Capítulo 77

—¿Qué es esto?

Los ojos de Elaina estaban completamente fijos en el pájaro posado en el brazo de Lyle mientras hacía la pregunta.

La única ave que Elaina había visto de cerca era la paloma mensajera que Diane usaba para enviar cartas. Comparada con ella, esta ave parecía feroz. Su cuerpo parecía pequeño con las alas plegadas, pero con las extendidas, era bastante impresionante.

—¿Nunca has visto cetrería?

Ante la respuesta de Lyle, Elaina se dio cuenta de que el ave era un halcón. Había oído hablar de esos métodos de caza, pero nunca los había visto en persona, y lo observó con asombro.

Al sentir su mirada, el pájaro inclinó su cabeza suavemente de un lado a otro, aparentemente presumiendo, antes de dar un fuerte chasquido con su pico.

—¿Piensas cazar con él? ¿Puede un pájaro tan pequeño cazar un zorro?

Elaina había oído que los grandes halcones podían capturar no solo animales como zorros, sino incluso ovejas grandes. Pero el halcón que tenía delante parecía demasiado pequeño para tales hazañas.

—Si hubiera ido a cazar, habría encontrado un pájaro más grande. Habría sido fácil. El reto era encontrar uno más pequeño —respondió Lyle, y Elaina frunció el ceño, desconcertada por sus crípticas palabras.

¿No acababa de preguntarle si había visto cetrería? Entonces, ¿para qué molestarse en buscar un ave más pequeña?

—Este pájaro parece un poco pequeño. ¿Pero para qué molestarse?

—Porque tenía que ser de un tamaño que pudieras manejar.

—¿Qué?

La inesperada respuesta de Lyle dejó a Elaina atónita. Al ver su desconcierto, la sonrisa de Lyle se profundizó.

—Es un regalo para ti.

Desde que llegaron a Mabel para subyugar al monstruo, Lyle y Elaina habían intercambiado muchas cartas. A diferencia de Diane, quien podía usar palomas mensajeras, Lyle solo podía confiar en mensajeros humanos para sus cartas. Fue entonces cuando se le ocurrió la idea del halcón.

—Los inviernos en el norte son rigurosos, lo que dificulta los métodos tradicionales de caza. Por eso domesticamos halcones para cazar. Son increíblemente rápidos y pueden volar alto.

Elaina asintió, recordando lo alto que había volado el pájaro antes, casi desapareciendo en un punto en el cielo, a diferencia de las palomas mensajeras que estaba acostumbrada a ver.

—Nathan me dijo que los halcones también pueden ser entrenados como palomas mensajeras. Si se entrena adecuadamente, esta ave podría ser más rápida y resistente que las palomas mensajeras Hennet.

Finalmente, Elaina entendió la intención de Lyle.

En una de sus cartas, mencionó casualmente lo rápido y cómodo que era comunicarse con Diane usando palomas mensajeras. Nunca imaginó que Lyle lo recordaría y le prepararía un regalo tan considerado.

—Oh…

—Como sé lo delicadas que son tus muñecas, tuve que encontrar la más pequeña posible.

Lyle le puso a Elaina un grueso guante de cuero en la muñeca, parecido a un guante de cocina. Tras sujetarlo firmemente alrededor de su delgado brazo, retrocedió un paso y el halcón voló suavemente del brazo de Lyle al de Elaina.

El peso del ave era considerable, y Elaina ajustó el brazo para mantener el equilibrio. Si el ave hubiera sido más grande, como mencionó Lyle, podría haber perdido el equilibrio en el momento en que aterrizó.

El plumaje del halcón era dorado con manchas marrón oscuro esparcidas como salpicaduras de tinta, y las plumas de la cola presentaban un hermoso patrón ondulado. Sus ojos eran de color avellana intenso, y su pico era amarillo en la base, desvaneciéndose a negro en la punta, similar a sus garras, que parecían las de una dama bien cuidada: elegantemente negras contra sus patas doradas.

El halcón, con su aspecto resplandeciente, parecía compartir algunas cualidades con Elaina. Como si aprobara a su nueva dueña, miró a su alrededor, sacudiendo ligeramente la cabeza sobre el grueso guante de Elaina.

Antes de que se le cansara el brazo, Lyle recuperó el halcón de Elaina. La miró con expresión indiferente.

—¿Te gusta?

—¿Me gusta? Ay, Lyle, ¿cómo puedes preguntar eso? —Su voz estaba llena de emoción—. Claro que me encanta. Es un regalo increíble.

Elaina se sonrojó al hablar. Que él recordara sus palabras y se tomara la molestia de preparar semejante regalo la emocionó extrañamente.

—Me alegro.

Al observar la mirada fija de Elaina al halcón, Lyle sintió que todo el esfuerzo había valido la pena. Eso solo era suficiente. Sonrió al pensarlo.

—¿Entramos por ahora?

Lyle habló con su habitual tono reservado y luego soltó al halcón. El ave amaestrada supo regresar a su percha por sí sola, volando hábilmente a través de una ventana abierta de la mansión.

Pero a diferencia del halcón bien entrenado, las emociones desconocidas que se arremolinaban en el pecho de Lyle Grant no encontraron un lugar fácil y permanecieron revoloteando inquietas.

Tras instalarse, Elaina fue a ver a Kyst. No solo había cambiado el paisaje de Mabel; el propio Kyst parecía completamente distinto a como lo había visto antes. En aquel entonces, lucía demacrado, como alguien a punto de morir, pero ahora su tez había vuelto y parecía mucho más saludable.

—Escuché que la medicina de Nathan está casi terminada. ¿Cómo te sientes?

—Gracias a él, he mejorado muchísimo. Las hierbas que me enseñó crecen de verdad en abundancia en esta región.

Con tanto stock no habría riesgo de quedarse sin hierbas para hacer bolsitas.

—Pareces mucho mejor.

—Ah, sí. Ahora, hasta mis últimos momentos, no tendré que volver a soportar ese dolor tan terrible.

El dolor de Kyst se había aferrado a él como una sombra, sin abandonarlo jamás, salvo durante el sueño. Con el tiempo, la mayoría de los seres se volvían indiferentes al mundo, especialmente aquellos como Kyst, que habían vivido incontables años. Tras la muerte de Profeta, el dolor implacable había desgastado los nervios de Kyst, pero en el fondo, era un ser sorprendentemente amable.

—¿Te gusta el regalo?

—¿Tú también lo sabías? —preguntó Elaina, y Kyst se rio entre dientes como si hubiera preguntado algo absurdo.

—No hay nada que pase en estas montañas que yo no sepa. Esta tierra está imbuida de mi magia.

La magia de Kyst, que alguna vez se había acumulado como agua estancada alrededor de su guarida, ahora se había extendido por toda la cordillera de Mabel, filtrándose en cada rincón como la lluvia que empapa la tierra.

Con una sonrisa traviesa, Kyst apoyó la barbilla en su mano.

—Estaba muy decidido: pasó días enteros en las montañas para conseguirte ese regalo.

Kyst le contó a Elaina sobre el tiempo que Lyle pasó buscando y entrenando al halcón. Lyle había pasado cuatro días enteros solo en las montañas para encontrar uno del tamaño adecuado. Al oír esto, Elaina parpadeó sorprendida.

—¿Cuatro días? ¿Se quedó solo en el bosque durante cuatro días?

—En efecto. Acampó bajo el frío rocío de la noche sin compañía hasta que atrapó al pájaro. Es muy testarudo.

—¿De qué estáis hablando vosotros dos?

Lyle frunció el ceño, interrumpiendo la conversación entre Elaina y Kyst. Al ver la reacción de Lyle, Kyst arqueó una ceja, visiblemente divertido.

—Este siempre reacciona así cuando hablo contigo. No le interesaba tanto el comerciante insistente. Me pregunto por qué.

—Supongo que es porque tu actitud cambia dependiendo de con quién estés hablando.

Aunque no pudieran comunicarse con palabras, había cosas que se podían sentir. Elaina no había visto las interacciones de Kyst con Drane, pero estaba segura de que Kyst no usaba el mismo tono burlón con él. De alguna manera, Kyst parecía disfrutar de las respuestas irritadas de Lyle.

Elaina negó con la cabeza y se volvió hacia Lyle.

—Solo estábamos intercambiando palabras amables. Me pidió que te agradeciera el regalo. Mencionó que pasaste días en las montañas para atraparlo.

Por un breve momento, la expresión de Lyle se congeló antes de volver rápidamente a la normalidad, tan rápido que Elaina ni siquiera se dio cuenta.

—¿Días, dices? Es una exageración.

—¿Ah, sí? ¿En serio? Kyst dijo que pasaste tres noches allí. ¿Exageraba? Dijo que sabe todo lo que ocurre en esta tierra imbuida de magia, pero quizá fuera mentira.

Gracias a sus conversaciones con Drane, Kyst ahora entendía gran parte del lenguaje humano. Con la barbilla apoyada en la mano, Kyst los observaba con expresión intrigada, claramente curioso por la respuesta de Lyle.

—Si ya terminaste de hablar, deberíamos irnos ahora.

Lyle miró fijamente a Kyst un buen rato antes de levantarse bruscamente. Sorprendida por su repentino movimiento, Elaina se despidió rápidamente de Kyst y siguió a Lyle fuera de la habitación.

Antes de que la puerta se cerrara, la risa burlona de Kyst resonó fuerte en el pasillo.

 

Athena: Me cae bien Kyst jajaja. Ay, Lyle es tan lindo. ¡Es lindísimo! Tiene unos gestos súper bonitos; y que claramente solo se fije en ella y se dé cuenta de todo lo que tiene que ver con ella… Es genial.

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