que daba al exterior—. Por aquí es por donde vine. Tras esto, se encuentra la parte central de la ciudad de Yharnam.

Con decisión, empujó la enorme puerta doble enrejada, abriéndola de par en par y dando paso al exterior. Cuando pisé fuera del recinto de la clínica, lo que vi me dejó maravillada y a la vez sobrecogida: una enorme ciudad nos engullía en su magnificencia. Enormes edificios góticos, grandes puentes de piedra, multitud de esculturas góticas perturbadoras pero hermosas… Todo ello bajo la atenta mirada del sol poniente, que iluminaba la enorme ciudad con sus últimos rayos.

—Bienvenida a la ciudad de Yharnam.

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Contrato

Bloodborne - 2 Contrato

II

—…ierta!

Una voz en la lejanía me hablaba. El sonido me provocaba cierto cosquilleo en la piel, mis sentidos parecían celebrar aquella voz lejana. Algo en mi ser me decía que hacía mucho tiempo que alguien no se dirigía a mí. Demasiado…

—¡Ey, despierta!

Prestando atención, pude distinguir que se trataba de una voz masculina, una voz de barítono muy agradable, de un muchacho joven tal vez. Se advertía que su portador estaba preocupado, porque su voz tenía fuerza y sonaba con cierto tono lastimero.

—¡Despierta, por favor! —gritaba.

Unas manos sacudían ahora mis hombros con firmeza pero con delicadeza al mismo tiempo, como si pretendiesen no hacerme daño pero sí reaccionar.

Era extraño, tanto su voz como el tacto de sus manos no me era desconocido. Pero yo no había tenido contacto con nadie en mucho tiempo… Había estado durmiendo un largo periodo de tiempo, y había soñado. Había soñado con un muchacho que me sacaba de mi prisión somnífera, que me había llevado en brazos hasta que desperté, que me ayudó a huir de una bestia y que me cogió de la mano cuando los dos íbamos a expirar.

Recuerdo que la voz de ese muchacho era agradable e inspiraba confianza. Me recordaba a la voz que me estaba llamando, podría decir que eran iguales. Si no supiera que ambos estábamos…

«Muertos».

Abrí los ojos, con la respiración y pulso entrecortados.

«No puede ser», pensé mientras mis ojos se adaptaban a la luz, al principio demasiado luminosa para mí.

Ante mí se encontraba un muchacho joven, alrededor de la veintena, que me miraba, ahora aliviado.

—Oh, menos mal. —Suspiró—. ¿Estás bien? ¿Puedes ponerte en pie?

Me tendió una mano para ayudar a levantarme, algo que agradecí, ya que notaba mis piernas algo débiles.

Me quedé mirando con los ojos como platos al joven que tenía delante de mí. Era exactamente el mismo chico que me había llevado en brazos, el mismo con el que hui de aquel lobo tan grande, el mismo chico al que vi morir a mi lado.

—No es posible… —dije anonadada mientras pasaba de mirarlo a él a mirar mi cuerpo, que estaba intacto al igual que el suyo. Ni siquiera la ropa tenía algún rasguño—. No es posible. Yo… —Lo miré con los ojos muy abiertos—. Te vi morir, tú me viste morir…

Caí al suelo de rodillas por el shock. No era posible, estábamos muertos, yo lo había visto, lo había sentido… El frío y el vacío de la muerte… y sin embargo, ahí nos encontrábamos ambos, hablando, respirando.

—¿Cómo es posible? —pregunté confusa.

—Yo… No lo sé —me contestó el joven, que ahora también estaba de rodillas para estar a mi altura—. Me desperté aquí y me quedé anonadado viendo este lugar —me explicó señalando todo lo que había alrededor—. Luego recordé que yo… que nosotros habíamos…

—Muerto. —Terminé la frase.

Aún sentía aquella sensación extraña, aquel vacío en el pecho que me socavaron, aquel frío que se apoderaba de mí a la vez que el dolor penetrante iba desapareciendo y el tiempo comenzaba a detenerse; la mirada borrosa, el cansancio, la oscuridad.

Miré al muchacho que tenía frente a mí, aún arrodillado. La herida mortal de su abdomen había desaparecido, y la mano con la que había golpeado el cristal de la puerta ahora estaba intacta., así como los pequeños rasguños de cortes que tenía cuando desperté. Era como si nada hubiera pasado, como si todo hubiese sido un mal sueño, solo que muy real.

Confusa, observé los rasgos del joven, que me miraba curioso y preocupado. Había podido apreciar que era bastante más alto que yo, probablemente más sobrepasando el metro ochenta; con cuerpo de carácter atlético, aunque ahora se veía delgado y con poco músculo, como si hubiese pasado por alguna clase de enfermedad debilitante no hace demasiado tiempo. Su piel era blanca, de carácter sonrosado, no como la mía que era bastante más pálida. Llevaba puesto unos pantalones sencillos oscuros y una camisa con una capilla y capucha, que ahora no llevaba puesta.

Su rostro era bastante dulce y amigable, con rasgos faciales bastante finos y un hoyuelo en su mentón. Sus ojos eran del color de la esmeralda con largas pestañas castañas y cejas espesas definidas, su nariz era recta pero encajaba perfectamente en su rostro junto con unos labios sonrosados con tendencia a la sonrisa, unos labios que parecían muy suaves y cálidos. Una barba incipiente castaña le comenzaba a poblar la cara. Para terminar, su pelo era de un tono rubio ceniza, que poblaba la parte superior de su cabeza, corto, pero de varios centímetros de espesor y con aspecto de ser muy suave que le daban un aspecto algo desaliñado y desenfadado.

En definitiva, era un chico bastante mono y que te hacía pensar que era de fiar.

Apartando la mirada del joven, fijé los ojos en su mano izquierda, con la que me había agarrado cuando ambos estábamos tomando nuestro último aliento. Despacio, alargué una mano hasta ella y la coloqué encima. Se notaba levemente áspera y cálida, como entonces.

—Yo también lo recuerdo —me dijo el muchacho mientras me miraba ahora más serio.

—No… no puede ser una coincidencia… ¿Y si este lugar es al que vamos cuando morimos? —pregunté con tono apenado.

—Pero… —se puso en pie—. Todo se ve muy real. Yo… me noto el pulso, noto que necesito respirar para vivir… —Desvió la mirada, confuso.

—Yo… no lo sé —contesté mirando al suelo.

Durante un par de minutos nadie dijo nada. Ambos nos quedamos mirando la especie de jardín en el que nos encontrábamos, cercado por una verja que dejaba ver más allá un cielo con una luna llena visible a la luz del día, y un cielo extraño que no dejaba ver nada más allá de la nada del horizonte. Era como si el jardín flotase en algún lugar y la única salida fuese esa puerta de la verja cerrada.

—Kilian.

—¿Cómo? —pregunté confusa tras escuchar aquello, devolviéndome a la realidad.

—Mi nombre es Kilian. —contestó el muchacho —Antes no llegué a presentarme.

—¡Oh! —exclamé mientras me ponía de pie —Encantada. Yo… siento no haberte preguntado antes… Sobre todo cuando eras tú quien me estaba sacando de ese lugar… —dije mientras me sonrojaba un poco —Yo, yo soy…

Pero las palabras no salían de mi boca, ni era capaz de encontrarlas en mi mente. Confusa, desvié la mirada hacia la luna, intentando organizar mis pensamientos. Sin embargo, todo estaba vacío, hueco, sin nada que recordar.

—Yo… —miré al muchacho con la mirada perdida, asustada —No… no lo sé.

Temblorosa, me abracé intentando sentirme mejor. Por más que lo intentaba, no era capaz de recordar mi nombre, ni mi edad, ciudad, familia, amigos… Cualquier recuerdo había desaparecido. Nada más allá que mi despertar en los brazos de ese chico, nuestra huida y nuestra muerte.

—Ey, ey, ey… —se acercó Kilian hacia mí, preocupado —N… no llores.

De repente sentía las mejillas húmedas, los ojos hinchados y mi labio inferior temblando; una descarga emocional teñida de tristeza y dolor había sacudido mi cuerpo. Sin embargo, no comprendía por qué, o mejor dicho, no recordaba por qué debía sentirme así de triste. Había perdido mis recuerdos, ahora no sabía cómo, pero mi cuerpo aún sentía que había sido algo forzado, algo que ya no era capaz de recordar.

—¿Por qué? —pregunté —¿Por qué no puedo recordar nada? —susurré mientras las lágrimas resbalaban por mis mejillas.

—Yo… —el muchacho me miraba sin saber muy bien que hacer —No lo sé… Solo puedo decirte que te encontré en aquella clínica, en una sala escondida bajo tierra, dentro de una cápsula donde flotabas en un líquido viscoso.

—¿Qué? —dije confusa y aterrada al mismo tiempo —¿Cómo…? ¿Qué hacía allí? ¿Por qué?

—No lo sé. —me contestó negando con la cabeza

—No entiendo nada… —dije mientras caía de rodillas al suelo, abatida —¿Quién iba a quererme ahí encerrada? —preguntaba a la nada, con la mirada perdida.

Era extraña aquella sensación de incomprensión y miedo. Me sentía como si hubiesen profanado algo de mi ser, me habían arrebatado mi vida pasada a la fuerza. El no tener nada a lo que regresar, pensar o recordar era aterrador. No recordar tu niñez, tu familia, tu casa, tus amigos… dolía; ahora ni siquiera sabía si había llegado a tener algo de eso. Esta amnesia te dejaba indefensa a las garras de la vida. Sin embargo, el no recordar tu nombre, qué te gusta, qué odias, a qué le tienes miedo, cuáles eran tus aspiraciones… Eso era lo que realmente asustaba; no saber cómo eras, quién eras, eso es lo que me hacía sentir como una extraña. Me sentía como un bebé indefenso al que habían abandonado a su suerte, encerrándome en aquel sitio hasta quién sabe cuándo.

¿Cuánto tiempo llevaría dormida? ¿Por qué había olvidado? ¿Quién lo hizo? ¿Quién me metió allí? ¿Qué hubiera sido de mí si no me hubiesen rescatado? Interminables preguntas azotaban mi cabeza, pero ninguna respuesta llegaba a ella.

—¿Qué voy hacer? —susurré mientras miraba al horizonte infinito.

—Tran… Tranquila —contestó el muchacho mientras se ponía a mi altura —No puedo imaginarme por lo que estás pasando ahora pero… —se mordió el labio y me miró con tristeza —Había un escrito. Donde te encontré. En el altar en el que estabas había una inscripción.

—¿Qué? —pregunté confusa y cansada

—Sí… Había algo tallado ahí. Había cosas que se habían borrado… Pero parte de tu nombre se conservaba. Arya… eso es lo que ponía.

—¿Arya? —dije mientras asimilaba la información, intentando forzar un recuerdo ante el nuevo dato —Ahora mismo no… recuerdo. —dije decaída.

—Pero es un poco de información. No es tu nombre completo pero sí parte de él. —apretó los labios y frunció el ceño —Puede que con el tiempo recuerdes algo.

—Sí… Puede ser. —contesté intentando autoconvencerme; me sequé las lágrimas, varias veces —Arya… No me disgusta. —dije emitiendo una sonrisa triste cuando conseguí estabilizarme un poco —Gracias. —lo miré dubitativa —¿Había algo más escrito? —pregunté, intentando controlar el gran atisbo de emociones que me embriagaba.

—Bueno… Tu apellido no era visible, ni de dónde eres o algo así. Ponía que tienes veinte años… Algo más que se había borrado y algo de “que la buena sangre guíe tu camino”. O algo así. —respondió el joven.

—Vale… —dije mientras asimilaba la información —Qué expresión más extraña. —comenté mientras me ponía en pie de nuevo —Arya  y veinte años… —suspiré —Es poco pero… Al menos sé algo más que antes. Gracias. —le dije con una sonrisa intentando mostrar mi agradecimiento —Y ante todo, muchas gracias… por sacarme de allí.

—No hay de qué… —me tendió la mano justo después de levantarse —Entonces, señorita Arya, un placer.

—Un placer, señor Kilian —le estreché la mano.

—Llámame Kilian, sin formalismos, por favor.

—De acuerdo, por mí igual. —asentí.

En ese momento, un sonido chirriante captó nuestra atención.

—¿Qué ha sido eso? —pregunté cuando paró el ruido.

—No lo sé. —contestó Kilian, que ahora comenzaba a avanzar hacia el lugar del que provenía el sonido —Parecía como si unas puertas enormes se abrieran. O algo así.

Sin querer quedarme atrás, me coloqué a su lado y continuamos andando por el camino del jardín. A los pocos segundos llegamos hasta una zona más amplia, en la que nos encontrábamos al fondo una casa de piedra de la que unas puertas muy grandes de madera se habían abierto. Para acceder a dicha casa, tenías que ascender por unas escaleras de piedra, bien las que teníamos justos enfrente o las que teníamos unos metros más a la izquierda. Ambas escalinatas estaban recorridas por diversas lápidas con velas blancas encendidas en su base. Había cuatro lápidas en la primera escalinata y hasta siete en la segunda. El resto del espacio estaba ocupado por una zona llana de hierba en la que se encontraba una especie de fuente al fondo, junto a la pared de la escalinata más alejada.

El conjunto era extraño, entre agradable y perturbador.

—¿Qué es esto? —preguntó Kilian, anonadado.

—No lo sé… —me mordí el labio —Pero vayamos a averiguarlo.

Ambos comenzamos a subir las escalinatas para entrar por la enorme puerta de la casa, que en realidad, se asemejaba más al diseño del cuerpo de una iglesia pequeña pero sin cúpulas ni torres.

Cautelosos, entramos por la puerta doble para visualizar el interior, pero lo primero en lo que nos fijamos desde la entrada fue en un anciano en silla de ruedas que nos miraba.

—Ah… Tú debes ser el nuevo cazador. Te estaba esperando —dijo el hombre, dirigiéndose a Kilian.

—¿Es… a mí? —preguntó señalándose, dubitativo.

—Así es. —asintió el viejo; acto seguido frunció el ceño y me miró a mí —¿Y quién te acompaña?

—¿Yo? –respondí nerviosa —Arya… — «supongo».

—¿Qué haces en este lugar? —preguntó el anciano, entre curioso y molesto —No es usual que un Cazador venga acompañado por alguien aquí.

—¿A qué se refiere? —preguntó Kilian, un poco molesto ahora —Nos despertamos aquí después de que esa… cosa nos atravesara… —tragó saliva —Creo. —dijo muy bajo, como si no quisiera que le escucharan.

—Ah… Ya veo. —el anciano miró hacia su derecha, donde una enorme ventana que llegaba hasta el suelo se había abierto —Para poder llegar hasta aquí, además del trasvase de sangre es necesario el primer encuentro con la muerte. Tarde o temprano, todos los cazadores acaban aquí. —explicó.

—Entonces… ¿estamos muertos? —preguntó Kilian en tono sombrío.

—No. —contestó el señor —Ahora no. —volvió a mirarme —Joven, ¿podrías enseñarme tu hombro derecho? —preguntó dirigiéndose a mí.

—¿Cómo? —pregunté, consternada.

—Aquí solo llegan los cazadores, uno por cada Noche de Cacería, cada año… —contestó, cansado, como si hubiese estado aquí mucho tiempo —Deduzco que ya has muerto una vez junto a este joven Cazador, pero, ¿y el trasvase de sangre? ¿El contrato? Quiero ver si tienes la Marca del Cazador, que seguro tendrá tu compañero.

—¿Qué? —dijo Kilian extrañado, que no dudó en sacarse la manga de la camisa y semicapa, dejando el hombro descubierto —Noto algo…

Con cuidado, me acerqué a él y examiné su hombro. En él, había una marca en su piel: una especie de tridente boca abajo con un punto en su zona más inferior se encontraba grabado, como si de una cicatriz se tratase, pero, bien definida, como si alguien la hubiese tatuado.

—Es la Marca del Cazador. —contestó el hombre —Todos aquellos que la tienen, llegan aquí.

—¿Pero cómo…?

—Joven, —interrumpió a Kilian al dirigirse a mí de nuevo —¿serías tan amable? —me instó, tendiéndome la mano.

—Si… claro. —contesté dándome la vuelta y sacando el brazo derecho por la manga, dejando el hombro visible.

—Curioso… Muy curioso…

—Tienes la misma marca, Arya. —me dijo Kilian, que ya se había puesto de nuevo bien la ropa.

—Oh… — “no sé muy bien qué significa eso…”

—Es la primera vez que dos Cazadores cooperarán juntos en su caza esta larga noche… —dijo el anciano, más para sí mismo que para nosotros, que ahora parecía más relajado.

—¿Qué quiere decir? —preguntó Kilian.

—La joven podrá quedarse, y será tu compañera. —arqueó las cejas —Supongo que hay una primera vez para todo…

—Perdone, pero no le entiendo… —dijo Kilian, confuso.

—Tu contrato comienza ahora, joven Cazador —le dijo el anciano.

—¿Qué? ¿Qué contrato? —preguntó Kilian, confuso.

—Aquel que te permitía ese trasvase de sangre que tanto ansiabas, a cambio de este servicio. —explicó el anciano.

Kilian abrió los ojos como platos y se llevó las manos a la cabeza.

—¿A esto se referían? —preguntó, nervioso.

El anciano únicamente sonrió.

—La Cacería comienza esta noche… Id con cuidado, acabad con la fuente de la infección, acabad con las bestias. —nos dijo el anciano, que ya no nos miraba.

—Espere, ¿a qué se refiere? ¿Acabar con qué? ¿Cómo? —preguntó Kilian, que empezaba a estar muy nervioso y estresado —Yo no sabía nada de esto.

—Si quieres salir de aquí y volver a tu hogar me temo que tendrás que hacerlo. Ahora es normal que estés confuso, pero con el tiempo lo comprenderás —respondió el viejo, que ahora sonreía con malicia.

—Pero…

—Espera. —le ordené a Kilian mientras lo agarraba por la manga de su camisa —Señor, perdónenos pero esto es muy extraño para nosotros. No entendemos nada. Yo… hace poco que desperté de un lugar extraño y no recuerdo nada de mi vida pasada… Por favor, solo pido que nos explique un poco todo esto.

—Tu presencia aquí es perturbadora, joven… —me contestó mientras sonreía con suspicacia —Nunca antes nadie había llegado sin firmar el contrato. —por un momento pareció perderse en sus pensamientos tras examinarme con detenimiento —Esa marca que lleváis es lo que os permitirá volver cada vez que os debilitéis. Intercambiará los ecos de sangre que llevéis en ese momento, a cambio de vuestra vida, indefinidamente… Hasta que acabéis vuestro contrato, hasta que termine la Noche de Cacería.

—Es decir… Este contrato se extiende a la esa noche de cacería… —el anciano asintió —Vale, vale… Y entonces… ¿podemos morir indefinidamente y revivir a partir de ahora? —asimiló Kilian.

—No. No es exactamente así. Podéis morir, y no habrá vuelta atrás en ello. Sin embargo, si os veis al borde de la muerte y aún conserváis algo de consciencia, podéis intercambiar vuestra situación a cambio de todos los ecos de sangre recogidos. —se acomodó en la silla —Pero os lo advierto, desearéis que no ocurran ni una de esas veces, ya que el dolor de la muerte aún os perseguirá, acabando con vuestro espíritu cada vez más. Algunos cazadores enfermaron mentalmente por ello…—le respondió el anciano, que volvía a mirar la enorme luna por la ventana.

—Perdone, pero, ¿qué son los ecos de sangre? —quise saber, intentando apartar la explicación anterior de mi mente, que sonaba bastante siniestra para mí.

—Los ecos de sangre… Los encontraréis al acabar con las bestias de allá fuera. Para nosotros, los cazadores, nos sirven para embeber nuestra sangre, os ayudarán a progresar; vuestra fuerza, vitalidad… Todo puede ser conseguido con esa energía…

—De acuerdo, entonces… —oí a Kilian decir por lo bajo, molesto.

—Debéis daros prisa… —me interrumpió el anciano —La larga noche os espera… Los Mensajeros os permitirán haceros con las armas que necesitéis mientras os guían y Muñeca se encargará de vosotros mientras estéis aquí.

El anciano giró su silla de ruedas y se puso a mirar por la ventana, dándonos a entender que no nos prestaría más información por el momento.

—Pero… —me callé la frase, puesto que el anciano no nos prestaba ninguna atención.

—Supongo que deberíamos irnos. —me dijo Kilian.

—Pero… —fruncí los labios —Señor, ¿cómo se llama?

Pero no quiso responderme, o  más bien parecía como si no me oyese, perdido en sus pensamientos, mientras miraba la luna, anhelante. Fue entonces cuando me dejé llevar por Kilian al exterior del edificio.

—Creo que… aún estoy bastante confuso. —me dijo.

—Sí, bueno… Es extraño. —contesté pensando en la marca que llevaba en el hombro —Así que ahora se supone que tenemos que llevar a cabo esa… cacería para salir de aquí. —suspiré —Seguro que mi yo del pasado no creía que despertar fuese a ser tan complejo. —dije apenada mientras bajaba la escalinata.

—Respecto a eso… —suspiró —Sé que no suena a consuelo pero si tenemos que hacer este “trabajo” supongo que tendremos que recorrer bastantes sitios y tal vez podamos encontrar algo que nos lleve a tu pasado.

—¿Tú crees? —pregunté no demasiado crédula.

—Tengo esa sensación. —me sonrió —Aunque… —desvió la mirada y su voz se tornó más seria —No sé a lo que nos enfrentamos todavía y… —suspiró —en parte me siento responsable de que hayas acabado tu aquí también. Ahora estás obligada a hacer cumplir un contrato que no firmaste con un completo desconocido y habiendo pasado por la muerte previamente.

—Cuesta creer que haya muerto antes sí… Y que haya vuelto aquí sin ninguna consecuencia. —miré al suelo y me paré al final de la escalinata, apoyándome en un saliente de tierra en el que podías sentarte —Es bastante complejo todo para asimilarlo de golpe. —suspiré —Pero, me alegro de estar despierta, de que me sacaras de allí. Tal vez nunca hubiera salido de allí si no me hubieses encontrado. —lo miré —Así que más bien debería darte las gracias. —hice una pausa —No sé si volveré a recordar algún día, pero por ahora, intentaré concentrarme en esta especie de misión de la que tenemos que hacernos cargo. Tenemos que… acabar con todas las bestias que podamos durante toda la noche...

—Eso debe ser la cacería… —suspiró —Acabar con seres  como el que nos mató. —se acercó hacia mí —Supongo que entonces somos compañeros. —me dijo.

—Eso creo. —desvié la cabeza —Espero estar a la altura. Nunca he acabado con la vida de nadie… Espero. —sonreí con un poco de nerviosismo.

—Seguro que no. —me respondió —Quiero decir, que se te ve una chica muy buena, que no habrás hecho daño a nadie.

—Me conoces de apenas unos minutos, ¿cómo puedes afirmar algo así? —pregunté insegura por mi propia amnesia.

—Tengo esa sensación. —contestó, pensativo —Aunque hayas perdido tus recuerdos supongo que aspectos de tu persona pueden seguir ahí, quiero decir, que no creo que lo hayas perdido todo. —se apoyó en el saliente junto a mí —Por ejemplo, sigues sabiendo hablar, recuerdas los conceptos de las cosas, seguro que también recuerdas leer y escribir, si en tu vida pasada sabías, claro. Con esto quiero decir que creo que solo te han quitado la memoria de tu vida, pero la persona que eras sigue estando en ti, aunque tú no lo veas ahora. —hizo una pausa —Sientes emociones, y no son de ira u odio, o esa sensación me ha dado. Además, una persona cruel me hubiese dejado que aquella bestia me despedazase mientras huía para salvar su vida. Tú me agarraste del brazo y me avisaste para salir por la puerta.

Lo miré, sorprendida por aquellas palabras tan reconfortantes para mí. Conocía a este chico de bastante poco tiempo, pero ya era capaz de hacerme sentir tan bien con solo unas pocas palabras.

—Desde luego, sabes cómo animar a la gente. —le sonreí —Gracias, haces que me sienta mejor.

—Bueno, para eso están los compañeros. —respondió mientras miraba a la enorme luna llena.

—Sí… para eso estamos.

Ambos nos quedamos mirando el inmenso cielo del Sueño del Cazador, del azul propio de los momentos previos al amanecer, sin sol ni estrellas, pero su imponente luna gobernaba las alturas. Aún me resultaba increíble todo lo que había pasado en tan poco tiempo: mi despertar, mi amnesia, descubrir que había muerto y devuelto a la vida, haberme visto envuelta en un contrato del cual yo no había sido partícipe, convertirme en cazadora.

«Hay muchas incógnitas aún que debo resolver. Pero al menos, no estaré sola para encontrarlas», pensé mientras miraba a Kilian, que ahora había cerrado los ojos para concentrarse en la suave brisa que nos acariciaba

—Descubriré la verdad, qué me pasó. Estoy decidida a ello. —susurré muy bajito, a la luna, a modo de promesa.

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Trasvase

1 - Trasvase Bloodborne

I

—Bien, todo está preparado —dijo el anciano—. Solo notarás un pinchazo. La transfusión comenzará pronto.

Nervioso, apreté las manos mientras notaba cómo la aguja traspasaba mi piel y quedaba introducida en la vena donde al final quedó insertada una vía. Poco a poco la sangre comenzó a bajar y a inyectarse en mi cuerpo al mismo tiempo que mis esperanzas aumentaban, deseando que no fuesen vanas.

De repente la cabeza me comenzó a dar vueltas y una sensación de mareo se apoderó de mí, derrumbándome en la mesa camilla en la que estaba.

—Tranquilo, es normal marearse durante el primer trasvase —me explicó el anciano con su fuerte voz—. Los extranjeros como tú acuden a Yharnam en busca de la cura de sus males… —dijo mientras se perdía en sus pensamientos—. Ahora que el contrato está sellado, debemos ver si tu cuerpo soporta esta sangre. No te preocupes. Pase lo que pase, creerás que todo ha sido un mal sueño.

Mareado, giré mi cabeza para apartar los ojos del anciano y concentrarme en la habitación. Sin embargo, una visión extraña apareció ante mí, no sabía muy bien si a raíz de mi reciente estado o a algo más que tuviese que ver con aquella sangre extraña.

El suelo comenzó a derretirse alrededor, tornándose del color y la viscosidad de la sangre mientras una enorme bestia de aspecto lobuno bastante amenazador surgía de su interior y se dirigía hacia mí.

Asustado, pero demasiado cansado y pesado para levantarme, giré de nuevo la cabeza, mirando hacia la derecha con la esperanza de pedir ayuda. Sin embargo, ya no veía al viejo, había desaparecido. Temeroso, y girando la cabeza de nuevo, observé a la enorme criatura acercarse a mí, dispuesta a atacar mientras sus fauces amenazadoras se abrían, ansiosas por desgarrar la carne. Pero, un poderoso fuego surgió de la nada, cubriendo la sangre del suelo y a la bestia que se encontraba a pocos centímetros de mí. La criatura aulló de dolor mientras se consumía en el las llamas.

Intentando no ver esa horrible escena, volteé la cabeza en busca del viejo de nuevo. Sin embargo, otra vez, no se encontraba ahí. En su lugar, una pequeña criatura de no más de medio metro, de aspecto humanoide blancuzco pero, bastante deforme, escaló hacia mí. Volviendo a girar la cabeza, vi como varias de esas criaturas reptaban hasta mí, tapándome la visión de la bestia-lobo que seguía consumiéndose en las llamas.

Un terrible aullido resonó en la habitación y luego el sonido de la carne abrasándose me hizo cerrar los ojos. Fue en ese momento, cuando algo hizo erizárseme la piel.

—¡Oh! Habéis encontrado un Cazador… —oí en mi mente una dulce voz de mujer.

Tras oír esas últimas palabras, me sumí en lo más profundo de la oscuridad, con el corazón encogido y el arrepentimiento creciendo en mi interior.

Hubo un tiempo en el que era capaz de sentir las cosas que se desarrollaban alrededor. Escuchaba a aquellos que hablaban cerca de mí, olía el perfume a incienso que siempre había en la sala y notaba la débil caricia del líquido sobre mi piel.

Sin embargo, con el tiempo, dejé de percibir los pequeños sucesos que me rodeaban. Las voces se hacían cada vez más lejanas, mi piel se volvía más y más fría y mi olfato se volvía insensible. Poco a poco me fui sumiendo más y más en aquel sueño obligado; y el silencio se hizo mi compañero. No podía moverme, no podía abrir los ojos ni saber qué ocurría… Pero tampoco me importaba. Ya no recordaba el porqué de ese sueño. ¿Era un sueño realmente? Tampoco sentía ninguna emoción al respecto que me recordase algo…

Solo sentía pena, un sentimiento que era de causa desconocida para mí; ya no recordaba el motivo de su existencia, pero era reacia a desaparecer aun con el paso del tiempo.

¿Cuánto tiempo había transcurrido? Esta soledad, la tristeza… ¿Por qué no desaparecían? Estas ganas de llorar… Mi vida sonaba lejana, como un cuento inacabado. ¿Y qué había pasado?

Ya no recordaba nada, ni mi vida, ni mi pasado.

Desperté con un sobresalto. Con el corazón desbocado, miré a todos lados de la sala en la que me encontraba, pero no había más que instrumentos quirúrgicos y médicos, y estanterías con libros junto a otras mesas camilla. No había ni rastro de aquella bestia aterradora ni de aquellos seres blanquecinos que ascendían por mi cuerpo. Tampoco había rastro del viejo que me hizo el trasvase de sangre.

—¿Dónde están…? —me pregunté en voz alta mientras bajaba de la mesa camilla de un salto, a la vez que mi cuerpo se estremecía al recordar la escena—. ¿Habrán sido esos seres… una alucinación? —me pregunté mientras miraba de nuevo la sala, sin encontrar nada.

Algo nervioso, me miré las manos. La piel ya no tenía aquel aspecto ceniciento que se había vuelto normal para mí; ahora volvían a tener un color claro pero más sonrojado, más sano, como tiempo atrás. Abrí y cerré las manos con fuerza. Ahora me sentía más fuerte que antes, como en aquel tiempo en el que podía salir a hacer ejercicio, o simplemente, podía ejercer las tareas del trabajo y del hogar.

—Es… Increíble —susurré maravillado.

Me giré de nuevo hacia la mesa camilla en la que el anciano me hizo el trasvase de sangre. El recipiente que contenía la sangre estaba vacío, y la vía ya no estaba. Curioso, busqué la pequeña incisión que la aguja había hecho en mi piel, pero no había nada en el brazo derecho, ni siquiera una pequeña marca.

—Realmente… era cierto. —susurré.

Todos mis esfuerzos por llegar hasta aquí habían dado sus frutos. Estaba curado. No podía creerlo. Lleno de alegría, me puse a saltar de júbilo en el piso.

—¡Es increíble! ¡Estoy curado, estoy cur…!

La madera crujió bajo mis pies, y de repente, el suelo desapareció, haciéndome caer al vacío. Varios metros más abajo, caí sobre el duro suelo de piedra, dejando que un gran dolor agudo recorriese todas mis extremidades inferiores por el impacto. Con un grito ahogado por el dolor me llevé las manos a las piernas, palpando si había alguna zona fracturada o herida, pero solo parecían contusiones no demasiado graves.

Fastidiado y aún confuso por lo que acababa de ocurrir, levanté los escombros que habían caído sobre mí y me puse en pie con cierta dificultad.

—¿Pero qué cojones? —farfullé mientras miraba hacia arriba—. ¿Cómo ha podido desprenderse el piso? —Enfadado, miré el agujero por el que había caído. Habría por lo menos unos seis metros de altura a éste, demasiado alto para alcanzarlo—. Mierda, ¿y ahora cómo voy a salir? ¡¿Hola?! ¡¿Hay alguien?! —grité intentando pedir ayuda, sin respuesta alguna—. Mierda, mierda, mierda… —susurré mientras agarraba mi pelo con frustración—. Tengo que salir de aquí…

Comencé a analizar la sala en la que me encontraba ahora en búsqueda de una salida. Detrás de mí había numerosos escombros que parecían tapar una puerta y enfrente de mí, se continuaba un pasillo lo suficientemente oscuro para incitarte a no seguir su camino.

«Bueno, vayamos a lo obvio y lleguemos a esa puerta», me dije mientras quitaba el primer obstáculo.

Poco a poco fui despejando el camino, hasta dejar libre el paso a una puerta de madera bastante adornada con relieves y unos bonitos cristales que le daban un toque exquisito, de los cuales se dejaba ver una pequeña luz que iluminaba la estancia interior. La puerta tenía forma de arco de medio punto, algo bastante inusual de ver en el lugar donde yo procedía.

Esperanzado, agarré el pomo de la puerta y lo giré, abriéndose con suavidad.

—Uff, menos mal. —suspiré mientras entraba por la puerta.

Al otro lado, lo que vi me dejó sin habla.

Se trataba de una pequeña estancia de piedra sin ninguna otra salida, alumbrada por la luz tenue de las velas que había en el suelo formando un ancho pasillo hasta el fondo de la habitación, donde había un pequeño altar de piedra en el que, sorprendentemente, había alguien.

Patidifuso, anduve hasta el altar muy despacio mientras observaba con detenimiento a la persona que se encontraba ahí. Parecía flotar verticalmente en una especie de urna rellena de un líquido trasparente, pero del que salía cierta luminiscencia azulada.

Era una muchacha, una chica joven, de entre diecisiete o dieciocho años, algo menor que mis veinticuatro años. Vestía un vestido blanco con bordados y encajes azul claro que la hacía parecer más pequeña de lo que parecía, ya que era bastante pomposo y la joven era bastante menuda y de aspecto algo frágil. Parecía que dormía sumergida en ese líquido… o estaba ahí conservada de alguna manera.

Una vez llegué hasta el altar pude fijarme en los detalles de su rostro. Su cara era redondeada y equilibrada y de una piel muy pálida, pero al contrario que la palidez que sufrí yo por la enfermedad, ésta era una piel muy clara, pero de aspecto sano, la piel fina e impoluta de una chica a la que el sol no conseguía colorear, a excepción de las pecas que cubrían sus mejillas y nariz, las cuales le añadían un toque de belleza e inocencia.

Sus labios eran carnosos y de un aspecto suave que, junto con su color rosado, los hacían muy atractivos. Estaba seguro de que tendría una sonrisa bonita.

Sus ojos estaban cerrados, pero dejaban entrever su forma almendrada, y sus largas pestañas negras al final de los párpados. Los ojos se encontraban en armonía entre una nariz pequeña que endulzaba el rostro de la joven y remarcados por unas cejas oscuras finas y equilibradas, aunque imaginaba que de normal no se le verían ya que deberían ser tapadas por un flequillo recto que ahora se movía de su posición debido al líquido que lo mantenía en suspensión.

Al igual que el flequillo, su larga cabellera castaña oscura estaba flotando en el líquido, pero que, de normal, debería llegarle a media espalda.

En conjunto la chica debía ser bastante atractiva, no una belleza estándar, pero si una más natural.

—¿Qué hace alguien como tú en un sitio como este… así? —pregunté mientras la observaba—. ¿Quién eres…?

Curioso, me arrodillé para leer el grabado que había tallado en la parte frontal del altar. Las palabras estaban desgastadas y había fragmentos que no podían leerse debido a que varias fracciones de piedra habían desaparecido. Aun así, podían identificarse ciertos apartados del escrito: “Aquí yace…Arya…e Efher…hij… de… na de los…nos… Fue puesta a…  20 años de edad. Q… s…de…canso…perpetrad…hasta que la sang……infecci.... Que… buena sang… guíe su camino”

—¿Arya? —dije en voz alta extrañado—. Que nombre más extraño… —dije mientras rozaba con los dedos las letras—. Aunque, parece que falta parte de él, así como del apellido… —seguí leyendo—. ¿Veinte años? ¿Tienes veinte años? —pregunté a la figura de la muchacha extrañado—. Pareces más joven. —Reí para mis adentros.

Finalmente me levanté y miré de nuevo a la muchacha. ¿Quién debía ser esa chica para haberla dejado aquí en ese estado vegetativo?

—Imagino que no estuviste muy de acuerdo… —le dije mientras apoyaba la mano izquierda en el cristal de la urna, mirando apenado a la joven—. Tu cara se ve triste…

En ese momento, justo donde tenía apoyada la mano, una pequeña luz azulada resplandeció y formó una pequeña grieta en el cristal.

—¿Pero qué…? —exclamé mientras daba un par de pasos atrás.

El cristal comenzó a resquebrajarse poco a poco, envolviendo toda la urna y explotando finalmente en mil pedazos.

—¡Ah! —grité mientras intentaba protegerme de los cristales despedidos, aunque noté pequeños cortes en brazos y uno en la mejilla.

Cuando aparté los brazos, todo el líquido se había desparramado por el suelo y la muchacha había quedado tendida en el altar. Sin pensarlo, llegué a esta ella para ver si estaba bien.

—¡Ey, ey! —le grité mientras le zarandeaba un poco el hombro derecho—. ¿Puedes oírme? ¿Estás bien?

La muchacha no respondió, ni siquiera despertó, pero veía subir y bajar su pecho con cada respiración, lo que me indicaba que estaba viva. Con un suspiro de alivio, dejé caer un poco los hombros por lo cansado que me había sentido por momentos.

«¿Qué debería hacer?», me pregunté mientras observaba a la chica. «No puedo dejarla aquí ahora. Si alguien la mantenía ahí dentro no debería agradarle enterarse de que ya no lo está. Y tampoco creo que le gustase saber que yo he podido tener algo que ver… Debo irme. Debemos irnos».

Con cuidado, cogí en brazos a la muchacha, que como esperaba, era bastante liviana. Me di la vuelta, hacia la puerta por la que había entrado, y una vez en el lugar donde había caído al principio, me dirigí hacia el oscuro pasillo.

«No tengo opción», pensé mientras me adentraba en la oscuridad.

Sin embargo, la poca luz duró poco, ya que al andar por el pasillo unas antorchas que había en la pared se encendieron a mi paso.

—Que… curioso —dije mientras observaba el fuego de las antorchas—. Aunque desde que he llegado aquí nada parece muy anodino. —Concluí al mirar de nuevo a la chica que sostenía en brazos.

Al final del largo pasillo me encontré una escalera que ascendía al piso de arriba. Sujetando con fuerza a la joven, subí por las escaleras hasta llegar a una trampilla de madera cerrada. Dando la espalda a esta, empujé con fuerza con esperanzas de que ésta se abriese.

—Vamos… ¡Bien! —exclamé cuando la trampilla se abrió, dejándome salir a la nueva estancia.

La nueva habitación no era más que una zona de paso para ascender por una escalinata a un piso superior, o a salir por otra puerta, que ahora estaba abierta.

«No necesito ascender más pisos, creo», pensé mientras me dirigía a la puerta, habiendo antes tapado un poco con los pies la trampilla con la alfombra que la ocultaba.

Tras andar por varios pasillos, llegué a una sala que me resultaba familiar, con dos mesas camilla y un agujero en el suelo.

—Bueno… volvemos a aquí —suspiré.

Dando un rodeo al agujero y pisando con el máximo cuidado posible, llegué hasta la puerta doble del otro extremo de la habitación y la abrí empujando con el hombro.

—Ah… Espero que la salida sea por aquí —dije mientras bajaba por las escaleras con las que se seguía la puerta—. Empiezo a sentir los brazos cansados… —me quejé mientras miraba de nuevo a la muchacha, que aún seguía inconsciente.

Llegando a una nueva habitación al final de las escaleras, la chica comenzó a moverse un poco sobre mis brazos.

—¡Oh! —exclamé al fijarme en su rostro, que ahora parecía despertar.

Con suavidad, la muchacha abrió los ojos poco a poco entre confusa y cansada, como si hubiera dormido mucho tiempo.

—Ho… Hola —la saludé en el tono más cordial del que fui capaz, aunque se notaba cierto nerviosismo y timidez en mi voz.

Por algún motivo, la muchacha, después de fijar su mirada en mí, me sonrió. Era una bonita sonrisa, como ya había imaginado, pero realmente en ese momento lo que te hechizaba era su mirada, una mirada cálida de ojos de un gris plateado, como aquellas noches de luna llena que emitían una luminosidad y una vida envidiosa.

—¡Oh! Yo… —balbuceé tras percatarme de que aún la sostenía en mis brazos—. Lo siento, yo… Mejor te dejo en el suelo.

Con cuidado, bajé a la chica y la dejé en el suelo, agarrándola un poco de los hombros para asegurarme de que era capaz de mantenerse en pie sin caerse.

Ahora que estaba de pie en el suelo, podía ver que le sacaba más de una cabeza a la chica, y que el estar toda empapada la hacía parecer aún más pequeña. La muchacha miró a su alrededor bastante confusa mientras fruncía el ceño.

«No parece que sepa dónde está…»

—Esto… —la chica me miró en ese momento con los ojos dubitativos. ¿Pensaría que era alguien peligroso?—. Bueno, yo… —Me pasé las manos por el pelo, nervioso—. Mejor me presento. Soy…

En ese momento, la muchacha cambió su expresión de duda a terror. Sus ojos, muy expresivos, reflejaban miedo. Con bastante agilidad, la muchacha agarró mi brazo izquierdo y tiró de mí hacia un lado, oyendo justo después cómo una silla que había a mi lado se hacía añicos.

Sin dejarme ver lo que había detrás, la joven tiró de mí y empezó a correr hacia el otro extremo de la habitación, donde había una puerta. Mientras corríamos, giré la cabeza un momento para ver qué nos perseguía: un lobo exactamente de las mismas características que aquel que vi cuando me hicieron la transfusión sanguínea nos intentaba dar caza.

—¡¿Qué cojones?! —exclamé mientras apretaba el paso—. ¡Es enorme!

Lo más rápido que pudimos, llegamos hasta la puerta, la cual golpeé con fuerza.

—¡Oh, vamos! ¡Ábrete! —grité desesperado.

La muchacha se puso a forcejear la puerta mientras yo intentaba encontrar algo para romper la puerta. Sin embargo, la bestia llegó hasta nosotros muy rápido. En actitud protectora me interpuse entre el enorme lobo y la muchacha. La bestia nos observaba, analizando nuestros movimientos.

—Intentaré distraerlo… Mientras tanto intenta abrir esa puerta —susurré a la muchacha.

Acto seguido, grité al lobo para captar su atención y empecé a moverme con ímpetu y a alejarme de la puerta.

«Parece que he captado su atención», pensé mientras esquivaba un zarpazo a pocos centímetros de mi cabeza.

Con cuidado, me alejé más de la puerta y comencé a moverme por la amplia habitación, llena de camillas con material sanitario y paredes forradas de estanterías. El gran lobo era bastante ágil, pero telegrafiaba sus movimientos, lo que ayudaba a esquivar sus ataques, aunque debido a su rapidez a veces era ciertamente complicado salir ileso.

«Si esto hubiese pasado antes de esa transfusión, seguro que ya estaría muerto», agradecí para mis adentros mi nueva agilidad física, mientras esquivaba ese último ataque.

Mientras tanto, oía ruidos cercanos a la puerta cerrada: golpes, forcejeos e improperios.

«Por favor, date prisa…», pensé mientras corría tras haber visto cómo el lobo quebraba de un zarpazo una camilla.

—¡Sí! —escuché exclamar a una voz dulce y suave llena de alivio y júbilo tras oír el sonido de varios cristales rompiéndose—. ¡Vamos! ¡Ven, corre! —Me llamó.

Fintando al lobo, salí corriendo en dirección a la salida, que ahora estaba abierta y con todos los cristales hechos pedazos. La muchacha comenzó a subir las escaleras lo más rápido que era capaz con ese vestido, y yo, tras ella, comencé a ascender. Sin embargo, no pude seguir avanzando mucho más tiempo. La muchacha se paró a final de escalera.

—¡No pares! —le grité desesperado al oír a la bestia unos metros más atrás.

La muchacha no contestó, sino que comenzó a forcejear con algo que todavía no alcanzaba a ver.

—Oh, no… —dije al ver que intentaba abrir otra puerta cerrada—. ¡Mierda!

La chica, asustada, miraba en mi dirección, siendo consciente de que el enemigo se acercaba y que no teníamos espació físico para escapar. Desesperado, me puse a forcejear y golpear la puerta, rompiendo de un puñetazo uno de los cristales, provocando que la sangre empezara a manar por mi mano izquierda.

—Vamos, vamos… —decía mientras golpeaba de nuevo la puerta—. ¡Sí! —exclamé al notar que comenzaba a ceder —¡Una vez más! —le dije a la muchacha, que seguía empujando.

Con un crujido, la puerta se vino abajo, dejando paso al exterior del edificio. Sin perder más tiempo, agarré la mano de la chica para comenzar a correr.

Sin embargo, de repente, me noté muy pesado, siéndome imposible continuar hacia delante. Había algo en mi estómago, algo que no me dejaba moverme. Con lentitud, bajé la mirada hasta mi abdomen, viendo que de éste comenzaba a manar sangre, mientras una garra enorme se retiraba. Fue entonces cuando un terrible dolor agudo me sacudió de arriba abajo, haciéndome tambalear. Me caí al suelo, girado hacia el edificio mientras la sangre teñía el suelo de rojo. A mi lado, la muchacha me miraba con ojos vidriosos tendida en el suelo, mientras la sangre que manaba de su pecho tintaba de escarlata su hermoso vestido.

Con la poca fuerza que me quedaba, alargué un brazo hasta ella, cogiendo una de sus pálidas manos. Unas pequeñas lágrimas cayeron por su rostro, que ya no mostraban miedo, pero sí pena y compasión.

¿Era así como iba a morir? ¿Era así como íbamos a morir?

«Después de todo, Kilian, aquí termina tu viaje…», pensé mientras dirigía ahora la mirada al cielo del ocaso. «Por lo menos pude sentir de nuevo lo que era estar sano… vivo».

Notaba cómo la fuerza con la que la muchacha agarraba mi mano se desvanecía poco a poco, y cómo mi visión se hacía cada vez más negra.

La herida no dolía, ya no notaba cómo la sangre abandonaba mi cuerpo, ya no sentía el frío de la calle, ni era capaz de distinguir los últimos tonos del anochecer. Con la última espiración, cerré los ojos y me abandoné a la fría oscuridad.

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Prólogo

Bloodborne Prólogo

—… a todos. ¡A todos! ¡Yo os maldigo a todos y cada uno de esta ciudad!

Nos miraba con el mayor odio que pude ver en alguien. Las lágrimas caían por sus mejillas por la rabia que ahora no tenía control; sus ojos llameaban mientras el color violeta de sus hermosos orbes desaparecía para volverse completamente de un rojo intenso, como la sangre derramada, la sangre de Los Eternos.

Varios de nosotros escuchábamos estupefactos sus palabras, mientras que otros se preparaban para la pelea que en el fondo, sabían que no podrían ganar.

—Todos pereceréis bajo la Luna de Sangre, no seréis más que bestias en busca de mi sangre maldita. —Se rio, de tal forma que me sacudió el alma—. Todos pagaréis lo que me habéis hecho, ¡todos!

Varios Cazadores se abalanzaron para parar de oír sus palabras, pero una energía luminiscente, como si de un campo de fuerza se tratase, los hizo saltar por los aires.

—¡No es posible! —gritó uno de los Estudiantes—. Se suponía que ya no le quedaba ningún poder…

—No me subestimes, estúpido mortal —dijo con fuerza desgarradora; la autoridad de su voz hacía estremecer a quien la oyese.

Observé su presencia imponente; su mirada, antes llena de rabia y dolor, ya no mostraba ninguna emoción. Si alguna vez mostró sentimientos humanos, ya no se encontraban en sus ojos más allá que la impasibilidad de los Dioses. De alguna forma, esa nueva mirada me hizo estremecer incluso más que la de ira.

—Gehrman… —susurré mientras lo agarraba por un brazo—. ¿Qué podemos hacer?

El apuesto hombre que estaba a mi lado no hizo más que un gesto negativo con la cabeza mientras miraba la escena.

—Es nuestra culpa… —fue lo único que dijo mientras cerraba los ojos, apesadumbrado—. Nunca debimos obedecer todas esas órdenes.

—Pero…

El cielo se oscureció, y una enorme luna llena de color rojizo apareció en el firmamento; el viento comenzó a correr a nuestro alrededor y el miedo se aposentó en nuestros corazones. La ira de los Dioses caería sobre nosotros esa noche.

Era cierto, todo era culpa nuestra. Si nunca hubiesen querido utilizar un poder que escapaba a cualquier entendimiento… Y si no hubiesen jugado con sus sentimientos, si no le hubiésemos arrebatado su libertad, esto no habría pasado.

«Caryll, ojalá estuvieses aquí», deseé para mis adentros mientras la enorme luna ascendía en el cielo. «¿Qué va a ser de nosotros ahora? Lo siento tanto…»

Las lágrimas comenzaron a brotar por mis ojos, llenas de culpa y frustración mientras caía de rodillas al suelo, sin fuerzas.

—¡María! —gritó Gehrman, poniéndose a mi altura—. ¿Qué…? —ahogó la pregunta al verme llorar.

—Lo siento, lo siento tanto… —sollocé en su pecho mientras me carcomía toda la culpa.

Estábamos malditos, todos los que habían probado la sangre de los Dioses ahora pereceríamos en la locura y nos convertiríamos en aquello que perseguíamos. En el fondo, sabía que era lo justo, nos lo merecíamos.

—¡Caryll no habría querido esto! —grité aun así, desesperada.

Un silencio se apoderó de la zona, mientras una luz violeta comenzó a emanar de su cuerpo.

—Caryll está muerto —dijo con voz fría, sin necesidad de alzar la palabra para hacerse oír en la lejanía.

Algo se sacudió dentro de mi corazón y me hizo tambalear, y una sensación de frialdad se apoderó de mi cuerpo.

—La luna, la noche... —dijo con una voz lejana, cansada. La voz de quien sabía que lo había perdido todo, su voz rota y humana, en medio de su locura por el dolor volvió a vislumbrarse. —Temed la vieja sangre —recitó, esta vez, con la misma apatía inhumana de antes.

Asustada, observé la enorme luna que nos iluminaba, reclamando nuestra condición humana, a la espera de nuestra sangre, nuestra humanidad… y muerte.

¿Qué iba a ser de nosotros? ¿Cómo íbamos a acabar con lo que habíamos creado?

—Por favor, que alguien nos ayude… —supliqué —Caryll… vuelve.

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