Capítulo 102
La vida tranquila de una criada que oculta su poder y lo disfruta Capítulo 102
Gavroche abrió lentamente los ojos.
La razón era simple: el espadachín de cabello plateado, que había permanecido en silencio todo el tiempo, mostró signos de movimiento.
El espadachín miró brevemente hacia la pared antes de acercarse lentamente a Gavroche.
Había una pequeña sonrisa en su pálida mejilla, pero eso era todo. Gavroche no pudo infligir más que pequeños rasguños al espadachín de cabello plateado.
Su oponente era un espadachín de un nivel ligeramente inferior o igual al del duque Berkley-Gratten.
Cuando recordó el nivel del Calepa que había conocido en el Palacio Astrosa, Gavroche pudo estar seguro de que este hombre también era un Calepa.
Gavroche se recompuso y repitió en su mente la situación de hacía unos minutos.
—No está mal. ¿Tienes intención de unirte a Rogue?
Cuando escupió en lugar de responder, el hombre se secó la cara con su mano enguantada con una expresión que parecía indicar que no le importaba en absoluto.
—Un rechazo bastante brusco. Sin embargo, siento que podrías ser la clave para cumplir mi deseo. Si cambias de opinión, no dudes en venir a buscarme cuando quieras.
Parecía que hoy en día todo el mundo le decía que viniera a buscarlos.
De todos modos, Gavroche sufrió heridas considerables durante su enfrentamiento con el hombre y su espada.
Pero justo cuando su visión se nubló y su cuerpo comenzó a derrumbarse, los ataques del hombre cesaron como si hubiera estado esperando.
Como si estuviera esperando, el ataque del hombre se detuvo.
Desde entonces, había pasado casi media hora sin que se hubieran intercambiado palabras. Gracias a ello, Gavroche pudo utilizar sus habilidades curativas para detener la hemorragia urgente.
—Pronto vendrá a recibirte. Prepárate para ello.
Después de permanecer tan callado como un ratón, el hombre habló de repente. Parecía como si hubiera estado observando a Gavroche todo el tiempo.
Gavroche miró fijamente al hombre que se alejaba. En ese momento, cerró los ojos e imaginó lo bueno que sería hundir su espada en la espalda del hombre.
Justo cuando estaba a punto de abrir los ojos, unos ojos tan brillantes y dorados como el sol aparecieron ante él.
Era el mago loco de pelo azul.
—Hm. No es ese tipo de persona, pero parece haber causado un gran revuelo. ¿Has tocado alguna fibra sensible?
Gavroche murmuró una maldición en voz baja y respondió de manera intermitente, soportando el dolor.
—Hmph. Le escupí un poco en su cara de suficiencia.
—¿Escupir? Bueno, ciertamente se parecen en el aspecto interesante.
¿A quién se parecía? No podía preguntar.
No había lugar para tal réplica.
Cuando el mago, que estaba arrodillado frente a él, se puso de pie, el intenso dolor que había sentido en su abdomen disminuyó.
Aunque nadie le había hablado de él a Gavroche, estaba seguro de que este mago loco poseía un poder increíble.
—¿Eso es magia?
—Como pago por ello, utilicé seis meses de tu vida.
¿Qué?
—¡Estás loco! ¡Se supone que debes pedir permiso antes de usar una magia tan extraña!
—Así es.
El mago, que ni siquiera se molestó en escuchar sus quejas, preguntó con una mirada fría mezclada con desdén.
—Seguiste a Daisy hasta el santuario. Supongo que sentiste que me necesitabas.
En lugar de responder, decidió dejar escapar un suspiro.
Necesidad.
Sí, la única razón por la que Gavorche había llegado hasta el lejano continente del norte y se había infiltrado en el santuario de Rogue era por una cosa.
Para encontrarse con este mago loco.
Solo podía recordar los acontecimientos de hacía unos diez días. La noche en que esa loca demonio espada llamada Daisy cruzó la segunda barrera.
Eran pocos los que conseguían cruzar la segunda barrera. Además, era la primera vez que Gavroche veía a alguien cruzarla, así que contuvo la respiración y se concentró en ella.
Pero algo no estaba bien con el demonio-espada.
Cruzar la barrera esencialmente significaba que el alma y el cuerpo se volvieron aún más fuertes.
Especialmente en términos del cuerpo, evolucionaría hasta convertirse en la forma más perfecta que un humano pudiera poseer, con una piel impecable, una estructura esquelética y todo lo demás.
—Ugh.
Sin embargo, el demonio vomitó sangre.
No fue un proceso de reconstrucción del cuerpo. No hubo rastro de cambio o eliminación de un aura repugnante. Todo lo que había era la sangre carmesí que rezumaba de ella, parecida a una fruta de verano.
«Lesión interna».
Gavroche lo reconoció de un vistazo. El cuerpo del demonio espada se resistía a la evolución.
«¿Por qué?»
En ese momento, una gran túnica se desplegó desde el aire, cubriendo todo el cuerpo del demonio. Parecía que estaba destinada a protegerla de la vista de Gavroche.
El mago loco, con sólo los pantalones puestos, miró fijamente a Gavroche.
Justo cuando sus cejas se torcieron en una extraña incomodidad…
—Ahora lo veo, hay un clavo clavado en tu mente.
Con ese breve comentario, un rayo atravesó su mente.
—Ugh.
Instintivamente, Garoche intentó agarrar su espada, pero su cuerpo no podía moverse, como si estuviera paralizado por el veneno. En ese momento, incapaz de soportar las náuseas que lo invadían, golpeó su cabeza contra el suelo.
La sangre oscura y sucia del demonio de la espada manchó la tierra, algo incomparable a todo lo que Gavroche había visto antes. La hierba tocada por la sangre se marchitó.
—Déjame preguntarte una cosa. ¿Alguna vez te han manipulado los recuerdos?
—¿Manipulado…?
—Algunos de tus recuerdos están sellados por una magia específica. Te pregunto si es magia que te inyectaron con tu consentimiento.
¿Sello de memoria? Qué tontería…
Se tragó la maldición reflexiva que estaba a punto de salir.
Un momento fugaz del pasado que llegó vagamente a su mente.
Hace cuatro años, en un momento en que las principales naciones aliadas, incluido el Imperio Penrota, sufrían el trauma de la posguerra.
Gavroche sufría un trastorno de estrés postraumático, similar al que sufrían los soldados. El síntoma principal eran las pesadillas.
Todos los días lo atormentaba el mismo sueño.
No sabía el lugar, la hora ni la identidad.
Sin embargo, el contenido era siempre el mismo: los meteoritos que caían del cielo le quemaban el rostro y el agua que subía bajo sus pies le sofocaba la respiración.
Mientras su mente se volvía borrosa, una voz siempre lo llamaba desde más allá del abismo completamente negro.
—…Espérame…
—…Vendré a buscarte, así que espera…
El estrés causado por estas pesadillas empeoraba cada día que pasaba y, finalmente, incluso dormir se volvió imposible.
Entonces, un día.
El maestro espadachín le sugirió un tratamiento determinado.
—No es un tratamiento peligroso. Es magia desarrollada para soldados que sufren traumas posbélicos a causa de la guerra mágica. Utiliza una trampa mental modificada para identificar y eliminar o sellar selectivamente los recuerdos que causan el trastorno. Podría ayudarte a superar tus pesadillas.
Aceptó la propuesta sin muchas expectativas.
Sin embargo, el efecto fue notable. Desde ese día, ya no volvió a tener pesadillas.
«¿Se refería a esa magia como el clavo?»
Comprender la magia a través de la mera observación era difícil de creer.
—Me di cuenta de algo. Tienes dos clavos en la cabeza. Acabo de destruir uno y el otro sigue ahí.
¿Dos clavos?
Fue un comentario que parecía altamente increíble.
El maestro de la espada había mencionado solo una magia mental, por lo que solo podía haber un clavo.
…Pero ¿qué pasaría si...?
¿Y si tenía razón? ¿Si en verdad hubiera dos clavos?
—Si quieres romper el restante también, ven a buscarme en Rogue.
—¿Por qué debería creerle a un loco como tú?
—Eres libre de creerlo o no. No estoy haciendo esta molestia por ti.
Con esas palabras, el mago loco desapareció junto con el demonio espada loco.
Esa noche.
Gavroche empezó a ser acosado por las pesadillas que había olvidado durante los últimos cuatro años.
Un rostro ardiendo por un meteorito, agua subiendo rápidamente y una voz que viene de más allá de la oscuridad como un espectro…
—Uf, ugh.
Empapado en sudor frío, se despertó y reguló su respiración.
La pesadilla había vuelto a la vida.
«¿Es esto lo que sucedió después de que ese mago loco sacó el clavo?»
Si era así ¿qué pasaba con el que quedó?
¿Qué papel jugó ese clavo?
«…El maestro de la espada me tendió una trampa».
Sin que él lo supiera, una magia adicional no autorizada había sido implantada en su mente. Y no fue otro que el maestro de la espada quien lo hizo.
—Mierda.
Las cosas se habían vuelto problemáticas.
Existía la posibilidad de que el maestro de la espada lo estuviera usando de una manera que no le gustaba del todo.
Sospechar de la gente era mentalmente agotador, especialmente si la persona en cuestión era su propio mentor y benefactor, Jurian Berkley-Gratten.
Después de contemplarlo toda la mañana, tan pronto como pasó el mediodía, Gavroche fue rápidamente a buscar al maestro de la espada y le explicó aproximadamente los eventos de la noche anterior.
Sólo hubo una cosa que no mencionó: los “Clavos”.
—¿Quieres un tiempo libre?
—Sí.
—Esto es bastante repentino. Sorprendentemente, fracasaste en tu misión y ahora pides una licencia de diez días.
—Sí.
—Sabías lo importante que era el plan de anoche, ¿verdad?
—Sí.
—También debes saber que la misión que te confié era igualmente crucial, Gavroche.
—Pido disculpas.
El maestro de la espada permaneció en silencio por un rato.
Escrutó a Gavroche con ojos penetrantes. Se le cruzó por la mente la idea de que el maestro de la espada podría haber notado algo, pero lo único que dejó escapar fue un débil suspiro.
—¿Qué harás si te digo que no puedes ir?
—Le pido disculpas, Excelencia, pero me escabulliré y luego regresaré.
—Eres un tipo irrespetuoso. Esa respuesta es muy típica de ti. Y no es propio de ti actuar de esta manera... Está bien, Gavroche. Te daré los diez días que me pediste. Sin embargo, como se trata de una ausencia no planificada, tendrás que pagar el precio correspondiente.
—¿Qué tengo que hacer?
—Te avisaré cuando regreses. Si te vas, vete de inmediato.
Capítulo 101
La vida tranquila de una criada que oculta su poder y lo disfruta Capítulo 101
—Cuando se supera el último muro y se llega al reino de lo divino, el alma comienza a prepararse para renacer como deidad. A medida que florece un yo de dimensiones superiores, el yo individual y el yo divino se separan.
—¿Se separan?
Bueno, eso ciertamente parecía un problema divino. No podía entenderlo bien.
—¿Puedes explicarlo de forma sencilla? ¿Significa que tienes doble personalidad?
—Hmm. Si se pierde el equilibrio entre los dos seres, puede que se sienta así.
Equilibrio de nuevo.
—Es difícil de imaginar. ¿Cómo se mantiene el equilibrio de estos seres?
—Al utilizar el poder de la divinidad, el yo de Dios se fortalece, mientras que el ser humano se fortalece al dejarse llevar por las emociones y los instintos. Al mantener un equilibrio adecuado entre ambos, uno puede permanecer en el continente y cumplir el papel de semidiós.
En resumen, significaba el conflicto entre la razón y la emoción.
—¿Qué pasa si un lado se vuelve abrumadoramente dominante?
—O vuelves a ser humano o te conviertes en una deidad y partes al universo distante. El santuario no se venera sin motivo alguno. La energía de esta tierra ancestral tiene un efecto excelente en la estabilización del ser. Por eso volví aquí durante esos tres años. ¿Responde eso a tu pregunta?
Conviértete en una deidad y parte hacia el universo distante.
Más que cualquier otra palabra, esa frase se quedó grabada en mis oídos. Volví a preguntar, sintiendo una ligera sensación de inquietud.
—Entonces… el estado actual es estable, ¿verdad?
—Sí. Actualmente estoy cerca de un estado de “semiiluminación” altamente equilibrado. No excesivamente cerca de los deseos humanos, pero tampoco infinitamente lejos del reino de la divinidad completa.
Empecé a entender lo que decía, al menos hasta cierto punto.
La razón por la que Rue podía mantener una actitud relajada en cualquier situación.
No fue sólo por la experiencia de haber vivido casi 200 años o por poseer un poder formidable que asombraría a todos, sino simplemente porque había mantenido excelentemente el equilibrio de su ego.
Por eso no era excesivamente apasionado ni indiferente, no tenía deseos desesperados, ni experimentaba grandes alegrías ni grandes tristezas.
Ése era el “equilibrio” que Rue podía mantener como ser medio iluminado.
Sin embargo, la pregunta aún permanecía.
—Regresar al santuario una vez cada tres años… debe significar que una parte de sí mismo se ha vuelto incontrolablemente dominante.
¿Me pregunto quién intentó devorarlo?
—Es una gran suerte para ti. El “yo” que está infinitamente cerca de ser humano... es muy honesto en cuanto a sus deseos.
Rue hablaba como si estuviera cantando, haciendo girar el cabello que caía detrás de mí.
—Incluso mi apariencia actual a menudo me resulta incomprensible, como la de un tonto. ¿Cómo me veré cuando me acerque más a la forma humana? Mmm. Me despierta interés, pero en realidad no quiero experimentarlo. La debilidad y la fealdad no son lo mío.
Debilidad y fealdad.
«¿Está hablando de mí?»
Estaba siendo franco, pero era comprensible. Después de todo, él era el único humano al que se referían como una deidad.
«Dios».
Un ser tan grande que podría rescatar un meteorito de hace cien años.
Si Rue era realmente lo suficientemente magnífico como para burlarse del tiempo. Si ese era el caso...
—Señor Rue.
—Sí.
—¿Es posible para ti salvarme?
Los labios de Rue se cerraron en una línea recta.
—Escuché de Malcolm. En el estado de un alma destrozada, uno no puede superar las barreras. Dijo que mi cuerpo físico se desmoronaría gradualmente durante el resto de mi vida. Con tu poder, podrías…
—No lo arreglaré.
Fue una negación firme que me dolió el corazón.
Su respuesta fue tan rotunda que ni siquiera pude sentirme decepcionada o avergonzada.
Rue me miraba fijamente con una mirada penetrante que me provocó un escalofrío en la columna.
—Para revivir a los muertos, necesito una fuerza poderosa, y una vez que ese poder se agote, tengo que irme muy lejos. Y no podré regresar. Durante toda la vida. Para siempre. ¿Por qué debería hacer eso? ¿Para quién? ¿Solo por ti?
Fue una reacción inusualmente exuberante.
Solo tenía curiosidad, no tenía intención de rogar por mi vida. Me preguntaba si tal vez había tocado un tema delicado...
—Pobre Daisy. Déjalo ya. Tengo que verte envejecer y morir con mis propios ojos.
¿Qué?
Rue tenía una expresión de absurdo.
—Después de estar contigo durante catorce años, ¿crees que puedes vivir el resto de tu vida feliz sin mí? ¿Quién decide eso?
Con esa sola afirmación me convencí.
Rue estaba obsesionado conmigo.
Sin embargo, era difícil atribuir la obsesión de Rue al amor.
¿Amor? ¿Afecto? ¿Podía Rue sentir realmente esas emociones?
«Quizás resulte extraño intentar definir lo que siente un Dios en términos humanos para empezar».
Por lo tanto, era muy probable que la obsesión de Rue surgiera de un sentido de responsabilidad.
—En mi opinión, Calepa simplemente está cumpliendo su promesa a la señorita Daisy.
«En cierto modo, eso no es del todo erróneo».
Dentro de mí surgieron emociones conflictivas.
La frustración y el vacío de pensar que Rue tal vez nunca comprendiera completamente mis sentimientos hasta el final. Sin embargo, también sentí una sensación de alivio al saber que él valoraba nuestra conexión.
—Encuentra las reliquias restantes de Dian Cecht lo antes posible. Si es algo que dejó atrás, podría tener el poder de revivir a los muertos.
—…Así que Dian Cecht era realmente un semidiós.
Rue giró ligeramente la cabeza hacia la pared.
En la pared de piedra apareció una grieta alargada, seguida de un enorme hueco. De la oscuridad del hueco salieron volando dos objetos.
Uno de ellos era el diario de Dian Cecht, robado del tesoro real. El otro era un sello antiguo.
—¿Ese sello es una de las reliquias? —pregunté.
Se oyó una risa baja.
—No lo codicies. Lo guardaré en el santuario.
—¿Qué? ¿Por qué?
—¿Y bien? ¿Pensabas esconderlo en Weatherwoods? ¿Crees que allí es perfectamente seguro?
—No exactamente, pero…
De repente se oyó un ruido. Bajé del altar y giré la cabeza hacia la fuente del ruido.
La antigua escultura del jarrón había caído al suelo, hecha añicos.
Aunque parecía insignificante, la expresión de Rue no era complacida.
—¿Qué pasó?
—Es una señal de Danahan.
—¿Y quién es Danahan?
—El mayordomo de mi casa.
Ah, ¿el verdadero nombre del mayordomo asesino era Danahan? Realmente no le quedaba bien.
—Le dije que enviara una señal si había algún problema importante en Weatherwoods. Vuelve primero a Midwinterre, Daisy. Yo terminaré con todo lo que hay aquí, incluido Gavroche, y luego te perseguiré.
Si él dijera que se haría cargo de Andert, podría sentirme aliviada.
—¿Qué tipo de problemas?
Rue, que había restaurado el jarrón con magia, se volvió hacia mí y sonrió traviesamente.
—Un secreto.
Esos malditos secretos.
—Urd, prepara el transporte a Midwinterre.
Rue, que susurraba suavemente hacia el cielo, volvió a tomar mi mano y caminó rápidamente.
Cuando salimos del santuario y llegamos al floreciente jardín, allí, en el medio, había una aeronave de tamaño mediano que no había estado allí antes.
Rue me acompañó mientras subía al dirigible blanco.
¿Volverás? ¿Cuándo volverás? Al final, solo pude morderme el labio y soltar una frase corta en lugar de esas preguntas.
—Regresa.
Rue, que me miró fijamente durante largo rato, como si me besara, susurró con una voz que sólo podía llegar a mis oídos.
—Nos vemos.
En cualquier caso, hasta el final…
El avión arrancó.
Miré en silencio a lo lejos, a través de la ventana, el santuario de Calepa que se alejaba.
Rue volvería a mí.
Pero ¿cuándo volverá realmente? ¿Mañana? ¿En dos semanas? ¿En seis meses? ¿En un año?
—Bueno... si Rue no regresa, puedo ir con él.
Me levanté de la ventana, dejando atrás una sensación de vacío indescriptible.
Llegué a Midwinterre mucho más rápido de lo esperado.
Me llevó poco más de medio día, y cuando salí del aeródromo y llegué a las puertas principales de la mansión Weatherwoods, el sol estaba alto en el cielo.
«A juzgar por el silencio, Jean no ha llegado todavía.»
Como el mayordomo asesino envió una señal sobre un asunto urgente, necesitaba averiguar de qué se trataba. Primero, debo ordenar mis pertenencias.
Definitivamente regresé a casa con esa mentalidad.
—Seré sincera, señorita Daisy. Puede que sea una petición difícil, pero espero que la considere seriamente.
Incluso después de que la doncella principal me descubrió y me llevó ante Malcolm, quien parecía haber cumplido su palabra de emigrar aquí.
Mi mente estaba claramente llena de pensamientos sobre organizar mis pertenencias.
—Después de que te fuiste, tuve una conversación profunda con el señor Malcolm. Se trataba de la supervivencia de nuestra familia Weatherwoods.
Así fue…
—No me interesa especialmente, pero ¿no puedo dejar primero el equipaje y luego hablar?
—Hemos determinado que nuestra familia Weatherwoods se enfrenta a una crisis como nunca antes. Lamentablemente, durante este momento peligroso, el líder que podría superarlo y guiarnos está ausente.
—Es una historia muy triste. ¿No puedo dejar el equipaje en el suelo primero y luego escuchar?
—Entonces, señorita Daisy Fager, por favor, conviértete en la nueva jefa de la familia Weatherwoods. Y por favor, lidera a la familia Weatherwoods.
Me quedé en blanco.
—…Señorita Daisy, ¿me estás escuchando?
¿Estaba escuchando? Por supuesto que sí.
Pero, doncella principal.
—¿Por casualidad hay un yo diferente aquí?
Athena: Pues… me siento un poco apesadumbrada con este capítulo. Sobre todo por la propia Daisy. Con unos sentimientos que no sabe si Rue podrá entender o siquiera querrá explorar más allá de la obsesión que tenga con ella… Ha dicho que no quiere mezclarse con lo… mundano, por así decirlo. Si no quiere ver esa parte más humana de él… ains. Me siento algo triste por Daisy.
Capítulo 100
La vida tranquila de una criada que oculta su poder y lo disfruta Capítulo 100
—…Ah.
Sentí mareos en la cabeza.
Una sensación de náuseas me subió por la garganta. Cerré los ojos con fuerza y respiré profundamente.
«¿Por qué?»
No había tiempo para desesperarse.
Apreté los labios con fuerza, preparándome para el dolor inminente.
Pero curiosamente no sentí ningún dolor en absoluto.
Con cuidado abrí los ojos.
Lo primero que vi fue una espada azul oxidada atravesándome el abdomen inferior.
No había ningún charco de sangre en el suelo como debería haber habido.
Fue simplemente una “perforación”.
Eso no fue todo.
Sobre la empuñadura de la espada, girando lentamente, había una esfera que emitía una luz verde azulada.
La esfera estaba destrozada, pero unos hilos blancos y suaves la envolvían firmemente y la protegían.
En un instante, me di cuenta.
—Esto… ¿es esta mi alma?
—Sí.
Miré la espada que atravesaba mi abdomen con una mirada insatisfecha.
—Ésta es una de las razones por las que te llamé. Sentí la necesidad de examinar más de cerca la estructura y la forma de tu alma.
Como poseído por esas palabras, exploré la esfera.
«Fascinante».
¿Podría tocarla?
Extendí mi mano con cautela y toqué los hilos blancos fuertemente atados, como si fueran hilos enredados.
—¡Ay!
Me agarré el corazón y di un pisotón con el pie.
Ah, maldita sea. Me dolía tanto el corazón que me desperté enseguida.
Rue sonrió, con una rara expresión sarcástica en su rostro.
—¿Cuándo crecerás?
—Bueno… entonces esta espada debe ser una reliquia de Rogue, ¿verdad?
—Urd modificó un antiguo artefacto mágico que extrae almas temporalmente.
—¿Qué?
—Os conocisteis cuando sonó la alarma, ¿recuerdas? Después de sacarme unos días libres, regresó apresuradamente como un mono con la cola en llamas en cuanto aparecieron intrusos en el santuario.
Ah, el Caepa de cabello plateado. Era un artefacto mágico creado por ese hombre.
Rue examinó cautelosamente mi esfera.
—¿Sabes qué es este hilo?
Por supuesto.
—Es un poder desconocido que protege mi alma de la destrucción.
—Bien hecho.
No estaba segura de qué hice bien, pero resultó ser el tema que quería abordar.
—Señor Rue, hace unos días, en el subsuelo del Castillo Serenier, ¿recuerdas haberme preguntado si me había tragado un Cristal del Corazón?
—Bueno, ¿pasó algo así? No lo recuerdo bien.
Hice como si no oyera su fingida ignorancia.
—También buscabas un Cristal del Corazón cuando nos conocimos en la Isla Queen. Pensé que debía estar relacionado de alguna manera con Mephisto.
—Ya veo.
—¿El Cristal del Corazón que estabas buscando me lo tragué por accidente?
—Mmm.
Su reacción no fue muy tranquilizadora. Pregunté con un tono de decepción.
—¿Qué? ¿Me equivoqué?
—No, simplemente no es divertido cuando tienes razón.
Finalmente podía decir que había visto todo tipo de lunáticos.
En ese momento, Rue extendió su mano sobre mi alma.
Una intensa energía se filtró en la esfera. El hilo blanco que la envolvía pronto se deshizo, tomando la forma de una pequeña perla.
Me di cuenta instintivamente.
«Esta... es la forma original del poder que protege mi alma».
Viéndolo así, era solo un Cristal del Corazón ordinario.
Rue, con el poder desconocido concentrado en la punta de sus dedos, me habló.
—Mira bien. Esta es la causa por la que Mephisto convirtió la Isla Queen en un mar de fuego y comenzó la guerra mágica. Es el corazón de Dian Cecht.
¿Qué?
En ese momento, el poder concentrado se deshizo una vez más.
El poder, ahora en forma de un simple hilo, envolvió lentamente mi alma.
—Tsk.
Rue, lamiéndose brevemente los labios, sacó de mi cuerpo el artefacto mágico hecho por Urd. El puñado negro que sacó se convirtió en cenizas negras y cayó al suelo.
—¿Entonces era un artículo de un solo uso después de todo? Considerando la mano de obra y el costo requerido para su creación, no es más eficiente que la basura.
Desechable o no, nada de eso llegó a mis oídos. Solo una frase impactante quedó en mi mente.
El corazón de Dian Cecht.
Yo… yo me comí el corazón de Dian Cecht.
«Por supuesto, Rue mencionó que el cristal del corazón probablemente estaría al nivel de un Calepa, pero aún así... Dian Cecht, de entre todas las personas».
¡No importa cómo lo mires, me comí el corazón de Dian Cecht!
—¿C-cómo? Es un alimento tan importante, ¿de verdad puedo comerlo? ¿Digestión? ¿Cuándo se producirá la digestión?
Agarré nuevamente el cuello de Rue, y él agarró firmemente mi mano y me acercó más a su lado.
—Tranquila, Daisy. Lo importante no es que te lo hayas comido, sino cuándo lo has comido.
—¿Cuándo lo comí? Bueno, probablemente en la época en que te conocí…
Rue sonrió levemente.
—¿La tú de cuando nos conocimos? Aunque todavía eres frágil ahora, en aquel entonces eras como una flor pisoteada. Si te hubieras tragado el cristal del corazón de Dian Cecht en aquel entonces, tu cuerpo habría explotado.
Ah.
«No se equivoca. Un gran poder requiere un cuerpo fuerte».
Pero cuanto más lo pensaba, las preguntas se profundizaban.
—Entonces ¿cuándo lo comí?
—No lo sé.
¿Qué? ¿No lo sabes?
—Dijiste que me habías estado cuidando todo este tiempo, ¿y aún así no sabes cuándo lo recogí y lo comí?
—Así es.
Di un respingo. Antes de darme cuenta, mis pies flotaban y Rue me sostenía en sus brazos.
Caminaba mucho más rápido que antes, dando pasos largos. Debía estar frustrado porque mis pasos eran demasiado lentos.
—Durante catorce años, solo hubo tres ocasiones en las que no pude cuidarte: durante el tercer año de la guerra mágica, el sexto año y el noveno año.
—…Entonces, ¿quieres decir que, durante uno de esos tres años, me tragué el corazón de Dian Cecht?
—En realidad no durante tres años, sino unas tres semanas. Todo esto durante el invierno, casi a finales de año.
Sólo estuvo ausente durante una semana.
—¿Pero es realmente tan importante saber cuándo lo comí?
Ya estaba dentro de mi estómago. Lo había digerido y se había convertido en parte de mi alma. Me parecía inútil pensar en la fecha en que lo tragué cuando ni siquiera podía escupirlo...
—Déjame preguntarte una cosa. ¿Alguna vez has cogido algo así? ¿O alguien te ha obligado a comerlo?
…No, podría tener algún significado.
«Si no lo tragué accidentalmente, sino que alguien me lo dio a comer intencionalmente, entonces definitivamente es importante determinar el momento».
El final del invierno durante el tercer, sexto y noveno año.
Invierno…
El período fue de aproximadamente una semana…
—¿Se te ocurre algo? ¿Te vino a la mente?
—Para nada.
Me sentí como si en ese entonces estuviera simplemente eliminando demonios o curándome mientras estaba atrapada en un cuartel.
Finalmente, el lugar al que llegamos tenía una atmósfera ligeramente diferente del santuario interior por el que habíamos estado deambulando.
En este lugar, donde caía la brillante luz de la luna, había una energía sombría pero clara en el aire, y había un altar impresionante colocado en el medio.
Con solo observar los antiguos y grandiosos vestigios esparcidos por todas partes, parecía que estuviéramos en ruinas que habían pasado al menos 200 años. Las estatuas de mármol rotas y las viejas sillas de madera a ambos lados del camino transmitían una sensación de tiempo.
Rue me sentó en el altar. Cuando nuestras miradas se cruzaron, sentí un hormigueo en la garganta y rápidamente abrí la boca.
—Por cierto, ¿dónde estuviste esas tres semanas?
—¿Por qué? ¿Sientes curiosidad? Bueno, es un secreto que no puedo contarle a cualquiera. Es un secreto que incluso los Calepas se han quejado de no saber durante más de 20 años.
—¿Soy un cualquiera?
—¿Y si no eres cualquiera?
¿Qué pasaba con esa actitud?
Mi estado de ánimo cayó un poco por el suelo.
No era el hecho de que dudara en hablar mientras insinuaba un secreto lo que me molestaba. Me irritaba su comportamiento de distanciarse constantemente de su relación conmigo.
«Ah. Estoy tan cansada de que me molesten así».
Estaba tan harta de eso.
Estaba tan harta de ello que no pude evitarlo.
—Para mí no eres cualquiera.
—¿Entonces?
—…La verdad es que no sé muy bien cómo definir este sentimiento que siento por ti.
Antes de que Rue pudiera poner cara de "¿Qué puedo hacer para solucionar tu confusión?", rápidamente añadí una pregunta más.
—Pero una cosa es cierta. Aunque no te hubieras llevado el diario de Dian Cecht, habría venido aquí a verte.
Pensé que había expresado mis sentimientos sinceramente, pero cuando miré a Rue directamente, parecía que había algo un poco insatisfecho en su expresión.
Sintiendo la necesidad de defenderme, continué hablando.
—Aunque no recuperara mis recuerdos de la Isla Queen, habría venido a Calepa. No, en realidad, todas las demás razones eran sólo excusas. Creo que vine aquí sólo para verte...
Él suspiró.
—De nuevo…
—Está bien, ya basta. Si te hago hablar más, podrías desmayarte por hiperventilación.
«Es una idea sabia».
Me sequé un sudor frío que casi me caía por la cara. Inclinada sobre el altar, Rue murmuró en voz baja, mirando hacia el techo abierto.
—El reino de lo divino está determinado por el equilibrio.
Pensando que era una oportunidad perfecta para entender a Rue, involuntariamente mis dos orejas se levantaron.
—Este equilibrio se refiere al equilibrio entre el ser humano y el ser espiritual superior. ¿Has oído hablar del término “Ascensión” en el continente?
—No.
—En términos simples, la Ascensión se refiere a cuando un humano supera sus propios límites y alcanza el reino de los Dioses. Cuando uno asciende, deja atrás el reino mortal y asciende a los cielos... pero no sabemos exactamente a dónde va. Aquellos que se convierten en dioses nunca regresan.
Aquellos que se convierten en dioses nunca regresan.
Miré a Rue. Si él superara el estado de Semidiós y se convirtiera en un dios perfecto, ¿también desaparecería en algún lugar?
Athena: Bueno, no pasó nada malo. Bien, jajaj. Pero también me frustra mucho al igual que Daisy las actitudes de este hombre. Ella sí está intentando ser todo lo sincera que sabe ser.
Capítulo 99
La vida tranquila de una criada que oculta su poder y lo disfruta Capítulo 99
En primer lugar, me sorprendí.
Luego, me quedé desconcertada.
Finalmente, grité.
—Mentiroso.
Reclinándose cómodamente contra la pared fría y helada, Rue lucía elegante.
—Es una reacción comprensible. Debes estar sorprendida por mi grandeza.
—¿Qué estás diciendo? ¡No es posible que Dios sea un pervertido siniestro y tolerante como tú!
—Ajá.
La única persona capaz de soltar una risa tan seca y despiadada en el mundo era Rue.
En el momento en que se escuchó esa risa, la rigidez en la nuca desapareció. Al mismo tiempo, la apariencia de Rue, que me había parecido falsa, se hizo más clara.
—…Rue.
Rue, no conde Serenier.
En mi mente, el proceso de llegar a este lugar, Calepa, pasó como una estrella fugaz.
La lucha que tuve que soportar para cortejar a la doncella principal.
Cómo me costaba dormir, acurrucada en el dirigible.
Cómo fui ignorada por el marqués Estiércol de Caballo.
¡Hasta la lucha de saltar a la Calepa en llamas!
Incapaz de contener mi ira hirviente, agarré a Rue por el cuello (o más bien, la zona ligeramente más alta que el pecho debido a nuestra diferencia de altura) y lo sacudí vigorosamente.
—¡Maldito pervertido! ¿Qué has hecho tan bien que solo apareces ahora? ¡Después de hacerme sufrir así!
Ya fuera que tuviera un ápice de conciencia o no, no intentó apartar mi mano y me la estrechó obedientemente.
—Sí, supongo que soy un poco… pervertido. He estado sintiendo eso con bastante intensidad últimamente. Durante… unos catorce años más o menos.
Su mirada sutil parecía decir: "Por ti".
Esa frase me hizo recordar la imagen de mis retratos que llenaban la galería. El rostro desvergonzado de Rue y el mío, que aparecía en todas las fotos, se superponían.
—Señor Rue…
¿Por qué me estabas cuidando? ¿En qué estabas pensando mientras me observabas?
Sólo palabras vagas salieron de mis labios temblorosos.
—Señor Rue… ¿Has superado las cuatro paredes?
A medida que mis fuerzas se debilitaban, su ropa, que sostenía con ambas manos, se me escapó de las manos.
Rue, que había estado observando el espectáculo en silencio, susurró en respuesta.
—Ha pasado un tiempo, pero aún así soy mitad humano. No pude convertirme en un dios perfecto.
¿Es así? Sí, parece que había que alcanzar ese nivel para ser considerado semidiós.
«¿Cómo podría llamar semidiós a alguien como Mephisto?»
Cuando vi por primera vez a ese demonio, pensé que era el pináculo de la fuerza. No había nada más grande que él.
Pero incluso eso estaba apenas al alcance de los dedos de Rue.
Semidiós.
Aquel que había superado la cuarta barrera del cuerpo y la mente. Aquel que había alcanzado el extremo de lo que un ser humano podía lograr.
Un mago que se había convertido en dios.
El Señor de Rogue.
Y mi… benefactor.
[Detened las ilusiones aquí.]
Mi cabeza se sentía pesada.
Yo también lo sabía. Tenía expectativas sobre Rue. La esperanza de que yo pudiera ser una existencia un tanto especial para él.
Por supuesto, podría haber sido sólo una ilusión mía.
Pero, aunque fuera una ilusión, ¿qué importaba? Era solo una sensación confusa. Después de todo, tenía pensado guardármelo para mí de todos modos.
Aún así, tenía miedo.
Temía que realmente fuera sólo una ilusión.
—Que patético.
Gracias a Rue, me di cuenta de una cosa.
Me volví extremadamente pasiva ante emociones desconocidas que no había experimentado antes.
Yo era una cobarde.
Yo era una tonta.
Yo era una mentirosa tímida.
A mí… me gustaba Rue.
Por eso tenía miedo de no ser especial para Rue.
—¿Qué pasa?
Un dedo blanco levantó mi barbilla.
Estaba sonriendo, pero de alguna manera su mirada escalofriante se acercó.
—Cuando me hables, mírame. —La suave carne bajo su uña rozó suavemente mi barbilla—. Dime cuál es el problema.
—…Tú eres el problema.
Como pidiéndome que continuara, Rue parpadeó sus largas pestañas.
En ese momento, se creó un agujero en la presa de mis emociones reprimidas.
—Tú eres el mayor problema. ¿Por qué me llamaste? ¿Por qué me trajiste hasta este lejano Calepa? ¿Qué es lo que quieres de mí? ¿Para cumplir nuestra promesa? ¿Es por eso que has estado cuidándome durante catorce años, viniendo hasta la Mansión Weatherwoods y sacrificando tu tiempo? Si ese es el caso…
—¿Si ese es el caso? —Una voz gélida, fría como el hielo, me perforó los oídos—. Si ese es el caso, ¿qué vas a hacer al respecto?
¿Qué?
¿A qué te refieres con qué voy a hacer al respecto? ¿Acabas de preguntarme eso?
Sentí un nudo en la garganta y las lágrimas amenazaban con caer.
Reuní un coraje que nunca antes había tenido y apenas logré hablar. No podía creer que pudiera usar ese tono.
—¿Qué voy a hacer al respecto? ¡Debería estar agradecida! Agradecida de que todavía recuerdes la promesa que hicimos hace catorce años... Ah.
No podía respirar.
Rue me abrazó tan fuerte que no podía respirar.
«¿Qué está sucediendo?»
Podía oír los latidos de su corazón. Por supuesto que podía. Mi cara estaba presionada contra su pecho.
¿Por qué me abrazaba?
«¿Estás loco?»
Porque es un mago loco, ¿por eso me estaba abrazando?
Varios pensamientos que normalmente no me vendrían a la mente me inundaron. El temblor de mi cuerpo era demasiado desconocido y aterrador, así que me aparté con fuerza del cuerpo de Rue.
—¡No me abraces tan casualmente!
Maldita sea. Estos labios míos siempre resultaron ser completamente inútiles.
—¿No me abraces tan casualmente?
Con voz llena de risa, me soltó obedientemente.
—Entonces, si te pido permiso, ¿puedo abrazarte? Está bien, Daisy. Quiero abrazarte. Entonces, ¿me tomarías la mano?
Y ahora él estaba extendiendo su mano frente a mí.
Su mano.
No pude pensar en ninguna razón para negarme.
No, más que nada no quería negarme.
Pero tampoco quería simplemente tomarle la mano obedientemente. No quería dejarme influenciar.
No actúes como una tonta.
Tranquila Daisy, ¿cuántos hombres conoces?
¿Cuántos hombres has visto desnudos?
¿Cuántas chicas se quedaron enganchadas a ti?
¿Vas a actuar estúpidamente delante de este anciano de más de 150 años?
—Vamos.
Pero de todos modos agarré su mano.
Porque yo quería.
Los labios de Rue dibujaron una curva atractiva como si hubieran estado esperando.
Me sentí sucia, como si me hubieran engañado.
No, en realidad no estaba sucia. El solo hecho de tomarlo de la mano no me hacía sentir...
—Nunca quise nada en particular de ti.
Una fuerza suave tiró de mi mano.
Caminamos.
Pasamos por el espacio donde estaba colocada la trampa mágica mental, y por el largo pasillo que pasaba tenuemente en la oscuridad.
—Ese tiempo ya pasó. He vivido demasiado tiempo. ¿Qué puedes sentir y desear después de alcanzar el nivel de los Dioses? Más bien, siempre me he concentrado en mantener el equilibrio.
—¿Equilibrio?
—Daisy, ¿alguna vez has vigilado la vida de alguien durante catorce años?
No había manera de que lo tuviera.
—¿Qué pasaría si te quedaras a su lado para cumplir una promesa y experimentaras sus alegrías y sus penas juntos? ¿Sería como ver una obra de teatro larga? ¿O sería como fundirte con su mundo?
Rue estaba contando su historia.
Me gustaba este tema. Era raro que Rue contara historias antiguas.
—¿No sería diferente para cada persona?
Sinceramente, no tenía mucha curiosidad por saber cómo sería diferente. Simplemente disfrutaba de tomarme de la mano y caminar con Rue.
Quizás fue por la diferencia de altura… pero para él podría sentirse como si estuviera sacando a pasear a un perro.
—Sí, es diferente. Así que no importa cómo te sientas. En realidad, no es importante en absoluto.
Mientras Rue continuaba por el largo camino, retiró lentamente las cortinas blancas que obstruían la vista. Una sábana, dos sábanas, tres sábanas...
Y cuando retiró la última hoja.
—Mi equilibrio cambió después de conocerte.
Estábamos parados en la Isla Queen.
Sopló un viento húmedo y fresco que nos empapó el pelo y la ropa al instante. Las olas blancas que se estrellaban contra los acantilados eran tan feroces como las fauces de un monstruo.
Tomé la mano de Rue y miré hacia la playa mientras se ponía el sol.
Una muchacha subía desde la orilla hacia la tierra, y Rue la vigilaba.
—Tú, vagando con la ropa medio rota por esa isla quemada.
Un fuerte torbellino empañó mi visión y el mundo cambió una vez más.
El viento se secó y los pétalos de flores cayeron del cielo.
Al borde del acantilado aparecieron dos figuras.
Era yo de pie frente a una lápida y Rue, mi mago.
—Tú, que creías que encontrarme era el destino y soñabas con venganza.
Ahora, el mundo se puso patas arriba con los pétalos de las flores volando.
El horizonte lejano desapareció. Ahora estábamos en lo alto de una ciudad en ruinas.
Me vi a mí misma, con una pierna coja, sacando una espada, y a Rue de pie como una sombra entre los habitantes de la ciudad que huían.
—Tú, que luchaste valientemente solo contra los demonios.
Incluso en el campo de batalla.
—Tú, que estabas encontrando estabilidad después de conocer gente, e incluso en medio de eso, fuiste consumida por la venganza y te convertiste en un demonio espada.
Incluso en la Isla Queen, que se convirtió en la fortaleza del diablo.
—Cuando te vi blandir tu espada hacia Mephisto, por primera vez en décadas, sentí angustia…
Siempre. Rue siempre estuvo a mi lado.
Sólo Rue permaneció a mi lado.
—Ahora que has vuelto a mi lado, no puedo dejarte ir otra vez.
Con voz solemne regresamos nuevamente a Calepa.
No podía decir si Rue me había mostrado una visión o me había enviado de regreso al pasado.
En ese momento estábamos solos.
—Sí. Al final, destrozaste mi equilibrio.
Un calor helado envolvió mis hombros, trayéndome consuelo.
—…Ese día.
El momento en que su aliento tranquilo tocó mi frente.
—No deberías haberme llamado la atención en esa isla.
Una hoja caliente atravesó mi abdomen.
Athena: Espera… ¿qué? Espera, ¡yo estaba emocionada porque Daisy ha admitido que le gusta Rue! Entonces, ¿qué es este final de capítulo?
Capítulo 98
La vida tranquila de una criada que oculta su poder y lo disfruta Capítulo 98
En un abrir y cerrar de ojos, perdí el juicio.
«¿Este fue originalmente un lugar donde se incendió? ¿O el incendio se desató en el momento perfecto?»
Un calor abrasador se elevó hasta el cielo.
Aunque el humo negro cubría las nubes, no pude ver esto cuando estábamos en el suelo.
Incluso me oscureció la visión a pesar de haber cruzado la segunda pared que realza el cuerpo. De hecho, la magia aquí era realmente increíble.
«Hablando de eso, no siento ninguna presencia aquí en absoluto».
Parecía una tierra muerta, la tierra del infierno eterno y ardiente.
¿Era éste realmente el santuario?
—¿Qué más hay que pensar? Ya es demasiado tarde para dar marcha atrás.
—Hmm... Por una vez estás diciendo algo bien.
Pasamos por el jardín ardiente y entramos en la capa interior del templo.
La situación dentro del templo no era mejor que fuera. El interior estaba iluminado por las llamas que habían caído a través del techo, pero afortunadamente no parecía que fuera a derrumbarse de inmediato.
Ahora bien, ¿qué debíamos hacer?
«¿Debería intentar encontrar a Rue aquí?»
Pero si encontraba a Rue… ¿qué venía después?
[Intrusión interna detectada]
Fue entonces cuando ocurrió. Una voz familiar resonó desde algún lugar del techo.
Era la misma voz que había oído en los ojos de Dian Cecht.
[Para mantener la seguridad, se sellará toda la zona y se preparará una detonación automática.]
[100 segundos hasta la explosión automática. 99, 98…]
Espera un minuto.
—¿Explosión automática?
¿Acabamos de entrar, sin embargo?
El interior brillantemente iluminado rápidamente comenzó a oscurecerse.
A partir de la entrada donde di mi primer paso, las puertas y ventanas fueron selladas una por una.
Corrimos hacia el frente.
No, intentamos correr.
—93, 94… ¿Qué estás haciendo? No pierdas la calma. Ven a por mí. Te mataré lo antes posible.
Más allá del calor oscilante, un hombre con largo cabello plateado se encontraba de pie como si estuviera clavado en el lugar.
Su mirada roja y brillante brillaba ferozmente, como la del diablo.
El Santuario de Calepa era un lugar al que sólo se permitía la entrada a los Calepas.
Y sin duda, esta figura parecía haber aparecido para castigar a los intrusos que se habían infiltrado en el santuario.
«Entonces este tipo es el tercer Calepa, ¿eh?»
Una intensa y aguda presión presionó mi piel.
Sentí una sensación de tensión y hormigueo. Era una sensación de tensión que no había experimentado en mucho tiempo.
El Calepa de cabello plateado, habló.
—No estoy de buen humor ahora mismo. Por fin me he tomado unas vacaciones y quería salir un rato. ¿Y al cabo de medio día se cuela una rata? Hacía casi quince años que no me pasaba algo así.
Andert desenvainó su espada.
—Maldita sea. Qué molesto.
Andert presionó su frente y luego me empujó hacia atrás.
—Yo me encargaré de este lado, así que ve y atiende tus asuntos.
Se me puso la piel de gallina en el brazo.
¿Estaba loco? ¿Por qué hablaba como si fuera un aliado en el campo de batalla?
—¿Por qué crees que vine aquí?
—¿Por qué? ¿En serio me estás preguntando eso? Debes haber venido a buscar a ese loco mago de cabello azul. ¿No es así?
Sí, eso es correcto.
—Por ahora, si te envío con ese lunático, será más fácil después. Ahora, date prisa y vete.
Entiendo su intención, pero mis pies no se movieron voluntariamente.
¿Por qué? Porque Andert era mi hermano menor.
¿Se dio cuenta de mi vacilación? La nueva espada negra de Andert apuntó de inmediato al Calepa de cabello plateado.
A partir de ese momento mis dudas perdieron todo su sentido. Le di la espalda y tomé otro camino.
[70, 69…]
El interior, completamente sellado, estaba tan oscuro como una cueva. Intenté agacharme lo más posible para no asfixiarme por el humo, pero mi respiración se volvía cada vez más rápida.
¿Cuánto tiempo tardó?
Llegué a una intersección ligeramente diferente a la anterior.
Entre el camino alargado, había largos trozos de tela colgando del techo, tal como cuando abordé esa aeronave de Rogue después de la reunión del consejo noble.
Primer paño, segundo paño, tercer paño…
¿Cuántos paños había pasado?
Mientras corría sin parar, sentía como si el suelo bajo mis pies se hundiera.
—¿Eh?
Al principio pensé que el suelo se había derrumbado a causa del fuego. Intenté alejarme rápidamente, pero mis piernas no se movían.
Sintiendo que el mareo me invadía, cerré los ojos con fuerza y cuando los abrí, había otra persona parada frente a mí.
Una persona que no debería estar en este lugar, Malcolm.
—No lo entiendo. ¿Por qué estás buscando tan desesperadamente al Calepa?
—¿Abuelo Malcolm?
—¿Para recuperar el diario de Dian Cecht? ¿O como dijo la señorita Daisy, para traer de vuelta a un gran mago para proteger a Weatherwoods? ¿O es por enojo? Bueno, no es como si esperara que se mueva de acuerdo a sus deseos.
La mirada penetrante de Malcolm me miró.
Con una expresión que parecía entenderlo todo, Malcolm me regañó con unos ojos que también parecían compadecerse de mí.
—Entiendo. Debes haber ganado una gran confianza en el castillo del conde Serenier. Que el Calepa te considere especial.
Por alguna razón, sentí un hormigueo en el cuello.
Casi parecía como si hubiera dado en el clavo.
«¿Qué cojones es esta situación tan frustrante?»
Observé mis alrededores, ignorando el aliento áspero que golpeaba la parte posterior de mi garganta.
En medio de las luces rojas constantemente encendidas, el interior de Calepa no era visible.
El espacio oscuro donde se habían apagado todas las luces. La aparición de Malcolm, que no debería estar allí.
Considerando todo, probablemente estaba…
—Aunque probablemente eso sea solo una ilusión tuya. En mi opinión, Calepa simplemente está cumpliendo su promesa a la señorita Daisy.
—¿Qué… promesa?
—¿Eh? ¿Qué promesa? Bueno, me refiero a la promesa de enterrar a la señorita Daisy junto a la tumba de su hermano. Es una promesa grabada junto con el juramento del alma, después de todo.
—…Una promesa.
Oh no, cometí un error.
«Hablar con una ilusión en una trampa mágica mental».
Sin saberlo, había caído profundamente en la trampa.
Gracias a eso, mi racionalidad se volvió aún más borrosa. Era una situación muy mala.
Como era una trampa diseñada para proteger a Calepa, salir de ella por mi cuenta sería difícil…
—Además, has muerto y has vuelto a la vida, y es un caso especial en el que tu alma está destrozada. Los Calepa también deben encontrarlo interesante. Desde la perspectiva de un mago, tiene un valor de investigación infinito. Así que dejemos de hacernos ilusiones aquí. Señorita Daisy, este es un consejo para ti. A él no le importas en absoluto...
Se escuchó un sonido escalofriante y, por un momento, mi mente se aclaró.
El humo nebuloso que cubría mi cerebro desapareció en un instante.
Inclinada, exhalé el aire que había quedado atrapado en mi interior. En cuanto recuperé la razón, un rostro me vino a la mente y me aterrorizó.
«¿Qué pasa con Andert?»
¿Cuántos segundos faltan para la explosión?
Me zumbaban los oídos y no podía escuchar bien. Inmediatamente desistí de buscar a Rue.
—Andert, tengo que encontrar a Andert.
Sin embargo, cuando enderecé mi cintura doblada, no pude mover mis pies.
Fue porque me di cuenta que la ruta ya no estaba oscura.
Miré distraídamente hacia el techo.
Algo caía del cielo. Lluvia, no, copos de nieve, no...
—Lluvia de meteoritos.
Las estrellas estaban cayendo.
Asombrada, olvidé qué decir o pensar y simplemente me quedé mirando el cielo.
En todos mis años, nunca había visto una estrella fugaz. Bueno, no solo yo, sino probablemente la mayoría de la gente.
De todos los días, en ese momento se estaba produciendo una lluvia de meteoritos. Parecía una broma divina.
—La alarma fue un error. En realidad, estos meteoritos son los verdaderos intrusos.
Fue un saludo muy informal.
Cuando volví la mirada, sintiéndome como en un sueño, vi el perfil de alguien apoyado en el marco de una ventana, mirando hacia el cielo distante.
—¿No es hermoso?
Su cabello azul brillante, casi irreal, captó mi visión.
El hombre más deslumbrante que las estrellas fugaces me miró con una mirada oscura y melancólica.
De repente, se me ocurrió que el conde Serenier no era nada comparado con este hombre.
Frente a su mirada delicada pero feroz y amenazante, sentí que mi yo del pasado era tonto al pensar que el conde Serenier me recordaba a él.
No había comparación.
—Estas son las lluvias de meteoritos que cayeron en el cielo de Astrosa hace 100 años. Eran magníficas de ver, pero provocaron muchos incendios forestales, como ahora.
Al principio pensé que había algo mal con mis oídos.
—¿Hace 100 años?
El viento frío del continente norte soplaba agitando mi cabello.
Instintivamente, giré mi cuerpo. El techo, las paredes y los cuadros ya no eran visibles.
No, no habían desaparecido. Estaban volviendo poco a poco a sus posiciones originales.
Las brasas que se extendían fueron disminuyendo poco a poco y las paredes desmoronadas se regeneraron lentamente, recuperando su forma original.
Y poco después, se transformaron en estrellas brillantes que eran demasiado deslumbrantes para mirarlas y regresaron al cielo.
Como si el tiempo retrocediera.
—…Ah, sonó la alarma.
No fue por mi culpa ni por Andert, sino por el meteorito que cayó en la fortaleza.
—Este es un eclipse lunar de hace 109 años.
Más allá de la ventana de cristal restaurada, la luna blanca que había estado saliendo y poniéndose repetidamente ahora estaba teñida de un tono rojizo.
—Y ésta es probablemente la luna llena de hace 120 años. Fue la luna llena más grande que he visto jamás.
Las estrellas y la luna giraban constantemente.
El santuario de Calepa que recuperó su aspecto original en un instante.
Un jardín parecido al Edén meciéndose bajo la blanca luz de la luna.
No pude evitar preguntarle a Rue.
—¿Estás retrocediendo en el tiempo?
Él simplemente sonrió.
«Disparates».
No podría existir tal cosa.
Controlar el tiempo era una magia que nunca podría existir.
¿No era una verdad evidente que los humanos no podían liberarse de las limitaciones del tiempo? ¿No era por eso que se grababa un juramento en el alma mediante el sello de un voto?
«¿Es esa verdad realmente correcta?»
Miré a Rue a los ojos.
Aquí, en el continente norte, me encontré con dos Calepas.
Skuld, a quien conocí en el palacio Astrosa, poseía un poder comparable al de un maestro de la espada, mientras que el Calepa que conocí aquí tenía un aura ligeramente decepcionante en comparación con Skuld.
Pero Rue era diferente.
No podía comprender el poder de Rue.
Aunque había superado dos muros y ganado control sobre mis instintos como demonio espada, todavía no podía evaluar la existencia de Rue.
—¿Quién demonios eres tú exactamente?
—¿Yo?
El sol salió detrás de su sonrisa pintada.
La noche ya no existía. Dibujó el amanecer ante mí.
¿Era el sol de otoño? ¿O quizás el sol de verano?
Mis ojos se entrecerraron involuntariamente ante el intenso resplandor azul.
—Un Dios.
Silenciosamente, la cabeza inclinada oscureció el amanecer.
La luz del sol naciente se extendió como una pintura detrás de la sombra de Rue.
—Yo soy el Dios del continente norte, Lord Calepa.
Athena: No… ¿semidios? ¿Un dios?
Capítulo 97
La vida tranquila de una criada que oculta su poder y lo disfruta Capítulo 97
Encantador.
Con un sonido pesado, la puerta se abrió.
La ciudad blanca se reveló junto con el sol poniente, emanando una sensación de asombro desconocida y refrescante.
Mi primera impresión de Calepa, o más precisamente, de las afueras de Calepa, fue que era muy exótica.
Los paisajes del Reino de Astrosa también eran extraños, pero en general eran una mezcla de arquitectura moderna y contemporánea del continente norte.
Sin embargo, este lugar era diferente.
«Me siento como si hubiera viajado al menos 150 años atrás».
Quizá por eso parecía más una reliquia que una ciudad.
Pero ahí terminó mi observación. Después de todo, era un lugar que abandonaría al final del día.
—La señorita Daisy Fager y el señor Gavroche Berkley-Gratten.
El guía que nos asignaron nos condujo a un pequeño edificio cerca de la puerta del castillo.
—Este es el dormitorio. La cena se servirá a las cinco de la tarde. Tengan en cuenta que está prohibido salir hasta las cinco de mañana.
Escuchamos sus palabras en silencio.
—A partir de este momento, los candidatos tienen terminantemente prohibida toda actividad personal. Se alojarán en este edificio durante una semana, donde se realizará un breve entrenamiento antes de la segunda ronda de exámenes. Como ambos saben, la evaluación de ingreso consta de un total de tres rondas…
Escuché a medias la explicación del guía mientras exploraba a fondo el interior de la ciudad.
Malcolm me había avisado con antelación.
—…El hecho de que hayas llegado a las afueras de Calepa no significa que sea el final. El verdadero comienzo comienza allí. Las afueras son donde residen los sacerdotes, y más allá de eso está la ciudad fortificada de Calepa, donde reside el propio Calepa. Sin embargo, nadie sabe exactamente dónde está. Está protegida por una magia poderosa.
Cuando escuché esas palabras por primera vez, sentí que mi plan era un poco inútil.
Pero ahora que había llegado a las afueras de Calepa, era un poco diferente.
«…Puedo entrar al santuario más fácilmente de lo que pensaba.»
Si mi suposición no fuera errónea, no habría ningún problema en moverme esta noche.
—¿Alguien tiene alguna pregunta?
No tenía ninguna
Andert y yo sólo intercambiamos miradas con los guías silenciosos.
—Nadie parece tener preguntas.
Como nadie dijo nada, los guías se marcharon con una expresión algo decepcionada.
Sin despedirnos, cada uno de nosotros se fue a sus respectivas habitaciones.
Andert parecía inusualmente tranquilo, pero en ese momento lo que más me importaba era entrar al santuario y encontrarme con Rue.
Basándome en los cálculos que tenía, comencé a planificar la noche.
Ese día, pasada la medianoche.
Salí en silencio por la ventana y me arrastré hasta el tejado. Tal vez porque estaba en las montañas, la brisa del amanecer se sentía inusualmente fría.
La luna, brillando intensamente en el cielo, iluminaba las afueras de Calepa.
Era un día propicio para entrar en el dormitorio de Rue.
Entonces ¿por qué estaba Andert aquí?
—¿Qué?
El hombre vestido de oscuro me miró sin decir palabra.
Hubo un breve momento de silencio entre nosotros.
Si ninguno de los dos hablaba primero, se producía un silencio que continuaba hasta el amanecer.
Al final le pregunté primero.
—¿Por qué estás aquí?
—¿Y tú?
—Yo pregunté primero.
—Si respondes a mi pregunta, responderé a la tuya.
—Responde mi pregunta y luego responderé la tuya.
Andert me miró con enojo y señaló hacia las afueras mientras hablaba.
—¿Vas a ir allí también?
Gracias a eso, me di cuenta inmediatamente.
«Ese cabrón... seguro que tiene algo que ver con Rue, después de todo».
No sabía cómo conocía la identidad de Rue.
Pero teniendo en cuenta el hecho de que él fue quien seleccionó a Rue para ser su evaluador entre todos los demás, debe haber algo entre ellos de lo que yo no estaba al tanto.
Sintiéndome molesta sin razón alguna, hice un gesto hacia el espacio que Andert estaba señalando.
—¿Por qué vas allí?
—¿Por qué vas allí?
—No es asunto tuyo.
—Mis asuntos tampoco son de tu incumbencia.
Tranquilízate. Vamos a tranquilizarnos.
Encuentra la paz en tu corazón, Daisy, piensa en la doncella principal y en las quejas de Desherro.
«Supongo que no tiene sentido indagar en sus intenciones. Si tenemos el mismo destino, incluso podría resultar útil».
Sí, podría ser útil. Después de todo, las habilidades de Andert ya habían sido garantizadas por el maestro de la espada. Luchar aquí solo sería una pérdida de tiempo.
—Sígueme en silencio. Si nos pillan, te dejaré atrás.
Dejando esa frase, salté el techo y aterricé firmemente en una pared.
Era la primera vez que saltaba tan alto y me dolían los tobillos, pero no había otra opción. Ocultar la propia presencia requería diez veces más energía que revelarla.
Primero, miré las afueras de Calepa desde lo alto del muro.
«Mi predicción fue correcta».
La estructura que había dentro de esa enorme pared no me resultaba desconocida. Cuando me di cuenta de la razón, se me escapó una pequeña risa.
Mephisto, realmente te encantó este lugar.
El santuario de la Calepa probablemente estaría al norte de estas afueras.
Después de descender el muro, corrí hacia la dirección.
Finalmente, cuando llegué a las inmediaciones, observé los alrededores.
—Ey.
Mi molesto hermanito me llamó con rudeza.
—Te dije que me llamaras hermana.
—Parece que conoces el camino bastante bien. ¿Habías estado aquí antes?
Como era una pregunta vaga que sólo podía dar lugar a una respuesta ambigua, Andert reiteró.
—¿En realidad eras de Rogue en primer lugar?
Jaja, qué pulga molesta.
—Andert, ¿has oído algo sobre el ejército de Mephisto?
—Me estás llamando con ese maldito nombre otra vez.
A pesar de sus desagradables palabras, los ojos verde claro que se escondían tras la máscara parpadearon brevemente. Era una señal de afirmación.
—Durante la guerra mágica, tenían fortalezas repartidas por todo el imperio. Llamamos a esas fortalezas los templos de Mephisto, y su apariencia general combinaba perfectamente con el estilo arquitectónico de este lugar. Bueno, considerando que el ejército de Mephisto estaba formado por desertores de Rogue, no es sorprendente.
Andert, que había permanecido en silencio durante un momento, me preguntó mientras evitaba una rama baja.
—Dijiste que morí por culpa de Mephisto.
Era un tema un poco diferente de la conversación que habíamos estado teniendo hasta ahora.
—Sí.
—Si morí, ¿cómo es que sigo vivo ahora?
En verdad esa era la pregunta que quería hacer.
¿Cómo es que sigues con vida, Andert? ¿Cómo es que acabaste en manos del maestro de la espada?
—Eso es solo… algo que dije desde mi perspectiva. Pensé que estabas muerto, pero en realidad no moriste y todavía estás vivo. Tal vez te rescataron en el medio o te arrastraron accidentalmente a otra isla.
—¿Soy de la Isla Queen?
Esa fue una buena suposición
En un archipiélago donde la distancia entre las islas es corta, la Isla Queen fue el lugar donde Mephisto casi murió.
Cuando no respondí, él asintió levemente.
—¿Tú también?
—¿Tienes curiosidad? Si tienes curiosidad, te lo revelaré en 60 segundos.
Andert me miró con una mirada fría, carente de cualquier rastro de humor.
El humor de los asesinos no le funcionaba. Era un tipo muy seco.
Haciendo como si nada hubiera pasado, continué el resto de la historia que le estaba contando inicialmente.
—Se descubrieron un total de 12 templos de Mephisto, todos con la misma estructura interna. Era bastante sistemático, hasta el punto de que se organizaron arqueólogos especializados para las expediciones. No era un estilo que se pudiera ver en el Imperio. Y justo ahora, después de explorar las afueras por completo, me di cuenta de que la estructura del templo de Mephisto es idéntica a la estructura de las afueras de Calepa.
La razón por la que deambulé libremente por esta zona fue por eso.
La estructura aquí me resultaba muy familiar.
Por supuesto, en términos de escala y todo lo demás, los templos de Mephisto no podían compararse con las afueras de Calepa.
Pero el hecho de que había un gran espacio abierto en el centro de las afueras, como una plaza. El hecho de que había un gran pozo en los extremos oeste y este.
La disposición de los edificios que parecían estructuras importantes también formaba un hexágono a vista de pájaro, lo que sugería que los templos de Mephisto se habían reducido en tamaño para ser trasladados bajo tierra, a diferencia de las afueras.
Ya fuera que Mephisto abandonara voluntariamente a Rogue o fuera expulsado, una cosa estaba clara: no podía dejar ir su apego a ese lugar.
Después de caminar así durante unos diez minutos, más allá de la vista completamente oscura apareció un pequeño acantilado en forma de colina.
Hablé con Andert, que me seguía en silencio, mientras sentía el acantilado húmedo y la hiedra que lo rodeaba.
—Si mi suposición es correcta, podría haber una entrada a la torre más allá de esta hiedra.
Se podía oír un leve sonido del viento.
Ese fue también el momento en el que el muro que sostenía la hiedra llegó a su fin. Cuando entramos en el espacio vacío después de quitar la hiedra…
—Lo hice bien, ¿no? La hermana mayor es inteligente, ¿no?
Una entrada a una cueva infinitamente oscura nos dio la bienvenida.
Ignorando mis palabras mientras yo hacía alarde, Andert avanzó más hacia el interior de la cueva. Qué tipo tan irrespetuoso.
El camino era más oscuro que el mar profundo.
No había nada que ver y lo único que podíamos oír era nuestra propia respiración y el sonido de nuestros pasos.
Sin embargo, tal vez porque acabábamos de pasar el bosque, en lugar de sentir miedo, podíamos caminar tranquilamente.
De repente, la luz de la luna entró.
Continuamos caminando sin descanso por la escalera que se extendía hacia el cielo.
Me sentí como si estuviera corriendo por las ramas de un árbol.
Descubrimos algo al final de la escalera.
Bajo la luna llena, un jardín estaba envuelto en llamas negras.
Capítulo 96
La vida tranquila de una criada que oculta su poder y lo disfruta Capítulo 96
—¿Por qué sonríe el conde?
—Porque es linda.
El conde Serenier respondió con flexibilidad al comentario del rey.
El rey desconcertado lo miró con ojos confusos y tosió, mirándome de reojo.
—Ejem. Bueno… ya que parece que tenemos algo de tiempo libre, también podría aprender un par de cosas de tu amante…
—No.
—¿Por qué no?
—Mi esposa es delicada. Por favor, no la atormentes.
—¿Qué? ¿Delicada? ¿Quién?
La sonrisa en el rostro del Conde Serenier se hizo más profunda cuando el rey no pudo comprender su negativa.
—Mi esposa.
—¿Y qué pasa conmigo?
—¿Tengo que decirlo?
Parecía como si la dinámica de poder hubiera cambiado momentáneamente.
Fue cuando el rey de Astrosa, quien meneó la cabeza, levantó una mano para declarar el fin de las evaluaciones.
—Es lamentable, pero… ah. Entonces concluyamos el examen de ingreso con esto…
—Su Majestad.
Alguien apareció confiadamente, interrumpiendo la declaración del rey.
—…Señor Gavroche Berkley-Gratten, ¿tiene algo que decir?
—Es tarde, pero solicito realizar el examen de ingreso.
¿Estaba loco?
—No, ¿cómo pudo…?
El rey Astrosa, igualmente desconcertado, recuperó rápidamente la compostura y habló con calma.
—No cualquiera puede presentarse al examen. Se requiere una carta de recomendación de uno de los discípulos de Rogue, señor Gavroche.
—La tengo conmigo.
La confianza de Andert tenía una razón.
La carta de recomendación que presentó al rey era precisamente eso.
«¿Podría ser que él planeara seguirme aquí por eso desde el principio?»
¿Fue el plan del maestro espadachín que Andert se infiltrara en Rogue?
Sin embargo, mis sospechas parecían ser en vano.
—¿Recibiste esta carta de recomendación ayer?
—Sí.
—Mmm.
Tenía una idea aproximada de dónde venía la carta de recomendación.
«Mientras cruzábamos hacia el Palacio Real con la Llave Dorada ayer, debe haber amenazado a uno de los nobles».
Tsk tsk. Esos patéticos corderitos cayeron en manos de un gángster.
La expresión del rey Astrosa ahora se había transformado en una algo distante, sin intención de levantar objeciones.
—Bien. Como también eres un invitado especial, procedamos rápidamente. La evaluación la realizará…
—No, el evaluador que deseo está allí.
Al conde Serenier, que no era miembro de la escuela de Rogue ni evaluador.
—Me gustaría que el conde Serenier me evaluara. Por supuesto, si tiene miedo, puede negarse.
Uno de los evaluadores dio un paso adelante con una mirada desconcertada.
—El conde Serenier no es miembro del comité de evaluación de admisión…
—No me importa realizar la evaluación en privado, conde.
La mirada de todos se volvió hacia el conde Serenier ante la flagrante provocación.
Pensé que el rey o el comité objetarían la falta de respeto, pero inesperadamente se quedaron mirando al conde.
«¿Por qué de repente señala al conde Serenier? ¿Hay algo entre ellos que yo no sepa?»
Esto fue un poco sospechoso. ¿Podría ser que Andert descubriera la verdadera identidad del conde Serenier?
Pero sólo conoció a Rue una vez.
El conde Serenier reprendió a Andert frunciendo el ceño.
—Estás rogando como un niño, señor Gavroche. Éste no es el Imperio. Éste no es un lugar donde puedas actuar como le plazca.
Aunque fue una advertencia típica, pensé que no era propio de él.
Poco después, una risa breve surgió de debajo de su mirada fría y congelada.
Pronto, debajo de la mirada fría y helada, apareció una leve sonrisa.
—…Debo advertirte. Hace tiempo que ningún joven me corteja, así que siento un poco de curiosidad.
El conde Serenier extendió su mano hacia Skuld.
Skuld, que lo miraba a los ojos en silencio, le entregó la espada que llevaba encima.
Fue para demostrar su intención de aceptar la propuesta de Andert.
—Conde Serenier.
El rey de Astrosa intentó disuadirlo, pero la respuesta fue fría.
—Procederé a realizar una evaluación privada, tal como lo solicitó el señor Gavroche Berkley-Gratten, Su Majestad.
Fue una actitud firme e inquebrantable, negándose a aceptar cualquier objeción.
Delante del rey, sin duda se trataba de algo que iba más allá del respeto a un súbdito.
Sin embargo, nadie, incluido Skuld, pudo oponerse a la declaración del conde Serenier.
Ni siquiera preguntaron una razón.
Como si considerara natural esa atmósfera, el conde Serenier despidió a todos, excepto a Andert, del lugar.
Y el día siguiente.
Andert apareció con confianza entre los candidatos aprobados en la primera ronda de exámenes de admisión.
El día de nuestra salida hacia Rogue.
Después de asesorar a Jean sobre algunos asuntos, me trasladé al lugar de reunión acordado.
—Haz lo que sea necesario para acercarte al conde Serenier. Si quieres aprender una cosa o dos de los Calepas, pregúntale y él te ayudará.
—¿Realmente puedo hacer eso?
—Depende de ti ejecutarlo, pero recuerda que puede que esta sea tu única oportunidad. Piénsalo bien. Informa a Yeager sobre los acontecimientos de hoy. Cuando llegue el momento, parte hacia Midwinterre inmediatamente.
—Lo entiendo. No te preocupes.
Yo, Andert y Desherro, después de encontrarnos con el rey de Astrosa en la sala de audiencias, nos dirigimos hacia el canal dentro del palacio.
Quería preguntarle a Andert qué pasó ayer, pero no pude.
Fue porque sabía que no iba a responder incluso si le preguntaba.
«Es más rápido preguntarle a Rue después».
En el canal flotaba un barco viejo y desgastado, que no estaba a la altura de la dignidad de la corte real.
Seguramente no montaríamos eso para ir a Rogue…
—¿Dónde está el conde Serenier?
—Oh, se fue, dijo que tenía asuntos importantes que atender y me los confió a todos. Hmm, el conde Serenier siempre está ocupado. Ocupado, muy ocupado...
El rey respondió a la pregunta de Deshero con una expresión sombría, girando la cabeza hacia el canal.
El canal estaba conectado a uno de los anexos del palacio. El canal que conducía al anexo estaba envuelto en oscuridad, lo que hacía que el interior fuera poco visible.
Desherro observó atentamente la oscuridad.
—Parece tenso, vizconde Desherro. Aunque no pueda entrar, no dude en preguntar lo que quiera si siente curiosidad.
Alentado por la consideración del rey, Deshero no dudó en preguntar.
—Tengo curiosidad por la escuela principal de Rogue, Su Majestad.
—¿Estás interesado en Rogue?
—Soy un soldado que participó en la guerra mágica. Además, mi superior era el duque Raphael Zenail, el Héroe de Guerra. Recuerdo que recibimos diversas formas de apoyo de Rogue durante la guerra. Cuando recuerdo las difíciles circunstancias de esa época, no puedo evitar sentirme intrigado.
—Entiendo tu curiosidad.
—Durante los últimos cuatro años, la Corte Imperial ha enviado numerosas solicitudes de negociación a Rogue, pero Rogue se ha negado constantemente. Su Majestad el emperador estaba bastante decepcionado. Después de todo, Rogue nos brindó una ayuda importante, al igual que la Alianza Mágica. Su Majestad tenía mucha curiosidad por saber el motivo de un rechazo tan firme.
El rey de Astrosa le preguntó a Desherro con una mirada inescrutable y sutil:
—¿Has venido a Astrosa como enviado?
—No. Aunque he hablado de su majestad, es pura curiosidad personal la que me ha traído hasta aquí.
—Parece que tienes una gran sed de conocimiento. No es una historia complicada. El origen de Rogue se encuentra en el Continente Oriental, y no en cualquier Continente Oriental, sino en el Continente del Lejano Oriente. Inicialmente, el fervor religioso de Rogue era mucho más fuerte y más grande que su creencia en una única deidad.
La historia del rey no fue muy larga.
En resumen:
La razón por la que el Continente Norte estaba cerrado en términos diplomáticos se debía a las vastas reservas de piedras mágicas enterradas en las Montañas Deus del Norte.
Las naciones y organizaciones que codiciaban estas piedras mágicas invadieron continuamente el Continente Norte durante mucho tiempo, y entre ellas estaba la Iglesia de Rogue.
Se decía que la razón por la que el fervor religioso de Rogue se había desvanecido en los tiempos modernos se debía a los conflictos internos causados por las piedras mágicas.
Después de experimentar el incidente del contrabando de drogas por parte de los misioneros de la Santa Iglesia, la Unión del Continente Norte cerró completamente todos los canales diplomáticos.
—Sin embargo, recientemente, también hemos sentido la necesidad de comunicarnos. La influencia de la Guerra Mágica fue significativa en eso. Hmm. ¿Deberíamos tener una conversación más detallada después de que los enviemos?
El rey de Astrosa le dio una palmadita en el hombro a Desherro y se paró frente a Andert.
—Ya lo he confirmado con mis propios ojos, vosotros sois los únicos que pasasteis la primera ronda de admisión este año. Según el reglamento, todos los aspirantes que aprueben la evaluación inicial se trasladarán a las afueras de Calepa con los jueces para la segunda ronda de evaluación. Cuando digo Calepa aquí, me refiero a la fortaleza y al Santuario de Calepa, y tardan unos dos meses en llegar.
—¿Dos meses?
¿Estas bromeando?
—Pero esta vez, planeamos abrir un pasaje secreto especial. Si tomas esa ruta, podrás llegar a las afueras de Calepa en medio día.
Oh, eso es un alivio.
—Por cierto, la información que acabo de compartir es un secreto nacional clasificado, por lo que os pido a todos que juréis mantenerla confidencial, por si acaso. Todos.
En un giro inesperado de los acontecimientos, hicimos un juramento de mantener el secreto.
Gracias a eso, un cuarto rastro de juramento fue añadido a mi brazo.
Si lo organizaba por orden quedaría así: El Calepa, el maestro de la espada, Weatherwoods y el Reino de Astrosa. Una lista bastante lujosa.
—A partir de ahora, vuestra visión quedará bloqueada. Os deseo todo lo mejor.
El rey de Astrosa extendió su mano primero, y yo finalmente le estreché la mano.
Después, a Andert y a mí nos vendaron los ojos con una venda negra. Subir al barco fue el comienzo de nuestro viaje.
Nos movimos sin descanso.
Primero fue el barco, luego un carruaje, luego un coche y luego… montamos en algo desconocido.
En algún momento, el aire refrescante de la superficie quedó completamente bloqueado y el distintivo olor húmedo del subsuelo llenó el aire.
Fue un viaje accidentado, no mucho mejor que el de un carro minero. Después de viajar en un artefacto parecido a una cesta que ni siquiera se podía llamar carro, descendimos por un largo camino cuesta abajo.
De vez en cuando tuve algunas dudas.
«¿Estamos realmente siendo víctimas de trata?»
Perdí la cuenta de cuantas horas habían pasado.
Sólo podía suponer vagamente que había pasado alrededor de medio día, pero no podía estar seguro de ninguna parte del mismo.
Entonces, de repente, me quitaron la venda de los ojos.
Era la hora del crepúsculo cuando el sol rojo se ponía detrás de las montañas.
Habíamos llegado a la fortaleza de Calepa, en las afueras de la capital real.
Athena: Venga, que quiero ver ya de una vez a Rue sin disfrazarse. Que hay que tener conversaciones importantes.
Capítulo 95
La vida tranquila de una criada que oculta su poder y lo disfruta Capítulo 95
—…Durante la Guerra Mágica, ¿había una milicia en el pueblo donde vivías, senior?
—Sí.
—¿Protegieron el pueblo?
—Sí. Proteger la aldea era el deber de la milicia.
—No fue así en mi ciudad natal.
Fue una negación firme, casi teñida de resentimiento.
—Fue durante la Guerra Mágica, hace unos seis años. Llegaron noticias de que los demonios avanzaban hacia el pueblo donde yo vivía. Afortunadamente, después de ser subyugados una vez, su impulso se debilitó significativamente. Entonces, decidimos organizar una línea de defensa centrada en la milicia. Incluso reunimos mercenarios del exterior y los preparamos bastante bien.
Durante la Guerra Mágica, esto era algo común.
—Pero cuando llegó el amanecer y los demonios avanzaron hacia nosotros, no había milicia para proteger el pueblo. Todos huyeron con todo, incluidas las armas, nuestro único medio de resistencia. Naturalmente, el pueblo se convirtió en un mar de llamas. En el caos de la huida, perdí la mano de mi hermano menor… Cuando los encontré de nuevo, estaban enterrados bajo un techo derrumbado.
En mi mente surgió simultáneamente la imagen de un techo derrumbándose en ruinas ennegrecidas y de un barco hundiéndose bajo el mar con humo negro.
—Al principio, me sentí resentida con la milicia por traicionar a la aldea. Pero después me di cuenta de que ese resentimiento tal vez no estuviera justificado. Al final, la causa de todo el sufrimiento no fueron los aldeanos que confiaron en la milicia ni la milicia que los traicionó, sino Mephisto.
—Entonces lo que quieres es venganza.
—Sí. Quiero matar a Mephisto y vengarme de mi hermano fallecido y de la aldea quemada. Aunque fue Andert Fager quien mató a Mephisto. Pero si hay una próxima vez...
Lo matarás.
Tragué un suspiro bajo mi garganta apretada.
«Es tan parecida a mí que resulta espeluznante».
Ahora no me digas que el hermano aparentemente muerto era en realidad ella.
Jean tenía una historia.
Y una historia fortalecía a un espadachín y se convertía en un trampolín para cruzar el muro.
«Pero así también es más fácil perder el control».
De hecho, Jean necesitaba una presencia que la mantuviera bajo control.
—Senior, parece que la evaluación ya ha comenzado.
Al oír esas palabras, decidí dejar de lado cualquier pensamiento que me quedara. Ya habría tiempo para preocuparme más tarde.
Como era de esperar, la primera ronda de evaluación de Rogue fue un duelo.
Según las reglas, los candidatos tenían que enfrentarse a los evaluadores mientras blandían las armas de hojalata de mala calidad proporcionadas por Rogue (eran tan terribles que el término "hojalata" era apropiado).
Los evaluadores eran formidables.
Tres evaluadores se turnaron para enfrentar a los candidatos, y uno de ellos parecía ser un inspector que había cruzado el segundo muro.
—Yette, ¿no? Entonces mi oponente debe ser ese hombre.
Debido al número de candidatos, hubo tiempo de sobra para analizar a los evaluadores.
Primera característica, predominio diestro.
Segunda característica, prefería avanzar con fuerza bruta.
Tercera característica, tenía una calva circular.
Y justo antes de identificar la cuarta característica, la evaluación de ingreso había terminado.
—¿Qué? ¿Es una broma? No he ido todavía.
El momento en el que estaba a punto de plantear una objeción y levantarme.
El evaluador que estaba dando las instrucciones finales cruzó el espacio vacío y se acercó a mí.
—Señorita Daisy Fager, ahora procederemos a su examen. Por favor, sígame.
—¿No es aquí?
—Se llevará a cabo en el palacio. Por favor, acompáñeme.
Entonces ¿por qué molestarse en llevarnos al sitio de evaluación?
Seguimos al evaluador hasta el palacio real.
Cuando llegamos al patio nos estaban esperando el conde Serenier y el rey Astrosa.
Y el vizconde Desherro…
—Sé amable.
Con una expresión interesante, se acercó a mí y me dejó ese consejo sin previo aviso.
¡Qué audacia!
—¿Qué estás diciendo? No soy yo quien realiza la evaluación, soy yo quien es evaluada.
—Estoy preocupado. Cada vez que haces esa expresión, tiendes a ser mala.
—¿Qué pasa con mi expresión?
—Es amarga.
…Mmm.
Me quedé frente al evaluador, controlando mi expresión. Giré la cabeza con cuidado y le pregunté.
—Pregunta. ¿Por qué me están evaluando por separado?
—Es un asunto interno. No puedo revelarlo.
No puedo revelarlo, ¿eh? Definitivamente tenía que ser obra de Rue.
Bueno, no estaba mal tener una evaluación privada.
—A partir de ahora, comenzaremos la evaluación de la calificación de la señorita Daisy Fager como Yette.
Recogí una espada de hojalata de entre las armas dispersas.
Era inútilmente pesada y parecía frágil.
Para acostumbrarme, la balanceé suavemente unas cuantas veces mientras el evaluador hablaba.
—Supongo que observaste cómo manejo la espada en la arena de pruebas. Por supuesto, dudo que tengas ese nivel de conocimiento.
Él arrogantemente movió su barbilla mientras sostenía la espada.
—Toma la iniciativa. Solo defenderé hasta tres movimientos.
Iniciativa. Y tres movimientos.
¿No era éste un favor que los otros tres candidatos no recibieron?
Teniendo en cuenta su tono irrespetuoso, me pareció que lo habían obligado a hacer esto. Podía sentir que Rue había hecho preparativos minuciosos para enviarme a Rogue.
«Bueno, eso también significa que ha considerado mi presencia lo suficientemente como para ignorarla».
Hmm, bien.
Matémoslo en tres movimientos.
Caminé lentamente hacia el evaluador, sosteniendo la espada en mi mano derecha.
Frente al evaluador calvo que tenía una expresión de “qué clase de truco es este”, me levanté y levanté la espada. Y la balanceé de arriba abajo.
Como no fue un golpe particularmente rápido, el evaluador evitó fácilmente la espada moviéndose un paso hacia la derecha. En ese momento sentí su mirada despectiva sobre mí.
La energía de la espada que se extendía desde ambos lados explotó como una granada.
¡Qué risa!
No había oponente más fácil que uno descuidado.
La figura calva y desganada giró en el aire y retrocedió mucho.
—Bien.
En el lugar donde dio un paso atrás, la sangre roja salpicó el suelo, dibujando una larga línea. Era la sangre que goteaba de su oreja izquierda.
—No levantes la espada. Me quedan dos movimientos.
Reflexivamente, la mano que sentía el mango de la espada se congeló.
Fuiste tú quien primero mencionó lo de los tres golpes de espada, calvo.
Como era un favor que no se conseguía fácilmente, respondería sinceramente.
Caminé de nuevo hacia el evaluador.
A diferencia de antes, no pude encontrar una expresión engreída en su rostro enrojecido.
Esta vez intenté meter la pata un poco.
Tal vez pensó que la energía de la espada explotaría nuevamente, por lo que el juez se hizo a un lado de inmediato.
En el momento en que la figura calva intentaba alejarse, balanceé mi pierna izquierda usando el peso centrado en mi pie derecho.
La rigidez del abdomen que se sentía desde la rodilla era impresionante. Sin embargo, sin saber qué hacer a continuación, golpeé el mentón del oponente que se tambaleaba con mi puño izquierdo.
La figura calva, que cayó al suelo, meneó la cabeza y apretó los dientes.
—¿Quién… lanza un puñetazo en un duelo?
—Lo siento. Siempre he estado desarraigada.
Agarré nuevamente la vaina vacía con mi mano izquierda.
—Y en realidad soy zurda.
Tras confirmar el leve terror en los ojos de la figura calva.
—Confiaré en ti hasta el último movimiento.
Empujé la espada con la mayor velocidad que pude reunir. La punta de la espada apuntó con precisión a la cabeza del hombre.
Los examinadores experimentados sabían cómo evaluar con precisión sus propios límites.
La figura calva no era una excepción.
Quizás pensando que era demasiado tarde para esquivarlo, en lugar de contraatacarme, trató de minimizar el daño inclinando la parte superior de su cuerpo lo más atrás posible.
El momento en que la espada que iba de frente estaba a punto de clavarse en la pupila de los ojos del hombre…
—¡Detente!
Con la orden del rey de Astrosa, el examen finalizó.
Miré las pestañas que tocaban la punta de la espada de hojalata. Las densas pestañas propias del continente norteño temblaban de miedo.
—¡Me has asustado de verdad! Señorita Daisy Fager, ¿de verdad querías matar al examinador?
La figura calva exhaló bruscamente y acarició su rostro mientras inclinaba la cabeza.
Respondí mientras envainaba mi espada.
—Quitarle la vida a civiles es un crimen.
—Deja de hablar como militares. ¡El examinador casi muere!
—Fue sólo intimidación.
—Entonces, los fuertes oprimen a los débiles. ¿Es esa la forma de batirse en duelo del Imperio?
—El examinador se echó atrás. De hecho, yo era la débil aquí. ¿Eso significa que hacer lo mejor que puedo como persona débil es el problema?
Suspirando profundamente, el rey de Astrosa miró al conde Serenier y luego al Calepa.
—Me preguntaba por qué querías someter a una jovencita al examen Yette... Así que ella era un monstruo, un monstruo de verdad.
—Entonces, ¿eso significa que aprobé?
Mientras los demás examinadores se concentraban en sostener la figura calva, mi pregunta se dispersó en el aire. Levanté la espada de hojalata por encima de mi hombro y volví a preguntar.
—¿Pasé?
El examinador se puso rígido por un momento y asintió.
—Aprobaste… ¡Felicidades!
¡Viva!
Tan pronto como arrojé la espada enlatada y me regocijé, Desherro se acercó a mí, luciendo terriblemente complacido.
—Lo hiciste bien. Te contuviste al final. Por supuesto, considerando tu personalidad, hay una gran probabilidad de que te hayas burlado intencionalmente de tu oponente. Sin embargo, este es el Reino de Astrosa, no el Imperio. No hay necesidad de ningún comportamiento que pueda merecer demasiada atención...
Incluso mientras me sermoneaba, pude ver el brillo de satisfacción en sus ojos.
—Eras excelente en el uso de los pies y los puños, mayor. Gracias a ti, aprendí que puedo utilizar mis manos y pies lo suficiente para obtener la victoria…
Después de Desherro, la voz de Jean, mientras divagaba sobre algo, pasó de un oído al otro.
¡Muy bien, llegué a la final!
Cuando miré al conde Serenier con orgullo, él también me mostró una sonrisa encantadora.
Capítulo 94
La vida tranquila de una criada que oculta su poder y lo disfruta Capítulo 94
Había amanecido el día del examen de ingreso.
¿Preparación mental? ¿Ejercicios de calentamiento? No necesitaba nada de eso.
Yo era Daisy Fager, una doncella de los Weatherwoods, un demonio espadachín iluminado y la condesa de Vladiev. Yo era el héroe que asestó el golpe final a Mephisto y la fundadora de la técnica de planchado del Diablo.
No tenía miedo de ninguna prueba de acceso.
El lugar donde tuvo lugar el examen estaba cerca del palacio real.
En un espacio abierto tan amplio como un hipódromo, en un edificio blanco que recordaba a los templos de Mephisto. Los densos escalones de piedra para sentarse que rodeaban la arena circular me recordaron al Black Ragel.
—¿Estás aquí, mayor?
—Mmm.
Jean, que había llegado antes, intentó levantar a Andert, que estaba sentado encorvado en una silla, para obligarlo a ir a otro lado, agarrándolo por la nuca. Yo estaba sentada muy cerca de Andert, que no se movía.
—¿Y qué pasa con el conde Serenier?
—Él está con los jueces.
Concentré mi mirada y confirmé a la gente reunida al otro lado de la arena.
Había tres jueces vestidos con túnicas ceremoniales.
De alguna manera, su tez no lucía bien. Junto a ellos, a la sombra, descansaban cómodamente el rey de Astrosa, el conde Serenier y el canoso Calepa, vestidos con ropa informal porque habían salido a caminar. Algo parecía extraño.
—¿Es Desherro ese que está allí? Parece que lo han invitado, teniendo en cuenta su estatus.
Incluso desde la distancia, pude sentir cuando el conde Serenier me miró y sonrió.
Giré la cabeza con un gesto de la nariz.
Arrugó la nariz y giró la cabeza.
—Realmente hay mucha gente aquí para el jurado. Con solo un vistazo, se puede decir que hay muchos individuos destacados entre ellos.
Mientras miraba a Jean, que parecía algo emocionada, de repente sentí curiosidad por algo.
—¿Cómo aprendiste con el maestro de la espada?
— ¿Maestro de la espada? ¿Estás hablando de esgrima?
Fue cuando Jean estaba organizando cuidadosamente sus pensamientos para formar una respuesta.
—¿De qué otra manera? Tienes que rodar como un perro.
Se oyó una voz despreocupada: era la de Andert.
—Perro loco.
Con una expresión profundamente molesta, me miró, pronunciando esas dos palabras.
—¿Por qué crees que me llamaron con ese maldito apodo? El maestro de la espada trata a todos aquellos que desean ser sus discípulos sin piedad. Los hace rodar como perros con entrenamiento ordinario, los hace rodar hasta el extremo, los hace rodar hasta que están al borde de la muerte, y solo enseña el arte de la espada a los pocos que quedan.
Jean, con expresión incómoda, refutó de inmediato.
—Ese entrenamiento no es un entrenamiento común y corriente. Desarrolla resistencia, fuerza y fortaleza mental.
—Estás diciendo cosas ridículas. El maestro de la espada ni siquiera se molesta con aquellos que no pueden manejar ni siquiera lo básico. ¿No eres tú igual? A pesar de que eres un mercenario errante que vino de quién sabe dónde, tus habilidades eran lo suficientemente decentes como para rivalizar con la mayoría de los caballeros. Él debe haber pensado lo mismo. Lo más despreciable del Maestro de la Espada es que toca casualmente los traumas de las personas. No solo los toca, sino que también los provoca sin cesar hasta que se rompen. No enseña el manejo de la espada a aquellos que no pueden superarlo. Pero incluso si ruedan como gusanos bajo sus órdenes, no pueden superar la segunda pared.
Trauma, ¿eh?
Según el testimonio de Andert, los métodos de entrenamiento del maestro espadachín y de Rogue parecían tener muchas similitudes.
—¿Podré superar este muro mientras aún esté vivo? La primera vez que lo cuestioné, la existencia del maestro de la espada me pareció muy lejana. ¿Cómo logró este hombre superar el tercer muro? ¿Qué clase de vida ha vivido? El verdadero aprendizaje comienza desde allí. El maestro de la espada nos enseñó de esa manera. Bueno, aquellos de nosotros a quienes enseñó, tuvimos que usarlo para matar personas más tarde, y no se lo puede llamar un maestro humano de ninguna manera. Pero para aquellos que buscan la fuerza, no hay mejor mentor que él.
Mientras escuchaba la historia que continuaba de manera incongruente, no pude evitar tener preguntas que no podían responderse sin preguntar.
—¿Por qué quieres volverte fuerte?
¿Qué motivó a Andert y Jean a buscar el poder?
«A juzgar por lo lejos que están dispuestos a llegar, no parece que lo hagan sólo por hacerlo».
En lugar de responder a mi pregunta, Andert respondió con una réplica sin siquiera pestañear.
—Debería ser yo quien preguntara eso. ¿Dónde viviste y qué hiciste para llegar a ese nivel a tu edad?
Para vengarte de tus enemigos…
—Llámame Maestra. Entonces te lo diré.
—Maldita sea.
Con un resoplido, Andert se alejó, arrastrando sus largas piernas hacia los asientos del piso superior.
«Es extraño lo tranquilo que ha estado últimamente».
Mientras estábamos en Midwinterre, él solía hacerme preguntas extrañas, pero desde que lo traje a Astrosa, había estado sorprendentemente tranquilo.
¿Se había vuelto tímido por estar en un país extranjero?
Él no era ese tipo de persona.
Como era un cambio bienvenido tener al tipo más explosivo enfurruñado en silencio, fingí no estar interesada por ahora.
Después de que Andert se fue, me tomé un momento para ordenar mis pensamientos.
Como alguien que decía ser profesor, me di cuenta de que estaba dejando a Jean demasiado sola.
Eso no significaba que no hubiera pensado en ella en absoluto.
—No tengo ganas de enseñarte esgrima.
Jean me miró con una expresión ligeramente sorprendida.
—Más exactamente, no puedo enseñarte. Nunca he aprendido muchas técnicas avanzadas de esgrima. Y he llegado a la conclusión de que lo que necesitas no es solo un aumento en la destreza marcial.
Jean ya era una hábil espadachina.
Ella no solo usó su espada en el campo de batalla como yo, ni tampoco era un talento que aprendió con el legendario genio, el maestro de la espada.
Por lo tanto, no deberían faltarle habilidades básicas como cortar o empuñar una espada.
—¿Por qué es eso?
—Porque eres un demonio de la espada.
—¿Eso significa que no debería volverme más fuerte porque podría estar completamente poseída?
—¿Y eso qué tiene que ver con nada? Incluso si te poseyeras por completo, puedo encargarme de ti sola.
—Ah, claro.
Sentí una leve sensación de tranquilidad en la sonrisa ligeramente desconcertada de Jean.
Mi mayor deseo era ayudar a Jean a superar la barrera de ser un demonio espada.
Independientemente de cómo sucedió, tuve una experiencia similar, así que tal vez podría enseñarle de una manera similar.
—Cuando piensas en alguien importante, ¿qué rostro te viene a la mente?
Jean dudó por un momento antes de hablar.
—Me viene a la mente mi hermano menor.
—¿La última vez dijiste que no tenías familia?
—Sí. Mi hermano era mi única familia, pero falleció hace mucho tiempo.
—¿Hay alguien entre los vivos cuyo rostro te venga a la mente?
—No.
—¿Qué tal un amigo de muchos años?
—No tengo ninguno.
—¿Y qué tal un novio?
—No tengo ninguno.
Esta era una situación difícil.
Un demonio de espada era un ser influenciado por su espada.
Como resultado, era fácil perder el control sobre la espada. El fenómeno que se experimentaba cuando se perdía por completo este control se llamaba asimilación completa o posesión completa.
Sin embargo, cuando crucé la segunda barrera, incluso si no pude lograr la evolución física, obtuve la capacidad de controlar y prevenir la posesión completa.
Entonces ¿cómo obtuve este control?
Lo obtuve al superar los miedos de convertirme en un completo demonio de la espada y aceptarme completamente como un demonio de la espada.
Entonces ¿cómo se superó el miedo?
—Esta cicatriz es mi orgullo. Jeje. Entre todas las princesas del linaje Penrotta, no hay ninguna otra que tenga cicatrices tan gloriosas. ¡Pensar que es una cicatriz dejada por un héroe!
Una presencia que me elogió y alentó mi identidad como demonio-espada.
—Enséñame a vencer y a no dañar a quienes confío. Enséñame a prevalecer como un anciano que nunca se rinde.
Una presencia que creía que ser un demonio espada podría ser útil.
—Ahora que has confirmado que estoy viva, deshazte de cosas como espadas. Trata el momento en que empuñaste una espada como si nunca hubiera sucedido. Simplemente vive la vida que te gusta como si fueras una sirvienta.
Una persona que me hizo darme cuenta de que mi espada era parte de mí.
Gracias a ellos pude superar mi miedo.
Fue una comprensión a la que me habría sido imposible llegar durante toda mi vida si no hubiera habido personas a mi alrededor que me necesitaran y a quienes yo necesitaba.
Pero para un demonio espada que no tenía amigos, ni familia, ni amante.
—Si no tienes nada, entonces renuncia a cruzar la barrera. Si no quieres rendirte, empieza por hacer amigos.
—¿Realmente tengo que hacerlo?
—Sí.
—Por favor dime la razón.
Me mordí el labio.
Decidí que transmitir con palabras lo que había comprendido no tendría sentido.
«Cuando lo pienso, realmente no sé mucho sobre Jean».
Ni siquiera le había hecho la pregunta más fundamental que definía la existencia de un espadachín.
—¿Por qué quieres volverte más fuerte?
Jean dudó por un momento antes de dar una respuesta preparada.
—Porque el Gran Mago Mephisto podría estar aún vivo.
Ah, inesperado. No esperaba ese nombre en absoluto.
—Está muerto, Jean. Fue aniquilado junto con Andert Fager. Han pasado ya cuatro años.
—Pero nadie encontró sus cuerpos, ¿verdad? Podría seguir con vida en algún lugar. Puede que se esté haciendo más fuerte mientras espera el momento adecuado para atacar.
Ah, esa era una razón muy sólida. Querer proteger el mundo, ¿eh? Eso era lo que hacían los héroes.
—Entonces, te preocupa la resurrección de Mephisto. ¿Es esa la única razón por la que quieres volverte más fuerte?
La expresión de Jean se puso ligeramente rígida.
Parecía que no estaba preparada para esta pregunta.
Eso significaba que había una mayor probabilidad de obtener una respuesta más honesta de este lado de la conversación.
Capítulo 93
La vida tranquila de una criada que oculta su poder y lo disfruta Capítulo 93
—Entonces ¿por qué me dijiste la verdad?
—No lo sé.
No sabes de qué estoy hablando ¿verdad?
Yo tampoco lo sabía.
Pero así eran los asuntos humanos.
Eso parecía correcto y probablemente estaba bien, pero todavía dudaba en tomar acción.
Admitirle a Desherro que yo era Andert también fue un juicio un tanto impulsivo.
Quizás incluso podría llamarse una decisión emocional.
Si no hubiera visitado la galería del conde Serenier… habría intentado de alguna manera perturbar y rechazar las deducciones de Desherro.
Por eso dicen que nadie sabe qué depara el futuro.
—No tengo ni idea de lo que estás pensando, ya sea en el pasado o ahora. Nunca he visto a alguien tan indeciso en mi vida.
—¿De verdad? Con Rue, es como si pudiera entrar en mi mente y ver a través de ella.
—¿Rue?
Hmm. Incluso sin darme cuenta, ese nombre…
—De todos modos, ¿puedes prometerme que lo mantendrás en secreto? Ahora, solo soy una pobre sirvienta con solo un conjunto de ropa. Por favor, ayúdame.
Dejando escapar un suspiro indescifrable, Desherro respondió con un tono ligeramente vacilante.
—…Pero ¿puedo realmente presentarte como la hermana de Andert?
—La madre de Andert sería demasiado, si lo que estás insinuando es eso. En primer lugar, perdimos a nuestros padres cuando éramos jóvenes.
—No se trata de eso. Sinceramente, dudo que Raphael se deje engañar. Incluso si lo engañan, podría ser un problema desde tu perspectiva.
¿Un problema? ¿Por qué habría un problema si fue engañado?
Espera un minuto, ¿sabía que iba a morir?
Desherro ni siquiera sonrió.
Tal vez no. Hizo la pregunta con cautela, sin pretender haber oído nada.
—¿Estás conociendo a alguien que tiene en mente casarse?
Pensé que era una pregunta al azar, pero no había razón para no responder.
—No, no lo estoy...
—¿Y qué tal un novio?
Por alguna razón, el rostro de Rue apareció en mi mente.
Sacudí rápidamente la cabeza para borrar ese pensamiento.
—No existe.
—¿Qué pasa con alguien por quien tienes sentimientos?
Realmente no sabía por qué, pero el rostro de Rue apareció en mi mente de nuevo.
No, en realidad, podría tener alguna idea de por qué... Maldita sea.
Sintiéndome frustrada, lo negué con los dientes apretados.
—Absolutamente no. De ninguna manera.
Pero al mirar atrás, el tema me resultaba algo familiar.
Matrimonio. Matrimonio… ¿Dónde había oído eso antes?
—¿Dijiste que tenías una hermana? Es una pena. Si estuviera viva, podría haber tenido un héroe de guerra como marido.
—Estoy hablando de mí.
Ahí.
De ninguna manera.
Desherro metió una cuña en mi malestar.
—La razón por la que Su Gracia está posponiendo el matrimonio es simplemente porque no tiene una pareja de confianza. Y siente una gran responsabilidad por tu muerte. Si supiera que eres la hermana de Andert, incluso podría proponerte matrimonio.
Esa cuña, elaborada con precisión, me dejó sin palabras.
«Si es él, es posible que realmente lo haga».
Raphael no era de los que hacían comentarios vanos. Incluso con palabras casuales, hablaba con sinceridad.
—Soy… una plebeya.
—Y Andert Fager recibió un título del emperador. Ya no es Fager, sino el conde Vladiev.
—Vladi ¿qué?
—Conde Vladiev. Si Su Gracia te reconoce como pariente del héroe caído, a partir de ese día, Daisy Fager heredará el título y se convertirá en la condesa Daisy Vladiev. Te convertirás en una noble.
—Ah, sí. Mencionaste que recibí un título después de mi muerte.
Desherro habló con una certeza inquebrantable.
Pero me resultó difícil comprender plenamente su argumento.
Ciertamente no dudaba de la sinceridad de Raphael, pero...
—El matrimonio no es la única manera de asumir la responsabilidad de alguien, ¿sabes?
—Estoy de acuerdo.
—¿Por qué entonces tomarse tantas molestias?
—Porque eres un rastro de Andert.
—¿Por qué es importante ser un rastro?
—Eres su hermana y compartes recuerdos con él, ¿no? Después de que te marchaste, el duque empezó a sufrir de insomnio severo. Durante los últimos tres años, ha estado buscando desesperadamente solo rastros de ti. Pero ha fracasado repetidamente, y ahora que poco a poco está recuperando la estabilidad...
—He regresado.
Desherro dejó escapar su suspiro número cinco mil.
—Lo siento. No quiero culparte, pero no exagero al decir que su vida cambió por completo después de tu muerte. Sin embargo, si aún tienes la intención de ocultar tu identidad, te pido amablemente que lo reconsideres.
¿Reconsiderar?
Aunque era una petición educada, no podía entender por qué me enojaba.
—Desherro.
—Sí.
—Sólo me quedan diez años de vida.
Sus ojos se abrieron.
Parecía que estaba más sorprendido que cuando lo amenazaron con una espada en la garganta.
Así de sorprendido estaba, y precisamente por eso…
—¿Por qué, sólo diez años…?
—¿En qué estabas pensando ahora mismo? ¿Qué sientes? ¿Simpatía? ¿O tal vez culpa? No quiero cargarte con esos sentimientos de culpa o deuda. Después de todo, me infiltré en el castillo de Mephisto por mi propia cuenta...
—Entonces, ¿estás de acuerdo con esto?
Desherro respondió con una cara que no era menos enojada que la mía. No, él mostró abiertamente su enojo.
—Andert, eres un héroe. Mereces que te traten bien durante tu vida. Mereces que te admiren durante toda tu vida. ¡No eres alguien que deba vivir como una criada que es ignorada y pisoteada por esos malditos mocosos aristocráticos!
Creo que escuché palabras similares en la galería.
¿Siempre había tenido esos pensamientos incluso después de derrotar a Mephisto?
—¿Por qué no podemos sentir pena por ti? ¿Por qué no podemos tenerte lástima? Es una emoción natural. Déjala fluir, déjanos…
Había pasado mucho tiempo desde que vi a Desherro tan enojado.
…no iba a golpearme solo porque estaba enfadado, ¿verdad? Yo seguía siendo una criada.
—A mí… No, a nosotros… puedes volver, ¿no?
Se instaló un silencio melancólico.
En los momentos en los que solo se escuchaban nuestras respiraciones, de repente vinieron a mi mente los recuerdos de los momentos en los que estuvimos juntos en el campo de batalla.
Solíamos pelear mucho ¿no?
Incapaces de contener la intensidad de las emociones, a veces movíamos los puños como niños y terminábamos rodando por el suelo.
Y si ni siquiera entonces pudiéramos conciliar nuestras opiniones, nos ignoraríamos durante días seguidos o tropezaríamos con asuntos triviales como niños pequeños.
En comparación con aquellos días, estos eran días muy pacíficos.
¿Realmente era necesario luchar?
—Lo siento.
Así que me disculpé primero.
—Ahora que lo pienso, probablemente fui demasiado dura.
Desherro, que respiraba con dificultad, como si hubiera perdido el primer puesto en una competición por primera vez en su vida, se recompuso lentamente.
Y con cara cansada miró la mía seca.
—Soy yo quien debería disculparse. Sé que no fue fácil para ti revelar semejante secreto… ¿Estás bien de salud?
—Soy fuerte. Puedo manejar a alguien como el marqués Estiércol con una mano.
—En ese caso, la razón por la que hay un límite de tiempo es porque hay algo mal en el otro extremo.
—Deja de indagar, ¿eh?
—Lo siento, es una costumbre... De todos modos, me moveré de acuerdo con tu pedido por ahora. No sería una buena imagen si me paso de la raya. ¡Oh! Por casualidad, ¿el vizconde Weatherwoods conoce tu verdadera identidad?
Él lo sabía desde que era vizconde Weatherwoods.
Pero, aunque Jean, que trabajaba en la misma mansión, lo supiera, era información que no podía ser revelada fácilmente a Desherro, el ayudante más cercano de Raphael.
Tenía que encontrar la manera de sortearlo.
—Bueno… El vizconde lo sabe en sentido general, y a cambio de alimentarme y albergarme… me transformo en su apariencia cada vez que está ocupado…
—No hay necesidad de excusas. Escuché del duque Berkley Gratten que el vizconde Weatherwoods derrotó a Jean Berkley Gratten sin siquiera sacar su espada. ¿Quién más podría ser sino tú?
—El vizconde Weatherwoods es tan buen espadachín como yo…
—Entonces, ¿estaría bien si me encuentro personalmente con el vizconde Weatherwoods y tengo una conversación con él en la finca Zenail?
Se hizo el silencio.
—Tomaré eso como una admisión de culpabilidad.
Eres un bastardo sin corazón y sin lágrimas.
—Me di cuenta mientras hablaba... que pronto te conoceré como vizconde en el estado de Zenail. Oh, Dios mío, esto es ridículo.
Suspirando por enésima vez, Desherro dejó escapar un profundo suspiro.
—Se está convirtiendo en una noche con mucho en qué pensar…
Me disculpo nuevamente por ser así.
Desherro me dio la espalda con una mirada pensativa.
—Se está haciendo tarde, así que debería volver por ahora. Algún día tendremos la oportunidad de tener una conversación más detallada... Ah, casi me olvido de mencionarlo.
Desherro se paró en la puerta y giró la cabeza ligeramente, esbozando una leve sonrisa.
—Felicidades por convertirte en conde.
Athena: Vaya… condesa. Ains… es complicado. Pero bueno, van avanzando las cosas.
Capítulo 92
La vida tranquila de una criada que oculta su poder y lo disfruta Capítulo 92
Desherro soltó mi mano y la abrió.
—Tu mano es suave, señorita Daisy. Tiene un pequeño callo, pero no es el callo de un espadachín. Podría considerarse un rastro de las tareas domésticas. Sin embargo, manejaste una espada. Y no una espada cualquiera, sino una transformada que quemó hábilmente el cabello de Lord Medeis hasta convertirlo en cenizas. ¿De verdad pensaste que no notaría algo así? ¿Cómo puede alguien con un cuerpo tan inexperto manejar una espada así? Solo hay una respuesta. Es porque tu alma posee un alto calibre. Tu alma es la de un espadachín excepcional. Por eso yo…
Me pregunté cuándo empezó.
—Pensé que debía haber rastros del mismo juramento en la misma posición que Andert Fager.
Ya casi me había dado por vencida.
No fue solo una cuestión de rendirme. Estaba concentrada en cada palabra que Desherro pronunciaba.
¿Fue para encontrar algún tipo de evidencia que lo refutara? No estaba segura.
Simplemente tenía curiosidad.
Me pregunté dónde había encontrado Desherro ese parecido conmigo. Por qué estaba tan seguro de que era yo.
—Voy a preguntarte otra vez: ¿eres Andert Fager?
¿Tenía que mirarme con ojos tan tristes?
Dejé escapar un suspiro que había estado conteniendo.
En ese momento me encontraba en una encrucijada. Había dos caminos.
¿Debería admitir voluntariamente mi verdadera identidad o debería enojarme e insistir obstinadamente en que estaba diciendo tonterías?
Hace unos días, mi antiguo yo habría elegido esto último sin dudarlo. Después de todo, había tomado una decisión y me había ido de la Isla Queen. Juré no volver a involucrarme con ellos.
Pero ahora las cosas eran diferentes.
—Andert, cruel, bastardo frío. Volvamos aquí juntos cuando termine la guerra. Tú puedes hacerlo, ¿verdad? Nosotros podemos, ¿verdad…?
La expresión de Natasha.
—Pareces un tipo que quiere morir en el campo de batalla.
La voz de Raphael.
—Tenía derecho a disfrutar de la paz. Tenía derecho a mirar al cielo después de que se disiparan las nubes de la guerra. Tenía la obligación de vivir el resto de su vida reverenciado como un héroe, siendo alabado y admirado.
Y Desherro, tu persistencia.
«Sigues haciéndome tener pensamientos innecesarios».
Sí, me hizo pensar que tal vez estaba bien.
Así que sólo había una cosa de la que podía estar seguro en este momento.
Que no pude encontrar respuesta al conflicto que había en mí.
—…Es una pena, Desherro. Sigues siendo tan inteligente.
Así que ya no había necesidad de dudar más.
Saqué la espada de perla.
Mientras se formaba un tenue remolino, el dosel blanco y las cortinas se balanceaban. Lo miré fijamente a los ojos mientras levantaba la espada y le advertí.
—Hubiera sido mejor que hubieras seguido fingiendo que no lo sabías. Pero si insistes en escuchar mi respuesta, entonces no hay nada que pueda hacer. Échale la culpa a tu buen ojo.
No hubo necesidad de una despedida. Bajé la espada tal como estaba...
—…Es una broma.
Ah…
—¿Cómo pasó esto?
Miré a Desherro, que estaba medio distraído y perdido en sus pensamientos, y volví a guardar la espada de perla en mi pendiente.
Mientras jugaba con nerviosismo con mi cabello, un mechón suelto quedó atrapado entre mi horquilla y se enredó alrededor de mi dedo.
Fue incómodo, pero era natural.
Porque mi yo actual tenía el pelo cuidadosamente atado como el de una criada, no el pelo corto de mi época como Andert.
—Esto…
Eres tan problemático como una rata, Desherro.
Reprendí a Desherro con una voz llena de resentimiento.
—¿Eres un pervertido? ¿Por qué me estabas escudriñando con tanta atención? Me preguntaba qué estabas pensando al perseguirme hasta el Continente Norte…
En un instante, una calidez me envolvió.
—Estabas vivo.
El dueño del calor era Desherro.
Él abrazó mis hombros y el calor de su cuerpo me envolvió de la cabeza a los pies.
Aunque tuve fuerzas para resistir, no pude hacer ni un solo movimiento.
—Estabas realmente vivo. Tuve la sensación, pero incluso viéndolo con mis propios ojos, no puedo creerlo…
Sus palabras se fueron apagando, llenas de emoción y confusión.
«Si haces esto ya no podré enojarme más».
Le di unas palmaditas torpes en su espalda temblorosa.
Desherro, que me había estado abrazando fuertemente como un padre que encontraba a su hijo perdido, finalmente me soltó después de un rato.
—Andert.
Luego, con una mezcla de emoción, alegría, confusión y alivio, me sacudió con una expresión ridícula en su rostro.
—Dime, ¿cómo estás vivo? ¿Dónde has estado todo este tiempo? ¿Qué es esta apariencia? Ni siquiera Raphael te reconocería así. ¿Por qué te has convertido en mujer?
Bueno, ya no había necesidad de ocultarlo más desde que mi verdadera identidad había sido revelada.
—No me convertí en mujer. Yo originalmente era una mujer.
Se hizo un silencio pesado, como si el mundo se hubiera detenido.
Desherro, que me miraba fijamente a la cara sin comprender, lentamente, muy lentamente, me soltó.
Entonces, con una expresión preocupada en su rostro que parecía decir: "¿Te has vuelto loca mientras tanto?", abrió la boca y me miró profundamente a los ojos.
—En serio, ¿qué pasó?
Para ser honesta, sentí un profundo sentimiento de alivio ante la tranquila pregunta de Desherro.
Sí, me sentí aliviada.
«¿No está resentido?»
Incluso si estaba resentido conmigo, ¿al menos estaba dispuesto a escuchar mi historia?
Os engañé a todos. ¿Estaba bien que hablara de mis circunstancias?
Mientras lo miraba a los ojos negros y serios, mi corazón empezó a palpitar. Traté de responder de la forma más informal posible.
—Andert es el nombre de mi hermano menor. Sirvió en el ejército y murió durante el ataque de Mephisto. Usé magia para tomar prestada la cara de Andert y me convertí en él mismo para buscar venganza contra sus enemigos... Es una situación común.
—¿Común? ¡No! Definitivamente no es una situación común. Entonces, ¿la hermana que mencionó Andert…?
—Era yo.
Desherro tenía la boca abierta y una expresión tonta. Era raro ver a Desherro así.
Justo cuando estaba pensando que debía saborear esa vista, la mano que sostenía mi hombro fue retirada rápidamente.
—Lo siento, no lo sabía y simplemente te agarré la manga imprudentemente…
Desherro se disculpó de manera un tanto incoherente por su comportamiento.
—No hace falta que te disculpes. ¿Debería mostrarte el otro también?
—¡No! No es necesario, por favor no hagas eso. ¡No deberías actuar así! ¡Sobre todo delante de mí, un hombre!
Mirando su rostro severo mientras intentaba advertirme, mis entrañas… mis entrañas…
—No actúes como mi padre, me da escalofríos.
—¿Qué estás diciendo? ¡Siempre eres tan…!
Con una expresión de disgusto en su rostro, me preguntó.
—En ese caso, Andert, no, señorita Daisy. No, ¿cómo se llama usted?
—Soy simplemente Daisy. Seguiré siendo Daisy en el futuro. Así que llámame Daisy.
Desherro, que llevaba un rato dándose golpecitos en la frente, me miró con una mirada extrañamente fija.
—¿Estás bien?
—¿Qué? ¿Vivir como Daisy Fager? Gracias por tu preocupación, pero estoy bien. Incluso tiene sus aspectos positivos.
—…Ya veo.
Su mano, que naturalmente se extendía hacia mi antebrazo, se detuvo en el aire.
Pronto bajó ambas manos, como si nada hubiera pasado, pero yo lo sabía.
Sabía que Desherro estaba haciendo un esfuerzo para no tocarme lo más posible.
Observé conscientemente su moderación al no tocarme habitualmente el hombro ni tocarme ligeramente.
«Como sabe que no soy un hombre, debe estar tratando de ser considerado.»
Me sentí un poco amargada por eso.
—Hay muchas preguntas que quisiera hacerte… pero hay una cosa que más quiero decirte.
—Simplemente no me insultes.
—Me alegro de que estés viva.
En contraste con mis palabras juguetonas, una voz seria llegó a mis oídos.
Sus labios se crisparon como si estuviera masticando sus palabras mientras dejaba escapar un pequeño suspiro.
—Estoy realmente muy, muy contento.
—…Sí, es un alivio. En muchos sentidos, yo era una persona con talento que habría sido una pena perder tan joven, ¿no?
¿Mi broma alivió un poco la tensión?
Con una leve sonrisa, Desherro susurró con una voz más ligera.
—Tengo tantas preguntas que quiero hacerte… ¿Estuviste escondida todo este tiempo? Escuché que apareciste en la Isla Queen. ¿Realmente soportaste vivir en esa tierra desolada?
No, estaba muerta.
—En pocas palabras, es complicado. No hay ninguna parte de la que pueda estar completamente segura. Todavía estoy buscando varios datos.
Después de una breve pausa, lo insté.
—No se lo digas a Raphael.
Su boca se cerró.
Sus ojos negros, que revelaban un estado mental complejo, escudriñaron mi rostro.
Después de varios segundos de abrir y cerrar los labios como si intentara decir algo, Desherro finalmente habló.
—¿Es porque eres mujer?
Dio en el clavo.
—Esa es una de las razones, pero no quiero molestarlo apareciendo de la nada después de cuatro años.
—Pero Raphael, no, Su Gracia, sólo por tal motivo…
—Lo sé.
No hacía falta convencerme, porque ahora yo también lo sabía.
Raphael no era alguien que se decepcionara de mí sólo por mi género.
El pasado que vi en el bosque Willow Grove en Westwinterre me infundió esa convicción.
Estos tipos no iban a criticarme por ocultar un secreto tan importante.
En cambio, probablemente me darían la bienvenida nuevamente, al igual que a Desherro, que estaba frente a mí.
—Lo sé... No te estoy diciendo que finjas que no lo sabes en absoluto. ¿Cómo puedo preguntarte eso sabiendo tu relación con Raphael?
—¿De verdad?
—Si Raphael pregunta por mí, simplemente dile que no soy Andert, sino su hermana. Yo me encargaré del resto.
Athena: Oooooooh. ¡necesitaba este momento! Por fin uno de sus amigos del pasado sabe que ella era Andert. Me siento un poco emocional ahora mismo.
Capítulo 91
La vida tranquila de una criada que oculta su poder y lo disfruta Capítulo 91
Esa noche.
Estaba deambulando por el palacio.
Pero no era un vagabundeo sin rumbo fijo. Estaba preparando mi cuerpo para el examen de ingreso que tendría lugar al día siguiente.
«Me siento como si blandiera una espada mientras tengo la oportunidad de estar en un lugar tan espacioso».
Sin embargo, en el palacio, nadie, aparte del rey y sus guardias, podía llevar armas, así que, en el mejor de los casos, lo único que podía hacer era correr o estirarme, las únicas cosas en las que podía concentrarme.
—¡Eh! La mujer que está delante de la enredadera de rosas. ¿Quién eres?
—Basta, hermano. Es una invitada de Su Majestad el rey. La he visto paseando por el jardín durante las últimas tres horas, así que pasemos de largo en silencio.
—¿Tres horas? ¿Estás seguro de que es la misma persona?
—Mmm.
De hecho, es la misma persona, muchachos.
«Caminé demasiado».
Una mujer de cabello castaño que caminaba durante tres horas tarde en la noche probablemente era percibida como sospechosa.
¿Fue porque olí el penetrante aroma de las rosas durante demasiado tiempo? En algún momento, incluso mi sentido del olfato pareció haberse paralizado.
Caminar parecía disipar la montaña de pensamientos que se habían creado en mí después de los acontecimientos de hoy.
Estaba a punto de darme la vuelta y regresar cuando noté a un hombre parado frente a la enredadera de rosas.
Esa postura notablemente erguida…
—¿Desherro?
Ya fuera que hubiera escuchado mi voz o no, el hombre se giró para mirarme.
Para ser honesta, me sentí un poco incómoda cerca de Desherro.
Había sido incómodo justo después de nuestro reencuentro en la reunión del consejo noble, pero después de explorar la galería del conde Serenier hoy, me sentí el doble de incómoda.
Fue porque el filo agudo de la culpa, que atravesaba mi conciencia, se hizo aún más agudo.
«Además, me vio blandiendo una espada».
Cuando quemé la cabeza de Lord Medeis, utilicé mi mano derecha conscientemente, teniendo en cuenta la presencia de Desherro, pero aun así fue incómodo.
«¿Qué debo hacer si me pregunta por qué una doncella puede manejar una espada?»
¿Debería decir que era un arma oculta de los Weatherwoods? ¿O que era solo un pasatiempo para el entrenamiento físico?
No tuve el coraje de acercarme a él, así que me detuve a cierta distancia y él preguntó.
—¿Por qué estás ahí parada distraídamente?
—No es nada importante.
Diciendo esto, traté de ignorarlo y continuar mi camino.
Pero ¿por qué molestarse en pasar sin preocupación?
Cuando lo miré, noté una gota de sangre roja adherida a la punta de su dedo índice.
No, incluso si es solo una pequeña herida, es demasiado cruel ignorarla y alejarse así.
—¿Te pinchaste con una espina?
—Sí. Está oscuro, así que…
¿Por qué estaba poniendo excusas?
—Bueno, en realidad no es gran cosa.
Si la suerte no está de tu lado, incluso una pequeña chispa puede convertirse en un gran incendio.
Ah, no hay forma de evitarlo. ¿Era hora de usar el “Botiquín de emergencia portátil para empleadas domésticas trabajadoras”?
Un kit de emergencia era esencial para cualquier viaje.
Afortunadamente, lo había comprado con antelación, durante el período de rebajas de los grandes almacenes, en preparación para ese día. (Lo compré dos días antes de la salida).
El problema era que estaba en mi habitación.
—Sígueme.
—¿Qué?
—Sígueme.
Aunque parecía desconcertado, Desherro me siguió con paso firme. Subimos las escaleras y llegamos a la puerta del dormitorio.
De pie frente a la puerta abierta, Desherro preguntó con una mirada ligeramente confundida:
—Señorita Daisy, ¿cuáles son sus intenciones al traerme a su habitación?
—Tengo buenas intenciones. Tratar tu dedo.
—No es una herida que requiera tratamiento.
—De todos modos, entra, por favor. Te aplicaré el ungüento y te despediré de inmediato. No hay ningún motivo oculto.
Así que simplemente entra con gracia.
Si no fuera ahora, sentía que nunca podría usar el “Kit de emergencia portátil para empleadas domésticas trabajadoras”.
Quizás la ligera advertencia en mi mirada alcanzó a Desherro, pero entró con cautela.
Con un sentimiento de triunfo, abrí la caja de metal. Dentro vi un tubo nuevo y reluciente de ungüento curativo y un paquete nuevo de vendajes adhesivos.
—Dame tu mano.
Apareció una mano grande y áspera. La piel debajo de las uñas estaba desgarrada y aún no había sanado.
Agarré su muñeca, con la intención de inmovilizarla para desinfectarle los dedos.
—…Tengo una pregunta.
Su mano extendida permaneció congelada en el lugar.
—¿De verdad eres Daisy Fager?
Incluso con gran fuerza, no se movía.
En ese momento, me olvidé de respirar y mi mirada se fijó sólo en la áspera palma de Desherro.
Tenía miedo de mirarlo a los ojos.
«¿Tan de repente?»
¿Preguntar algo así de forma tan aleatoria?
Mientras mis latidos del corazón se aceleraban y mi respiración comenzaba a entrecortarse, recuperé rápidamente la compostura y levanté la cabeza.
No podía mostrar vacilación en una situación como ésta.
Con la expresión más molesta que pude reunir, respondí.
—Soy una sirvienta.
—Eso es evidente. Lo que te pregunto es si tu verdadero nombre es Bertie Lucian o Daisy Fager.
¿…Bertie Lucian? ¿Cómo sabe este tipo el nombre de mi amigo?
Ah.
—Durante los últimos cuatro años, el duque Zenail ha sido responsable de la seguridad del archipiélago meridional del Imperio. Después de la guerra, rara vez han aparecido supervivientes en las islas, y es deber del duque Zenail proteger y vigilar a estos supervivientes.
Ya veo, así fue como me atraparon.
—Algunos de los vecinos se enteraron de la muerte de Bertie, así que hicimos una investigación de antecedentes.
Di un suspiro de alivio. No descubrieron mi verdadera identidad.
Sería difícil decir que no estaba al tanto de algo así. Primero, sería mejor averiguar la intención detrás de esa pregunta.
—No entiendo por qué me preguntas eso. Si Bertie Lucian es mi verdadero nombre, ¿eso crearía algún problema?
—Lo sería. Porque ella ya está muerta.
—¿Viste el cuerpo?
Mientras respondía, me vino a la mente el rostro de Bertie, enterrado en la tierra.
A continuación, me vino a la mente Andert: la larga cicatriz que le recorría la mejilla hasta la mandíbula.
La vívida herida que demostró que todavía estaba vivo.
Por alguna razón, sentí una oleada de ira ante eso, pero la contuve hábilmente y continué hablando.
—¿Viste el cuerpo de Bertie Lucian? ¿Y si no murió? ¿Y si creías que estaba muerta pero sobrevivió y vivía bien?
—Entonces, ¿piensas que yo pensaba que estaba muerta, pero en realidad podría estar viva? Parece que crees que eso es posible.
Desherro, que me había estado mirando fijamente, parpadeó lentamente con ambos párpados. Vaciló.
No sabía por qué dudaba, pero después de un breve y pesado silencio, su vacilación llegó a su fin.
—¿Esa es tu historia, Andert?
Mi corazón cayó al suelo.
—¿De… qué estás hablando?
Sin previo aviso, me torció la mano, provocando que mi brazo se retorciera junto con ella.
Desherro agarró mi manga firmemente y sin dudarlo.
Y luego se reveló.
Las huellas de los juramentos grabados, una al lado de la otra.
—¿Recuerdas que hoy recibí una foto del conde Serenier? En esa foto, había tres hombres de pie. Yo, el duque Raphael Zenail y, por último, Andert Fager.
Recordé las tres figuras desnudas.
—El mismo juramento también está grabado en el antebrazo de Andert en la foto. En la misma posición que tu juramento, en el mismo ángulo, con el mismo tamaño.
…Oh, mierda.
«Se acabó».
No, no. Aún no había terminado.
«Es una exageración. Hace cuatro años, solo había dos rastros de juramentos en mi brazo. No es lo mismo que antes. Ahora hay tres».
Pero no pude señalar el número de juramentos.
Era muy posible que Desherro estuviera mintiendo.
Es posible que la fotografía real no muestrara ningún grabado, por lo que señalar una diferencia de números podría ser un error fatal.
Desherro ya sabía que había dos huellas grabadas en mi cuerpo hace cuatro años.
Por lo tanto, mencionar la foto probablemente fue un cebo.
—Debe ser una coincidencia. Es demasiado débil para ser utilizada como prueba.
Dije lo que pensé que sería la respuesta más segura.
La boca de Desherro permaneció cerrada hasta que estuvo lista para abrirse.
—Señorita Daisy, he estado trabajando en estrecha colaboración con los mejores espadachines del continente durante casi diez años. Mi talento con la espada puede que no se compare con el de algunos de ellos, pero también tengo las habilidades para preservar mi propia vida. Sostuviste la espada con tu mano derecha para engañarme.
—¿Por qué piensas eso?
—Es muy sencillo. Si fueras diestra, también llevarías el pendiente que contiene esa espada mágica en la oreja derecha. Usar la oreja opuesta sería ineficiente. Además, en tu vida diaria utilizas principalmente la mano izquierda. Cuando bebes té, das instrucciones o recoges objetos, todo lo haces con la mano izquierda. Incluso cuando pisas una piedra, utilizas la pierna izquierda. Así lo vi.
Él miró mi mano derecha firmemente apretada y continuó.
—Pero había una excepción. Al dar la mano, solo se usaba la derecha, como cuando nos conocimos en el aeropuerto. En una sociedad predominantemente diestra, es una costumbre común entre los zurdos considerados.
Me quedé sin palabras.
El hablar incesante de Desherro con su lengua parecía tan, tan pervertido.
«¿Cuándo tuvo tiempo de darse cuenta de todo eso?»
Sabía que era inteligente, pero esto era demasiado, ¿no?
—…Entonces, basándonos en el hecho de que la ubicación del rastro del juramento es la misma y que soy un espadachín zurdo, ¿estás diciendo que estas dos cosas por sí solas son suficientes para hacerte sospechar de mi identidad ahora?
Athena: Guao, mis respetos para este hombre tan observador.
Capítulo 90
La vida tranquila de una criada que oculta su poder y lo disfruta Capítulo 90
Mi boca se abrió de sorpresa.
Ese asombro no era incomodidad, no era vergüenza ni humillación, ni tampoco era la alegría de tener ante mí una fotografía mía de hacía cuatro años.
Yo simplemente…
—Ah, aquí está. Ven por aquí, te mostraré mi obra maestra.
Sobresaltada, levanté la cabeza, sacudiendo los hombros.
El conde Serenier, que había avanzado sin que yo me diera cuenta, contemplaba uno de los marcos de la pared.
—Ahora que lo veo, eras bastante joven. ¿Qué edad tenías? ¿Diecinueve? ¿Veinte?
No hubo respuesta.
En cierto modo, la cara de Desherro parecía más sorprendida que la mía.
Su expresión, inesperadamente muda, parecía confusa, como si hubiera encontrado un secreto enorme e imprevisto.
Al principio, lentamente, luego con pasos notablemente rápidos, llegó frente al conde Serenier y le preguntó.
—Conde Serenier, ¿puedo preguntarle dónde obtuvo estas fotografías?
—¿Eh? Los conseguí de las fuerzas aliadas.
—No puede ser verdad. Yo estaba con los protagonistas de estas fotografías, muy cerca de ellos. Nunca había visto a un soldado con una cámara en la mano.
Era una pregunta válida.
En una guerra en la que no sabías si ibas a vivir hasta mañana, ¿qué soldado loco llevaba una cámara?
Por supuesto, hubo ocasiones en que algunas personas llevaban una cámara, alegando que eran pertenencias valiosas.
Sin embargo, la película en sí era consumible y, a medida que avanzaba la guerra, todo lo que quedaba eran cámaras rotas que no podían cumplir su propósito.
«Nunca podrían capturar composiciones tan dinámicas y paisajes tan realistas».
Así pues, desde la perspectiva de Desherro, las fotografías expuestas en esta galería eran inevitablemente inquietantes en muchos sentidos.
Además, la guerra fue larga y brutal.
En medio de todo esto, nuestra aparición, que no era diferente a la que teníamos en el corazón del frente, fue capturada de manera tan cercana y vívida.
Eso significaba que había una gran posibilidad de que operaciones clave y secretos de las fuerzas aliadas se hubieran filtrado sin el conocimiento de los superiores.
La sonrisa significativa del conde Serenier sólo intensificó esas sospechas.
—¿De veras lo cree, vizconde Desherro? ¿Puede afirmar que no hubo un solo soldado capaz de dejar tras de sí obras tan magníficas?
—Sí, eso lo puedo decir.
—¿Es así? Bueno, puede que te sorprendas al escuchar esto. Yo también participé en la guerra. Junto contigo.
Sorprendido, me volví rápidamente hacia ellos.
«¿Rue luchó en la guerra?»
¿Cambió mágicamente su apariencia y entró en la guerra?
Era difícil negarlo porque él era capaz de hacerlo.
Desherro, que no lo sabía, preguntó con incredulidad.
—¿Está siendo sincero…?
—¿Por qué me molestaría en mentirte? No es particularmente agradable.
—¿En qué unidad estaba? ¿Y por qué ocultó su identidad…?
—No es como si sólo las fuerzas aliadas participaran en esa guerra, ¿verdad? Algunos de los magos de Rogue, después de obtener el permiso del emperador de Penrotta, ocultaron sus identidades y se unieron a la lucha de la Unión. Tú, como alguien conectado con el alto mando militar, ya debes saber este hecho.
Los ojos dorados miraron a Desherro y preguntaron secamente:
—Pero lo más importante, vizconde Desherro, parece que sabes para quién es esta obra de arte en particular. ¿Quién crees que es?
La respuesta de Desherro fue decidida.
—Otro Fager.
Y la saliva en mi boca empezó a secarse como el desierto.
—Parece que lo conoce, conde… ¿Conocías a Andert?
—Por supuesto. ¿Hay alguien en el mundo que no conozca a Andert Fager? ¿No es un héroe?
Su voz, algo tímida y llena de nostalgia, resonó a través del vasto techo.
—Yo mismo soy un fanático bastante acérrimo, si no lo has notado.
Él me estaba mirando directamente.
Desde que entré en la galería, su mirada había estado fija en el rostro de Desherro todo el tiempo. Y ahora, finalmente, estaba fijada en mí.
Más allá de los débiles recuerdos, surgió una voz cosquilleante que pinchaba mi corazón como burbujas.
—Deja de evadir mi pregunta como un caracol. ¿Quién eres? ¿Por qué estás aquí?
—Soy tu fan.
En ese momento ya no había burbujas.
En cambio, sentí como si me estuvieran arrojando arena a la garganta.
La arena que caía dentro de mí se acumuló en mi corazón, llenándolo rápidamente hasta que amenazó con desbordarse.
—¿Qué es esto?
—Ese es el ataúd de Andert Fager.
—¿Un ataúd? ¿Podría ser…?
—¿Ah, sí? ¿Estás preguntando si el cadáver del héroe está dentro? No, está vacío. Ni siquiera podría erigir una lápida.
La gran mano de Desherro rozó el ataúd negro colocado en el centro de la galería.
No se veía ni una mota de polvo sobre el ataúd. Brillaba como si lo hubieran trasladado allí ayer mismo.
—Me di cuenta demasiado tarde de que no sabía su verdadero nombre.
Ahora no pude evitar estar segura.
El conde Serenier. Rue. Me había estado observando todo este tiempo.
«…todo este tiempo».
Durante los últimos diez años, de forma continua.
Para recordarme como viví una existencia diferente.
Para enterrarme junto a la tumba de Andert.
Para cumplir la promesa hecha aquel día, de ser enterrado junto al sepulcro.
—…Ah.
No quería que viera mi expresión contorsionada, así que me alejé de él.
El mundo que tenía ante mí estaba lleno de momentos de Andert Fager.
Este espacioso lugar se llenó con mi presencia, la forma en que Rue me miraba.
Las emociones que sentí en esa fugaz comprensión… Eran demasiado inmensas para expresarlas con palabras, como una corriente masiva que se convirtió en un maremoto y me tragó.
Ya no pude quitármelo de encima.
Tenía que ser Rue.
En realidad, de entre todas las personas, era Rue.
—¿Qué quieres decir con nombre real?
—¿No lo sabes? Bueno, supongo que no. Además de mí, hay alguien más en este mundo que lo sabe… pero son solo unos pocos, en el mejor de los casos. No es extraño que no lo sepas.
Me paré frente a la fotografía más cercana.
Se veía una cara de tonto comiendo raciones militares. Parecía que no había dormido bien la noche anterior, con ojeras bajo los ojos.
Aún así, él estaba sonriendo.
Quizás a sus amigos, que podrían haber estado en un lugar que la fotografía no capturó.
—Parece que el conde conocía bien a Andert.
—No tanto como tú, al final. Fuisteis camaradas durante diez años.
La conversación se detuvo por un momento.
Entonces, por alguna razón, la expresión de Desherro se volvió amarga.
—Tengo una pregunta. ¿Estas reliquias y lápidas son… las cosas preparadas para Andert? ¿Él le pidió que hiciera esto?
—¿Por qué piensas eso?
—Porque siempre esperaba la muerte.
Esa fue una respuesta inesperada.
¿Así es como pensaste de mí?
Pero ¿acaso no todos los soldados esperaban la muerte? ¿En qué era yo diferente?
«Ah, ya veo».
—Pareces un tipo que quiere morir en el campo de batalla. O tal vez simplemente irse a algún lugar lejano.
—Cásate conmigo. Te cuidaré… Te cuidaré muy bien. Te trataré tan bien que no querrás irte.
Por eso dijeron esas palabras.
—¿Por qué no me pregunta por qué pensé eso de Andert?
El conde Serenier respondió amablemente a la pregunta de Desherro.
—La muerte es el acuerdo para todos aquellos que disfrutan de la vida. Todos nos encaminamos hacia la muerte. Por eso, esperar la muerte no es nada especial.
—Parece bastante cínico. Pero yo no pienso como usted, conde. Esperar la muerte y avanzar hacia ella. ¿Dónde está entonces el sentido de la vida?
Como si estuviera al borde de las lágrimas, la voz de Desherro cayó de repente al suelo.
—Andert no era alguien que muriera así. Tenía derecho a disfrutar de la paz. Tenía derecho a mirar el cielo despejado de nubes de guerra. Estaba obligado a vivir el resto de su vida venerado como un héroe, recibiendo elogios. Pero al final… De nada sirve que reciba un título por haber dejado una huella en la historia solo después de cerrar los ojos para siempre. Una vez que mueres, todo pierde su sentido.
¿Un título?
«¿Recibí un título?»
Mis ojos se abrieron ante la noticia que escuché por primera vez.
Pero la sorpresa duró sólo un breve instante.
Andert Fager murió hace mucho tiempo. Ahora, esas cosas no tenían importancia.
—Lo siento. Fui demasiado sentimental.
—No hay necesidad de disculparse.
—Parece que me emocioné demasiado después de ver a un viejo amigo después de mucho tiempo. Gracias por mostrarme los alrededores, conde. ¿Puedo explorar este lugar solo por un momento?
—Por supuesto.
Después pasamos nuestro tiempo en nuestras respectivas posiciones.
El vizconde Desherro pasó casi una hora explorando la galería. Entonces, hizo una petición repentina.
—Hay una foto que me llamó la atención. ¿Le importaría dármela?
—¿A ti? Bueno, es una petición bastante inesperada.
La fotografía que eligió mostraba a tres hombres con un telón de fondo veraniego.
La imagen refrescante era la de mí y Raphael, ambos sin camisa, y Desherro sentado en el suelo, tratando de combatir el calor.
Después de pensarlo mucho, el conde Serenier aceptó la petición de Desherro. Parecía que la había aceptado porque no era otro que Desherro quien había hecho la petición.
Esa noche.
Entramos en el Palacio Astrosa.
Athena: Ay… cuánto te querían tus compañeros, Daisy. Te tienen al lado y ni lo saben…
Capítulo 89
La vida tranquila de una criada que oculta su poder y lo disfruta Capítulo 89
—El sacerdote se llama Malcolm. ¿Has oído alguna vez ese nombre, conde Serenier?
—Tal vez.
El Rey Astrosa, desestimando su respuesta evasiva, agitó el papel frente a mí.
—Sorprendente, realmente asombroso. Mira, señorita Daisy, ¿sabes lo que significa esta recomendación?
—Una recomendación es sólo una recomendación, ¿qué más podría significar?
—Ya veo. Eres tan fría como el hielo, jovencita. No es eso lo que te estoy preguntando. ¿De verdad has cruzado la segunda barrera?
Ah, entonces eso era lo que estaba preguntando.
—Sí.
—¿La cruzaste?
—Sí.
—Hmm. ¿Qué edad tienes este año?
Mentí naturalmente.
—Alrededor de veinte a treinta.
—¡¿Qué?! ¿Cómo puede una jovencita que apenas tiene treinta años como máximo…?
Antes de que el rey pudiera soltar su quinta exclamación y dar un paso más hacia mí, una sombra quieta bloqueó el espacio entre el rey de Astrosa y yo.
Pasó un fugaz momento de tensión.
Mis sentidos, en alerta máxima, enviaron un torrente de sangre a través de mi cuerpo.
Instintivamente, mis piernas, que estaban a punto de retroceder, recuperaron la compostura ante el sonido de una voz que me llegó de inmediato.
—Baja la guardia, no soy un enemigo. Dejando eso de lado, parece que era cierto.
Miré al hombre que se acercaba sin ninguna indicación, frunciendo el ceño.
«¿No es esto…?»
Era Calepa, el instructor de esgrima del rey.
—Realmente eres una mujer.
—¿Qué?
—¿Cómo está tu cuerpo?
¿Yo?
—…Muy bien.
—Es curioso. Teniendo en cuenta tu alma, no puedes estar bien. ¿Aún tienes algún problema? ¿Cuánto tiempo te queda de vida?
Esta conversación era incómoda.
Nunca le había proporcionado ninguna información a este Calepa sobre nada, sin embargo, él casualmente lanzó preguntas pesadas como si pudiera ver a través de mi alma.
—Ah, me disculpo. No es apropiado discutir estos asuntos en este contexto. De todos modos, cruzar la segunda barrera con un alma así también es un logro para mí. Felicidades, señorita Daisy Fager.
Sorprendentemente, extendió su mano y estrechó la mía.
«¿Qué le pasa a esta persona?»
Si no fuera una ilusión, este Calepa de cabello blanco se mostraba extrañamente amigable conmigo.
Según mi experiencia en las Fuerzas Aliadas durante diez años, no había ninguna duda al respecto.
«¿Me considera amiga de Rue?»
Bueno, dicen que el amigo de un amigo también es tu amigo.
—¿Cuánto tiempo vas a sostener su mano?
El Calepa soltó mi mano inmediatamente después de escuchar una voz baja.
Miró un tanto incómodo al conde Serenier y luego volvió su mirada hacia mí.
—Soy Skuld, señorita Daisy. Es muy reconfortante ver que está sana.
Mira esto.
Él actuaba como si me conociera.
—¿Cuándo me viste?
—Ya que has traído la carta de recomendación de Yette y yo personalmente confirmé tus habilidades con mis propios ojos, estás más que calificada para tomar el examen de Yette. Es una suerte que el examen de ingreso se realice mañana por la mañana.
Este hombre, al igual que Rue, tenía su propia manera de hacer las cosas.
Él ignoraba todo lo que decía y sólo decía lo que pensaba.
¿Todos los Calepas eran así?
¿O mi pregunta tocó algún punto?
—Su Majestad, no parece correcto simplemente enviar lejos a esta talentosa jovencita.
Cuando el Calepa, de cabello blanco, lo presionó sutilmente, el rey Astrosa estalló en una risa aparentemente absurda.
—Nunca he visto a un maestro elogiar tanto a alguien. Bueno, también tengo curiosidad por las habilidades de la señorita Daisy, así que no hay razón para no permitírselo. ¿Señorita Daisy? Pasa el día en el Palacio Real con sus compañeros.
Esas palabras me recordaron a Jean y Andert.
Supongo que hacer un examen de ingreso significa que quieren verificar nuestras habilidades. ¿Podré competir con un espadachín experto de Rogue?
Mmm.
—He oído que en la Unión Continental del Norte hay espadachines que usan un estilo de esgrima completamente diferente al del Imperio. Quiero seguir los pasos de mi superior y ampliar mis horizontes.
Mmm.
—…Tengo otros amigos en el Castillo Serenier. ¿Puedo traerlos conmigo?
El rey aceptó de inmediato.
—No es difícil. Hay muchas habitaciones vacías en este castillo. Si apruebas el examen mañana, te enviaré directamente a Rogue. Solo te llevará un día llegar allí, así que prepárate bien y vuelve.
—Gracias, Su Majestad.
Durmiendo en un castillo real extranjero. ¡Guau!
«Me siento como si estuviera viviendo experiencias más únicas que cuando vivía como Andert Fager».
Recibimos el permiso del rey y nos retiramos del patio.
Y entonces, el conde de Serenier me dio una palmadita en el hombro y habló con voz sentimental.
—Es una pena. Mañana tengo que despedir a la señorita Daisy. Las buenas relaciones no duran mucho.
¿Qué estaba haciendo este idiota desvergonzado?
¡Se burla de mí incluso después de haber regresado a Rogue!
No perdí la oportunidad de interrogar al conde Serenier mientras Desherro estaba ocupado bombardeando a Mont con preguntas.
—¿Y qué hay del matrimonio? Hasta has puesto en juego el nombre del rey. ¿No me digas que realmente tenemos que casarnos?
El conde de Serenier se abrochó lentamente la camisa suelta y respondió.
—Oh, Dios, obviamente eso fue sólo una medida temporal. ¿Cómo pude cometer el error de casar a la señorita Daisy con un hombre casado y con un hijo?
Fue bueno escuchar eso.
—Tengo pensado abandonar Astrosa pronto. Vagaré tranquilamente por el mundo hasta que muera el viejo marqués. Si la persona en cuestión no aparece por ningún lado, ¿cómo puede alguien averiguarlo?
Aunque me sentí aliviada de que el matrimonio inesperado fracasara, me sentí un poco molesta. Y esa emoción contradictoria era inquietante, incluso para mí misma.
¿Por qué estaba así… por un matrimonio infiel?
—¿Por qué? ¿Estás decepcionada?
Me sobresalté, pensando que la pregunta había salido de mi propia mente.
Afortunadamente, el dueño de la pregunta era el conde Serenier, no yo. ¿O fue una suerte? ¿Por qué debería ser una suerte?
Mirándome a los ojos confundidos, de repente preguntó:
—Entonces ¿te casarás conmigo?
Sorprendida por lo absurdo de sus palabras, grité:
—¿Estás loco?
Una leve sonrisa pareció aparecer en los labios del conde Serenier.
—Sí, aunque la señorita Daisy lo piense, un hombre cargado de un niño no será adecuado para ti. Ten cuidado. No te dejes llevar por esta cara. Los hombres que parecen atractivos son todos zorros.
—Nunca he conocido a un hombre tan astuto como tú.
El conde Serenier rio entre dientes y susurró con picardía:
—Bueno, eso es un alivio a su manera.
No respondí
Con la llave dorada que sólo el perro de Calepa podía tener, regresamos al castillo de Serenier. Mont se adelantó en la finca para sacar mis pertenencias y traer a Jean y Andert.
Desherro, que naturalmente seguía a Mont, se detuvo lentamente.
Señaló hacia un techo en forma de cúpula de color marrón rojizo más allá de los arbustos al este de los establos y le preguntó al conde Serenier.
—¿Qué es ese edificio?
El conde, aparentemente comprendiendo lo que estaba señalando, mantuvo su mirada fija en el rostro de Desherro y preguntó a cambio.
—¿Tienes curiosidad? Es una galería donde muestro mis preciados tesoros.
—La forma de la campana que cuelga bajo el techo me resulta familiar.
Al oír sus palabras me volví a mirar el techo.
Desherro tenía razón.
Había una gran campana negra colgando directamente debajo de la cúpula.
—¿Me resulta familiar? Ah, ahora que lo menciona, señor Desherro, ¿formó parte de las Fuerzas Aliadas hace cuatro años? Incluso teniendo en cuenta eso, seguro que tiene un ojo excepcional para los detalles.
—¿Está diciendo que… esa campana es de hecho de los Templos de Mephisto?
Los templos de Mephisto.
Comúnmente nos referíamos como tales a los templos erigidos por el ejército de Mephisto.
—¿Colgó la campana de ese templo de allí?
¿Eran singulares los procesos de pensamiento de los Calepas? Colgar en la propia casa lo que prácticamente era un símbolo de traición.
—Es una de mis colecciones. ¿Te parece repulsiva?
Desherro respondió con ojos sinceros.
—Para ser honesto, sí.
—Hmm, lo entiendo. Pero no fue una conmemoración... Está bien, ya que los héroes de esa era nos honraron con su presencia, debo tratarlos como corresponde. Ven a ver mis preciados tesoros. Son objetos raros que no encontrarás fácilmente en ningún otro lugar.
Los pasos del conde Serenier se dirigieron hacia el anexo.
Desherro observó su espalda por un momento y lo siguió lentamente.
El anexo estaba tranquilo.
Si fuera un lugar para guardar tesoros, normalmente habría guardias o cuidadores, pero no sentí ninguna presencia más que la nuestra.
«¿Qué podrían ser los tesoros del conde Serenier?»
¿Piedras preciosas? ¿O artefactos mágicos?
O tal vez, ya que se le denominaba galería, podría estar más cerca de obras de arte como pinturas o esculturas.
Una sola persona tocó tanto el Calepa como el conde Serenier, por lo que no fue fácil entenderlo.
Sin embargo, Rue parecía bastante inmerso en el papel que había asumido, por lo que era mejor ver los tesoros aquí como los tesoros del conde Serenier, no del Calepa.
Pasamos tres veces por puertas pesadas y llegamos a una enorme sala de exposiciones.
El techo de la sala de exposiciones era muy alto.
El interior de la sala de exposiciones que se reveló a continuación era muy sencillo.
Marcos.
Marcos.
Marcos.
Los únicos elementos destacables eran los marcos.
«A Rue le deben gustar las pinturas».
De alguna manera era apropiado.
Me acerqué al cuadro más cercano, pero cuando lo miré de frente, descubrí que no era un cuadro sino una fotografía.
«…No es sólo este marco.»
Cada cuadro expuesto en la sala de exposiciones contenía fotografías.
Y en medio de esas fotos se encontraba una persona.
Era yo.
En los días de Andert Fager, yo.
Athena: Te estuvo observando desde que te volviste Andert. Dios, es que necesito saber por qué estaba tan interesado en ella.
Capítulo 88
La vida tranquila de una criada que oculta su poder y lo disfruta Capítulo 88
—En este momento —El Rey de Astrosa cuestionó con cara de desconcierto, no, incluso más que el mío—. ¿Acabas de decir que esa mujer es tu amante, conde? ¿O es que mis oídos oyeron mal? ¿Es eso?
Una breve pregunta que me hicieron al entrar al castillo resonó en mi cabeza.
—¿Crees que sería más terrible ser mi hija o mi amante?
«¿Esto es lo que quiso decir con esa pregunta?»
No, dejando eso de lado, ¿dije claramente que sería mejor ser un niño?
¿Por qué mintió acerca de ser mi amante?
«Bueno, ¿por qué si no? Está intentando burlarse de mí».
Ugh ... Apreté los dientes, pero no pude oponerme.
Fue porque la mentira del conde Serenier era una mentira piadosa.
E incluso si se revelara que yo, una plebeya del Imperio, era su amante, sería una gran pérdida para el conde Serenier, no para mí, ¿no?
<El conde Serenier, el perro de Calepa, jugando a ser amante de una plebeya imperial.>
Era una noticia que constituía el material perfecto para masticar en cualquier lugar al que iba.
¿Fue por eso? Me pregunté cómo planeaba manejar esta situación el conde Serenier.
—¡Es mentira! ¡El joven llamado Yeager, el invitado del conde, dijo claramente que ella era una criada…!
El acalorado grito del marqués Medeis fue interrumpido inmediatamente.
—¿Estoy de acuerdo con esa declaración?
Una mirada indiferente y dorada se dirigió al vizconde Quan.
—Hable, vizconde Quan. ¿Le he presentado alguna vez a la señorita Daisy como doncella? Por favor, responda con cuidado, ya que estamos en presencia del rey.
El vizconde Quan, que respiraba con dificultad por la tensión, miró a Lord Medeis y se esforzó por responder.
—N-No, no lo hizo.
Parece que no tuvo la audacia de mentir delante del rey.
—Su Majestad. El marqués Medeis blandió un látigo en nombre de la educación ante mi amante. Para mí, el acto fue como una amenaza de muerte y simplemente tomé las medidas adecuadas para proteger a mi prometida. ¿Debería decir defensa propia?
—Bien.
—Por eso nunca he abusado de mi autoridad ni he levantado la mano sin motivo alguno.
La mirada del rey Astrosa recobró la serenidad. En efecto, conocía la verdadera naturaleza del conde Serenier.
«Así que sabe que está intentando encubrirlo con una mentira».
Sin embargo, otras personas también podrían llegar a esa conclusión.
—¡Majestad! No puedo creer las afirmaciones del conde Serenier.
—Marqués Medeis.
—Si esa mujer… si ella era en verdad la amante del conde Serenier, él debería haber protestado cuando la insultaron, aunque sea una vez. Pero no lo hizo. ¡Ni una sola vez! Por lo tanto, ¡las afirmaciones del conde Serenier son, sin duda, mentiras improvisadas!
El rey de Astrosa dejó escapar un breve suspiro y se volvió hacia el conde Serenier.
Su expresión parecía preguntar: "¿Qué hacemos ahora?"
Contrariamente a las preocupaciones del rey, el conde Serenier mantuvo su actitud indiferente.
Le preguntó al marqués Medeis:
—Si presento pruebas válidas, ¿admitirás tu mala acción?
—Hmph, si es válido, ¿qué más puedo hacer? Pero que sepas que no aceptaré nada parecido a un beso. Quiero pruebas literales y concretas.
El conde Serenier se encogió de hombros con indiferencia y se volvió hacia mí.
En ese momento, el aburrimiento en su expresión pareció desaparecer y nuestras miradas se encontraron.
Una repentina ansiedad se apoderó de mí.
A medida que los zapatos de cuero bien cuidados se acercaban paso a paso, un sudor frío me corría por la espalda.
Una voz suave me llamó.
—Señorita Daisy Fager.
La distancia se cerró rápidamente y una mano cálida me guio lentamente hacia él desde atrás.
Y entonces nos quedamos uno frente al otro con sólo unos centímetros de distancia entre nosotros.
Seguramente no se acercaría más que esto.
—Mi amada preciosa. Mi noble amor.
…Pero ¿qué pasaría si lo hiciera?
«Ya que se supone que somos amantes, ¿debería soportarlo?»
Sin embargo, la otra persona era un lunático entre lunáticos.
No sabía qué haría. Si me besara a la fuerza...
«¿Debería dar un paso atrás después de todo?»
Si diera un paso atrás, las mentiras del conde Serenier serían en vano, ¿no?
El sonido de los latidos del corazón del conde Serenier fluyó hacia mí, viajando sobre la palma que sostenía mi espalda.
Sentía demasiado calor en la espalda. ¿Estaba ardiendo?
Por un breve momento, me sentí atrapada en una feroz ambivalencia.
El conde Serenier, que me observaba con ojos llenos de clara alegría, finalmente separó los labios después de un largo rato.
—¿Quieres casarte conmigo y estar conmigo para siempre?
Fue una propuesta rara y solemne.
Una propuesta.
¿Una propuesta?
¿Me estaba proponiendo matrimonio ahora mismo?
Paradójicamente, la mirada tranquila del conde Serenier me hizo comprender algo tan rápido como un rayo.
«Oh, eso también es mentira.»
¡Por supuesto que estaba mintiendo!
Pero me sentí mal sin razón alguna.
Quería rechazarlo con firmeza y patearle la pantorrilla por si acaso.
—¿Es muy difícil responder porque estás nerviosa? Lo entiendo. Si estás dispuesta a aceptar mi propuesta, simplemente asiente con la cabeza.
Pero esto iba a mi favor.
«Conde Serenier... Si no fuera por Rue, ¿quién más haría tanto por mí?»
Sintiendo una pesadez en el pecho, asentí con la cabeza vigorosamente con determinación.
El conde Serenier, que soltó una pequeña risa, tomó mi mano y miró al rey Astrosa.
—Humildemente solicito a Su Majestad que tenga a bien ser testigo de nuestro matrimonio.
El rey ya estaba medio perdido en sus pensamientos.
—Su Majestad. No quiero decirlo dos veces.
—…S-sí, por supuesto. Lo haré.
—Gracias.
A continuación, quien llamó su atención fue el marqués del Estiércol de Caballo, el principal culpable de este asunto.
—¿Qué opinas, marqués? Parece que he demostrado lo suficiente.
—¡Detenga esta absurda jugada, conde! ¿La otra parte no es una plebeya? ¿Cómo puede el jefe de Serenier casarse con una simple plebeya…?
—Marqués Medeis.
Una voz fría cortó sus palabras al instante.
El rey Astrosa regañó al marqués Medeis con una mirada escalofriante.
—Estás alargando demasiado el asunto. No hay nada más que ver. ¿Acaso yo, como rey, no accedí a ser testigo de su matrimonio? ¿O quieres acusarme de ser un impostor junto con el conde?
—No, no, no es eso. Es que…
—La prueba del conde Serenier fue suficiente. Tu crimen es aún más grave. No solo acosaste a una mujer débil, sino que también casi ahuyentaste a la futura ama de la familia Serenier, que necesita urgentemente un heredero. ¿No has hecho suficiente aquí?
El marqués de Medeis se calló.
—Idos.
La fresa cubierta de chocolate apretó los dientes y se inclinó para irse.
Hmm, parece que el asunto quedó más o menos resuelto. Como era de esperar, el sabor del poder a mi lado fue realmente muy dulce.
Después de que los dos perdedores desaparecieran bajo la guía de los sirvientes reales, un silencio muy prolongado se apoderó del patio trasero del rey.
—Mmm.
Escuché una pequeña tos seca y vi al rey Astrosa, que se había acercado un poco más y me preguntaba.
—…Entonces, ¿dónde vives?
El conde Serenier respondió en mi lugar.
—Ella es mi futura esposa, por eso vive en mi castillo.
—No te lo pregunté.
El rey Astrosa, que murmuraba en voz baja, me miró con ojos curiosos.
—Para ser sincero, me llevé una gran sorpresa hoy. El conde Serenier no es del tipo que se ocupa de este tipo de cosas. Era un asunto que se podía haber resuelto solo, pero me utilizó. No es que haya venido a verme usando esto como excusa…
¿Es así? Me pareció que Rue era fiel al papel del conde Serenier.
Miré a Desherro.
Incluso en medio de esta situación confusa, parecía impecablemente tranquilo.
Entendí lo que estaba sintiendo en ese momento. Había recurrido a aceptar al conde Serenier tal como era. Desde su punto de vista, ahora era un loco radical al que era imposible comprender.
Al mismo tiempo, Desherro probablemente sospechaba del conde Serenier.
Si no supiera de Rue, la existencia del conde Serenier probablemente parecería un espejismo.
«Las cosas podrían complicarse más cuando regresemos a casa».
El vizconde Desherro, mi incómodo compañero, me habló.
—Hmm, señorita Daisy, ¿hay algo que necesite decirme? ¿O tal vez hay algo que deba escuchar?
Ah. La breve pregunta encendió una luz brillante en mi cabeza.
«De ninguna manera. ¿Él organizó todo esto para llevarme ante el rey?»
Miré a Rue. Parecía indiferente.
Fuera su intención o no, este momento era una oportunidad única en la vida para mí.
Levanté la mano con entusiasmo, expresando mi intención de querer hablar.
— Yo…
—Adelante, señorita Daisy.
—Su Majestad, quiero unirme a Rogue. Por favor, concededme la oportunidad de realizar el examen de ingreso. Creo que estoy calificada, ya que también traje una carta de recomendación de un Yette.
—¿…Qué?
Mientras el rey me miraba boquiabierto, saqué un trozo de papel que guardaba con gran cariño a mi lado.
La carta de recomendación de un Yette.
El rey de Astrosa vino hacia mí con paso firme y recibió la carta.
Hace unos días, Malcolm me hizo llegar una carta en secreto. La verdadera identidad de esa carta era la carta de recomendación para un Yette.
La nota adjunta con la recomendación contenía un breve consejo escrito.
[…La carta de recomendación para un Yette solo puede ser escrita por otro Yette, por lo que será de gran ayuda para demostrar tu identidad. Sin embargo, esta recomendación por sí sola no es suficiente para ingresar a Rogue.
Después de aprobar el examen de ingreso, debes completar el entrenamiento de mantenimiento de tu alma y cuerpo en las afueras de Calepa para ser reconocida como un verdadero Yette. Calepa debe estar dentro del santuario interior. Una vez que apruebes el examen, podrás ingresar a Rogue, y el resto dependerá de ti, señorita Daisy. Para realizar el examen de ingreso, debes reunirte con un funcionario de alto rango del Continente Norte o un noble de alto estatus…]
La carta de recomendación de Malcolm fue la carta de triunfo que tenía para entrar en Rogue.
Desde el principio, seguí obedientemente al conde Serenier para poder obtener un examen de ingreso usando su identidad.
Por supuesto, su verdadera identidad era Rue, a quien había estado buscando.
Athena: Yo creo que realmente le ha expresado al rey la intención de casarse contigo jajajajaj.
Capítulo 87
La vida tranquila de una criada que oculta su poder y lo disfruta Capítulo 87
Teniendo en cuenta la situación, me pareció inapropiado descartarlo como una simple broma frívola. Parecía haber alguna razón detrás.
«Hija o amante».
Debería imaginarlo como el conde Serenier y no como Rue.
Daisy, la hija del conde Serenier.
«No me gusta nada».
Daisy, la amante del conde Serenier.
«Eso también».
¿O no me gustó?
«¿Es esa una pregunta que vale la pena considerar? Por supuesto que no me gusta. La odio, no hay duda al respecto».
Sin embargo, cuando intenté responder con una expresión terrible, me sentí muy incómoda, así que respondí indirectamente.
—Sería mejor ser una hija.
—¿Un niño? Hm…
Luego siguió caminando como si nada hubiera pasado con un profundo suspiro.
«¿Eso fue todo?»
¿Por qué hacer esa pregunta?
Pasamos por el jardín y entramos en el elegante interior blanco del castillo.
Una vez que el entorno se volvió más silencioso, solo pude escuchar los débiles murmullos de Lord Medeis.
—Conde Serenier, está cometiendo un error. Lleva el Calepa a la espalda y no ve...
—Ese es el cuadro más caro de este castillo.
El conde Serenier ni siquiera fingió escuchar.
Pero lo que vi fue un marco enorme que llenaba un lado de la pared, una pintura que no estaría fuera de lugar como mural.
La pintura era espeluznante.
Creciendo entre charcos de sangre, la imponente figura con ramas que se extendían hacia el cielo tenía una sensación bastante macabra.
—¿Qué está pintado?
—Dios.
—Si es Dios ¿es Calepa?
Esta vez, el conde Serenier se limitó a sonreír levemente y no respondió.
Pasamos por el interior y nos dirigimos hacia la zona de público. Por primera vez en un espacio en el que no se veía ni una sola hormiga, comencé a sentir una presencia.
Decidí concentrarme en mi audición y pronto pude oír dos voces no muy lejos.
—¿Qué haréis si perdéis vuestras fuerzas tan pronto? Concentraos, Majestad.
—Un momento, un poquito… Huh, huh. Un poquito de descanso…
—¿Qué queréis decir con “sólo un poco”? Por favor, levantaos rápido. Entre los discípulos que he enseñado, no hay ningún discípulo que no pueda convertirse en un Yette. Si ni siquiera podéis superar el muro de Senyot de esta manera, Su Majestad será el primer fracaso en mi carrera docente.
—Bueno, tal vez sería mejor ser recordado como un fracaso…
Dos hombres estaban parados en el exuberante prado verde.
Un joven de unos treinta años estaba sentado en el suelo, mientras un hombre de cabello gris con el atuendo exótico de Rogue lo reprendía.
Y luego, un momento después, su mirada se volvió hacia nosotros.
Más precisamente, hacia el conde Serenier.
El joven, que parpadeaba distraídamente, se levantó rápidamente y tropezó hacia nosotros.
Su corto cabello rubio estaba empapado de sudor y se le pegaba a la frente.
—¿Lord Calepa…?
—Serenier.
El conde Serenier, que se atrevió a cortar las palabras del rey, enfatizó con cara despreocupada.
—Soy el conde Serenier, Su Majestad.
—¡Sí, es cierto! ¡Serenier! ¡Conde Serenier!
¿El rey no era el anciano de cabello gris sino el joven?
El joven, no, el rey de Astrosa, corrió de manera infantil y abrazó fuertemente al conde Serenier, con una gran sonrisa en su rostro.
—¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Dónde has estado todo este tiempo? ¿Cómo es posible que no hayas aparecido ni una sola vez, eh? ¿Planeaste venir solo después de mi muerte? ¡Y aun así, incluso después, permanecerás!
—Has crecido mucho.
—¡Por supuesto! ¡No nos hemos visto en catorce años! Hace unos años, de repente... Oh, no, Lord Calepa envió a Skuld al Imperio... Bueno, por supuesto, esa historia no tiene nada que ver contigo...
La actitud del parlanchín rey era tan amistosa como si estuviera viendo a un vecino.
«Debe saber que el conde Serenier es el Calepa».
Aunque el título añadido de “Lord” era cuestionable, eso estaba claro.
Después de todo, él debía saberlo ya que era el rey.
Parecía que ya conocía la cara que utilizaba su Calepa al utilizar su título de conde Serenier.
—De todos modos, ¡siempre eres bienvenido aquí! Pero, ¿qué te trae por aquí? No eres de los que vienen sin trabajo...
—Su Majestad.
Sin embargo, hubo alguien más aquí que se atrevió a interrumpir nuevamente las palabras del rey.
La persona frente a mí parecía ser un creyente de Rogue y un maestro espadachín, con una presencia aguda e impresionante.
—Majestad, el conde Serenier ni siquiera ha podido decir una palabra mientras vos habéis estado hablando sin parar, ¿no es así? Empecemos por escuchar su historia.
El conde Serenier, que había estado observando tranquilamente al hombre de mediana edad, naturalmente se arrodilló.
—Calepa.
Fue una vista sorprendente.
El hecho de que el instructor de esgrima del Rey fuera un Calepa, y el hecho de que el Conde Serenier, que también era un Calepa (ya estaba segura de que es Rue), se arrodillara ante él hábilmente.
«Está realmente inmerso en el papel».
Sin embargo, por muy inmerso que estuviera, no sería fácil para alguien en una posición tan alta como un Calepa arrodillarse.
Al menos, no parecía ser el tipo de persona que vivía y moría con dignidad, a diferencia de Andert. El conde Serenier parecía diferente.
—C-Calepa.
—Dios mío. ¿Calepa? Del que sólo había oído hablar…
Tan pronto como el marqués se arrojó al suelo, el vizconde Quan hizo lo mismo y se arrodilló.
Mientras surgía un largo saludo, Desherro me susurró.
—Señorita Daisy, baje la parte superior del cuerpo y haga una reverencia. El Calepa es el líder supremo de Rogue, la religión nacional del Continente Norte. Debemos mostrar respeto.
Mientras seguía el consejo de Desherro, no pude evitar reflexionar.
El hombre que estaba delante de mí también era un Calepa.
«Ahora que lo pienso, ¿los Calepas de Rogue no eran un trío?»
Su vestimenta se parecía a la ropa que había visto que llevaba Dian Cecht en esa foto en la casa de Malcolm.
¿Era como un uniforme de Calepa? Como sirvienta, yo también llevaba uniforme. De alguna manera, sentí una sensación de parentesco.
Con una expresión muy incómoda, el Calepa de cabello gris miró al conde Serenier y suspiró.
—Parece que han venido a ver a Su Majestad el rey, así que me haré a un lado por un momento.
—Ah, claro.
El rey de Astrosa, inclinando la cabeza casualmente, escaneó rápidamente a los otros individuos en la habitación solo después de que el otro Calepa se levantó para salir de la habitación.
—Su apariencia y combinación parecen muy peculiares. Entonces, ¿qué es lo que te hace buscarme, conde Serenier?
—El problema no es mío sino de ellos.
La mirada del rey se volvió hacia atrás.
Entonces, su frente sudorosa se arrugó levemente.
—Oh, no. Tienes un aspecto terrible. ¿Qué ha pasado, marqués Medeis?
Mientras tanto, el marqués Medeis, que había estado limpiando diligentemente la mierda del caballo, respondió con el rostro enrojecido.
—Lamento profundamente haberle causado preocupación, Su Majestad.
—Entonces, ¿cuál es el problema?
Con una feroz réplica, el marqués Medeis levantó la voz mientras hacía una profunda reverencia.
—¡Majestad! ¡Por favor, escuchad mi petición, Dion Medeis! ¡Tengo la intención de acusar al conde Serenier de abuso de poder!
—¿…acusar? Esto es repentino. ¿Qué te lleva a hacer algo así?
—El incidente ocurrió hace 30 minutos en el castillo de Serenier. Me prometieron que disfrutaría de un paseo a caballo con el conde Serenier, pero había otros invitados del Imperio alojados en el castillo además de mí. El conde Serenier me los presentó y se suponía que disfrutaríamos de un paseo a caballo juntos.
¿A qué te refieres con disfrutarlo juntos? Te ignoró por completo.
—Sin embargo, entre los invitados del Imperio, había una doncella. Esa mujer, justo ahí. Me negué a montar con ella, diciendo que no podía disfrutar de montar a caballo con una doncella. Para salvar la cara del Conde Serenier, traté de educar a esa doncella insolente. ¡Todo fue por el bien del conde Serenier! Como pasa más tiempo en el extranjero, pensé que necesitaba a alguien como yo, que conocía bien la cultura de Astrosa, para dar un paso adelante y ayudar en la educación de sus empleados.
El anciano, sin pestañear, soltó con seguridad argumentos que solo lo beneficiaban a él. Incluso las cejas del estoico Desherro se arquearon ante esa visión.
—¡Ah, pero el despiadado conde Serenier! De repente, empezó a azotarme con un látigo. ¡Siete veces, para ser exactos! Y, por si fuera poco, me echó estiércol de caballo por toda la cabeza desde el establo. ¿Podéis creerlo?
—Mmm.
—¡El conde Serenier justificó su violencia sin sentido citando al Calepa! ¡Por ser miembro de Rogue! ¡Pisoteó su deber sagrado, me pisoteó a mí, Dion Medeis, un sirviente leal y pariente del rey!
Al menos había algo de verdad en ello.
«Entonces es pariente del rey».
—Le pido a Su Majestad el Rey que castigue al conde Serenier, que abusa del poder del Calepa y del rey. Su posición como perro de Calepa es demasiado generosa para él. ¡Por favor, despedidlo!
—Despido, dices.
—No hay falsedad en este argumento, como lo testificará el vizconde Quan, que estaba presente.
Con expresión tensa, el vizconde Quan asintió vigorosamente.
—Sí, sí, es verdad lo que dice el marqués. No sólo yo, sino todos los que estaban allí presentes lo vieron con sus propios ojos.
—¿Qué opinas, conde Serenier?
Fue una pregunta extraña.
“¿Qué opinas?” En lugar de preguntar “¿Es cierto lo que dicen?”
El conde Serenier permaneció inmóvil, con una expresión tan apagada que fue un milagro que no bostezara. Luego habló con calma:
—Hay algo erróneo en el argumento del marqués Medeis.
El tono casual provocó al viejo de mierda y explotó de ira.
—¡Qué mentiras tan escandalosas!”
—Marqués, cálmese. ¿Qué quiere decir con que pasa algo?
Con un encogimiento de hombros casual, el conde Serenier respondió a la pregunta del rey.
—En primer lugar, mi querida señorita Daisy no es una doncella. Es mi amante con la que prometí casarme.
¿Eh?
—¿Qué dijiste?
—Dije que Daisy Fager es mi amante.
¿Qué?
Athena: ¿Entonces para qué le preguntas? JAJAJAJAJAJA. Maldito Rue jajajajjaja. ¡Eso es lo que tú quieres! Casarte con ella. Es lo único para lo que no necesito pruebas jajajaja. Esto lo ha elegido porque sería la opción más vergonzosa de las que le dio a elegir.
Capítulo 86
La vida tranquila de una criada que oculta su poder y lo disfruta Capítulo 86
Mientras el anciano calvo causaba conmoción, Jean se acercó a mí con cautela y susurró.
—Senior. Justo ahora, sentí como si un calor intenso, tan caliente como una llama, apareciera y desapareciera en un instante. ¿Cómo hiciste eso?
¿Esto?
—La técnica del planchado del diablo.
—¿Disculpa?
—Es una técnica tomada prestada del planchado.
Mirándome con cara vacía, Jean pronto asintió con una expresión iluminada.
—¡Ah, ya veo! Ahora entiendo lo que quieres decir. Creo que entiendo por qué me aconsejaste que me centrara en las tareas del hogar. Eres increíble, senior. Te respeto.
Creo que algo estás completamente equivocada.
Sin embargo, decidí mantener la boca cerrada porque parecía haber obtenido algo de la iluminación que esperaba.
—¿Qué, qué es esto…?
En ese momento se escuchó una profunda exclamación de confusión.
Curioso por lo que estaba pasando, giré la cabeza…
—¡Conde Serenier! ¿Te has vuelto loco? ¿Cómo has podido echarme estiércol encima?
¿Por qué había estiércol de caballo sobre la cabeza del marqués Medeis, de forma tan visible?
Más precisamente, se trataba del estiércol de caballo que Mont había desenterrado personalmente por orden del conde.
—¿Esto…?
Una voz relajada se dirigió al desconcertado marqués Medeis.
—¿Te sientes un poco más descansada ahora? Mmm. Parece que el cabello que te faltaba ha vuelto a crecer debajo del estiércol que tienes en la cabeza, ¿no es genial?
—Conde Serenier, ¿de verdad has perdido la cabeza? ¿Cómo te atreves a apoyar a esa criada loca y…?
El marqués Medesis se dio la vuelta y miró a los jóvenes nobles que se encontraban detrás de él, inseguros. El marqués Medesis les mostró los dientes. El anciano de rostro curtido, pálido y tembloroso, les gritó.
—¡Todos vosotros! Habéis visto con vuestros propios ojos cómo me trató el conde Serenier, ¿verdad? Al principio pretendió tratarme bien, pero este insolente... ¡basura que no sabe cuál es su lugar! Hoy...
—Mont.
En algún momento, Mont se colocó detrás del conde Serenier y se acercó al marqués Medeis.
Mont se puso firmemente sus guantes de cuero y agitó la mano.
El anciano gritó, no sólo por el impacto en su mejilla derecha sino también porque toda su cara se puso azul.
—¡Cómo te atreves, cuya cara…!
—¡Conde Serenier! ¿Qué demonios crees que estás haciendo? ¡Detén esto de inmediato!
—¡Basta! Por favor, detente…
—Ah, por fin se hizo el silencio. ¿Verdad, Mont?
Mont arrojó sus guantes, ahora sucios de estiércol, al suelo.
—Sí.
En ese momento, cuando todos volvieron a quedarse en silencio,
El conde Serenier miró al marqués Medeis, cuya cabeza hinchada parecía un hongo empapado en agua, y separó suavemente los labios.
—Marqués. ¿Sabes por qué elegí permanecer en silencio? Es porque Calepa me lo ordenó.
Mis oídos se animaron.
Tenía curiosidad por saber si el conde Serenier era una persona real, una identidad que Rue simplemente tomó prestada o simplemente un personaje ficticio que utilizó.
—Bueno, el Calepa… él también es la razón por la que estás tan ansioso por llamar mi atención. Ya que soy el perro del Calepa.
El aire a nuestro alrededor se volvió aún más frío. Parecía que había dado en el blanco.
—¿Qué es el perro de Calepa?
Mont se sorprendió un poco por mi pregunta susurrada, pero obedientemente proporcionó una respuesta.
—Se refiere a alguien que ha sido designado por Calepa y el propio rey, otorgándoles acceso a las afueras de Calepa, al santuario y al palacio real, así como la autoridad para tratar con criminales individualmente. Se les llama perros de caza porque pasan la mayor parte de su tiempo fuera, ocupándose de los renegados.
Por eso era difícil encontrarlo.
—He oído que incluso a los parientes del rey les resulta difícil acceder al palacio real. Debe ser un puesto con considerable autoridad.
También era una posición adecuada para que la utilizara un Calepa.
El conde Serenier, que se cepillaba el flequillo lentamente hacia atrás, murmuró suavemente.
—Gracias a ti, mi buen humor se arruinó por completo. Hacía tiempo que no me sentía así. ¿Debería darte las gracias? El marqués parece no tener respuesta. Además, hoy te ves muy cansado. Tienes la cara hinchada e incluso tienes heridas. Te cansas fácilmente cuando eres viejo, ¿no es así, Mont?
—Prepararé un carruaje para que el marqués Medesis regrese cómodamente a su casa.
Cuando Mont hizo un gesto leve, los sirvientes que habían estado esperando en silencio aparecieron de repente. Aunque habían ignorado la orden de ir a buscar agua, esta vez se apresuraron y comenzaron a llevarse al marqués Medeis, cubierto de mierda.
La fresa cubierta de chocolate chirrió entre dientes apretados.
—¡El rey no te perdonará!
—¿El rey?
—¡Así es! ¿Crees que con el Gran Calepa a tus espaldas puedes abusar de tu poder y usar la política? ¿Crees que el rey te hará la vista gorda? Definitivamente le informaré al rey sobre lo que sucedió hoy…
—Perdón.
El conde Serenier, que se pasaba la barbilla con expresión preocupada, pronto sonrió alegremente.
—También tengo curiosidad por saber si me perdonará o no. ¿Vamos a verlo ahora mismo?
—¿Qué?
—Abre la puerta, Mont.
—Sí.
¿Qué está pasando? Dijiste que tenías acceso al palacio, así que ¿realmente nos dirigíamos hacia él?
Mont sacó un estuche de cuero del bolsillo interior de su chaqueta, que a simple vista parecía valioso, lo que me confundió. Cuidadosamente, del estuche había una llave dorada y un candado, que brillaba con una gema de color arcoíris adherida a él, emitiendo un resplandor radiante.
Mientras Mont caminaba hacia el establo, de repente se detuvo y se volvió hacia su dueño.
—¿Está bien usar esta puerta?
—¿Hay alguna puerta más cercana?
—No, no lo hay. Bueno, entonces…
El candado dorado colgaba del hueco de madera.
Mont insertó la llave dorada en la cerradura y la giró, realizando acciones que parecían tan burdas y torpes como jugar con una muñeca.
Pero pronto, más allá de la puerta abierta…
—Bueno, deja de perder el tiempo y entremos, Lord Medeis. ¿No deberías ir a quejarte al rey con mocos y lágrimas?
No eran sólo palabras. Del otro lado de la puerta se alzaba ante nosotros un hermoso jardín que parecía apropiado para el paraíso, no para los caballos.
Sí, era un jardín.
El vasto jardín de verano del Reino de Astrosa.
La tierra de los rosales se extendía bajo el cielo gris brumoso.
—Mont, ayuda al vizconde Quan a venir a ayudar al marqués Medeis. Olerá mal, pero aguanta un poco.
—Sí, entendido.
Mientras Mont y Quan arrastraban al gritón marqués Medeis, me acerqué rápidamente por detrás del conde Serenier y le susurré:
—¿Estará bien?
Él me miró y se rio mientras sacudía una hoja que el látigo había arrojado sobre mi cabeza.
—¿Quién? ¿El marqués Medeis? Tiene la cara hinchada, pero no morirá.
No estaba preguntando por la condición de ese anciano.
Pensando que quería decir que estaba bien, anuncié algo a mis compañeros.
—Yo me iré con ellos desde aquí. El resto de vosotros os quedáis en el castillo.
Al fin y al cabo, era algo relacionado conmigo.
Aunque confiaba en la grandeza del conde Serenier, como forasteros, no sabíamos qué pasaría.
Si surgía algún problema, lo justo sería que yo asumiera la responsabilidad.
Ignorando mis palabras, Yeager, que había estado fingiendo no estar interesado en la situación, se acercó apresuradamente.
—¿Estás diciendo que irás sola? Eso no puede ser, señorita Daisy. Yo protegeré a la señorita Daisy…
—Me uniré a ellos, señor Yeager, así que quédese en el castillo.
Desherro detuvo al emocionado Yeager.
Espera, ¿quién dijo que podías seguirlo?
—¿El vizconde?
—Sería mucho mejor para mí seguirte que el señor Yeager, en muchos sentidos.
—…Aunque me preocupa, las palabras del vizconde parecen correctas.
Con cara de decepción, Yeager dio un paso atrás y Desherro me habló.
—La señorita Daisy es una ciudadana imperial. Como noble de Penrotta y representante de Lord Raphael, si estoy a tu lado, podremos prepararnos para cualquier situación.
Parece que me encontré con una roca mientras intentaba quitar una piedra de mi camino.
«Debería haberme llevado a Yeager conmigo. De entre todas las personas, tenía que ser alguien inconveniente».
Sin embargo, su argumento era tan válido que sólo pude asentir en señal de acuerdo.
Así fue como entramos por la puerta.
El jardín de verano.
No podría haber una descripción más adecuada para el jardín del Palacio Real de Astrosa.
El jardín, rebosante del aroma del verano, estaba lleno de enrejados cubiertos de rosas en patrones circulares.
La densa y fuerte fragancia de rosas rojas me mareaba.
Todos, excepto el conde Serenier, caminaban con expresiones tensas en sus rostros.
En medio del silencio cada vez más profundo, mi cordura, que había estado muy lejana, regresó.
«Venir a palacio para una cosa así».
Estaba pasando por todo tipo de cosas absurdas en la vida.
Mientras yo estaba perdida en un sutil sentimiento de escepticismo, el conde Serenier acortó el paso y se acercó a mí.
—Señorita Daisy, ¿puedo hacerte una pregunta?
Fue repentino, pero no tenía ninguna razón para no escuchar, así que asentí levemente.
—¿Qué piensas de mí?
—¿Qué quieres decir?
—Hmm. Sería bueno darte una opción. ¿Crees que sería más terrible ser mi hija o mi amante?
—¿A mí?
—Sí, señorita Daisy.
¿Qué tontería era ésta?
Athena: ¿Qué narices está diciendo este ahora? Jajajaja. Todo esto ha sido muy raro y absurdo, como bien dice Daisy.
Capítulo 85
La vida tranquila de una criada que oculta su poder y lo disfruta Capítulo 85
¿Alguna vez una criada le ha golpeado en la nuca?
Su crítica fue más mordaz de lo necesario.
Miré al vizconde Quan, que claramente estaba expresando su disgusto y pensé para mí misma.
«¿Debería tomar represalias?»
Entonces vislumbré el rostro del conde Serenier.
Me miraba con una expresión imposible de descifrar.
Si me enfrentara al vizconde Quan, ¿pondría a ese hombre en una posición difícil?
«Es un Calepa, así que es poco probable que eso sea cierto».
Sin embargo, para Yeager sería diferente.
Yeager, a pesar de ser discriminado dentro de la familia por ser el segundo hijo, amaba sinceramente a su familia y trabajó duro para apoyar el negocio.
Si él no hubiera estado allí, habría tenido que hacer un esfuerzo enorme solo para llegar al Continente Norte.
Así que lo correcto era no causarle mayores problemas a Yeager. Al menos no en esta situación.
«Tomaré represalias cuando se ponga el sol».
¡Bien hecho, Daisy! Tu paciencia se ha vuelto aún más fuerte.
Mientras me contenía con tranquilidad, Jean se acercó a mí con cara rígida y susurró, tirando de mi hombro suavemente.
—Mayor. Si no te importa, déjame…
—No, no des un paso adelante.
Yo me encargaré de él por la noche.
Andert permaneció con los brazos cruzados, observando la situación con un rostro inexpresivo, mientras Desherro centraba su mirada fría en el vizconde Quan.
Y entre ellos estaba Yeager.
—Hablas demasiado, vizconde Quan.
¿No estaba él dando un paso adelante para protegerme?
Ah, ¿no fue esto un poco conmovedor?
Yeager parecía haberse designado como mi tutor durante nuestra estancia en Astrosa.
Con actitud fría, se acercó al vizconde Quan.
—Aunque quizás no lo sepas, la dama a la que sirve esta jovencita…
—Yeager Panula, ¿no? Has sido bastante descarado desde antes.
Oh, pero su golpe conmovedor fue detenido a la mitad.
Del otro lado, el compañero del vizconde Quan, el marqués Medeis, se adelantó. Ver al marqués Medeis respaldar al vizconde con su barbilla arrugada fue una experiencia desagradable.
—En Astrosa, hay que seguir el camino de los astrosanos. No contratamos a nadie para que nos ayude.
—La señorita Daisy no es solo una empleada contratada…
—Está bien, está bien. Eres joven, se pueden cometer errores. Corregir esos errores es el deber de alguien como yo, un anciano. No rebajes tu dignidad con acciones estúpidas.
Quizás debido a la mención de los Zenails y Berkley-Grattens, la actitud del marqués Medeis hacia Yeager se volvió aún más tóxica.
Luego, con una expresión de suficiencia, como si estuviera a punto de darle una lección a Yeager, continuó hablando.
—Tsk. Una simple doncella como tú ha causado molestias al conde Serenier como anfitrión. Escúchame bien, doncella. Presta atención a las palabras del marqués Medeis.
Un sonido agudo y crujiente cayó a mis pies.
Casi al mismo tiempo, el anciano desvió su mirada hacia mí y desplegó el látigo que sostenía en su cintura.
—Tienes 10 minutos a partir de ahora.
Utilizando el mango del látigo de cuero negro, levantó mi barbilla.
—Ve al castillo inmediatamente y prepara whisky para 10 personas en vasos separados. No, 10 porciones son muy pocas. Trae 20 porciones. Si llegas un segundo tarde o derramas una sola gota, te enfrentarás a veinte latigazos.
El látigo golpeó el suelo una vez más. Era una verdadera amenaza.
—Mmm.
Esto era ridículo. Era casi histéricamente absurdo.
—¡Escuche, marqués! ¿Qué clase de exigencia sin sentido es esa? ¡La señorita Daisy no está aquí como sirvienta, está aquí como mi compañera!
Yeager, que estaba a punto de explotar de ira, se paró frente a mí, junto con Andert y Jean, a quienes no noté acercarse.
El vizconde Quan regañó a los dos con todas sus fuerzas.
—Malditos imperiales, todos carecéis de modales. ¡Cómo os atrevéis a alzar la voz frente al marqués Medeis!
—Eres tú el que carece de modales, vizconde Quan. Me pregunto cómo se verá esta situación frente al conde Serenier, el verdadero dueño de esta propiedad.
—…Ah, sí.
Como si se diera cuenta tardíamente, el marqués Medeis asintió brevemente.
—Cometí un error. La educación de una criada debe confiarse a su amo.
Se alejó con paso firme y extendió el látigo que sostenía hacia el conde Serenier.
—Bueno, entonces, ¿qué tal si intentas manejar este látigo, conde Serenier? La sensación es exquisita cuando se enrolla en tu mano. Perfecto para educar a los empleados desobedientes. Si te gusta, te conseguiré uno nuevo.
La cabeza del conde Serenier bajó lentamente.
Los brumosos ojos dorados miraron fijamente el bigote del anciano que estaba a la altura de su pecho, luego se movieron hacia abajo, al látigo colocado allí.
Su expresión era ilegible.
Las comisuras ligeramente elevadas de su boca parecían al mismo tiempo burlonas y alegres.
Una cosa era segura, independientemente de su expresión.
Todos en este lugar estaban esperando su reacción.
—Es arte.
¿La voz lenta y fluida estaba estimulando la violencia del marqués Medeis?
Con expresión aún más emocionada, el anciano instó al Conde Serenier.
—¡Sí, es una sensación artística! Así que, probémoslo ahora mismo. ¡Vosotros, mozos de cuadra! ¡Venid aquí y haced que esta criada se arrodille!
El conde Serenier aceptó el látigo.
Entonces la voz del conde Medeis se hizo más fuerte.
—Cuando los entrenas por primera vez, es mejor mantenerlos atados. Los jóvenes tienden a escapar sin miedo. Si los atrapas y los entrenas bien de esta manera, más adelante…
Algo voló. Algo largo como una serpiente y veloz como un rayo.
Y la comprensión de que aquello era un látigo no llegó hasta que el marqués Medeis estuvo sentado en el suelo, gritando de dolor.
—¡Conde!
—¡Marqués Medeis!
Fue porque la visión del conde Serenier blandiendo el látigo era simplemente estimulante.
«Él realmente sabe cómo manejarlo bien».
Fue suficiente para dejar a cualquiera boquiabierto de admiración.
—¡Alto, conde Serenier! ¿Qué es esto…?
Dejando a un lado al desconcertado vizconde Quan, varios jóvenes nobles se apresuraron a contener al conde Serenier.
Sin embargo, el conde Serenier se detuvo precisamente después de tres golpes de látigo.
Y el breve comentario que dejó fue:
—Nada mal.
Su tono era tan ligero como de costumbre.
Un acto de violencia.
Sin embargo, una actitud pacífica, como si no hubiera ningún problema.
¿Se debió a la extraña sensación de alienación? De repente, todo se había vuelto silencioso.
Para ser honesta, yo también me sorprendí un poco.
Por supuesto, sabía que el conde Serenier pondría fin a la conducta pervertida del marqués Medeis. Después de todo, él era Rue.
«Pero pensar que llegaría al extremo de golpearlo y tirarlo al suelo, sin que ni siquiera fuera suficiente contenerlo».
¿Qué era esa sensación extraña? ¿Por qué me sentí un poco emocionada?
Mientras mi cuerpo se sentía un poco febril, el conde Serenier se desabrochó la camisa y se aflojó la corbata, luego extendió el látigo hacia mí.
—¿Le gustaría intentar usarlo también, señorita Daisy?
—¿Está… bien?
—Por supuesto. Este conde lo permitirá. Siéntete libre de usarlo como quieras.
No pude encontrar ningún rastro de intención siniestra en su rostro sonriente.
Lo decía en serio, así que le devolví la sonrisa y me sentí renovada.
—Gracias, pero no necesito el látigo.
—¿Entonces?
En lugar de responder, empujé a Andert y Jean, que estaban frente a mí, y con mi mano derecha agarré el pendiente de mi oreja izquierda y me lo quité.
Una sensación escalofriante acompañó la aparición de una espada blanca.
Lo siento, conde Serenier, pero prefiero una espada a un látigo.
Porque era una espadachina.
—No te preocupes, anciano. Respeto a los mayores, así que acabaré contigo de un solo golpe.
Con una última despedida, pasé la espada por la cabeza del marqués Medeis.
—¡Agh!
Con un jadeo, una oleada de energía caliente, como un río caudaloso, envolvió y desapareció justo encima de la cabeza del marqués.
—Jaja.
Cuando se reveló la cabeza intacta del marqués Medeis, suspiros de alivio estallaron por todos lados.
¿Pensaron que iba a decapitar al anciano?
El marqués Medeis caído también dejó escapar un grito.
—¡Uh, aah! ¡Hace calor! ¡Me arde la cabeza! ¡Agua, trae agua! ¡Agua!
—¡Eh, sirvienta! ¡Ve a buscar agua! ¡Date prisa!
Como si con mucho gusto lo traería si me lo ordenas, imbécil.
En lugar de ir a buscar agua, limpié el vapor que se elevaba de la superficie de la hoja de la espada y respondí.
—Va a hacer un poco de calor, señor. Le quemé el pelo hasta la raíz con mi espada. Viva su vida calva explorando una forma de entablar conversaciones no violentas.
Andert, de pie detrás de mí, murmuró con una mueca de desprecio.
—Al parecer, cierto demonio espadachín solo utiliza una terrible habilidad con la espada.
¿Terrible? Bueno, era mejor que matar, ¿no?
Sin embargo, el marqués Medeis parecía haber interpretado mi visión de su vida de manera equivocada.
En lugar de expresar gratitud por haberle perdonado la vida, abrió mucho los ojos y gritó como un loco.
—¡Vizconde Quan! ¡Trae a esa loca delante de mí ahora mismo! ¡Inmediatamente!
El vizconde Quan me miró sorprendido.
Con un ruido sordo, mientras golpeaba el suelo con la punta de mi espada, el sudor frío de la frente del hombre se deslizó por sus sienes.
—¿Qué estás esperando, vizconde Quan? ¡Arrástrala aquí! ¡Quienquiera, quienquiera, traiga a esa mujer delante de mí! ¡Date prisa!
Era obvio, pero nadie podía arrastrarme a ninguna parte.
Capítulo 84
La vida tranquila de una criada que oculta su poder y lo disfruta Capítulo 84
—Parece que la señorita Daisy necesita volverse un poco más difícil. Después de todo, las mujeres fáciles carecen de encanto. Es cierto que soy un conde espléndido, pero no debes enamorarte de mí sin pensarlo dos veces.
—Eres Rue.
—¿Rue? No estoy seguro de quién estás hablando. ¿Un amante? Si me estás confundiendo con él, debe ser un hombre extraordinariamente guapo. Qué honor.
—Deja de fingir…
—De todos modos, lo importante es…
Su mano larga y elegante se extendió frente a mí y pellizcó suavemente la punta de mi nariz.
—Debes recordar las palabras de este conde. La señorita Daisy se ha comido un cristal de corazón. No sé dónde lo encontró ni quién se lo dio, pero debes recordar... Ah.
Y luego, rápidamente mordí ese descarado dedo.
Sus ojos dorados miraban fijamente las puntas de sus dedos, o más precisamente, su dedo índice atrapado entre mis dientes frontales.
Las comisuras de la boca del conde Serenier dibujaron una curva más profunda y lánguida.
—Dios mío. Nuestra señorita Daisy debe ser un perro. Pero incluso si eres un perro, no deberías morderle las manos a la gente.
Le advertí mordisqueándole nuevamente el dedo.
—Eres Rue.
—Hmm. Se siente extraño cuando tu lengua me toca.
Cuando me solté sobresaltada, una risa refrescante resonó en el subsuelo.
—Entonces, ¿qué pasa con el corazón?
—No lo necesito.
—¿Es así? Qué lástima.
Con voz suave, se echó el flequillo hacia atrás y me dio la espalda.
—Bueno, será mejor que nos vayamos. Este lugar huele mal. Te puede doler el estómago si te quedas mucho tiempo.
El conde Serenier, que se había transformado en una bestia, me mordió el cuello y me tiró sobre su espalda. Grité con todas mis fuerzas desde la parte trasera de la bestia que subía corriendo las escaleras como el viento.
—¡Detén esta obra ridícula!
—Como era de esperar, es bastante linda.
Antes de darme cuenta, la lluvia había parado.
Al regresar al patio donde nos habíamos encontrado, me colocó suavemente en el suelo y balanceó su larga cola mientras giraba su cuerpo lejos de mí.
—Ahora, ve a tu habitación. Este conde está ocupado y debe atender otros asuntos.
—¿Qué? Eso es una tontería.
Salté sobre su espalda como una cigarra, pegándome fuertemente a él.
Aunque ejercí fuerza intencionalmente, la bestia cuadrúpeda no se movió y solo giró la cabeza para mirarme.
—¿A dónde vas? Después de dejar Westwinterre tan repentinamente, ¿a dónde planeas ir esta vez?
—El noble conde Serenier no tiene idea de lo que está hablando la doncella, la señorita Daisy.
—¿Es tan divertido engañarme?
Los ojos dorados me miraban fijamente a la cara. De alguna manera, sentí una vibración positiva que provenía de ellos y me hizo sentir nerviosa.
Fue entonces cuando agarré con fuerza el pelaje de la bestia, lista para salir corriendo. A medida que mi campo de visión se elevaba, mi cuerpo flotaba en el aire.
En lugar del calor áspero que provenía del pelaje, sentí un calor reconfortante que emanaba de un cuerpo sólido que me abrazaba.
El conde Serenier, que sostenía suavemente mis piernas y me abrazaba, susurró suavemente:
—¿No necesitas las reliquias de Dian Cecht?
Dian Cecht.
Me pareció una palabra muy importante, pero curiosamente no podía concentrarme en ella en absoluto. Los latidos de mi corazón, que parecían devorar mi cerebro, solo aumentaban la confusión.
—Para obtener las reliquias, debes llegar a Rogue. La tercera reliquia está escondida allí. Te lo digo por si acaso. Tal vez puedas robarla en secreto.
Se rio de nuevo con ganas.
Mientras reía solo y levantaba los hombros, se despidió apretando suavemente su nariz contra mi mejilla.
—Buenas noches.
Y entonces el Conde Serenier desapareció en la oscuridad.
«¿Qué?»
¿Qué fue eso?
¿Qué demonios fue eso?
¿Que acababa de pasar?
¿Por qué no pude decir nada y lo dejé ir? ¿Por qué me quedé allí parada, estúpidamente, mirando su espalda?
—No, no debería pensar demasiado en esto. Regresemos. Regresemos y durmamos un poco.
A pesar de mi resolución, ese día sólo logré conciliar el sueño después de que salió el sol.
Una noche en la que pude dormir unas horas entre mis inquietudes.
A primera hora de la tarde, todos se reunieron en un mismo lugar.
No sabía dónde había estado cada uno ni qué estaba haciendo. Me desperté tarde y me perdí la hora del almuerzo, así que hice algunos ejercicios de estiramiento y ejercicio ligeros.
Sin embargo, hubo una cosa que me di cuenta inmediatamente cuando vi las caras de Jean y Andert.
«Ambos vinieron después de hacer ejercicio».
Sus expresiones frescas dejaban en evidencia, lo supieran o no, que eran espadachines hasta la médula. En medio de la aburrida presentación de noticias de Yeager sobre el continente norte, un hombre alto con traje de montar entró con confianza en la sala de recepción.
Él era el señor de este castillo, el conde Serenier.
—Buenas tardes, amigos. ¿Cómo ha ido vuestro día en el castillo Serenier?
—Por supuesto, fue muy divertido, mi señor. El castillo es tan grande que, aunque pasáramos todo el día explorándolo, no podríamos verlo todo. Hoy planeamos explorar la ciudad y visitar la mansión Belvoa por la tarde…
Y entonces empezó el largo intercambio de saludos por parte de Yeager, que era un hombre de negocios de pies a cabeza.
Mientras tomábamos té tranquilamente, el conde Serenier nos propuso montar a caballo.
—La hierba debe haber crecido bastante después de la lluvia de anoche. Es un día perfecto para ofrecer una comida fresca a nuestros adorables amigos los caballos. ¿Me acompañáis todos?
Nadie se negó y todos salimos juntos de la sala de recepción.
Miré fijamente la nuca del conde Serenier mientras lo seguía desde lejos, pero él no giró la cabeza en ningún momento. Era como si me estuviera ignorando deliberadamente.
Me hizo enojar.
—Ah, para tu información, tengo otro invitado hoy. Es un vecino que escuchó el rumor de que había regresado. Volví en silencio sin que nadie lo supiera. Es una pena que alguien haya armado un escándalo.
—Ja, ja, ja. Está bien. Quienquiera que haya sido debe haber sido un amigo de labios claros.
Parecía que Yeager había estado hablando.
—Para su comodidad, hemos decidido proporcionar hoy a nuestros huéspedes dispositivos especiales de interpretación de idiomas. No debería haber ningún problema con la comunicación.
Su favor resolvió rápidamente una de mis dudas.
«Así que fue precisamente gracias a mi pendiente que pude entender su idioma».
Mientras todos se cambiaban de ropa para montar, preparada por el conde, yo los seguí con mi ropa habitual.
La razón era sencilla: no tenía intención de montar a caballo.
Planeaba caminar tranquilamente por el bosque y organizar mi próximo plan.
«Dijo que las reliquias de Dian Cecht están en Rogue».
Faltaban unos cuatro días para que regresáramos a Midwinterre. Tenía que entrar en Rogue al menos pasado mañana.
Afortunadamente, tenía un truco bajo la manga, un regalo de Malcolm.
Cuando llegamos frente al albergue, nos estaban esperando cinco o seis hombres desconocidos.
—Conde Serenier, gracias por dedicarnos tiempo, aunque hayamos llegado tan de repente.
—¡Jaja, conde! ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¡Este amigo mío me ha estado molestando durante años, diciendo que quiere conocer al conde! Por eso me tomé la libertad de venir aquí y molestarlo. Por favor, trátenos con amabilidad.
Volvieron la cabeza hacia nosotros por primera vez en mucho tiempo, mientras reían y saludaban al conde Serenier.
—Oh, estos son los del conde…
—¿Gente del Imperio Penrotta? Y bastante gente.
Representando al grupo, los dos hombres se presentaron casualmente.
—Soy el vizconde Quan. Este anciano caballero es el marqués Medeis. Y aquí...
—Ah, conde Serenier. Han pasado casi tres años desde su último regreso, ¿no es así? ¿Ha oído la historia? Se trata de la princesa...
Las presentaciones terminaron muy brevemente.
Por sus expresiones despreocupadas, parecía que nuestra presencia no les importaba en absoluto.
Su atención se centró una vez más en el conde Serenier.
—¡Ejem! ¡Ejem!
Yeager, que levantó con fuerza las comisuras de la boca, se aclaró la garganta ruidosamente.
—Encantado de conocerlos. Marqués Medeis, vizconde Quan. Soy Yeager Panula.
—Ah, ¿es así? Un placer conocerte.
Mientras el vizconde Quan respondía en voz baja, el marqués Medeis volvió a girar la cabeza casualmente hacia el conde Serenier.
Yeager se aclaró la garganta aún más fuerte.
—¡Ejem!
El marqués Medeis miró a Yeager con el ceño fruncido.
—Si te duele la garganta, entra y descansa. Se me pueden caer los tímpanos.
Aquella cara emitía un inconfundible aire de fastidio.
«Está faltándonos el respeto abiertamente».
Había experimentado esto innumerables veces en la guerra mágica.
A diferencia de Raphael, el orgulloso sucesor de una familia noble, que fue un héroe incluso en la región del Norte, yo, que provenía de un entorno humilde de una zona rural, a menudo enfrenté discriminación incluso durante la época en que era venerado como un héroe.
¿Fue porque un simple espadachín plebeyo como yo llamó la atención tanto del maestro espadachín como del conde Rosebell?
Solía tener muchas peleas con jóvenes nobles de sangre caliente.
—¡¿Quién se cree que es este indigno patán del campo para dar órdenes?! ¡Ve a lamerle las botas a tu superior!
Ahora bien, era una historia del pasado.
«Golpeé a muchos de esos tipos».
Afortunadamente, a medida que la guerra se prolongó y la importancia del talento se hizo evidente, la discriminación basada en el estatus social dentro del ejército disminuyó gradualmente.
Fue entonces cuando me di cuenta.
Sea discriminación o lo que sea, esa tontería sólo existe cuando está seguro de que todos sobrevivirán.
Con una expresión firme, el decidido Yeager rio aún más fuerte.
—Jaja, me disculpo. Ya que lo has hecho, déjenme presentarles a nuestro equipo. Este es el vizconde Desherro Contana. Es uno de los héroes de nuestro Imperio Penrotta. ¡Y también, el ayudante del duque! ¡Raphael! ¡Zenail!
—¿Raphael Zenail? ¿Te refieres al héroe?
—Y ésta es la señorita Jean Berkley... No, ésta es la señorita Jean. ¡Ella era la heredera del duque Jurian! ¡Berkley-Gratten! La espada del Imperio.
—¿Berkley-Gratten? ¿El maestro de la espada?
La mirada del marqués, que nos había menospreciado abiertamente, cambió al oír esto.
La fama de Raphael y el maestro de la espada parecía estar muy extendida incluso en el Continente Norte.
—Y por último, esta es la señorita Daisy.
La mirada de todos se volvió hacia mí.
Las miradas de los hombres me resultaban especialmente penetrantes. Eran incómodamente diferentes de las que recibía en las Fuerzas Aliadas.
—Ejem.
El vizconde Quan se aclaró ligeramente la garganta y se acercó a mí con una sonrisa maliciosa.
Ugh. Bajé la cabeza, pero el fuerte olor de su perfume me dificultaba la respiración.
—La he estado observando de cerca desde hace un rato. Señorita, ¿puedo preguntarle de qué familia es usted?
No soy una dama.
—Una sirvienta. Yo soy eso.
—¿Una criada? ¿Dijiste una criada?
El vizconde Quan soltó una carcajada falsa y me examinó de la cabeza a los pies.
Una sonrisa abiertamente desdeñosa se asentó en su mejilla.
—Ah, ¿entonces en Penrotta incluso introducen a los trabajadores contratados? Qué novedad. Aunque, considerando que es una cultura de clase baja, tenemos que ser comprensivos, ¿no?
Athena: A ver, ese tipo tiene que ser Rue, es que quién va a ser si no.
Capítulo 83
La vida tranquila de una criada que oculta su poder y lo disfruta Capítulo 83
Negué con la cabeza, mirándolo y luego lo dije claramente.
—No existe tal cosa.
—¿No lo tienes?
—No hay ninguna carta de Morian Serenier, ya que Morian Serenier es, en primer lugar, una persona inventada.
Honestamente, estaba medio segura de que este hombre era Rue o alguien relacionado con él.
Eh... El conde Serenier me miró con ojos sospechosos y llenos de dudas.
—¿Un personaje ficticio? Dices palabras tan irrespetuosas. No solo tratas a mi hija como si no existiera, sino que además mentiste sobre tener una carta. Me engañaste.
Por un momento me quedé congelada en mi lugar.
«Pensándolo bien, las posibilidades de que una mujer llamada Morien Serenier exista realmente son bastante altas».
¿No era posible que Rue hubiera robado la identidad de una persona real en primer lugar? Eso era lo que también preocupaba a la criada principal.
Pero lo que importaba ahora no era la autenticidad de un asunto tan trivial.
Todo lo que quería saber era si esta persona era Rue o no.
—¿Qué quieres decir con “engañar”? Nos trajiste aquí sabiendo todo.
—No, no sabía nada. Lo único que sé es que la señorita Daisy mintió. No eras mi invitada, sino una intrusa no deseada. Debes pagar el precio.
—Tu Calepa dijo lo contrario, ¿de qué estás hablando…?
—Como conde Serenier, te castigaré ahora mismo. Si no me sigues obedientemente, no habrá nada agradable que ver. Ven por aquí.
Esta fue realmente una sesión de crítica unilateral.
Se levantó solemnemente de su asiento y salió del salón central.
El conde Serenier, expuesto a la lluvia que caía, me hizo un gesto para que me acercara. Lo seguí, preguntándome si mojarse bajo la lluvia se consideraba un castigo.
De repente, la cabeza del hombre, que estaba alcanzando el cielo, se desplomó.
—Sube.
Finalmente, se transformó en una criatura de cuatro patas y me miró fijamente.
«¿…una bestia?»
¿Era este hombre un mago? ¿Era realmente Rue?
—Dije que subas.
Vacilé y, vacilante, puse mi trasero sobre el hombro del conde Serenier... no, en la espalda... no, en algún lugar alrededor de la cintura.
¿Qué estaba pasando de repente?
¿Por qué se suponía que debía montar esta bestia… no, en el conde Serenier… no, en la espalda de la bestia?
—¿Eres como un lobo?
El sonido que salió al final de mis dudas fue solo una simple pregunta.
La bestia comenzó a avanzar.
Para no caerme de su espalda, me agarré con fuerza de su pelaje y bajé mi cuerpo. Era bastante difícil.
—Sí. Recibí una terrible maldición: ser un conde de día y una bestia de noche. Estoy buscando a mi príncipe, que romperá la maldición por mí.
—No creo que tengas edad para buscar un príncipe. Eres un hombre adulto.
Mientras continuaba caminando con ligereza, se rio entre dientes y respondió.
—¿Existe alguna regla que diga que un hombre adulto no puede buscar un príncipe?
—Bueno, aunque seas un hombre adulto, no puedes ser adúltero. Un hombre casado no debería hacer eso.
Honestamente ni siquiera sabía lo que estaba diciendo.
Mi mente estaba enredada con dos preguntas complejas.
¿Era este tipo realmente Rue?
¿O todos los magos de Rogue eran tan caprichosos como Rue?
—¿No dijiste con tu propia boca que Morian Serenier no existe? De la misma manera, yo tampoco soy un hombre casado. ¿Y si digo que soy un hombre joven, puro y soltero?
¿Dónde termina la verdad y empezaban las bromas con este hombre?
Era como un noble de mediana edad que daba por sentado que todos seguirían el juego de sus bromas.
—Sé amable, perderé mi pelaje.
Mientras tiraba con más fuerza del pelaje de la bestia, nos condujo hacia un pequeño bosque, pasando por la pradera que rodea el castillo.
La bestia, que había estado dando vueltas cerca de un gran roble, comenzó a cavar vigorosamente debajo de una lápida.
De repente, se escuchó un ruido retumbante, revelando una escalera oculta bajo el suelo.
—¿Te transformaste para entrar aquí?
—No es bueno que un conde se arrastre por el suelo para entrar.
Según dijo, la entrada a la escalera era tan pequeña que tuve que bajar la parte superior de mi cuerpo mientras estaba sentado en la bestia para poder entrar.
El subsuelo estaba húmedo y oscuro. Si el conde Serenier no hubiera encendido las antorchas con magia, la oscuridad habría sido impenetrable.
«¿Es este un cementerio subterráneo?»
Estiré el cuello y leí las inscripciones en las polvorientas losas de piedra.
A mi alguien amado, a mi alguien respetado… Era un mausoleo donde descansaban los miembros de la familia Serenier.
—Hace mucho tiempo que esta gente no ve a alguien con vida. No estaría mal que hicieras un gesto con la mano para saludarlos.
—No digas nada espeluznante.
Sonriendo felizmente, me bajó y regresó a su forma humana.
A pesar de que su pelaje estaba empapado por la lluvia antes, el transformado conde Serenier estaba completamente seco, sin siquiera una pizca de humedad.
Se acercó a una tumba cercana y abrió una pequeña caja de madera que estaba colocada encima. Luego, sacó una pequeña perla del interior y me la entregó.
No, no era una perla.
—Tengo una pregunta. ¿Alguna vez has cogido algo así para comer? ¿O alguien te obligó a comerlo?
—…Es un cristal de corazón. Es un objeto que solo se puede encontrar en el Continente Norte. ¿Cómo podría yo, alguien del Imperio, recogerlo y comérmelo?
—Probablemente te lo comiste, señorita Daisy. De lo contrario, no habrías muerto y vuelto a la vida.
Me quedé sin palabras por un momento.
¿Él sabía que morí y volví a la vida?
Al mismo tiempo, mi confusión se profundizó.
¿Era este hombre realmente Rue?
¿O era un seguidor de Rue? Definitivamente había alguna conexión entre los dos. ¿Cuál podría ser su propósito al traerme aquí?
El conde Serenier devolvió el cristal de corazón ligeramente nublado a su caja.
—Creo que la señorita Daisy podría haberse tragado un cristal de corazón del calibre de un Calepa. No había muchas personas así a las que les quedaran cristales de corazón en ese momento. Solo dos nombres me vienen a la mente en este momento.
—¿Quiénes son?
—Dian Cecht y Mephisto.
Ya sabía que Dian Cecht era una Calepa de Rogue, pero no este último.
Le pregunté con voz un tanto distraída.
—¿El… Gran Mago Mephisto era un Calepa de Rogue?
—No, pero casi se convirtió en un Calepa. Era muy capaz como el genio del siglo, un talento que no podía renacer.
Ante esta observación, el conde Serenier se encogió de hombros ligeramente.
—Por supuesto, él no era tan bueno como yo.
Fue un hecho impactante en muchos sentidos.
Sin embargo, si lo pensabas detenidamente, esta información era más fácil de comprender que el hecho de que Dian Cecht era un Calepa.
Esto se debió a que el término "expulsado de Rogue" estaba asociado al nombre del ejército de Mephisto.
Alguien que persiguió el poder equivocado y fue expulsado del continente norte.
El corrupto que llegó al continente sur y provocó terribles experimentos biológicos y el estallido de la guerra mágica…
Parecía como si se hubiera armado un rompecabezas sobre cómo apareció Mephisto y por qué causó estragos en el continente sur.
A pesar de ser el principal culpable de la guerra, la información sobre Mephisto revelada al mundo fue muy limitada.
—Entonces, no sólo el ejército de Mephisto, sino el propio Mephisto también era de Rogue.
—Sí, desde la perspectiva de Rogue, fue una mancha en su historia que nunca podrá borrarse. Si el maestro de Mephisto todavía estuviera vivo, seguramente estaría conmocionado por las atrocidades que cometió. El maestro de Mephisto tenía un atisbo de esperanza de que su discípulo viviera como un humano.
—¿Mephisto nació villano?
—Nació siendo un villano.
El conde Serenier estaba sentado con los brazos cruzados sobre una lápida cercana.
Como si estuviera limpiando, sacudió suavemente el polvo que se había acumulado en la parte posterior de la lápida y me preguntó.
—¿Quieres escuchar su historia?
Se sacudió lentamente el polvo negro de los dedos índice y pulgar.
—El curso de su vida. La razón por la que entró en Rogue. La fuente de su fuerza. La base sobre la que su maestro lo eligió. La historia a la que no podía renunciar. Y la razón por la que abandonó Rogue y convirtió el continente en un mar de fuego.
La historia del gran mago Mephisto.
Sentí que mis nervios se tensaban ante la perspectiva de escuchar una historia secreta que nadie había escuchado.
De hecho, no hubo nadie tan envuelto en misterio en la historia moderna como el Gran Mago Mephisto.
Nadie sabía nada de su vida privada. Incluso en las obras de teatro, Mephisto era representado simplemente como un loco que sacrificaba su alma a la magia.
Como un monstruo que no sentía amor ni empatía.
Pero no me interesaba escuchar la historia de Mephisto.
Más bien, me volví cautelosa.
—No.
Tenía miedo de empezar a ver a ese diablo como una persona.
—No deseo escuchar su historia en mi vida. Para mí, Mephisto es un asesino terrible. No es nada más ni menos que eso.
—Es una decisión sabia, en verdad. Sí, Mephisto es un asesino. La desgracia que experimentó no puede excusar las atrocidades que cometió. Es por eso que un malvado como él debería seguir siendo un villano innato. Independientemente de la verdad.
El conde Serenier, que sonreía suavemente, me habló bruscamente.
—Mano.
¿Qué era esto? ¿Era un perro?
Extendí mi mano de mala gana.
Mientras lo hacía, colocó el cristal de corazón en la palma de mi mano.
—Un corazón de recuerdo por tu visita a la tumba subterránea. Consérvalo. Los cristales de corazón solo se dan a familiares o amigos más cercanos en Rogue.
—¿Me estás dando esto? ¿El corazón de alguien cuyo rostro y nombre ni siquiera conozco?
—Déjame ver... Daphne Serenier. No recuerdo quién era.
—No lo necesito. Ni siquiera es tu propio corazón.
—Ah, ¿necesitas mi corazón? ¿No es eso un poco atrevido?
En ese momento me enfrenté de frente a su sonrisa traviesa y desvergonzada.
Fue entonces cuando mi corazón, que se había perturbado por la mención de Mephisto, comenzó a latir y temblar.
Instintivamente, me convencí.
No, no pude evitar convencerme.
—Pero le diste la mano a un extraño con tanta facilidad. Me sorprende.
—…Tú, ¿eres Rue?