Capítulo 297

Tras leer hasta ese punto, me lavé y me cambié de ropa a toda prisa, como poseída, y luego retomé el libro. El baño era muy espacioso, y con su diseño semiabierto e incluso un pequeño tocador donde podía terminar de arreglarme, no era un mal lugar para leer. Antes pensaba que la casa era innecesariamente grande, pero ahora me parecía que la distribución era perfecta.

Este libro era extraño. Lo extraño, precisamente, era que el contenido que leía se reproducía en mi mente como una escena vívida, como un vídeo.

[El emperador Signio no accedió a la petición de anular el compromiso. Al contrario, permitió que Gufel criara al bebé a pesar de conocer su verdadera identidad. Y eso no fue todo. Hardy se convirtió oficialmente en ciudadano del Imperio Signio e incluso recibió una marca en la frente.

—Majestad, Hardy es un niño nacido para oponerse a nosotros. Y sabiendo esto, aun así decidí criarlo, convirtiéndome así en un traidor.

El emperador, que estaba tras una cortina translúcida, habló en voz baja.

—Con más razón debes mantener al niño cerca, Gufel. No sabemos en qué se convertirá cuando crezca.

Su voz era lánguida, pero con un trasfondo frío.

—Si el niño demuestra ser útil, tengo la intención de nombrarlo uno de mis caballeros.

Gufel abrazó con fuerza al bebé dormido.

—¿Uno de los Doce Caballeros?

—Ese puesto ha estado vacante demasiado tiempo. Espero que Hardy crezca bien. Si fuera necesario, incluso podría abdicar.

Cuando el emperador, que había terminado de vestirse, hizo un gesto desde detrás de la cortina, los asistentes se retiraron. Al correrse las cortinas rojas, apareció un hombre de una belleza asombrosa. Cabello dorado, ojos azul oscuro. Su aspecto era tan apuesto que parecía casi de otro mundo, y ataviado con espléndidas vestiduras y joyas, emanaba una abrumadora sensación de autoridad con tan solo estar allí de pie.]

Pasé la página con manos temblorosas mientras la imagen del emperador se hacía más nítida en mi mente.

[Era demasiado apuesto para ser el gobernante capaz de destruir estrellas él solo. Pero Gufel sabía muy bien lo despiadado y cruel que podía ser ese hombre. Gufel, tras observar con complejidad a su discípulo, que había pasado de ser un niño a un joven adulto, se inclinó en señal de respeto.

Hardy, a pesar de ser un simple bebé, miró al emperador con ojos claros y sin lágrimas. Quizás el niño nacido del Séptimo Planeta Signio reconoció instintivamente que el emperador era su enemigo.

El emperador, arrastrando el borde de su túnica que cubría el suelo, caminó hacia Gufel y colocó un dedo en la frente de Hardy.

—Le otorgaré a Hardy el apellido "Kummer".

Kummer era un título que se otorgaba a los viajeros de otras dimensiones. El motivo era evidente: disimular al niño como un extranjero de otra dimensión, en lugar de como un nativo. Gufel, que ya había planeado disfrazar a Hardy de esta manera, se inclinó profundamente en señal de gratitud.

—Ahora, márchate.

Ante la fría orden del emperador de despedirlo, Gufel habló apresuradamente.

—Por favor, anula nuestro compromiso y cásate con la persona que amas. O al menos, cásate con una mujer que te ame. Luego tened hijos y encontraréis la verdadera paz.

—¿Ese es tu consejo como profesora?

Gufel sonrió con tristeza mientras hablaba con el destructor de estrellas, que jamás podría cambiar su naturaleza.

—Sí, Ozworld.]

Dejé escapar un gemido y me tapé la boca.

[Gufel, creyendo que algo precioso cambiaría la naturaleza de Ozworld, suplicó, pero el emperador Signio, con rostro inexpresivo, respondió.

—Si Hardy no reúne los requisitos para ser uno de los Doce Caballeros, entonces no puede ser tu hijo, Gufel.

Fue una declaración que significaba que mataría a Hardy.]

¿Qué clase de historia era esta? ¿Cuál era la identidad de este libro? Estaba confundida, y una ola de mareo me hizo sentir que iba a vomitar.

Cerré el libro un momento y respiré hondo.

—Me lo esperaba.

Mi voz, ronca y tratando de convencerme a mí misma, se me escapó.

—Ya me imaginaba que Ozworld podría ser un mundo alienígena. Y así fue.

No había motivo para sorprenderse. Ya había decidido preguntarle qué era realmente y por qué este mundo era una mazmorra.

Estaba a punto de salir del baño cuando me vi en el espejo.

—¿Qué?

El color de mis ojos, tan singular que a veces me preguntaban si era mestiza, se había vuelto de un gris plateado brillante. Curiosamente, con este aspecto sentí que por fin sabía cuál era mi nombre.

—Theresa Squire.

Shin Jiwoo y Theresa Squire. Ellas eran yo.

—…Uf.

De repente, me invadió una ola de náuseas. Me costaba respirar y sentí una presión desagradable que me oprimía por todas partes. Salí tambaleándome del baño, medio inconsciente, y metí el libro en el armario. Entonces, una sed insoportable me atenazaba, como si me quemara la garganta. Jadeando como un pez fuera del agua, corrí hacia la cocina. Pero justo antes de que me fallaran las piernas, alguien me sujetó y me sostuvo.

—¡Suéltame!

Supuse que era Ozworld, pero quien me sostenía era un desconocido. Tenía el pelo verde y los ojos ámbar, con una apariencia exótica y singular. Además, tenía un lunar con forma de lágrima debajo de cada ojo, lo que lo hacía parecer aún menos humano.

Hablamos simultáneamente.

—¿Se encuentra bien, señorita?

—¿Quién eres?

El hombre frunció el ceño ante mi pregunta y juntó su frente con la mía.

—Tus recuerdos están sellados. Soy Benito.

—¿Me conoces?

—Sí. Usted es la señorita Theresa.

—¿Conoces a Theresa? ¿Cómo supiste que yo era Theresa? ¿Es Theresa del planeta Signio?

—Incluso con recuerdos sellados, haces muchas preguntas —dijo Benito, negando con la cabeza y de repente comenzó a llevarme en brazos hacia el salón.

—¿Qué estás haciendo? ¿Adónde me llevas...?

—Mira allá.

Al oír sus palabras, instintivamente miré por la ventana. Fuera del edificio, en un lugar apartado, vi a Ozworld de espaldas a mí. Frente a él estaba un hombre idéntico a Benito.

—Ese es Kike. Es mi gemelo —dijo Benito con voz brusca, bajándome al suelo y tapándome los oídos con las manos.

Para mi sorpresa, de repente pude oír la conversación entre los dos hombres que estaban a lo lejos.

—Dijeron que David recuperaría la consciencia después de aproximadamente una semana en la sala de recuperación.

—Esa es una buena noticia.

—Tal como preveía el Maestro, Hardy sobrevivió. No pudimos interferir en su destino.

Hardy. Ese era el nombre del bebé del libro.

—Pero el hombre de la máscara de mariposa negra no era Hardy, sino otra persona.

Ozworld guardó silencio un instante, luego preguntó como si tuviera una corazonada:

—¿Era ese hombre, Clyde?

—No pudimos asegurarlo con certeza. Lo único que encontramos fueron pruebas de que otro espacio-tiempo se había superpuesto con el que el Maestro había enviado.

—Parece que la mariposa negra de Theresa lo envió allí.

Benito apartó las manos de mis orejas.

Solté el aire que no me había dado cuenta de que estaba conteniendo y miré a Benito confundida.

—¿Por qué me cuentas esto...?

—Bueno, ahora mismo la señorita parece estar en una situación de gran desventaja, lo cual no me parece bien. Todos son débiles ante el amo, pero usted es absurdamente débil.

Intuí instintivamente que Benito me tenía mucho aprecio y le tomé las manos.

—Por favor, ayúdame. Por favor, ayúdame a recordar qué son estos recuerdos sellados.

Cuando le supliqué, Benito se acercó mucho, casi como si fuera a besarme. De repente, sus ojos ámbar tenían pupilas verticales, como las de un reptil.

—Puedo concederte ese deseo si te conviertes en nuestra novia.

Ahora que lo pensaba, la temperatura corporal de este hombre era extrañamente fría.

—¿Tu novia…?

—Kike y yo somos dragones que concedemos los deseos de nuestros contratistas. No podemos desafiar al amo, ya que él es nuestro contratista, pero si te conviertes en nuestra esposa, podemos ayudarte.

¿Qué clase de tontería es esta?

—¡Suéltame!

En ese instante, una leve sensación estática recorrió mi cuerpo y Benito salió despedido hacia atrás. Acto seguido, una voz fría resonó.

—No es prudente codiciar la mujer de otro, Benito.

Ozworld había aparecido sin que me diera cuenta. El gemelo de Benito, Kike, estaba con él.

Benito se limpió la sangre de los labios y respondió con calma:

—Todavía no es su esposa, amo.

Kike se interpuso entre ellos, intentando evitar una confrontación mayor.

—Basta, Benito. Ella no puede ser nuestra novia. Y amo, por favor, perdone a Benito.

Ozworld suspiró frustrado, me abrazó y dijo:

—Si esto vuelve a ocurrir, no te lo perdonaré, Benito. Ahora regresa a Panteón y encuentra a Hardy y al hombre de la máscara de mariposa negra.

Los dragones gemelos asintieron y desaparecieron en un instante.

Me quedé mirando la escena sin comprender, antes de apartar a Ozworld y retroceder. El hombre con quien acababa de decidir pasar el resto de mi vida me resultaba de repente más extraño que nunca.

—Cuéntame todo lo que has estado ocultando.

—Jiwoo…

—¡Dime por qué mis recuerdos están sellados, por qué este lugar es una mazmorra, ¡quién es Theresa Squire y qué eres tú en realidad!

La expresión de Ozworld se ensombreció.

—Si te lo cuento todo, me dejarás, ¿verdad? —Había una atmósfera escalofriante en su voz grave.

Le pregunté, casi acusándolo:

—¿Por qué te habría dejado?

—Porque me odias.

Claro, si lo odiara, me iría. Pero lo que quería saber era por qué llegaría a odiarlo. Sin embargo, Ozworld parecía totalmente reacio a explicarlo.

—Si has hecho algo mal, discúlpate. Ruega perdón e intenta enmendar tus errores. Eso es todo lo que tienes que hacer.

Desesperada por encontrar una manera de arreglar nuestra relación, le supliqué, pero Ozworld siguió siendo egoísta hasta el final.

—Te amo, Jiwoo.

Su confesión me dejó sin aliento.

—Te amo. Todo lo que hago es por nosotros. Solo te necesito a ti. Por favor, ¿no sientes lo mismo?

Quise hacerlo. Pero, irónicamente, su súplica desesperada me dio una idea aproximada del terrible daño que me había causado. Había cometido un pecado imperdonable contra mí, uno tan grave que me da miedo preguntar cuál era.

—Hiciste retroceder el tiempo, ¿verdad?

En ese momento, Ozworld esbozó una sonrisa burlona.

—¿Tú también lo habías deducido?

Su sonrisa, como si hubiera caído en una trampa, irradiaba una ira fría.

—¿Quién te lo dijo… o cuándo te enteraste? Debió ser después de que desapareciera de repente, ¿verdad? ¿Estoy en lo cierto?

—¿Por qué preguntas eso? ¿Acaso planeas retroceder en el tiempo?

Metió la mano en su chaqueta y sacó un reloj de bolsillo que nunca había visto. Al darme cuenta de que esa era la herramienta para retroceder en el tiempo, me abalancé sobre él.

—Esta vez sí que lo haré bien, Jiwoo.

—¡No lo hagas! ¡Para!

—Te amo.

Chasqueó los dedos.

 

Athena: Ea, ahí tienes a tu querido Ozworld. La rata mentirosa que no se redime, solo es egoísta y en lugar de cambiar y empatizar busca todo lo que quiere. Psicópataaaaaaa.

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