Capítulo 286
La atmósfera ominosa que rodeaba a Ozworld, que estaba desplomado a la sombra de un árbol, era escalofriante.
—¿Qué haces aquí? —pregunté con voz sorprendida, y Ozworld se tambaleó de repente. Sin pensarlo, corrí a sostenerlo.
¿Qué es esta fiebre? Todo su cuerpo ardía. No mentía sobre estar enfermo.
—Si estás tan enfermo, ¡deberías haber ido al hospital!
Estaba a punto de parar un taxi para llevarlo al hospital cuando se apoyó en mí como una esponja empapada y habló.
—Entonces no habrías venido a mí primero.
No podía negarlo.
Ozworld dejó escapar un suspiro ahogado.
—Pero no pasa nada. Porque tú apareciste primero, antes de que yo tuviera que buscarte.
—¿Oh…?
—Vámonos a casa. El coche nos espera. —Ozworld me sujetó la mano con fuerza y empezó a caminar hacia un sedán negro que le resultaba familiar, pero volvió a tambalearse.
—¡Oye! —Rápidamente lo ayudé a subir al coche.
Pensé que debíamos ir al hospital, pero el conductor explicó que un médico nos esperaba en casa. A pesar de estar enfermo, Ozworld se aferró a mí con una fuerza sorprendente, impidiéndome ir a ninguna parte.
—Qué fresco se siente —murmuró soñadoramente, aferrándose a mí.
Cuando llegamos a su casa, logró caminar hasta su habitación con mi ayuda y acostarse. El médico le puso suero intravenoso y le recomendó descansar antes de salir de la habitación.
—¿Cómo diablos te contagiaste de esta fiebre? —pregunté, frustrada, y Ozworld rio débilmente, respondiendo con voz ronca.
—Me pasé un poco.
No podía ni imaginar qué podría haber enfermado tanto a un tipo tan fuerte.
—Aun así, esta vez lo hice bien… —murmuró algo incomprensible y, bajo los efectos de la medicina, se quedó dormido.
¿Qué quiso decir con hacerlo bien?
—Eres como un extraterrestre.
Quizás por eso no podía entenderlo.
Ozworld tenía un resfriado muy fuerte. Como era de esperar, faltó a clase al día siguiente. Su ausencia se notó, e incluso alumnos que nunca me habían dirigido la palabra preguntaron por él. No parecían darle mucha importancia al hecho de que lleváramos días sin hablar. Yo no podía concentrarme en clase, me sentía intranquila.
Después de haber pasado los últimos días con Hamin y Jin Wonwoo, hoy volví a ir a su casa con ellos. Hamin, decepcionada por no haber ido ayer a casa de Jin Wonwoo, revisó su teléfono.
—¡Oh, un momento! Tengo que contestar esta llamada —respondió con una expresión de alegría, su rostro iluminado de cariño. Tras una breve llamada, nos informó alegremente—: Me llamó una amiga, así que tengo que irme. ¡Nos vemos mañana!
Jin Wonwoo la vio marcharse y luego se volvió hacia mí.
—Parece que se lleva muy bien con el chico que le gusta.
—¿Su amor platónico?
—Un alumno de último año del colegio de chicos que está al otro lado de la calle. Ella lo conoció en una cita a ciegas.
Una cita a ciegas… algo que nunca había formado parte de mi vida. Asentí distraídamente.
Cuando llegamos al punto donde Jin Wonwoo y yo solíamos separarnos, lo saludé antes de subirme a mi bicicleta.
—Nos vemos mañana.
Cuando estaba a punto de marcharme, Jin Wonwoo señaló la calle principal.
—¿Quieres ir a la librería? Necesitas libros de texto nuevos, ¿verdad?
Negué con la cabeza.
—Debería ir a ver cómo está Oz.
Jin Wonwoo me miró incrédulo.
—¿No es eso un poco excesivo para un simple amigo?
—…Es un amigo íntimo, así que es normal preocuparse.
—Es solo un resfriado. La mayoría de la gente no se preocuparía tanto.
Tal vez tenía razón. Ozworld siempre había estado a mi lado cuando estaba enferma. Y esta era la primera vez que él estaba tan enfermo, así que sentí que debía hacer lo mismo. ¿Acaso era extraño?
Claro, era porque a Ozworld le caía bien, así que el estándar podría ser diferente. Pero dejarlo solo y seguir con mi día no me parecía correcto.
—Ha sido mi único amigo.
Antes de mi regresión tenía más amigos, pero Ozworld era único.
—Así que desconozco los estándares de los demás.
Jin Wonwoo se despeinó con frustración.
—Ah, joder… —Entonces confesó—: Me gustas. Por eso no quiero que vayas a Ozworld. Estoy celoso.
Su confesión fue muy repentina. Me quedé allí, desconcertada, mientras él continuaba:
—¿Quieres salir conmigo?
Jin Wonwoo era uno de mis pocos amigos. A diferencia de Ozworld, no esperaba que se me confesara. Pero no sentí que el mundo se acabara ni que mi mundo se pusiera patas arriba como cuando Ozworld se confesó. Simplemente me sorprendió mucho.
—Lo lamento.
Así que podía rechazarlo claramente.
No me preocupaba nuestra futura relación ni cómo enfrentarlo, ni la idea de la eternidad. Simplemente tenía curiosidad por saber por qué me lo había confesado ahora, cuando apenas habíamos empezado a hablar.
—Supuse que dirías que no —dijo Jin Wonwoo con una sonrisa amarga—. No pensaba confesártelo, pero sentí una urgencia extraña y lo solté sin pensarlo.
¿Debía consolarlo? ¿O simplemente quedarme callada?
Mientras yo permanecía allí, confundida, me preguntó:
—Te gusta Ozworld, ¿verdad?
No lo preguntaba como amigo.
—…No estoy segura.
Hace unos días habría dicho que no, pero nuestra reciente guerra fría había confundido mis ideas.
¿Me gustaba Ozworld? ¿Estaba interpretando mal mis sentimientos debido a la confesión?
Una cosa era segura: alejarme de Ozworld sería increíblemente difícil. Sacarlo de mi vida sería como arrancarme una parte de mí misma, dejando una herida que sangraría hasta que se formara piel nueva y quedara una cicatriz permanente.
Todavía no sabía si podíamos ser pareja. Pero no podía perderlo ahora. Estaba demasiado arraigado en mi vida. Considerándolo como un miembro de la familia, no tenía sentido alejarlo y seguir indecisa.
Decidí dejar de ser una cobarde.
—No estoy segura, pero lo averiguaré.
Tras dejar a Jin Wonwoo con una expresión agridulce, me dirigí a Ozworld.
¡Maldita sea esta cuesta arriba! Era increíblemente difícil ir rápido en bici por este barrio de lujo. Casi me bajo de la bici y toqué el timbre con urgencia. En lugar de preguntar quién era, se abrió la puerta.
En realidad, no necesitaba entrar por ahí. Conocía el código de la puerta trasera, que prácticamente era mi entrada privada. Pero hoy no entré sigilosamente en su casa como si tuviéramos una relación secreta. Entré por la puerta principal con seguridad y determinación.
Pasé por el pasillo, subí las escaleras, caminé por el sendero de piedra, crucé el jardín y finalmente llegué a la puerta principal. Ozworld estaba saliendo y se detuvo al verme.
Sin aliento, grité como si estuviera declarando la guerra:
—Me gustas.
Ozworld, que estaba a punto de decir algo, cerró la boca.
—Pero no estoy segura de si es amistad o amor.
Antes de que pudiera responder, solté mis pensamientos sin refinar, como quien pone excusas.
—No quiero que te sientas solo ni que sufras. Y no quiero que tú me hagas daño. Eres mi prioridad. Simplemente me parece lo más natural…
Entonces, me arrepentí al instante. ¿Y si mi confesión impulsiva aceleraba nuestra ruptura?
Aún insegura, pregunté con voz temblorosa:
—¿Qué debo hacer ahora?
Me sentía como una niña que ha roto un jarrón, apretando las manos con fuerza.
Llegó furioso y me arrastró dentro de la casa. La enorme puerta de la mansión se cerró tras nosotros. Me abrazó con su cálido cuerpo. Al cruzarse nuestras miradas, tuve una premonición. Íbamos a besarnos.
Nuestros labios se unieron en un beso desesperado y torpe. Me sentí mareada, como si algo hubiera explotado en mi mente, dificultándome la respiración. Aferrada a su fina camisa como quien se aferra a un paraguas en medio de una tormenta, me sentí débil.
Nuestro primer beso, que debería haber sido especial, fue apresurado y caótico, y me dejó las piernas temblando. Ambos jadeábamos como si hubiéramos estado sumergidos en aguas profundas.
—¿Qué tal estuvo? —preguntó Ozworld con voz ronca.
Su pregunta era vaga, pero, curiosamente, comprensible. Me preguntaba si mis sentimientos se habían aclarado después de su beso.
—…Siento que el corazón me va a estallar.
Ozworld se rio.
vYo también.
Seguimos recuperando el aliento, mirándonos fijamente.
Algo había cambiado. Desde el beso de hace un momento, algo definitivamente había cambiado. Darme cuenta de esto me hizo picar las palmas de las manos y se me erizó el vello.
Ozworld me tocó la mejilla, con expresión ansiosa.
—¿Puedo ser tu novio ahora?
Asentí en silencio.
—…Quiero besarte otra vez.
Cerré los ojos al oír sus palabras. Entonces, nuestros labios volvieron a encontrarse. De nuevo, fue un beso torpe en el que olvidamos cómo respirar.
Athena: NO. NO DEMONIOS, NO. NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO.
Joder, me siento como una constelación más viendo esto. ¡Pero que te está manipulando! Si dice que esta vez lo hizo bien. ¡No para de manipularte! ¡Nada es genuino! Jiwoo, abre los ojos, su puta madre joder.