Capítulo 131
—¡La abriré, Su Alteza!
El caballero cuyo nombre fue llamado rápidamente sacó una llave de su cintura y abrió la ventana con barrotes de hierro.
Tan pronto como el candado en las barras de hierro se abrió, Sophie corrió adentro.
—¡Killian…!
Sophie ahuecó la mejilla de Killian, que colgaba encadenado, con ambas manos y le levantó la cabeza.
Su respiración se sentía superficial, casi desvaneciéndose.
Con dedos temblorosos, Sophie limpió la sangre que se había adherido a sus pestañas y volvió a llamarlo por su nombre.
Entonces, sus párpados cerrados lucharon por abrirse.
—…Sophie.
Mientras su nombre fluía de los labios llenos de sangre, Sophie finalmente estalló en lágrimas que había estado conteniendo.
—Liberad al archiduque inmediatamente.
Mikhail, al verlo, dio órdenes a los soldados.
—Pero, Su Alteza. La investigación aún está...
—No me hagas decirlo otra vez.
Cuando Mikhail apretó el puño y miró a los caballeros, los caballeros de Orhelin liberaron los grilletes de Killian, que colgaba encadenado.
Al mismo tiempo, el cuerpo de Killian se desplomó débilmente al suelo.
Sophie lo atrapó con ambos brazos.
Aunque se tambaleó bajo su peso, logró sostenerse.
Sophie lo sentó lentamente en el suelo frío y comprobó su estado.
Tenía heridas por todo el cuerpo, por lo que no podía atreverse a tocarlo.
A medida que su posición cambiaba, las heridas parecieron agravarse y Killian se mordió el labio, tratando de sofocar un gemido.
—Llama al médico real.
Mikhail ordenó, y los caballeros, como resignados, no cuestionaron la orden y procedieron a ejecutarla inmediatamente.
Mikhail miró a Killian, completamente desfigurado. Pero no se atrevió a acercarse.
«¿Qué he hecho…?»
Mikhail presionó su frente y apretó la mandíbula con tanta fuerza que parecía que se iba a romper.
Se odiaba a sí mismo por haber dudado de Killian, aunque fuera por un momento.
Se sintió resentido la noche anterior cuando justificó su inacción e hizo la vista gorda, permitiendo que esto le sucediera a Killian.
Mientras Killian sufría tanto, Mikhail estaba sentado en su habitación, dudando y vacilando.
Si no fuera por Sophie, probablemente todavía estaría sentado allí, contemplando y fingiendo soportar todas las cargas del mundo solo, mientras Killian yacía allí moribundo.
Abrumado por un aluvión de emociones mezcladas con culpa, no pudo atreverse a enfrentar a Killian.
—Lady Sophie… Debo subir un momento para escuchar a los caballeros.
Entonces, Mikhail decidió huir, incapaz de afrontar su culpa por el momento.
Necesitaba encontrar una manera de expiar sus pecados, dondequiera que fueran.
—Pero, Su Alteza…
—Nadie más se atreverá a bajar. El médico llegará pronto, así que por favor cuida de Killian un rato.
Después de consolar a Sophie, Mikhail volvió su mirada hacia Ian.
—Sir Ian, tengo una petición, así que acompáñame.
Ante las palabras de Mikhail, Ian miró a Sophie.
Ian no prestó atención a la condición de Killian.
Lo que le pasara a ese bastardo no era asunto suyo.
Pero Sophie lo volvía loco.
Su pecho ardía con un sentimiento intenso.
Ian sintió que ahora entendía una razón más para estar enojado con Orhelin.
Killian era un asesino, y aún así la amable Sophie continuó defendiéndolo.
Simpatizar con Killian, entregarle su corazón.
Ian no pudo intervenir.
Una ola de inmensas emociones surgió dentro de Ian.
—¡Maldita sea…!
Incapaz de controlar sus crecientes emociones, Ian salió furioso.
Sintió que tenía que de alguna manera desquitarse con los bastardos de Orhelin.
Mikhail observó a Ian subir las escaleras con paso decidido.
Luego le dijo a Sophie que esperara un poco y siguió a Ian.
Los pesados pasos de Mikhail resonaron por la prisión subterránea y se desvanecieron gradualmente.
Cuando todos se fueron, Sophie se sintió asustada.
Ella se sentó allí, sosteniendo al moribundo Killian, incapaz de hacer nada.
El espacio opresivo que la rodeaba la asfixiaba.
Con las puntas de los dedos temblorosas, Sophie intentó apartar los mechones de cabello de Killian pegados a su rostro.
Entonces Killian apartó débilmente su mano.
Su cuerpo inerte se movió ligeramente sobre el frío suelo de piedra.
Cuando sus brazos ensangrentados tocaron la piedra fría, sus músculos se contrajeron.
Con cada movimiento de sus músculos y su piel, sus heridas torturadas se retorcían y se abrían.
Fue una escena tan agonizante de ver con los ojos abiertos.
—Killian, por favor, no te esfuerces…
—¿Por qué… estás aquí?
Luchando por levantarse, Killian levantó la cabeza.
Sophie se estremeció involuntariamente.
Sus ojos rojos la miraron con una intensidad cruel.
Su corazón se hundió al ver esos ojos desconocidos.
—¿Killian…?
Sophie preguntó confundida e insegura de la situación.
Killian apretó la mano en el suelo y murmuró mientras levantaba la cabeza.
—Tú… siempre te entrometes innecesariamente y arruinas todo.
Escupiendo sangre a su lado, su voz era diferente. Fría, sin emociones e irritable.
Sophie lo miró con ojos desconcertados.
Ella no podía entender por qué él actuaba de esa manera.
De repente sintió miedo. ¿Y si él supiera? Que ella era una transmigrante.
Por su culpa, su futuro había cambiado, lo que lo llevó a esta situación. ¿Y si se enteraba?
Ella alteró la historia a través de su transmigración y Killian sufrió una tortura que no merecía.
Todo parecía indicar que era culpa suya.
Temblando de miedo, los labios de Sophie, manchados de sangre, temblaron escalofriantemente.
—¿Aún… no lo sabes?
Sophie sintió que podía dejar de respirar bajo la mirada hostil de Killian.
Luego, inclinándose más cerca, Killian le susurró al oído a Sophie.
—Te han engañado…
Su voz áspera y grave mezclada con un tono metálico rozó su oído como un viento frío.
¿Engañado…?
—En verdad… los maté a todos.
Killian se rio entre dientes mientras hablaba.
Una risa corta y amarga resonó en el oído de Sophie.
—Ese asesino loco… soy yo.
Su confesión hizo que los ojos de Sophie se abrieran con incredulidad.
Ella no podía comprender lo que estaba diciendo.
—¿Los mataste a todos? Pero fue Rosario quien mató al marqués Fideut y al vizconde Percel.
Era la emperatriz, ¿no?
—Es curioso… que creyeras cada palabra que dije sin dudarlo un instante.
Killian sonrió burlonamente ante la desconcertada Sophie.
Sus ojos esmeralda una vez confiaron profundamente en él.
Pero los caballeros de Mikhail y Orhelin no estaban presentes.
Estaría bien decirle esta verdad a la estúpida prometida
—Fue muy entretenido jugar contigo… —Killian se burló cruelmente—. Creciendo en un ático… no sabías nada sobre cómo funciona el mundo.
Incluso después de verlo regresar herido cada vez que aparecía la luna negra, ella había creído en él como el hierro.
¿Podría alguien ser tan ingenuo?
La gente común habría dudado hace mucho tiempo.
—¿O tal vez… esperabas que pudiera ser tu salvador?
¿Como un príncipe en un caballo blanco, alguien justo y espléndido, rescatándola de ese viejo y sucio ático?
¿Quería ascender al rango de prometida de un duque y disfrutar de riqueza y gloria?
—Viviendo en un mundo de cuentos de hadas, ¿no? —Killian murmuró con un tono burlón—. No hay príncipes en caballos blancos en este mundo, Sophie.
Levantó sus ojos rojos para encontrarse directamente con la mirada de Sophie.
Como si intentara despertar su tonta mente con un consejo útil, Killian se burló de los claros ojos esmeralda de Sophie.
Cada daga que lanzó atravesó su corazón una por una, y como esperaba, las lágrimas brotaron de sus ojos esmeralda.
Sophie bajó la cabeza como si intentara ocultar sus lágrimas.
—Si lo entendiste, déjalo así. No quiero verte quejarte así.
Cuando Killian habló con desdén, tratándola como un insecto molesto, los pequeños hombros de Sophie temblaron visiblemente.
En ese momento, una lágrima rodó por su regazo.
Al mismo tiempo, Killian sintió una punzada en el corazón.
Su mano se movió instintivamente hacia su hombro tembloroso.
Pero al darse cuenta tarde, retiró la mano y la dejó caer al suelo.
«Sí, así es. Es lo mejor».
Todo iba como lo había planeado.
«No puedo dejar que te involucres más conmigo».
A pesar de haber pospuesto la ruptura, parecía que de todos modos habían llegado a este punto.
Killian estaba preocupado por Sophie, que enfrentaba un futuro incierto.
¿Qué le sucedería a ella si a él lo tildaran de traidor? ¿Podrían sus pecados de alguna manera extenderse y dañar a Sophie?
No podía soportar ver a Sophie herida o muerta por su culpa.
Por eso necesitaba cortar lazos con ella, incluso si eso significaba decir palabras duras como esa.
Luchando por contener el dolor en su pecho, Killian finalmente logró separar sus labios con gran esfuerzo.
—…Si hubiera surgido la oportunidad, podría haberte matado después.
Quizás ese hubiera sido el caso.
La emperatriz sabía que te amaba, así que tal vez te hubiera usado en mi contra como una amenaza.
—Killian…
La voz entrecortada de Sophie, empapada de lágrimas, lo estremeció.
Su voz provocó una oleada de calidez en su pecho.
Si continuaba escuchando esa voz, temía volver a apoyarse débilmente en ella.
Athena: No tío, no hagas esto… No puedes soportarlo tú todo. Así solo os hacéis daño los dos. Lo entiendo, entiendo por qué quieres hacerlo, pero no lo hagas.