Capítulo 71
—¡El último, listo!
Con el último sobre atado y sellado, un caballero cayó dramáticamente hacia atrás, vitoreando.
—¿Por fin volvemos a la capital? ¿Podemos irnos?
—¡Prefiero blandir mi espada! ¡Estoy harto de jugar con estos saquitos!
Se oyeron voces por todos lados.
Colin habló con entusiasmo:
—¡Así es! ¡Recoged todo! ¡Antes de que Su Gracia cambie de opinión y nos ordene llenar otra caja!
Una fuerte ovación estalló en todo el campamento.
La subyugación había terminado. Pero cada final marcaba un nuevo comienzo. Elaina y Lyle aún tenían innumerables responsabilidades por delante.
Lyle necesitaba informar sobre su éxito a la corte imperial, y Elaina tenía que regresar a casa antes de que alguien notara su ausencia.
También tenía que informar a Nathan sobre la efectividad de los sobres y decidir cómo explicar los monstruos supervivientes y la existencia del dragón.
Incluso en medio de su ocupada agenda, dudaron en dejar a Mabel demasiado pronto, preocupados por el bienestar del dragón.
El dragón les había advertido: si su dolor se volvía insoportable, su magia inestable volvería a enloquecer a los monstruos. Así que, antes de partir, debían prepararse adecuadamente.
Un solo sobre le proporcionó alivio al dragón durante casi un día. Incluso si los caballeros regresaban rápidamente de la capital, el viaje les tomaría más de un mes. No se sabía si el dragón desarrollaría tolerancia a los sobres, así que tuvieron que dejarle suficiente.
Los caballeros fabricaron una gran caja de madera y la llenaron de sobres. Incluso con las provisiones que tenían, solo llenaron la mitad.
Todos abandonaron sus armas y se concentraron en recolectar hierbas y hacer más bolsitas. Ansiosos por regresar con sus familias, trabajaron incansablemente y, en tres días, llenaron la caja.
Mientras observaba a los caballeros trabajar, el dragón se giró hacia Elaina.
—¿Entonces ya te vas?
Elaina asintió ante su pregunta.
—Sí. Necesitamos informar del éxito de la subyugación y también informarle a mi amiga sobre ti.
Había considerado brevemente enviar una carta, pero no era seguro.
El dragón, sobre todo si era un dragón vivo, debía mantenerse en secreto. Aunque la mayoría consideraría a semejante ser un simple mito, si descubrían que era real, solo traería problemas.
Especialmente para Nathan y Diane. Por su seguridad, era mejor darles la noticia en persona. Si se supiera que el único remedio para el dolor de un dragón eran las bolsitas de Nathan, la paz se rompería.
«Sobre todo si el marqués de Redwood se enterara».
Era un hombre ambicioso y codicioso. Así como había tenido a Diane bajo su control toda su vida, seguramente haría lo mismo con Nathan.
Elaina aprendió esto mientras hablaba con Lyle la noche anterior.
Si había transcurrido menos de un año desde que se registró el matrimonio en el templo, la familia de los novios podía presentar una objeción para anularlo. Aunque algo así nunca había sucedido, sin duda era algo que el marqués de Redwood podría intentar para presionar a Nathan.
—Debería ser suficiente, ¿no? Nos esforzamos mucho en ello.
—Sí, será suficiente.
—La próxima vez iré con mi amigo. Intentaremos volver pronto.
El dragón asintió como si comprendiera que se refería al humano que había creado la mezcla aromática. Luego miró a Lyle, quien seguía de pie junto a Elaina, observándolo con recelo.
—Sigue siendo un tonto. ¿No le explicaste el sueño de Profeta?
—Lo hice.
—Mmm.
El dragón miró de un lado a otro entre Elaina y Lyle, luego levantó una ceja e hizo un comentario casual.
—Entonces, ¿esto es lo que llaman amor?
—¿Qué?
—Amor. Sí, recuerdo que Profeta dijo algo así hace mucho tiempo.
Por naturaleza, los dragones tenían poco interés en los de su especie. Eran demasiado independientes para vivir en grupos, donde «grupo» implicaba más de un ser.
En ese sentido, Profeta había sido un ser extraño. Nacido como una criatura frágil, siempre había mostrado un interés inusual por los demás.
Especialmente en él.
Ver a Lyle junto a Elaina le recordó a Profeta, quien solía preocuparse por su bienestar.
—¡No! Lyle y yo no somos así.
—¿No lo llamabas tu esposo? Oí que los humanos se casan con quienes les tienen cariño.
—Bueno, algunos lo hacen, pero en fin, Lyle y yo… es diferente. Es solo un simple contrato.
Elaina nunca imaginó que ni siquiera un dragón le hablaría de amor. Por alguna razón, le hizo pensar en su amiga, que la esperaba en la capital.
—Solo es un año de matrimonio. En cuanto al amor, ese tipo de emoción...
El dragón la interrumpió antes de que pudiera terminar.
—La intuición de un dragón suele ser bastante acertada. —Continuó, con el rostro impasible—: Tengo la sensación de que volverás aquí en esta época el año que viene.
Fue solo un comentario casual, pero viniendo de un dragón, tenía un peso considerable. Sonaba casi como una profecía. Elaina se obligó a sonreír como si no significara nada.
—No todos los divorcios terminan mal. Si seguimos siendo amigos, claro, podré visitar el territorio.
—Mmm.
Una vez más, el dragón pareció no tomarse en serio las palabras de Elaina. Arqueó las cejas con indiferencia y parpadeó.
—Me vendría bien que volvieras. Después de todo, eres el único humano con el que puedo hablar. Muy bien. Terminemos nuestra conversación aquí. Si continuamos, ese idiota a tu lado podría morir de deshidratación.
Volvió a mirar a Lyle antes de volver a mirar a Elaina y soltar una risita. Las cejas de Lyle se arquearon ante el sonido.
—El trato está cerrado. Aunque todavía no entiendo por qué necesitas mis escamas usadas.
El dragón colocó su mano sobre la caja de madera y, en un instante, tanto la caja como el dragón desaparecieron, dejando atrás únicamente una enorme piel mudada, todavía en su forma completa y circular.
Los caballeros, que habían estado esperando, se apresuraron a manipularlo. Colin chasqueó la lengua al ver la enorme piel de dragón, comentando lo grotesca que parecía.
—¿Qué ocurre?
—¿Qué?
—No, pareces un poco molesto.
Tras terminar su conversación con el dragón, Elaina miró a Lyle a la cara y frunció el ceño. Normalmente era severo, pero ahora parecía casi irritado.
—Es bastante hablador —respondió Lyle a las palabras de Elaina con una respuesta inesperada.
Se quedó mirando el lugar donde había estado el dragón durante mucho tiempo.
Lyle no soportaba al dragón. Nunca nada le había irritado tanto en su vida.
No le gustaba ver a Elaina conversando con el dragón en un idioma que no podía entender.
Y sobre todo su apariencia. Aunque hacía apenas unos días estaba demacrado y cadavérico, ahora su tez lucía saludable. Su cabello, antes desaliñado y seco, ahora lucía brillante. Recogido hacia atrás, revelaba sus rasgos con mayor claridad. A pesar de sus pupilas verticales, estrechas y serpenteantes, era innegable su atractivo.
De alguna manera, todo lo relacionado con el dragón molestaba a Lyle: su apariencia cambiada, la forma en que sonreía mientras hablaba con Elaina y, especialmente, la forma en que miraba a Lyle y murmuraba algo en voz baja como si se burlara de él.
—Vamos.
Lyle intentó calmarse mientras acompañaba a Elaina al carruaje. Elaina, incapaz de comprender su extraño comportamiento, ladeó la cabeza confundida.
—Esa es la cabeza del monstruo.
—¡Guau! ¿De verdad estaban esas cosas pululando en Mabel?
La zona frente a la puerta del castillo estaba llena de gente mirando boquiabierta las cabezas de monstruos que colgaban de la torre de vigilancia.
La Orden de Caballeros Grant.
Cuando partieron hacia el norte, se burlaron de ellos, calificándolos de un grupo de plebeyos desorganizados. Nadie asistió a la ceremonia de despedida, salvo la Casa Bonaparte, y los plebeyos ocuparon los asientos vacíos. La historia de ese día se convirtió en un cuento popular durante bastante tiempo.
La magia era algo propio de mitos y cuentos de hadas. Fuera de las Montañas Mabel, los avistamientos de monstruos eran casi inauditos.
La mayoría de la gente solo había oído que algo peligroso había aparecido en una zona peligrosa. Muchos incluso dudaban de la realidad de los monstruos.
Pero cuando se enfrentaron a la evidencia traída por la Orden de Caballeros Grant (criaturas con piel verde oscuro que no eran ni bestias ni humanos, con alas diez veces más grandes que las de un ave depredadora), todos guardaron silencio.
La vista más espectacular fue, sin duda, la piel mudada del dragón. La enorme piel de dragón ondeaba al viento como una bandera.
Su delgadez translúcida ondeando con la brisa daba a la gente la impresión de cómo habría sido un dragón volando por el cielo en las leyendas.
La posición de la Orden de Caballeros Grant a su regreso era muy distinta a la que tenía cuando se habían marchado meses antes.
Su historia fue tema de conversación en la capital. En particular, la historia de su líder, Lyle Grant, inspiró a muchos, especialmente a artistas.
Tras separarse del grupo de búsqueda, Lyle luchó por encontrar la guarida del dragón y finalmente recuperó las Montañas Mabel de sus garras. Su heroica historia se convirtió en tema de canciones, poemas y pinturas gracias a las voces y las manos de trovadores, músicos y artistas.
Lyle Grant.
Una vez llamado hijo de un traidor, un carnicero de la guerra, ahora era el héroe del imperio.
Athena: Cada vez Lyle tiene mejor reputación. Qué bien, la verdad. Y mejor aún esos celos que tiene que aún no sabe que tiene jajaja.