Capítulo 50
¿Así se siente que se te hunda el corazón? Knox miró a Elaina, olvidándose incluso de parpadear.
—¿Papel? ¿Qué papel?
—Me gusta la gente orgullosa. Pero ser orgulloso y aferrarse obstinadamente a la estupidez son dos cosas completamente distintas, Knox.
Knox no tenía idea de cómo Elaina se había enterado del papel que él había escondido con tanto cuidado, pero estaba claro que ella sabía exactamente lo que le había sucedido hoy.
—No digo que estuviera bien que golpearas a alguien.
Knox se estremeció ante sus palabras.
—…Lo sé.
—Pero hay momentos en que es inevitable. Si yo estuviera en tu lugar y alguien insultara a mi familia, yo tampoco habría podido contenerme.
Todavía era un niño. Al fin y al cabo, si los niños pudieran manejar todo con madurez, no habría necesidad de llamarlos niños.
—¿Has reflexionado sobre tus acciones?
Knox asintió pesadamente ante la pregunta de Elaina.
—¿Vas a golpear a tu amigo otra vez?
—Él no es mi amigo.
—Ese no es el punto, y lo sabes, Knox Grant.
Al escuchar su nombre completo en su tono frío, Knox dudó antes de responder:
—...No lo haré.
—No importan las circunstancias, no debes golpear a la gente. Si alguien te insulta, rétalo a duelo.
Elaina extendió la mano.
—El papel.
Ya no tenía sentido ocultarlo. Knox sacó el papel de su bolso y se lo entregó a Elaina.
Las letras en negrita en la parte superior decían: “Se requiere asistencia de los padres”.
El papel explicaba que era necesaria una reunión con los padres para resolver el conflicto entre Knox Grant y Bark Verua.
—Por favor… no se lo digas a mi hermano.
Elaina arqueó una ceja ante la petición de Knox.
—¿Por qué?
—No quiero que venga a la academia. No quiero que sepa lo que dijeron esos chicos de él...
Bark Verua, el hijo menor del marqués Verua, era conocido entre los estudiantes más jóvenes de la academia por su mal comportamiento. Elaina había oído que era un niño mimado porque su madre, tras haberlo tenido en su infancia, lo consentía excesivamente. Si bien mostraba una imagen respetable delante de los adultos, su comportamiento a sus espaldas era otra historia.
—Siempre está intimidando a los demás, sobre todo a las chicas. Las llama feas e incluso les tira del pelo...
Había muchísimos niños que habían sido molestados por Bark y su pandilla. Incluso se burlaba de los que se enojaban, llamándolos mezquinos, así que la mayoría de los niños simplemente lo evitaban por completo.
Cuando Bark se cansó de atormentar a las chicas, puso su mirada en Knox, comenzando poco después de que Lyle regresara de la guerra.
—Dice que me hago el mejor. Dice que soy odioso y que me he vuelto arrogante desde que tengo un hermano.
Para empezar, su relación nunca había sido buena. Knox siempre había sido quien intervenía y evitaba que Bark acosara a las chicas.
Bark Verua era el hijo largamente esperado del marqués Verua. Sabiendo que eventualmente heredaría el título, Bark había crecido siendo consentido y arrogante.
Desde la perspectiva de Bark, no había nadie en la academia más grande que él. En cuanto a Knox, hijo de una familia caída y marcado como traidor, ni siquiera merecía la atención de Bark. Que el "don nadie" Knox se convirtiera repentinamente en el hermano menor del archiduque sin duda había herido el orgullo de Bark.
—Entonces, ¿has estado soportando este acoso todo este tiempo?
A Elaina no le costó recordar el nombre de Bark Verua. Era el mismo chico que habían conocido en el jardín botánico cuando ella, Lyle y Knox fueron de visita para trabajar juntos en un proyecto.
Incluso entonces, ella había pensado que su manera de hablar no era muy educada, aunque lo había desestimado como una simple broma inofensiva entre niños.
Knox asintió débilmente ante la pregunta de Elaina.
Volvió a mirar el papel que tenía en la mano. «Solicitud de asistencia parental». Elaina dobló el papel con cuidado y luego enganchó su meñique alrededor del de Knox.
—Lo prometo. No se lo diré a tu hermano.
—¿En serio?
—Sí.
Elaina ya tenía una idea aproximada de lo sucedido tras escuchar la versión de Marion. También comprendió por qué Knox quería ocultárselo a su hermano.
—No te preocupes demasiado por lo que pasará mañana.
—¿En serio? Pero la madre de Bark da mucho miedo... Me asustó, diciendo que se pondría furiosa por el moretón en su mejilla.
Elaina colocó las manos con suavidad pero firmeza sobre los hombros de Knox.
—No hay nada que temer. Si hiciste algo mal, deberías disculparte y reflexionar sobre tus acciones. Todos cometemos errores al menos una vez. Lo importante es no cometer el mismo error dos veces.
Knox repitió sus palabras en silencio. No cometas el mismo error dos veces.
—Y dijiste que él empezó, ¿verdad? Estuvo mal golpearlo, pero insultar a la familia de alguien tampoco está bien.
—Pero él nunca se disculpará.
—¿Estás seguro? Creo que te equivocas. ¿Qué tal si hacemos una apuesta?
Tal vez fue el alivio de compartir su carga con Elaina, pero parte de la tensión en el rostro de Knox pareció aliviarse.
Entonces, como si fuera una señal, su estómago rugió con fuerza. No había comido mucho en el almuerzo, todavía estaba molesto por lo sucedido ese día.
Apenas había tocado su cena, Knox estaba empezando a sentir que el hambre se apoderaba de él.
—¿Sigues sin comer? El mayordomo lo preparó él mismo, añadiéndole canela a la leche porque sabe que te gusta. No lo desperdicies.
Knox asintió en silencio y empezó a comer. Elaina le alborotó el pelo ligeramente antes de salir de la habitación.
La sonrisa que había usado para consolar a Knox había desaparecido, reemplazada por una mirada acerada tan fría como una tormenta invernal.
—No te preocupes.
Esas fueron las palabras de despedida de Elaina a Knox al despedirlo para la escuela. Aunque era difícil no preocuparse, curiosamente, sus palabras tuvieron un efecto tranquilizador.
La reunión de padres estaba programada para la tarde, después de que terminaran todas las clases. Durante todo el día, en cada recreo, Bark no dejaba de molestar a Knox, intentando provocarlo.
—¡Oye, mendigo! ¿Tu hermano asesino viene hoy a la academia?
—¡Oye! ¡Te dije que dejaras de decir esas cosas! ¿Por qué sigues molestando a Knox? —gritó Marion, intentando defenderlo. Pero su enfado solo hizo que Bark le tirara del pelo largo, intimidándola aún más.
Knox quería golpear a Bark con tantas ganas que su otra mejilla también terminara magullada, pero recordó lo que Elaina le había dicho la noche anterior y se contuvo.
Una vez era un error, pero la segunda no.
«No soy un idiota».
Aunque su ira ardía, se contuvo. Al ver a Knox actuar con madurez, Marion dejó de discutir con Bark y se apartó.
Bark continuó intentando provocar a Knox durante cada descanso y período de almuerzo, pero cada vez, Knox se alejaba o lo ignoraba por completo.
Finalmente, cuando terminaron las clases, tanto Bark como Knox tuvieron que dirigirse a la sala de reuniones para la discusión entre padres y maestros.
—Ja. Ya estás muerto. ¡Deberías haber visto lo furiosos que estaban mis padres anoche! Incluso tuve que convencerlos de que no fueran a ese vertedero donde vives, diciéndoles que sería peligroso con tu hermano asesino cerca.
Knox lo ignoró, fingiendo no oírlo. Furioso por haber sido ignorado todo el día, Bark lo empujó por detrás, dejándolo tendido en el suelo.
La sangre comenzó a gotear desde la rodilla de Knox.
—¡Uy! ¡Qué torpeza la tuya al caerte así! ¡Qué idiota! En fin, nos vemos luego.
Bark tarareó para sí mismo mientras se alejaba, claramente de mejor humor después de ensuciar la ropa de Knox.
Al llegar a la sala de reuniones, Knox y Bark estaban sentados muy separados. El profesor, conmocionado al ver la lesión de Knox, se apresuró a buscar un botiquín para curarle la herida.
—¡Ay, Dios! ¿Cómo te hiciste daño así?
—Bark Verua me empujó.
—¿Qué?
El profesor se giró para mirar a Bark. Su mirada era una pregunta silenciosa, preguntándose si la acusación de Knox era cierta.
Bark, indignado, negó con la cabeza.
—No sé de qué habla, profesor. Se cayó solo mientras caminaba.
—¡No! ¡Me empujó!
En ese momento, la puerta se abrió de golpe y una voz áspera y chirriante cortó el aire.
—¿Qué acabas de decir de mi hijo?
Una mujer que se parecía muchísimo a Bark irrumpió en la habitación. Hizo un ruidoso chasquido de tacones mientras se acercaba a Bark, mirando a Knox con enojo.
—En serio, este chico no tiene remedio, ¿verdad? No solo recurre a la violencia, sino que ahora intenta inculpar a alguien por su comportamiento.
Chasqueó la lengua en señal de desaprobación, murmurando como para sí misma, pero con la clara intención de que Knox la oyera. Knox apretó los dientes, frustrado.
Athena: Estoy deseando ver cómo los va a humillar Elaina.