Capítulo 169
—La condesa Monad, o mejor dicho, la señorita Julieta, es verdaderamente encantadora.
Era una noche en la que la luna estaba casi llena.
—Es triste que la encantadora condesa Monad no tenga ojos para los hombres.
La mujer rubia sospechosa meneó la cabeza como si realmente se arrepintiera.
Roy se preguntó por qué no le rompía el cuello a esa mujer humana en lugar de escuchar sus tonterías.
—Aunque el Rey del Bosque quizá no lo sepa, todo el mundo sabe que la condesa Monad lleva mucho tiempo añorando al duque Carlyle.
Sin embargo, como la lengua de una serpiente, la voz de la mujer tenía un poder extraño.
—Sin embargo, el duque Carlyle es diferente. Un duque que cambia de amantes a diario, ¿de verdad crees que consideraría seriamente a la señorita Julieta?
—Tú…
—Pobre Julieta. Para el duque, solo es un juguete del que se deshace cuando se aburre...
—…Cierra el pico.
Roy advirtió en voz baja, como el gruñido de una bestia amenazante.
Sin embargo, Elizabeth simplemente cerró la boca y miró disimuladamente hacia la mansión.
Roy, sin darse cuenta, siguió su mirada y levantó la vista como si estuviera fascinado. En el segundo piso del anexo, una cálida luz amarilla estaba encendida. Sabiendo que ese era el piso donde estaba la habitación de Julieta, una calidez inundó los ojos de Roy.
Pero eso duró poco.
El rostro de Roy se endureció cuando vio dos sombras parpadeando junto a la ventana. Gracias a su excelente visión, Roy pudo distinguir claramente las siluetas de ambos.
—A este paso, la señorita Julieta volverá a sufrir. Es un final predecible. —De repente, Elizabeth le susurró al oído—. ¿No crees que la señorita Julieta merece algo mejor que ese duque de corazón frío?
Roy tragó saliva.
La mujer pronunciaba las palabras que él aún no había pronunciado. Como si percibiera sus deseos.
—¿Qué estás tratando de decir?
—¿Acaso el gran Rey del Bosque no querría una compañera? ¿Me equivoco?
Cuando Elizabeth se acercó, Roy frunció el ceño.
Por alguna razón, su visión parecía borrosa.
Por un momento, vio a Julieta con una corona de flores blancas, dándose la vuelta y sonriéndole.
Roy se estremeció.
Sus instintos le advirtieron que esto era una ilusión.
—¡Qué vas a…!
—Unas gotas bastarán.
Pero antes de que pudiera reaccionar, Elizabeth rápidamente le agarró la mano.
—Con una gota, la señorita Julieta abrirá los ojos.
En su mano había una pequeña botella.
—¿Qué es esto?
—Es una poción mágica. Sirvo a la emperatriz. Es una habilidad modesta, pero sé algo de medicina.
La botella contenía un misterioso líquido de color rojo oscuro.
Roy conocía a la mujer elogiada por distribuir medicinas y curar.
—Con una gota, la señorita Julieta despertará de sus delirios de amor no correspondido. Con dos, descubrirá quién la quiere de verdad.
Roy miró a Elizabeth, fascinado.
—Y con tres gotas, tal como desea el Rey del Bosque, Julieta Monad jurará amor eterno —susurró como si hubiera visto dentro de su cabeza—. Lo entiendes, ¿verdad? Con solo tres gotas basta. Dáselo y podrás tenerla para siempre.
Las palabras susurradas de Elizabeth se sintieron como un hechizo.
Ella sonrió con confianza, viendo que Roy no podía apartar la mirada de ella.
—No es difícil, ¿verdad? Es todo por la señorita Julieta. Tener a Julieta Monad para siempre…
La botella de cristal se rompió.
—Eso no tiene gracia.
Elizabeth se quedó paralizada con una sonrisa en el rostro. La sangre goteaba de la mano de Roy debido al cristal roto.
—¿Qué tan poco piensas en mí?
En la oscuridad, los ojos de Roy miraron a Elizabeth como una bestia.
Era desconfiada e inquietante. Sabiéndose enemiga de Julieta, ahora le estaba dando esta extraña poción.
—Simplemente vete. —Roy pronunció con frialdad.
—No te obligaré. Solo quería ayudarte.
Elizabeth se encogió de hombros y se puso nuevamente la capa.
—Pero te garantizo que, al final, buscarás mi ayuda.
Ella desapareció en la oscuridad.
—Miserable cosa.
El joven Lennox Carlyle supo desde muy pequeño que su padre lo despreciaba.
Antes de que su padre falleciera, ahogado en el alcohol y las drogas, no eran especialmente ricos. Lennox nunca se sintió realmente resentido por ello, pero sentía curiosidad por la razón.
—Es porque mataste a tu madre en el vientre materno.
Sus familiares que lo expulsaron revelaron la verdad.
—Tu lastimosa madre te dio a luz en secreto, con la esperanza de convertirte en la dama de la casa Carlyle.
Era un secreto conocido sólo por unos pocos miembros de la familia.
El fundador de la familia, el primer duque de Carlyle, tenía la capacidad de controlar un espíritu poderoso y maligno.
Controlaba una serpiente malévola con poderes asombrosos. La codiciosa serpiente amarilla trajo riqueza y gloria infinita a la familia. Sin embargo, cuando se rompió una promesa, la serpiente mató al primer hijo del primer duque y colocó una maldición perpetua sobre la familia.
—Si bien no podemos romper la maldición, hay una manera de evitarla.
Así lo dijo un anciano de la familia.
Sólo la serpiente que vivía escondida en esa bóveda podía hacer algo al respecto.
En realidad, no todas las duquesas que llegaron al norte de familias extranjeras murieron al dar a luz. Por lo tanto, parecía cierto que existía alguna condición especial para evitar la maldición.
Sin embargo, el problema fue que cuando Lennox, ya adulto, regresó y reclamó a su familia, no quedó nadie que conociera el método.
A Lennox nunca le habían hablado de ese método que, según se decía, se transmitía sólo a los jefes de familia. Pero nunca se arrepintió especialmente. Porque nunca pensó en tener un hijo ni en continuar la línea familiar.
—…Hasta que criaste al niño.
Lennox pensó que nunca le habría importado toda su vida si no fuera por Julieta.
Tarde en la noche.
Estaban sentados en el dormitorio del segundo piso del anexo donde se alojaba Julieta.
El dormitorio, decorado con muebles elegantes y antiguos según el gusto del propietario, estaba brillantemente iluminado como si fuera de día.
Sentada frente a él, Julieta, que había estado escuchando en silencio, jugueteaba con un gran tapiz sobre la mesa.
—Así que este es el árbol genealógico de la casa del duque.
Julieta también lo había visto antes cuando le preguntó al médico del duque.
Parecía ser el árbol genealógico original traído directamente del Norte.
Al escuchar la increíble historia, Julieta parpadeó aturdida. De repente, se le ocurrió una idea.
A un lado de la mesa del dormitorio de Julieta había un libro de cuentos abierto. Era un cuento de hadas por el que Lennox se había apasionado recientemente. Una historia de cómo un demonio, cuando su contrato se rompió, tomó al primer hijo como precio.
—Entonces… ¿todo esto empezó por la maldición del demonio serpiente?
En resumen, hace cientos de años, un demonio serpiente vengativo maldijo a la familia, y sólo la serpiente podía levantar esa maldición.
Julieta preguntó incrédula, pero Lennox estaba sorprendentemente tranquilo.
—El objetivo del demonio es mi familia. No tú.
En otras palabras, mientras Julieta no estuviera involucrada con él, ella estaba a salvo.
La familia Carlyle era arrogante y no conocía el miedo.
La hermosa tiara infestada de demonios era el único ser al que los jefes de familia realmente temían.
Las advertencias sobre el tesoro solo llegaban a los jefes de familia. Lennox sabía que no era elocuente.
En un pasado lejano, su vida pasada habría sido la misma.
—Lo hice todo mal. ¿De acuerdo? Viviré como si estuviera muerta. Así que…
Además, Julieta le había rogado que la dejara ir.
—…Por favor salva a nuestro bebé.
Julieta, intentando persuadirlo, no habría desistido del bebé, y él habría tenido que encontrar una manera.
En tal situación, sabía exactamente lo que habría hecho su yo pasado.
Probablemente intentó encontrar al demonio desaparecido hace más de una década para aprender a romper la maldición. Habría sido más sensato que convencer a Julieta de que entregara al bebé. Y fracasó.
—Esta es la historia que te intrigaba.
Lennox miró a Julieta en silencio, como un pecador esperando su castigo.
—Entonces, ¿trajiste a esa Dahlia… la serpiente para descubrir el método?
—Sí.
—¿Para intentar levantar la maldición…?
Julieta tenía una expresión confusa.
De hecho, incluso eso era algo que Lennox no estaba seguro de cómo explicarle a Julieta.
El objetivo de la serpiente era atormentarlo a él y a su familia. Así que, si Julieta no se involucraba con él, no estaría en peligro. Incluso si Julieta, ahora conociendo toda la historia, lo dejara, él no tenía derecho a detenerla.
—Julieta.
Lo único que podía hacer ahora era aferrarse a ella.
—Te lo prometo. No volveré a ponerte en peligro.
Sin embargo, Julieta no mostró ninguna reacción significativa.
Parecía alguien que estaba pensando cómo responder. Si enojarse o echarse a llorar...
Por lo que él sabía, Julieta podría despreciarlo y marcharse sin mirarlo dos veces.
«O tal vez me pida que la deje ir porque está harta».
Lennox pensó que esa sería la respuesta más realista.
Al típico estilo de Julieta, siempre elegante y sin perder nunca la compostura, probablemente mostraría cierta simpatía y luego se despediría.
Lennox apretó los dientes.
Sin embargo, no podía permitirlo.
Recordaba con claridad lo irracional que se había comportado en menos de un mes cuando Julieta desapareció de su vida. Aunque eso significara encarcelarla para siempre, no tenía intención de dejarla ir.
Pero mientras Lennox contemplaba las peores posibilidades, Julieta simplemente permaneció sentada en silencio.
Ella no se puso a llorar. Ella no se enfadó.
Sin embargo, después de un prolongado silencio, Julieta de repente bajó la cabeza. Luego enterró su cara entre sus manos y comenzó a murmurar algo.
—Así que yo…
Mientras su murmullo significativo continuaba, Lennox sintió que su corazón se hundía.
«Maldita sea».
Lennox apretó los dientes. Sin duda, Julieta había empezado a llorar.
Al fin y al cabo, no debería haberlo expuesto todo de esa manera.
—Julieta.
Lennox, sin saber qué hacer, de repente se encontró arrodillado a los pies de Julieta.
Justo cuando intentaba tocar con cuidado su delicada muñeca, Julieta de repente levantó la cabeza.
—Qué idiota.
—¿Qué?
Lennox dudó de sus oídos.
Sin embargo, los redondos ojos azules de Julieta lo miraron y dijeron con firmeza:
—¡Dije que eres un idiota!
Athena: Pues sí. Porque si hubieras explicado las cosas desde el principio, nada hubiera pasado como ocurrió. Estúpido subnormal.