Capítulo 72
Los días lluviosos eran los peores.
Todo su cuerpo estaba empapado y su visión estaba nublada.
En verdad, cuando Tuvio y algunos de sus subordinados entraron en la mansión, su primer pensamiento fue buscar refugio de la lluvia en lugar de buscar a Dietrich.
Pero había alguien allí.
Una mujer con cabello rubio platino y ojos azules.
Ella era la mujer más hermosa que Tuvio había visto jamás.
Se encontró mirando fijamente, como hechizado, cuando la mujer preguntó:
—¿Conocéis a Dietrich?
Hasta ese momento, él pensaba que tenía suerte.
Él pensaba que todo iba bien, pero luego…
—¡Aaaargh! ¡Aaaah!
Uno de sus subordinados, golpeado por el repentino golpe de la espada de Dietrich, agarró su brazo cortado y rodó por el suelo.
¿Qué cojones había hecho este loco?
Tuvio se quedó mirando a Dietrich, congelado por la sorpresa.
Conocía a Dietrich desde hacía mucho tiempo, lo suficiente como para guardarle rencor, y lo conocía bien.
Ese tonto débil y sin carácter que, a pesar de sus abrumadoras habilidades, nunca pudo asegurar su propia posición.
Fue por eso que Tuvio tomó el lugar de Dietrich.
Había visto a Dietrich realizando tontamente trabajos de socorro frente al templo.
Un hombre que era irritantemente amable. Tanto que rozaba la estupidez.
Un debilucho que una vez había agarrado su espada con tormento, incapaz de golpear a nadie.
Éste era el Dietrich que Tuvio conocía.
Pero ahora…
—¿Qué… qué demonios estás haciendo?
Tuvio gritó en estado de shock.
Dietrich se volvió hacia él con una expresión fría, sin emociones, carente de cualquier calidez.
Los ojos, que una vez fueron de color violeta claro, ahora estaban completamente desprovistos de luz.
Mientras Tuvio miraba fijamente ese abismo, su cuerpo se tensó de miedo.
—¡Dietrich!
La mujer detrás de ellos parecía igualmente alarmada.
Ella agarró a Dietrich en pánico.
—De-detente, Dietrich.
Su voz tembló mientras llamaba su nombre, claramente conmocionada por lo que acababa de presenciar.
En ese momento, una cálida sonrisa apareció en el rostro sin emociones de Dietrich.
Tuvio lo miró con incredulidad. Dietrich siempre había sido amable, pero sus expresiones siempre habían sido neutrales.
Un hombre que rara vez sonreía, que rara vez se enojaba y que era rígido en su comportamiento.
Aún así, siempre había una gentileza en sus acciones.
—Charlotte, ¿te asusté?
La forma en que Dietrich trató a la mujer fue nada menos que impactante.
Este maníaco no sólo había mostrado brevemente un atisbo de su antiguo yo, sino que también sonrió, una sonrisa que incluso sus compañeros más cercanos nunca habían visto.
—Baja la espada, Dietrich.
—Pero, Charlotte…
—¡Ahora!
—…Está bien.
Dietrich dejó caer la espada al suelo casualmente.
¿Quién era esta mujer para que él entregara su arma tan fácilmente?
Tuvio apretó los dientes.
—¡Dietrich, cabrón! ¿Te das cuenta de lo que has hecho?
Tuvio señaló a su subordinado, que yacía en el suelo, agarrándose la herida.
—¡No solo desertaste de la orden sagrada, sino que también atacaste al grupo de búsqueda que fue enviado a buscarte! ¡Esto es una traición y un insulto al templo! ¡Has cometido un grave delito! —Tuvio gritó, levantando su espada.
Él no podía perdonar esto.
¿Cómo se atrevía Dietrich a faltarle el respeto hasta tal punto?
Ya no era nada.
Un tonto que había perdido su posición y autoridad originales ante Tuvio.
—¡Patético bastardo! ¡Ni siquiera pudiste completar una sola misión, y ahora te acuestas con una mujer!
Tuvio miró a la mujer.
Se aferró aún más al brazo de Dietrich. A Tuvio le pareció que estaba asustada, pero era todo lo contrario.
Él no se dio cuenta de que ella era la que estaba frenando a Dietrich.
—¡Si el templo se entera de esto, ni tú ni esa mujer os salvaréis!
—Tuvio.
Dietrich llamó su nombre en voz baja.
Su voz tranquila contenía una sutil advertencia.
Los ojos violetas de Dietrich miraron a Tuvio. Y en esos ojos había una mirada escalofriante.
Le recordó a Tuvio al niño que una vez lo había derribado sin esfuerzo frente a los otros niños.
—¡Maldito bastardo! ¡Siempre buscas tu propia ruina! ¡Tú y esa mujer seréis destrozados! ¡Moriréis los dos!
Lleno de rabia, Tuvio apretó los dientes y se abalanzó sobre Dietrich.
Pero cuando recobró el sentido, su espada había sido arrojada muy lejos y él estaba tendido en el suelo.
Dietrich había dominado sin esfuerzo a Tuvio, que empuñaba la espada, con sus propias manos.
—Charlotte.
Fue exasperante escuchar a Dietrich gritar tranquilamente el nombre de la mujer mientras aún sujetaba a Tuvio.
—Lo siento. Parece que ya no puedo contenerme más.
Dietrich volvió a tomar su espada. Intenté detenerlo, pero la hoja cayó más rápido de lo que podía moverme.
—¡AAAUGH!
El hombre en el suelo, llamado Tuvio, gritó de dolor.
—¡Dietrich, para!
Entonces me di cuenta de que las cosas entre ellos estaban lejos de ser normales. Dietrich y estos hombres no eran amigos.
Aún así, intenté detenerlo.
No quería verlo perder el control de su mente y volverse violento.
—Te insultó. ¿Cómo podría contenerme?
¿Por qué decía esas cosas?
Esto no era propio de Dietrich en absoluto.
«¿Tiene sentido matar a alguien sólo porque no puede controlarse? ¿Podría ser que él piensa que son no-muertos? ¿Es por eso que actúa tan imprudentemente?»
—Dietrich, no son no-muertos. Son humanos. Entraron por la puerta.
Sólo entonces Dietrich miró a Tuvio con un toque de sorpresa.
Después de hablar, comencé a preocuparme de que Dietrich pudiera sentirse herido.
Aunque sabía que no eran amigos, siempre le había atormentado matar no muertos.
—¿No son no-muertos?
—No, entonces detente.
—Ya veo.
Pero, contrariamente a mis expectativas, su reacción fue indiferente. Mientras lo miraba desconcertada, Dietrich sonrió como si la situación le pareciera divertida.
—Tuvio, respóndeme. ¿El templo envió un grupo de búsqueda para encontrarme?
—Ugh…
—No te apuñalé la boca, ¿verdad?
Dietrich agarró la empuñadura de su espada y la hizo girar en la herida de Tuvio.
—¡AAAAAAH!
—Tranquilo. Es problemático si asustas a Charlotte.
¿Qué… estaba haciendo?
No podía entender lo que estaba pasando.
—Sí. ¡El templo ha organizado varios escuadrones para capturarte! ¡Incluso tu amigo Elías viene! Pronto estará aquí. No importa lo fuerte que seas, enfrentarlos a todos... ¡Uf!
—Te estás volviendo demasiado sentimental.
—¡Sir Dietrich! ¿Qué le está haciendo a Sir Tuvio?
Mis pies se sentían pegados al suelo.
¿Era este hombre ante mí realmente el Dietrich que conocí? Parecía una persona completamente diferente.
—¡¿Te has vuelto loco de repente?! ¡¿Por qué te comportas así?!
No fui el único que notó el cambio: Tuvio también gritó.
Pero Dietrich desvió la mirada con fría indiferencia.
Sabía que Dietrich había cambiado.
Pero nunca imaginé que pudiera llegar a ser tan cruel.
Ya no quería mirar más.
Di un paso atrás.
No sólo no quería involucrarme en sus problemas, sino que ver al Dietrich cambiado me hizo perder toda mi determinación.
—Charlotte, la expresión de tu cara es extraña. Parece como si hubieras visto algo horrible.
Dietrich aparentemente perdió interés en Tuvio y se levantó lentamente.
—No hay por qué tener miedo. Nunca te haría nada.
Ante sus palabras llegué a una conclusión.
La razón por la que no me había dado cuenta de su condición hasta ahora.
Dietrich ya había perdido la cordura.
Pero nunca me lo había mostrado.
Me di cuenta de que no sabía nada de él.
[Mentalidad de acero: ACTIVADA]
A medida que mis emociones caóticas se fueron calmando poco a poco, recuperé la compostura.
Dietrich estaba loco.
Él no era la persona que yo quería que fuera.
«Tengo que arreglar esto».
Hace apenas unos momentos, tenía miedo y estaba lista para huir, pero ahora me encontraba firmemente frente a él.
—Hazte a un lado, Dietrich.
Una de sus cejas se arqueó.
—Dije que te muevas. Si me oíste, hazte a un lado.
Miré al Tuvio caído.
—¿Me estás diciendo que deje a Tuvio en paz?
—Sí.
En ese instante, sus ojos violetas se oscurecieron amenazantemente.
Athena: Pues… esto es lo que me da miedo de verdad. Ver cómo Dietrich cayó en la locura; ver cómo una persona buena y vista por todos como ejemplar es capaz de hacer estas cosas sin remordimiento y aumentando cada vez más esa vorágine de locura y violencia. Y encima sin poder escapar jajaja.
 
            