Capítulo 1
La vida de Elaina Winchester era pacífica.
Su padre era el duque de la prestigiosa Casa de Winchester y su madre era una destacada socialité.
Nacida al mediodía del día del solsticio solar, el duque de Winchester llamó a su hija Elaina.
El sol, la antorcha, la luz cálida.
Como la persona que estaba destinada a ser, Elaina vivió una vida que era literalmente como el sol.
Siempre estaba rodeada de gente que la quería. Elaina creció sintiéndose tan cómoda dando cariño como recibiéndolo.
Si el mundo fuera una moneda, su mundo siempre estaría en el lado superior, mirando hacia el sol brillante.
Fue en el otoño de su decimonoveno año, el día de su baile de debut, cuando la vida de Elaina dio un vuelco.
Baile de debut.
Era un gran acontecimiento que marcó la entrada oficial de los jóvenes nobles a la sociedad.
Había un total de ocho jovencitas haciendo su debut en sociedad esa noche.
Fue un evento único en la vida, y aunque todos merecían ser felicitados, siempre había una debutante especial.
Es decir, Elaina Winchester.
Su exuberante cabello rosado estaba hábilmente peinado y recogido hacia atrás, adornado con diamantes amarillos que combinaban con el color de sus ojos.
Alrededor del cuello de Elaina colgaba un collar prestado especialmente por su madre, el más hermoso que se conoce, regalado a su esposa por el Duque el día de su nacimiento.
Fue el mejor día de la vida, por lo demás anodina, de Elaina, y perdió la noción del tiempo mientras sus ojos dorados brillaban y charlaba alegremente con las jóvenes que hacían su debut.
Elaina asumió que todos en ese baile estaban tan felices y se lo estaban pasando tan bien como ella, y se habría quedado en esa ilusión si no hubiera desviado su atención hacia otro lado cuando se cansó de la interminable conversación.
«Diane Redwood».
Una chica de cabello castaño estaba parada en el rincón más alejado. Siguiendo la mirada de Elaina, las jóvenes voltearon la cabeza, vieron a Diane y comenzaron a burlarse.
—En verdad, Lady Redwood no ha cambiado.
—Si es tan insociable, ¿cómo va a socializar?
Fiel a sus palabras, Diane Redwood no se relacionó con los demás protagonistas hoy, a pesar de haber compartido un baile de debut. Siempre había sido así, así que no tenía nada de especial. Simplemente fue uno de esos días en los que se quedó en un rincón, sin relacionarse con nadie.
Elaina pronto miró hacia otro lado; había tantas personas a su alrededor que ansiaban atención, y no veía ninguna razón para prestar atención a Lady Redwood, quien no se molestaba en hacerse amiga de nadie.
No fue hasta el día después del debut que algo extraño sucedió en su mundo perfecto.
—¡Ah!
Un grito resonó en la silenciosa mansión Winchester.
Cuando Sarah entró corriendo a la habitación de Elaina, alarmada, estaba a medio salir de la cama y respiraba con dificultad.
—¡Señorita! ¿Qué le pasa? ¿Tuvo una pesadilla?
Ante la pregunta de Sarah, Elaina murmuró aturdida, como alguien que aún no ha despertado de un sueño.
—¿Sueño?
Al darse cuenta de que era un sueño, Elaina se frotó los brazos. Su fino camisón se le pegaba al cuerpo, empapado de sudor frío.
—Señorita, ¿está bien?
—Sí. Estoy bien, solo un poco asustada.
Pero a pesar de sus palabras, el rostro de Elaina todavía estaba pálido y exhausto.
Todavía podía sentir el peso del libro en su mano y la textura de su cubierta de cuero, a pesar de que acababa de despertar de un sueño.
Elaina apretaba y aflojaba sus manos entumecidas. La mano que se había esforzado por pasar las páginas del libro ahora se movía con fluidez.
—¿Qué estaba soñando?
—No, nada, solo… soñé que estaba leyendo un libro.
Elaina se quedó en silencio, recordando el último capítulo del libro, que estaba lleno de tristeza y tragedia.
Sarah le entregó a Elaina un vaso de agua tibia.
El calor se filtró en las yemas frías de sus dedos y sintió que se calmaba.
Sarah, la alegre habitación, cálida, limpia y ordenada. El crepitar de la leña en la chimenea.
Era real, su realidad, llena de cosas brillantes y felices.
—Es solo una pesadilla.
Eso fue lo que pensó Elaina mientras intentaba sacudirse los residuos del sueño que flotaban en su cabeza.
Pero Elaina estaba equivocada.
Todas las noches después de esa noche, tuvo el mismo sueño. Soñaba con leer «Sombra de Luna», un libro con tapa de cuero negro.
Cuanto más se repetía, peor se veía el rostro de Elaina, como si no hubiera dormido lo suficiente. Preocupada, la duquesa llamó al médico.
—Señorita, el médico llegará pronto. Seguro que podrá ayudarla con sus pesadillas.
La voz de Sarah estaba llena de preocupación y Elaina asintió tontamente.
Una pesadilla. Sin duda, una pesadilla. «Sombra de Luna» era maliciosamente sombrío, y leerlo una y otra vez, día tras día, contra su voluntad, era agotador.
Pero aparte de esto, la mente de Elaina se volvió cada vez más compleja.
«¿Por qué?»
Además del contenido deprimente e infeliz del libro, surgió una pregunta fundamental.
Elaina se sentía cada vez más perdida.
Si este era su sueño ¿por qué aparecía en él el nombre de la mujer?
«Diane Redwood».
La protagonista de «Sombra de Luna» era una mujer con la que Elaina ni siquiera conversaba: Diane Redwood.
—Es solo un síntoma neurótico. No es raro. Se debe a que la debutante, en la que has centrado toda tu atención, ha terminado y estás temporalmente desorientada.
El diagnóstico del médico fue casual. Ella rio entre dientes ante su sugerencia poco sincera de dar un paseo ligero.
—Bueno, señorita, ¿hay algo más que deba saber?
Al ver la expresión triste de Elaina, el médico agregó una pregunta para ver si estaba enferma.
—No. Seguro que tienes razón. Es un simple síntoma.
En lugar de contarle los detalles de su sueño, Elaina terminó la conversación.
El contenido del libro, protagonizado por Diane Redwood, era tan cruel que ella no pudo atreverse a decirlo.
Después de que el médico se fue, Elaina caminó por el jardín nevado, pensando para sí misma.
—Sí. Es por el debut.
Quizás no fuera nada, como dijo el médico.
El libro sobre Diane era un sueño, después de todo. No podías confiar en el contenido.
El libro trataba sobre años en el futuro. El pasado quizá fuera lo que el subconsciente de Elaina recordaba, pero el futuro era otra historia.
—Si eso es cierto, entonces el rey Sorrentia morirá tarde o temprano.
[La noticia de la repentina muerte del rey Sorrentia conmocionó a la nobleza. El marqués de Redwood, que había sido convocado, no regresó a la mansión hasta el día siguiente.
Dos días después se conoció al culpable de la muerte del rey Sorrentia.
Era la hermana del rey, la princesa Cinsier. Su asesinato fue motivado por el resentimiento hacia su hermano, quien se negó a permitirle casarse.]
El reino de Sorrentia era un pequeño país vecino, y hace unos años, su recién coronado rey realizó una visita personal al emperador, donde hizo una audaz promesa de casar a su hermana, la princesa Cinsier, con un noble imperial cuando fuera mayor de edad.
Elaina recordó que el duque de Winchester, que no tenía hijos varones, no estaba preocupado, pero las familias con hijos en edad suficiente para casarse con la princesa Cinsier, especialmente la Casa Redwood, estaban muy interesadas en el asunto.
Se sintió mejor al recordar la ridícula historia del libro. La princesa Cinsier es una jovencita, aún inmadura.
—Volvamos.
Con la mente en calma, sintió frío. De vuelta en la mansión, Elaina se topó con el duque de Winchester, quien se preparaba apresuradamente para partir.
—Padre, ¿a dónde vas?
—Ah, Elaina.
El duque respondió a su pregunta mientras se ponía rápidamente su abrigo.
—El rey Sorrentia ha fallecido y debo ir al palacio inmediatamente. No esperes, no podré cenar contigo.
El duque le dio una palmadita a Elaina en el hombro y se marchó en su carruaje. Elaina se quedó mirando, boquiabierta, la partida de su padre durante un buen rato.
Dos días después, se reveló la identidad del culpable que había asesinado al rey Sorrentia y todo el país quedó alborotado.
—La princesa Cinsier…
El rostro de Elaina palideció cuando leyó en los periódicos que la razón era la falta de voluntad de su hermano para casarla.
Después de su debut, Elaina a menudo se encontraba con Diane en eventos sociales, grandes y pequeños.
Festivales de caza. Festivales de la cosecha. Festivales de arte imperial. Y así sucesivamente.
Se convirtió en un hábito para Elaina buscar a Diane entre la multitud, aunque sabía que no debía hacerlo.
En realidad, Diane y Elaina ni siquiera eran cercanas, pero ese maldito sueño era el problema.
—Elaina, ¿qué pasa? ¿Qué buscas?
Una de las damas nobles le preguntó a Elaina, quien seguía mirando a su alrededor. Elaina negó con la cabeza. Pero su expresión era tensa.
Los sueños recurrentes cada noche le dejaban claro a Elaina lo que le iba a pasar a Diane, incluso aunque ella no quisiera saberlo.
Según «Sombra de Luna», algo especial le iba a pasar a Diane en el baile de esa noche.
La mirada de Elaina se movía nerviosamente de un lado a otro antes de posarse finalmente en Diane. Diane estaba escondida en un rincón del salón, como siempre.
—Sólo simple curiosidad.
Elaina se dijo a sí misma que solo le interesaba Diane por el libro que había leído en su sueño.
Pero ese pensamiento duró poco.
En el momento en que vio al hombre de cabello oscuro acercándose a Diane, Elaina se encontró corriendo hacia ella.
—¡Diane!
Elaina llegó hasta Diane antes que el hombre, agarró la mano de Diane y la miró sorprendida.
—Oh Dios mío, ¿cuánto tiempo ha pasado?
—¿S-sí?
Elaina saludó a Diane felizmente, intentando hacer todo lo posible por ignorar la mirada del hombre que estaba detrás de ella.
—La última vez tuvimos a nuestro debut juntas. ¿Me reconoces?
Athena: Oh… entonces… Vaya. Sueños proféticos. ¡Bienvenidos un día más a una nueva novela en el Universo de Athena! Y parece ser que vamos a ir de la mano de Elaine, nuestra protagonista que no parece ser villana ni nada, solo una persona que no es ni mala ni buena pero que se ve acosada por estos sueños… ¿A dónde nos llevará esto?