Capítulo 151

—Hace siete años, cuando nos conocimos, te prometí que te ayudaría a encontrar el tesoro.

Julieta sabía por los recuerdos de su vida pasada que él estaba buscando la reliquia robada.

Ella lo había sabido desde siempre.

Entonces ella le propuso que le ayudaría a encontrar el tesoro a cambio de permitirle quedarse a su lado.

Después de todo, dentro de siete años, el tesoro robado por la pareja Fran aparecería en el mundo con Dahlia. Ella tenía la intención de quedarse con él hasta entonces.

—Creo que ahora puedo cumplir esa promesa.

Julieta dijo algo torpe.

De hecho, Julieta ya había cumplido la mitad de esa promesa. Descubrió el paradero del tesoro desaparecido y, gracias a ella, la familia Carlyle recuperó la reliquia robada.

Aunque su encuentro con Dahlia fue diferente a su vida anterior.

Aún así, debería habérselo dicho hace mucho tiempo.

Sabiendo que había estado buscando a Dahlia durante 7 años, ella fingió ignorancia por miedo a que la abandonara si conocía a Dahlia.

Lennox levantó una ceja ligeramente.

—¿Qué promesa?

—Como te dije. La promesa de ayudarte a reencontrarte con Dahlia.

Pero la expresión de Lennox era un poco extraña, como si estuviera confundido acerca de la situación.

—¿Conoces a Dahlia?

—Sí.

—¿Cómo?

Julieta inclinó la cabeza.

Su pregunta sonó extraña. ¿Dudaba de cómo reconoció a Dahlia o de cómo podría encontrarla?

Podría haberlo explicado desde el principio.

—Su Alteza, ya conocí a Dahlia antes.

Los ojos de Lennox se entrecerraron.

Parecía entender que "antes" significaba en una vida anterior.

—Fue una relación que nunca pude olvidar —dijo Julieta con una leve sonrisa, como si estuviera contando la historia de otra persona.

Ella contó todo lo que recordaba sobre cómo apareció Dahlia en su vida anterior y quién era Dahlia.

Desde cuando Dahlia llegó a la mansión del norte, hasta los rumores sobre ella durante su estancia en la torre del este.

Mientras tanto, Lennox se limitó a escuchar con expresión severa.

—Dahlia apareció en el norte en esa época.

Fue un día de primavera cuando la existencia del niño mal escondido quedó expuesta y los sueños de Julieta se hicieron añicos.

—Ahora que lo pienso, nunca me preguntasteis cómo sabía sobre Dahlia o sobre la reliquia robada.

Julieta sonrió débilmente.

Habría sido complicado si la hubiera presionado. No podía decir que lo sabía porque había vivido la misma vida dos veces.

—Puede que no lo recordéis, pero tuvimos una gran pelea entonces.

Decir que pelearon sería quedarse corto.

Él estaba enojado y Julieta se aferró a él llorando. Lennox se negó y se fue, y Julieta estaba angustiada, esperando su regreso. Ella pensó que hablarían de nuevo cuando él regresara, creyendo que todo estaría bien.

Pero unos días después, Lennox no regresó solo. Julieta escuchó a las criadas hablando cerca de su habitación.

—El duque finalmente la encontró.

Al principio ella no sabía lo que había encontrado.

Julieta sabía muy poco del hombre que la había salvado. Pero cuando vio a Dahlia, lo comprendió todo.

—¿La torre del este?

—Sí.

La torre este era un espacio al que a Julieta nunca se le permitió entrar durante su estadía en el norte.

Un área permitida únicamente para el jefe de la familia Carlyle y su cónyuge.

—Espera, eso es…

Está bien. Me lo dijo ella misma.

—¿Qué?

En el momento en que Julieta la enfrentó, la mujer sonrió como si pudiera ver a través de todo.

—Oh, finalmente nos conocemos.

El encanto soleado y alegre de Dahlia hizo que Julieta se sintiera inferior.

—Lennox me lo contó. Eres una mujer salvada que sufrió abuso, ¿verdad?

Julieta no le preguntó nada por miedo a la respuesta.

Pero Dahlia respondió todas las preguntas que Julieta no se atrevió a formular.

Como si leyera su mente.

—Me pidió que fuera amable contigo, porque la pobre mujer no tiene familia. No te preocupes.

Dahlia amablemente reveló la verdad, como si fuera una anfitriona amable.

Julieta obtuvo todas las respuestas a sus preguntas.

—La difunta duquesa siempre fue una persona cálida.

Confirmando que todos los rumores susurrados entre los sirvientes de la mansión eran ciertos.

¿Podría haber una respuesta más clara?

Dahlia Fran no solo conocía la estructura de la mansión sino también sobre su familia fallecida y su linaje.

Las palabras de las criadas que Julieta había intentado ignorar resultaron ser ciertas.

Julieta Monad, pálida como la tenue luz de la luna, era sólo un objeto de compasión y curiosidad. Estúpida Julieta Monad. Inflándose con sueños vacíos.

Julieta dio una leve sonrisa.

—El resto es como ya lo habéis oído antes.

Julieta, que finalmente despertó de su inútil sueño, estaba completamente agotada.

Julieta, que no tenía familia ni a quién recurrir, temía que incluso le arrebataran a su hijo restante, por lo que decidió huir. Y había una mujer amable que ayudó a Julieta en ese momento.

Mientras Julieta divagaba, Lennox permanecía sentado junto a ella con el rostro frío e inexpresivo.

Sus ojos brillaban intensamente de vez en cuando, pero no interrumpió las palabras de Julieta. Al menos no hasta que ella empezó la siguiente parte de su historia.

—Y luego…

Julieta no pudo abrir la boca de inmediato. Hablar del pasado le resultaba fácil.

Sin embargo, este era el momento que había temido durante tanto tiempo. Julieta estaba asustada, sin saber cómo reaccionaría él ante esta historia.

—Y no hace mucho tiempo, volví a encontrarme con Dahlia.

—¿Qué?

El hombre, que rara vez mostraba emociones, de repente abrió mucho los ojos.

Su mano agarró con urgencia el hombro de Julieta.

—Espera. ¿Cuándo? ¿Dónde?

Su tez cambió inmediatamente.

Julieta observó brevemente los ojos rojos de Lennox temblando.

Fue una reacción que había anticipado en algún momento.

Si los últimos siete años para él estuvieron llenos de reflexiones sobre cuándo revelar este secreto, para Julieta fue un tiempo de preocupación interminable sobre qué pasaría si Dahlia aparecía.

En esa pesadilla, Julieta se sentó a sus pies y le rogó que no la abandonara. Pero ahora, era Lennox quien estaba arrodillado.

Al ver al hombre tratando de ocultar su desesperación, Julieta parpadeó lentamente.

Contrariamente a sus expectativas, no brotaron lágrimas. Incluso las que se habían acumulado se habían secado.

—Mientras estabais en el sur, fue en el palacio imperial.

Julieta habló con calma, pero sus labios temblaban.

—¿El… palacio imperial?

Julieta observó atentamente que el rostro de Lennox se tornaba feroz.

«Quizás no sea necesario decir que Dahlia es sospechosa».

En su vida anterior, era tan preciada que Julieta ni siquiera podía dar un paso fuera de la torre. Quizás ya sabía de las habilidades de Dahlia.

—Entonces… Dahlia está ahora aquí. Está en el palacio imperial. Si buscáis a la curandera de la emperatriz, la encontraréis.

Después de terminar su historia, Julieta esperó su reacción.

Sin embargo, Lennox no se levantó de inmediato y corrió hacia el palacio. En cambio, la miró en silencio por un momento y luego habló.

—Entonces… Julieta.

Lennox agarró suavemente las yemas de sus dedos.

—¿”Te ayudaré a encontrarlo” te refieres al tesoro robado y a la mujer llamada Dahlia?

—Sí, así es. —Julieta lo confirmó claramente.

Aún así, Lennox preguntó de nuevo.

—…Y mientras yo iba al sur a buscar el tesoro, ¿conociste a Dahlia?

Julieta, un poco molesta, lo confirmó con tono hosco.

—Sí, lo hice.

Acababan de conocerse. No solo hablaron, sino que también discutieron delante de la emperatriz.

—Ja.

Al observar a Julieta, Lennox se rio, lo cual era raro en él.

—La torre este. Ya veo. —Una agradable curva apareció en sus labios—. Ya veo. Ahora lo entiendo.

Cuando sus dedos bien formados rodearon los de Julieta, ella vio claramente una mezcla de emociones cruzar el rostro de Lennox.

Fue una sonrisa que a Julieta le resultó difícil interpretar. Parecía a la vez frío, como si estuviera conteniendo la ira, y estimulante, como un depredador que encontraba una debilidad en su presa.

—¿Qué pasa?

Lennox, que había estado jugando con las yemas de los dedos de Julieta con una expresión ilegible, levantó la cabeza para encontrar su mirada.

—Julieta.

Ella quedó un poco desconcertada.

Los ojos rojos que la miraban parecían más cálidos de lo que esperaba. La mano que tocó los párpados de Julieta también se sentía cálida.

—Porque eso es imposible.

A pesar de su tono suave, Lennox habló con decisión.

—La que conociste no es Dahlia.

—¿Qué?

Lennox continuó hacia la desconcertada Julieta.

—Julieta, si lo que dices es verdad, nunca has visto a Dahlia.

¿Nunca has visto a Dahlia?

—Ni antes, ni ahora.

Julieta parpadeó sin comprender por un momento. Ante esto, Lennox esbozó una sonrisa maliciosa.

—Tengo algo que mostrarte.

Antes de que Julieta pudiera preguntar algo, Lennox sacó algo brillante de su bolsillo y se lo entregó.

Los ojos de Julieta se abrieron de par en par. Era una tiara de joyas que brillaba con un brillo hipnótico.

—¿Esto es…?

—Es el tesoro que encontré en el sur. Estaba en la biblioteca del marqués, tal como dijiste.

—Guau.

En medio de la confusión, Julieta estaba un poco asombrada.

Era comprensible que la familia del duque llevara tanto tiempo intentando recuperarlo. Valió la pena.

Era fácilmente reconocible.

La tiara, adornada con joyas, era el tesoro que la pareja, Fran, robó y se llevó hace 20 años. La brillante corona de oro era extremadamente intrincada y delicada.

—…Es digno de ser el tesoro del duque.

—Sí. Y los tesoros suelen tener apodos grandiosos.

La sonrisa de Lennox fue bastante significativa, lo que hizo que Julieta se sintiera un poco incómoda.

—¿Apodo?

—Sí. Te presento. —dijo Lennox sarcásticamente—. Porque el nombre de este tesoro es Dahlia.

 

Athena: ¿Cómo? ¿Me estás diciendo que le pusisteis un nombre a una tiara? ¿Y que es Dahlia? ¿De dónde sale esta tipa entonces?

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